Santiago de Chile.
Revista Virtual. 
Año 2
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 22.
12 de Octubre al
12 de Noviembre de 2000.

"WERTHER: EL AMOR DE LUTO"

Por Paul Cavalié, Lima, Perú.

La vieja costumbre de reservar el plato fuerte para el final no ha sido la excepción en esta XII versión del Festival Internacional de Danza que organiza el ICPNA. El Ballet Folclórico de Costa Rica, que dirige Rogelio López, cerró la cita dancística con Werther, una obra de gran impacto. El montaje se apoya en la célebre narración del emblemático escritor de la Alemania romántica, Johann Wolfang Goethe, notable artista que abarcó multitud de géneros, como el drama, la poesía y especialmente la narrativa. López aborda, desde el formato de la danza-teatro, el drama pasional que deriva de un triángulo amoroso, y que ha sido llevado a escena muchas veces a través de la ópera, el ballet y el teatro. El "Werther" del coreógrafo "tico" se caracteriza, no podía serlo de otro modo, por su intensidad dramática, por el enorme despliegue físico e interpretativo de los bailarines. En su original estructura, podemos apreciar esa adecuación entre el gesto y el sentimiento volcado, propio del nuevo movimiento expresionista alemán, impulsado siempre por los trabajos de Pina Bausch. Una primera aproximación al diseño de esta larga coreografía, nos lleva a hablar del manejo del espacio. Para remarcar los diversos territorios, el director apela a la movilidad de un cuadrilátero central fácilmente transportable, que le sirve para enmarcar escénicamente los cambios de plano. Un coro de 7 bailarines acompaña desde el comienzo la evolución de la historia, y resulta fundamental para acentuar la textura dramática de las escenas. Su presencia también resulta funcional: se encargan del traslado del cuadrilátero, y de los elementos de connotación (espejos) sin que ello luzca como una acción externa, dándole fluidez a la puesta. En lo simbólico, y a partir del buen trabajo gestual observado (apreciable la disposición en canon que permite el numeroso elenco), el coro contribuye a configurar ese sino fatal que acecha a los protagonistas: un inconsciente colectivo trágico que, curiosamente, "se mueve" vestido de luto. López imprime un perfil sensual al desventurado Werther, con un ropaje de movimientos neoclásicos, ejecutados con corrección por Gustavo Hernández; los tormentos de Carlota asoman, a su vez, a través de un lenguaje predominantemente posmodernista, que Hazel Gonzáles resuelve satisfactoriamente.

La obra es un relámpago de acciones que no decaen. Para sostener el ritmo, acorde a la concepción de la pieza, López ha puesto especial cuidado en el manejo del conflicto; trasladado al lenguaje corporal, ello se revela por momentos en el contrapunto entre estilos dancísticos disímiles. No sólo proliferan los movimientos de contracción, tan caros a la corriente expresionista: hay, también, mucha sutileza en las evoluciones de los protagonistas masculinos (Werther y Alberto), reveladoras de una base de formación clásica. Otro aspecto trabajado es el erotismo que impregna muchas de las imágenes: sutil, cuando es factor de "enamoramiento"; violento y expansivo, curiosamente, cuando se hace inminente el abandono definitivo de la pareja.

Con relación al desarrollo argumental, algunas cosas. López sabe bien que el discurso coreográfico tiene la ventaja de la síntesis, pues condensa mucha información por medio de imágenes y secuencias que pueden ser breves, emparentándose en ello con la poesía. Por eso, es posible reducir esta historia a su esquema más simple para configurar el triángulo amoroso; hay en tal reducción, sin embargo, un riesgo en juego: que algunos de los pasajes más dramáticos de la obra, puedan lucir, de pronto, con una carga emotiva desproporcionada para el contexto en que se insertan, digamos: para la "información" recibida. Para afrontarlo, López se vale de la ya anotada intensidad de la puesta, que casi no da tregua para que el espectador demande un mejor perfil de los personajes, que pueda explicar un conflicto que lleva inclusive al suicidio al personaje central. Al fin de cuentas, no es propio de la danza la "construcción" de personajes, como sí ocurre en el teatro.

Rogelio López tiene el mérito de involucrarnos en el drama, a pesar de que su desenlace trágico se palpita desde el comienzo de la obra. El coreógrafo costarricense nos demuestra que, con una talentosa dirección, es posible llevar a escena, con éxito, la crónica de un suicidio anunciado.

Si desea comunicarse con Paul Cavalié puede hacerlo a: paulcavalie@hotmail.com

Esperamos Su Opinión.
¿No está suscrito? Suscribase aquí. 

[Portada]·[Artículo]·[Entrevista]·[Mirada Impertinente]·[Perfiles Culturales]·[Teatro]·[Arqueo]·[UNIvers(o)]· [Poesía]·[Cuento]
[Música]·[Cómic]·[Escena Movida]·[Reflexiones]·[Crónicas]·[Poiêsis] ·[Vernisage] ·[Imágenes]·[El Sotano De Moira Killerodd]
[Columna del Lector] · [Que se Teje]·[Emails]·[Links]·[Números Anteriores]


Las opiniones vertidas en Escáner Cultural son responsabilidad de quien las emite,
no representando necesariamente el pensar de la revista.