Santiago de Chile.  Revista Virtual.  
Año 3 
Escáner Cultural. El mundo del Arte. 
Número 25.
12 de Enero al
12 de Febrero de 2001.

   

"LA CARGA DEL HOMBRE BLANCO" :
RUDYARD KIPLING Y EL IMPERIALISMO BRITÁNICO (1850-1920).

"Pues no hay gloria mayor que pueda legarse a la

posteridad que conquistar a los bárbaros, rescatar

a los salvajes y paganos a la civilidad e integrar a

los ignorantes en la órbita de la razón".

Richard Hakluyit (1584).

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

PROEMIO.

Rudyard Kipling
(1865-1936).

Vamos a tratar de reflexionar con nuestro lector, en torno al imperialismo británico, de la mano de uno de sus más queridos escritores, y también uno de sus más lúcidos ideólogos. Premio Nobel de Literatura de 1907, Rudyard Kipling (1865-1936) puede ser un analista de gran utilidad para comprender con cierta amplitud, las verdaderas intenciones del imperialismo británico, durante la segunda parte del siglo XIX, es decir entre los años que van de 1850 a 1920 ; aunque en esta ocasión nos concentraremos en el estudio del período 1880-1914.

Puede parecerle extraño al lector que hablemos de siglo XIX y nos estemos extendiendo hasta 1920, pero resulta que para los historiadores las cronologías cumplen un propósito académico, y el hombre de la calle no sabe de ellas, por lo tanto, para él, el siglo XIX se inicia con el año 1900, cosa sólo parcialmente cierta. Más todavía cuando nos encontramos con el problema de que por estos años, los imperios se dan el lujo de establecer cuáles fechas y cuáles cronologías son las que realmente importan. Eso es hacer buen imperialismo: redefinirle hasta el funcionamiento de los calendarios a los pueblos bajo su control, como harían los británicos durante la ocupación de la India 1. De tal manera que llegado el momento, incluso las cronologías pueden cumplir un propósito político. Un pueblo al que se deja sin posibilidades de medir y controlar su propio tiempo, está esclavizado en dos de los aspectos fundamentales de su cotidianidad : el trabajo y el ocio 2.

Pues bien, nuestra idea en esta oportunidad es tomar al caso británico como un excelente ejemplo de la forma en que el imperialismo puede funcionar en el nivel de la lógica del sistema capitalista, y en el de su historia. Rudyard Kipling sería aquí nuestro anfitrión para orientarnos en el laberinto de proyectos, metas y aspiraciones que tenía el imperio británico, particularmente en algunas regiones del mundo. La India, Africa Occidental y ciertos países de América Latina, bien pueden ser estudiados con la inspiración "kipliniana", que reside en esa distinción incuestionable para nuestro escritor, entre civilización y barbarie 3. Kipling, quien posiblemente nunca leyó a Sarmiento, es un ejemplo claro de esa visión maniquea que tienen los imperios, y sobre todo los imperialismos, respecto a los pueblos que consideran "bárbaros".

El asunto es que, en Kipling esto no siempre está abiertamente expresado. En su poema de 1899, The White Man´s Burden (o "La carga del hombre blanco", según una traducción muy libre, dado que bien podría decirse también "La responsabilidad del hombre blanco"), el célebre autor inglés parte de la base de que es una obligación de los pueblos civilizados, llevar la cultura y el progreso material a quienes carecen de ellos, pues, generalmente, esta gente, es tan ignorante que no se da cuenta de las necesidades que tiene (véase una traducción del poema mencionado, al final de este ensayo)4. Los temas entonces, serán los siguientes :

1. Conocer un poco al escritor británico, nacido en la India (Bombay) en 1865, y tratar de explicar a través de algunas de sus obras, tales como The Jungle Book (I y II : 1894 y 1895 respectivamente), y determinados poemas, escritos con propósitos muy concretos, en momentos muy específicos también, las verdaderas pretensiones del imperialismo británico en su segunda etapa, es decir en los años 1850-1920. Más que el motivo real de nuestras reflexiones y críticas, Kipling será un anfitrión. El mejor tal vez, para acercarnos un poco al imperialismo británico.

2. Siempre de la mano de Kipling, exponer y criticar, hasta donde sea posible, los contrastes que se establecerían entre ciertas teorías del imperialismo (decimonónicas) y los verdaderos resultados de las prácticas imperialistas en sitios muy bien definidos : la India, Africa Occidental y América Latina.

3. Valorar la reacción provocada por los trabajos pro-imperialistas de Kipling y las enseñanzas que nos dejan ambos lados de la moneda, en el conjunto del pensamiento anti-imperialista.

RUDYARD KIPLING Y LA LITERATURA PARA NIÑOS.

La obra de Kipling es una obra estética importante, que abarca prácticamente todos los géneros literarios conocidos. Escribió ensayos, hizo reportajes, libros de viajes, cuentos, novelas cortas, poesía, y literatura para niños 5. Sin embargo, para muchos lectores y analistas ingleses y anglosajones en general, Kipling fue sólo un escritor de literatura para jóvenes y niños. Aunque alguien bien podría decir que este no es un asunto por el cual sentirse desilusionado, si recordamos la maravillosa literatura para jóvenes escrita por talentos como Oscar Wilde(1854-1900), Saint-Exupéry(1900-1944) o Lewis Carroll(1832-1898), sólo para mencionar a unos cuantos, con Kipling la cuestión era distinta porque él sí sentía incómodo cuando consideraban sus trabajos de esa manera, pues se pensaba subestimado 6. Sin embargo, la profundidad de este tipo de sentimientos era compensada con lo bien pagado que era su trabajo, sobre todo cuando empezó a interesar notablemente a directores cinematográficos del calibre de John Huston (1906-1987)en Hollywood. El imperio siempre ha pagado bien a sus ideólogos 7.

Kipling nace y hace su vida de escritor durante gran parte de la era victoriana (Victoria reina en Inglaterra entre 1837 y 1901) 8. El último baluarte de un criterio imperial que ya había colapsado a finales del siglo XVIII en la mayoría de los estados europeos de tradición monárquica, el reinado de Victoria se llena de nostalgia, de inhibiciones, represión y gestos rituales que ya se consideraban periclitados hacía rato, con el afán ingenuo de recuperar las viejas glorias isabelinas 9. En realidad, el reinado de Victoria es la larga crisis de la monarquía de viejo estilo (el del siglo XVIII), y el anuncio de un nuevo tipo de monarquía que se sabe servir bien de las delicias materiales que puede ofrecer la burguesía. Kipling sabía bien de estos asuntos, y un grueso importante de sus escritos quiere retener el viejo sabor de la monarquía, mezclado con las obsesiones materiales del mundo burgués 10. Entre Charles Dickens (1812-1870) y Mark Twain (1835-1910), Kipling recoge con su quehacer literario, los traumas sociales, políticos y culturales que la revolución industrial hizo gravitar en el primero, y las ambigüedades racistas del segundo11. Apreciado entrañablemente por G.K. Chesterton (1874-1936) y Jorge Luis Borges (1899-1986), en el brillante escritor inglés ellos también hallaron al talentoso y fino ideólogo, que con sus ensayos, novelas ,cuentos y poemas, supo cantar la aristocracia del intelecto y de la civilización maquinista 12. Pero es en Robert Louis Stevenson (1850-1894), donde Kipling encontrará ese perfil ceniciento y vaporoso de la literatura de aventuras. Aunque la habilidad para ocultarse, que aquel logró con años de retiro en Tahití, jamás fue una virtud en el caso de Kipling, a quien siempre se le notaron sus complejos, sus vergüenzas y sus frustraciones infantiles 13. Por eso es que algunos de los críticos sostienen que nunca entendió a Stevenson, porque sólo vio en sus libros la intriga de la argumentación, antes que el tremendo dolor que le producía a un moribundo, saber que escribía intensamente sobre algo que se le estaba yendo rápidamente : la vida 14.

El código estético de Kipling tiene un enfoque maniqueo de la relación entre literatura y realidad. La metáfora principal, el mundo de la selva, está estrechamente amarrada a un argumento ideológico esencial : los animales y las plantas deben pasar antes por un proceso de "antropomorfización" , para que la civilización tenga sentido en aquellos lugares donde se les acepta como son 15. Esta aceptación es imperdonable, porque atenta contra la civilización. Por lo tanto, civilizar al mundo de la jungla (con todas las implicaciones que ello tiene), significa fundamentalmente, primero "antropomorfizar" al niño salvaje, darle forma humana, porque debido a su desarrollo en la selva carece de lenguaje, y de códigos de comunicación social aceptables, es decir civilizados 16. La parábola del buen salvaje, en Kipling tiene a un buen expositor y defensor. Kim de la selva es el sueño del escritor británico que aspira a que, la idea de humanidad que tiene el imperio sea puesta en práctica lo más pronto posible, en todos aquellos lugares donde la selva no deje crecer al hombre 17.

Pero hombres y animales se parecen y se comprenden bien en las novelas de Kipling, siempre y cuando las pasiones humanas den paso a la humanización que prometen la ciudad y el dinero de la civilización burguesa 18. El niño salvaje (Mowgli o cualquiera de su talante), es sólo una excusa para graficar la urgencia que tenía Kipling de contribuir al proceso civilizatorio en el que estaba involucrado el imperio británico 19. Un proceso que no acaba ni termina con la reina Victoria, ni con el auge o la expansión de la revolución industrial. Porque la cultura burguesa ya había comprendido que los parámetros de percepción del universo social y físico, en los que venía trabajando desde el siglo XVII, podían ahora ser impuestos sin la violencia o la brutalidad del pasado 20.

Resulta entonces que, de la forma en que Kipling articula su metáfora de la misma forma la burguesía está articulando su percepción de la vida cotidiana. Es un salvaje todo aquel que todavía no haya aprendido la relación posible entre objetos "antropormorfizados" y sujetos (o animales) atrapados por la jungla 21. En lengua inglesa los contrastes en la connotación de sentido entre el término jungle (jungla) y forest (selva o bosque) es considerablemente más fuerte que en español, donde son substituibles. Un individuo atrapado por la jungla será un individuo infeliz, limitado, abrumado por sus bajos instintos, un yaju según la terminología inventada por Jonathan Swift (1667-1745) en su obra Los viajes de Gulliver, para referirse a la persona insensible, incapaz de disfrutar de los frutos de la civilización 22. El bosque estaría así más cerca del escenario burgués que la jungla, la cual invoca la presencia de sólo una regla posible : matar para sobrevivir.

El rescate de los pobres infelices que habitan la jungla puede darse en dos direcciones, salvando del espíritu primitivo que la invade cuando menos a una persona, llámese Kim, Tarzán o Mowgli, o llevando la civilización a esos umbrales de primitivismo, barbarie e ignorancia, con la fuerza de la convicción primero, y sirviéndose de cualquier otro recurso después, si se hace necesario. En este sentido, la obra de Kipling es inigualable 23.

LOS MOTIVOS DE LA JUNGLA.

Kipling vivió varios años en los Estados Unidos, durante la década de los noventa 24. Fue en ese momento cuando, en razón de la invasión a Filipinas por los norteamericanos y en los inicios de una cruenta guerra que se prolongaría hasta 1902, se le ocurrió escribir el célebre poema al que hemos hecho referencia más arriba ("La carga del hombre blanco") 25. Junto a otras de sus piezas líricas, tales como An American (1894) y Recessional (1897), ese poema llegó a convertirse en la expresión más acabada de las ideas imperialistas británicas del momento, pero inevitablemente también de los estadounidenses 26.

Aunque la Liga Anti-Imperialista de los Estados Unidos arremetió de una manera feroz contra las propuestas pro-imperialistas que hacía Kipling en su literatura, el apoyo que recibió por parte de la gran prensa norteamericana fue decisivo para justificar lo que los marines hacían en Filipinas y otras partes del mundo 27. Pero es muy curioso, en Gran Bretaña el trabajo literario de Kipling era asumido con una gran naturalidad, tal y como le sucedía a Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), el creador de Sherlock Holmes. Para los británicos, desde el siglo XVI, a este tipo de apologistas, bien pagados y protegidos por la Corona, se los veía como algo institucionalizado, tan bien integrados en la maquinaria ideológica del sistema que, cuando a un crítico del estilo de John A. Hobson se le ocurrió escribir, en 1902, su famoso texto sobre el imperialismo, el mundo académico británico lo repudió y ridiculizó de tal manera que el autor prácticamente se quedó sin empleo 28.

Hay que aclarar, antes de continuar, que los supuestos antropológicos del imperialismo, estaban debidamente asentados para cuando Kipling nos hablaba de los nobles proyectos del imperio británico, por atraer hacia la civilización burguesa a los pueblos de América, Asia y Africa 29. Entre 1492 y 1850, podemos encontrar la primera etapa de ese proceso de asentamiento teórico que mencionamos, entre 1850 y 1950 la segunda etapa 30. Aquí, la supuesta teoría de los dos imperios abre paso, más que nada, a un asunto histórico antes que eminentemente teórico. Los ideólogos al estilo de Kipling, aplicaron los resultados y las lecciones adquiridas en la primera etapa a la segunda, y de esta forma colaboraron a diseñar un perfil imperial que reposaba, junto a la explotación despiadada de los pueblos sometidos, en el estilo de vida y en las componendas que pudieran fraguarse entre los ricos imperialistas y los ricos subyugados 31. Las autoridades gubernamentales, por llamarlas de alguna forma, en la India por ejemplo, le pagaban grandes cantidades de dinero a los británicos en su propio país, para que cuidaran y desarrollaran sus instituciones. Cuando Kipling habla de la obligación de los hombres civilizados por evitar las hambrunas en los países colonizados, uno no puede dejar de pensar en lo ridículo que ésto suena, sobre todo si pensamos en la que mató a más de diez millones de personas, a finales del siglo pasado, en la India que él decía amaba tanto32. Mientras, los colonialistas no padecían este problema y engordaban generosamente.

El enfoque providencialista del imperialismo británico, sobre la obligación de los pueblos colonizados de pagar por los beneficios que reciben del poder imperialista, no es nada nuevo. Los romanos ya se habían servido del mismo tratamiento 33. El problema es que, la Corona Británica, con su afán mojigato por aparecer ante la comunidad mundial como muy preocupada por el bienestar de las colonias bajo su tutela, se sirvió de las armas solamente en el último trance, cuando las salidas políticas o diplomáticas en el país sometido, no dejaban otra alternativa 34. Siempre le funcionó muy bien la táctica de "divide y vencerás", como sucedería en América Central 35.

Para hombres como Stevenson, Kipling o Conan Doyle, sólo para mencionar unos cuantos, el imperialismo británico no era una realidad tangible, sino sólo en la medida en que pudieran vivir bien en Tahití o Bombay, y dar rienda suelta a los vicios urbanos de la Inglaterra victoriana, tales como la práctica de un espiritismo frívolo, que sólo tenía solución estética en los delirios snobistas por el psicoanálisis de un Conan Doyle por ejemplo. Para ellos era perfectamente natural que los nativos de Africa, América o el Pacífico pagaran para que ellos pudieran beber, comer, y divertirse a plenitud, sin los complejos y limitaciones que establecía una burguesía gazmoña a quien lo mismo le daba condenar a Oscar Wilde por sus inclinaciones sexuales, que a un rey aborigen de Samoa por las mismas razones.

Estaba escrito que, desde el momento en que Isabel I por ejemplo (en el siglo XVI), entraba en negociaciones bursátiles con los piratas que vivían de saquear a los galeones españoles que atravesaban el Atlántico, era posible articular un tipo de práctica colonialista que sustentaría de manera impecable todo el aparato ideológico, el cual la Corona británica terminaría por heredarle a la burguesía del siglo XVIII 36. En estas circunstancias, era bien visto tener gustos muy sofisticados en la vida cotidiana, y al mismo tiempo vivir obsesionado con la impertinencia y el irrespeto de los pueblos habitantes de las junglas y las selvas. Por eso Marx sostenía que el colonialismo británico cargaba consigo una contradicción insoluble en el corto plazo : llevar la civilización burguesa a los pueblos primitivos, significaba también explotarlos y participar con ellos, en el proceso de acumulación mundial que, a la larga, suponía tener que colaborar en su liberación, cuando otras potencias entraran en el mismo mecanismo de explotación a escala internacional 37. Para la Corona Británica, Gandhi fue un accidente, nunca un adversario y mucho menos un proyecto político digno de tomar en cuenta 38. El nacimiento de Pakistán así lo confirma.

Los Estados Unidos no actuarían de manera diferente, ni en el Caribe ni en el Pacífico. Por eso le resultó tan placentero a Kipling escribir sobre "la carga del hombre blanco". Las coincidencias que encontró entre la situación de la India y las Filipinas fueron tales, que lo condujeron a superponer los proyectos civilizatorios de su país y el de los norteamericanos 39. Este último no venía a estar justificado por las glorias del pasado, sino por las del futuro. Para los Estados Unidos, el imperio estaba por construir, y en ello Kipling quería ayudarlos, pues los beneficios que Inglaterra había recibido de la India, de Egipto y Sudáfrica eran tales, que no era posible dejar desamparados a los pueblos pobres del planeta, sin la tutela generosa y humanística del capitalismo imperialista 40. Esto lo decimos sin ironía, porque resulta que Kipling realmente así lo pensaba. No se le cantan odas a la Reina Victoria por simple patriotismo, sin que éste repose ciertamente en toda una construcción ideológica de inspiración nacionalista poco común 41. El poema Recessional (1897), compuesto en el jubileo de los sesenta años de Victoria como monarca del Reino Unido, es la más clara definición de lo que constituye una apología del Imperio 42. Es la santificación de todas sus consecuencias para el país imperialista, menos para el que resulta perjudicado. Habida cuenta de que todo es legítimo en este tipo de prácticas, para Kipling la sacrosanta actividad del imperio inglés en diferentes partes del mundo, nada tiene que ver con las objeciones que puedan oponer los pueblos victimados 43. Era el mismo principio utilizado por los romanos, en la medida en que para éstos el mundo era el mundo romano y nada más. De ahí en adelante, o fuera del perímetro establecido por ellos, todos los demás eran bárbaros. Hacerlos ciudadanos, convertirlos en "civiles", es decir en sujetos de civilización, para los romanos suponía todo un largo proceso de educación que implicaba luego, para los cristianos, y sobre todo para los españoles en América, una sumisión absoluta a la autoridad de Cristo y del Emperador, y una renuncia irrevocable de la propia cosmovisión. Aún así, hombres como Bartolomé de las Casas, Domingo de Soto, Diego Covarrubias y Leyva, y Fernando Vázquez de Menchaca, en pleno siglo XVI objetaron con una seriedad y sensibilidad humanística los meros fundamentos ideológicos de los imperios de la época 44.

Resulta extraño entonces, sino ridículo, que un hombre como Kipling, en pleno siglo XX nos argumente contrastes entre "civitas" y "barbari". Pero si lo vemos de cerca, el asunto no resulta tan sorprendente, desde el momento en que la "pax christiana" , a partir de Justiniano, supuso el desconocimiento más absoluto, civil y moral, de todos aquellos que no formaran parte activa del "imperium". Y ser parte activa del imperio significaba, entre otras cosas, renunciar a la posibilidad de ser uno mismo. Es eso precisamente, lo que Kipling les está recomendando a los pueblos que son "la carga del hombre blanco" para los grandes imperios del momento, sobre todo el británico. La labor civilizadora, moral, y justiciera de los ingleses en el siglo burgués por excelencia, el siglo XIX, va unida a la expansión y consolidación del sistema capitalista. A la luz de esta situación entonces, Roma es el ejemplo a seguir, puesto que a la expansión geográfica, la siguió la dominación económica y política. Obviamente la evocación de Kipling es anacrónica, pero es válida para la promoción de los valores de la civilización burguesa. Y eso supo hacerlo muy bien 45.

CAPITALISMO E "IMPERIUM" : LA CONTRIBUCIÓN DE KIPLING.

Para hombres como Cicerón (106-43 AC), Roma era el mundo. En el siglo XVI de nuestra era, y con Carlos V en el trono imperial español (al menos hasta 1556), la misma idea sonaba descabellada para alguna gente. Para los monarcas de Francia e Inglaterra de la época, tal pretensión era además terrorista. Ciertos grandes juristas españoles del momento (como los de Salamanca), algunos humanistas del Renacimiento (como Erasmo de Rotterdam), varios políticos ingleses y filósofos franceses, llegarían a pensar que la delirante idea de establecer un imperio universal, sólo podía conducir al establecimiento de un gobierno totalitario, y a la instalación de una intolerancia religiosa sin precedentes 46.

Las riquezas materiales y humanas que América le había brindado a Europa, eran una forma de retribución por los dones espirituales que ésta le había facilitado. Los mares, decían los antiguos, habían sido creados por Dios para separar a los hombres, y mantenerlos a distancia unos de otros, con el fin de que no se destruyeran mutuamente. Pero la iniciativa, la inventiva y la inteligencia humanas harían que estas barreras también saltaran en pedazos. La contradicción aparecía entonces, anotaba Kant en el siglo XVIII, porque si los mares fueron puestos ahí con dicho propósito, ¿cómo impedir que los hombres de Europa conocieran a los de América ?47. O Dios era anti-imperialista, o el capitalismo se abriría paso aún contra las mismas disposiciones divinas. En el primer caso, los curas católicos y los pastores protestantes, junto con sus príncipes y sus reyes, llegaron a probar, durante las guerras de religión que azotaron Europa durante el siglo XVI, que Dios jamás fue anti-imperialista. Todo lo contrario, terminaría por ponerse del lado de la injusticia y la opresión, como lo prueba la impronunciable situación de América. Por eso Bartolomé de las Casas terminó como un renegado.

Pero, si la idea del imperio universal entró en franca decadencia para el siglo XVII, a la luz de las preocupaciones de Felipe II por administrar bien América ; y si las riquezas americanas eran una recompensa de los nativos porque los europeos habían sido lo suficientemente inteligentes para descubrir cómo comunicarse con ellos, atravesando mares y océanos, ¿qué sentido tenía el viejo sueño de algunos políticos e ideólogos europeos de crear estados monárquicos que crecieran territorialmente hacia afuera, pero sin que ello los afectara interiormente ? Es que, ahora el crecimiento territorial suponía modificaciones estructurales en los nuevos patrones de acumulación a escala mundial 48. Con la tierra no venía el indio necesariamente, pero sí su fuerza de trabajo. Aquí ya estaba plantada la semilla del nuevo imperialismo.

En efecto, cuando Kipling hablaba entonces del aborigen agradecido, y del blanco generoso que evitaba ensuciarse sus manos con las de aquel, no estaba diciendo nada nuevo. La esplendidez del colonialista venía condicionada por la esfera de acción vital que concedía al nativo, con el que estaba en contacto cotidianamente. El aborigen debía agradecerle al colonialista que lo hubiera dejado vivir 49. Si en un principio el proyecto de la Corona española en América pudo tener carácter de misión, para lo anglosajones posteriormente ese propósito fue sólo la excusa para levantar un edificio de brutalidad y saqueo tan bien articulado y complejo, que sólo una ideología igualmente muy bien dispuesta podía haber facilitado. Los dispositivos requeridos para la consumación de dicha meta, únicamente estaban en manos de una clase social que sabía detectar las riquezas e iría por ellas a cualquier costo. Entonces, el lirismo de Kipling otra vez, en estos momentos puede sonar vacuo, pero toda su poesía gira en torno a la lección autobiográfica que supuso haber vivido pendularmente en la metrópoli y en la periferia, escamoteando los complejos de culpa y adobándolos con la salsa del buen vivir promovido por la civilización burguesa, pero facilitado al fin por el trabajo de los nativos.

Si esto no está claro, será difícil establecer por qué ideólogos como Kipling, no encuentran ninguna distinción entre imperio y monarquía. La vieja confusión tomista, aunque parezca bizarro, encontraría nuevas fuerzas en el siglo del imperialismo. Nos referimos al siglo veinte, porque, notablemente, en su primera mitad, el imperialismo como fase superior del capitalismo, se sirvió bien de las enseñanzas instrumentales del viejo imperio romano. Para tal fin, la pax americana, es meramente la expresión superior de la pax britannica 50. Esto también Kipling lo sabía.

Cuando Manuel Ugarte en algunas de sus obras insistía en que la medida de la opresión imperialista sobre su país, Argentina, la establecían las relaciones comerciales y financieras con los ingleses, no estaba anotando nada que ya no se hubiera oído desde la segunda parte del siglo XIX. Sin embargo, aún bien entrado el siglo veinte, ciertos políticos e intelectuales latinoamericanos seguían insistiendo en que tales relaciones imperialistas no existían, que sólo eran delirios bolcheviques 51. Algo similar se oiría también en Africa occidental y Asia después de la segunda guerra mundial. A ese respecto el caso de América Central es realmente patético.

Si hay una región donde los sueños ingleses de "dominus mundi" se frustraron de una manera escandalosa, esa fue la América Central. Aquí, los posibles parangones entre dos de los grandes ideólogos pro-imperialistas, Tomasso Campanella (1512-1569) y Rudyard Kipling no sólo se quedan cortos en lo que se refiere a fantasías financieras y comerciales, sino que rebasan los límites de lo razonable en relación a lo que los instrumentos del imperio esperaban poner en práctica en las sociedades centroamericanas.

A los españoles les costó mucho llegar a darse cuenta, que vivir su vida en función del "afán de conquista" era increíblemente arriesgado y costoso. Y aunque los ingleses y franceses llegaron antes a esa conclusión, no por más brillantes que los españoles sino por resentidos con la riqueza que la diosa fortuna había puesto en manos de éstos, verse obligados a trabajar la tierra y a comerciar (en virtud de la ausencia de grandes contingentes de indios o de enormes riquezas materiales), para ingleses y franceses fue una forma de acabar tolerando el ahorro como compulsión. Aquí tiene su origen el mercantilismo. Los centroamericanos por su parte, en nada se beneficiaron de esa compulsión mercantilista hacia el ahorro, y mucho menos del resentimiento inglés o francés contra los españoles, que en otras partes del planeta se había traducido en grandes plantaciones, ejércitos de esclavos, y construcciones masivas de infraestructura 52. ¿Qué beneficios trajo entonces el imperialismo inglés a los centroamericanos ?, le preguntaríamos nosotros a Kipling. Con toda seguridad él nos contestaría que los beneficios fueron enormes : un ferrocarril abrumadoramente costoso, las economías del enclave bananero, y la mala costumbre de decir que sí a todo lo que viniera del extranjero.

Posiblemente la obsesión por la conquista, empujó a los españoles al saqueo, a la humillación y a la devastación más aterradora que uno pueda imaginarse en los inicios de la modernidad, pero los ingleses o los franceses jamás podrán preciarse de haber hecho lo contrario. Por eso la pose santurrona de Kipling resulta, para decir lo menos, desalentadora. Con el nuevo imperialismo, es decir aquel que le pertenece a la eclosión de la revolución industrial, ingleses y franceses fueron capaces de un holocausto de iguales proporciones. ¿O la diáspora de los nativos africanos, para fines de esclavitud, no debería llamarse así ? Un escritor como Kipling olvida este tipo de cosas con mucha facilidad. La misma que posibilita un lenguaje cargado de eufemismos patrioteros.

Muy cerca ideológicamente de Campanella, como veíamos, Kipling y otros de estos supuestos utopistas, con sobrada frecuencia a la larga, más bien, resultaban feroces defensores de las aberraciones imperialistas en los países sometidos. No es extraño, de esta manera, que la Revolución Francesa haya descabezado prácticamente a este género literario, el utopismo, puesto que sólo sufrimiento le había traído a quienes irían a ser sujetos de los delirios monárquicos. Ese es uno de los aspectos de la utopía kipliniana que nunca se termina de mencionar. Recordemos que los Nazis (1933-1945) también tenían sus sueños de dominación universal.

KIPLING Y QUIROGA : EL CONTRASTE INEVITABLE.

Alguien dijo por ahí que Horacio Quiroga (1878-1936) era el Rudyard Kipling de la literatura hispanoamericana. Si la comparación le hace justicia o no, es un asunto que realmente le compete analizar a los estudiosos de las letras en nuestro continente 53. Lo que definitivamente es enojoso es el posible sesgo ideológico que pueda tomar un juicio como ese, puesto que si de algo es difícil acusar a Quiroga es de haber asumido jamás posiciones pro-imperialistas, o en favor de ninguna manifestación de totalitarismo. De hecho, varios dictadores de los dos países que lo reclaman como suyo : Uruguay y Argentina, o lo ignoraron de una manera infame, o lo persiguieron y lo obstaculizaron por su individualismo a ultranza 54.

Para Quiroga la selva era la fuerza vital más decisiva en el desarrollo humano y natural del hombre americano. Nunca fue un simple escenario, como sucede frecuentemente en el trabajo literario de Kipling. Dicha fuerza no proviene de la simple expresión instintiva de los hombres o los animales. Raramente, los animales hablan en los cuentos de Quiroga, cosa que sí es frecuente en los de Kipling, para quien es importante moralizar a los hombres a través de los animales. En Quiroga, no existe esa preocupación, los animales son aceptados y comprendidos en su medio, sin sacarlos de ahí o reajustarlos para que los hombres aparezcan más civilizados por contraste 55.

Muy lejos está el tratamiento de la selva elaborado por Kipling, de aquel otro hecho por Jack London (1876-1916), o por nuestro entrañable Quiroga. Algo parecido podría decirse de los asuntos atinentes al mar, maravillosamente trabajados por Joseph Conrad (1857-1924), o Herman Melville (1819-1891).

Para Kipling la selva, o la jungla como él gustaba llamarla, fue sólo una excusa, con la que adornaría literariamente su perimida apología del imperio británico. En ningún momento, el hombre y la selva se articularon para integrar un cuadro natural de vitalidad y crecimiento mutuos.

"La naturaleza es siempre reaccionaria" decían algunos intelectuales del siglo XIX, pero en un escritor como Horacio Quiroga una afirmación de ese talante es totalmente falsa 56. Por eso el contraste es más violento cuando se piensa en que Kipling, únicamente vio a la selva tras bastidores. Jamás podría pedírsele mentalidad de pionero, a un hombre que creyó que la selva podía doblegarse, con el simple tintineo del dinero del industrial citadino.

Si aceptamos que la revolución industrial produjo escritores que cantaban las bondades de la fuerza y del coraje, como los que ya hemos mencionado arriba, no se debe olvidar que Kipling no encaja ahí, puesto que su enfoque se sustenta en la creencia de que la barbarie finalmente obedecerá a la civilización, léase a la civilización capitalista. En los escritos de London o Quiroga, este problema no lo es, ya que para ellos daba lo mismo fundar un teatro de la ópera en la ciudad de Manaos en Brasil, o silvar la Segunda Rapsodia de Liszt en lo más profundo de las selvas del Uruguay. Estas paradojas eran intolerables para Kipling, quien como buen ideólogo burgués, entraba en pánico ante los desordenes de la vida de los emigrantes y pioneros europeos, que se arriesgaron a viajar a las selvas de América, en busca de una nueva vida, diferente a la que el capitalismo les ofrecía, y que el imperialismo se encargaría de echar por los suelos con la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Esa tragedia Kipling la vivió, pero no la imaginó, puesto que jamás se le ocurrió que la ley de la selva terminaría por ser el corolario con el que el imperialismo del siglo XIX terminaría sus días. La ironía terminó por dejarlo casi sin lectores. Junto a él, otros nombres como los de Emilio Salgari (1863-1911), o James Fenimore Cooper (1789-1851), seguirán siendo un reto para todo lector que no se contente con un tratamiento de la selva que no va más allá de la simple dimensión metafórica. Quiroga, con su obsesión casi bancaria por el idioma, buscó tanto la economía expresiva que sólo nos dejó la selva seca y ardiente, llena de angustias, sonidos exóticos y esa perenne amenaza de locura y muerte que habita en ella. Nada de ésto puede decirse de Kipling. Quiroga le cantó a la vida que palpita en las junglas y los torrentes de América del Sur. Lo tenía sin cuidado si su canto iría a convocar a los dioses de la civilización o no. Para Kipling la invocatoria de las divinidades de la civilización, es decir aquellas alojadas en los jardines del Palacio de Westminster, no podía posponerse más, al menos en el caso de la India. Finalmente, la Primera Guerra Mundial lo obligó a cambiarle los perfumes a los saumerios que preparaba, para un imperio que venía en crisis desde hacía rato. En la India, el tiro de gracia se lo dieron en 1947. Pero esa, como diría el mismo Kipling, es otra historia.

EPÍLOGO.

Resumamos entonces:

1. Con el mayor candor del mundo, un escritor del calibre de Rudyard Kipling nos recomienda, a raíz de la invasión norteamericana de Filipinas y de los acontecimientos de 1898, que la mejor vía para llegar hasta los aborígenes de los países de Africa, Asia y América Latina, es haciéndoles entender lo beneficioso que puede resultar estar al servicio de los poderes imperiales.

2. El ilustre escritor británico, nacido en Bombay, quien toda su vida dijo amar a la India entrañablemente, compartía el criterio de algunos intelectuales europeos contemporáneos suyos, en lo que se refiere al supuesto progreso que el capitalismo inglés le había reportado a esa gran nación. Aquí, el imperialismo resultó ser pionero del capitalismo, como decía el recordado Bill Warren 57.

3. Desde sus controversias imperiales con los españoles en el siglo XVI, los ingleses siempre sostuvieron, como lo hacía Kipling, que la carga del hombre civilizado residía en hacerle entender al bárbaro, lo equivocado que estaba de amar tanto a la selva. A Kipling le hubiera encantado darle una lección así a Quiroga.

4. La barbarie se encuentra en lugares y momentos precisos, y se expresa a través de hombres y mujeres muy concretos también. Por lo tanto, los medios para su conversión deben ser de la misma naturaleza. Pero sólo imperios bien constituidos puede asumir esa tarea con la debida responsabilidad, tal es el caso de Inglaterra y de los Estados Unidos.

5. Es necesario estar recordando a Roma, puesto que en sus enseñanzas radica la mejor escuela para la práctica de un imperialismo efectivo y contundente. Este sería el ideario mínimo de todo bien educado intelectual pro-imperialista.

6. La literatura, finalmente, cumple un propósito esencial, dado que en su mensaje estaría lo mejor que puede ofrecer un país como Inglaterra, al desarrollo de la civilización en los pueblos bárbaros.

La carga del hombre blanco. Caricatura de 1899.
 

LA CARGA DEL HOMBRE BLANCO.

Rudyard Kipling (1865-1936).

Tomad esta carga del hombre blanco.

Enviad vuestras crías mejores;

Forzad a los hijos al exilio

Para cumplir las urgencias de vuestros prisioneros,

Y para obedecerles, como un pesado yugo,

A unas tribus hostiles y salvajes;

A esos pueblos ariscos, apenas capturados,

Medio demonios y medio niños.

Tomad esta carga del hombre blanco,

Quien estoico resiste

Y oculta los apremios del terror,

Y refrena su orgullo

Con palabras abiertas y sencillas,

Y cien veces más simples,

Quien se esfuerza y quien busca

El favor y el provecho a los demás.

Tomad esta carga del hombre blanco,

Sus guerras ensañadas por la paz,

Saciad las bocas hambrientas,

Anhelad el fin de las enfermedades;

Mas cuando estéis muy cerca de la anhelada meta

En pro de los demás,

Veréis a la Pereza y a la pagana Sevicia

Lanzar las esperanzas a la nada.

Tomad esta carga del hombre blanco.

Olvidad para siempre los reinos de artificio;

Y asumid el trabajo del siervo y el trapero,

La historia de las cosas cotidianas.

No accederéis a los puertos,

No pisaréis los caminos,

Tendréis que construirlos con vuestros vivos

Y señalarlos con los muertos.

Tomad esta carga del hombre blanco,

Y así mereceréis ese maldito premio:

La acusación de vuestros inferiores,

El odio de vuestros protegidos,

Las quejas de quienes conducís

(¡tan laboriosamente!)hacia la luz:

"Oh amada noche egipcia,

¿por qué nos libran de la esclavitud?".

Tomad esta carga del hombre blanco,

No oséis rebajaros,

Ni clamar demasiado por la libertad,

No más para ocultar vuestro cansancio.

Por todo lo que gritáis o susurráis,

Por lo que habéis dejado o habéis hecho,

Aquel arisco pueblo silencioso

Juzgará a vuestro Dios y a vuestro ser.

Tomad esta carga del hombre blanco,

Olvidad esos tiempos de la infancia,

Los laureles ganados sin gran merecimiento,

Los fáciles elogios sin rencores.

¡Ya se acerca inquiriendo por vuestra madurez,

y durante estos años ingratos

de costosa sabiduría,

el impávido juicio de vuestros semejantes!.

(Traducción de Carlos Francisco Monge).

CITAS.

1 PATNIAK, Prabhat. "Imperialism and the Growth of Indian Capitalism". En OWEN, Roger y SUTCLIFFE, Bob. STUDIES IN THE THEORY OF IMPERIALISM (Londres: Longman. 1972). Pp. 210-225.

2 LOWE, Donald. HISTORIA DE LA PERCEPCIÓN BURGUESA (México: Fondo de Cultura Económica. 1986) Pp. 71-117.

3 KIPLING, Rudyard. THE JUNGLE BOOK (Volúmenes I y II) (Londres: MacMillan, 1894 y 1895). En cualquiera de los capítulos de estos libros será fácil encontrar testimonios de este asunto.

4 La versión que hemos usado es la publicada por ZWICK, Jim. ANTI-IMPERIALISM IN THE UNITED STATES, 1898-1935 (http://www. accinet.net/fjzwick/ail 98-35.html).

5 TÉBAR, Juan. Apéndice a la obra de Kipling EL LIBRO DE LA SELVA (Barcelona: Anaya.1995) Pp. 227-250.

6 Idem. Loc.Cit.

7 Idem. Loc.Cit.

8 KARSHTEDT, Dmitry. COMPLETE COLLECTION OF POEMS BY RUDYARD KIPLING. En POETRY LOVERS PAGE (http://www.rif.edu/exb 1874/mine/kipling/kipling.html.1996).

9 Idem. Loc.Cit.

10 LOWE, Donald. Op.Loc.Cit.

11 Incuestionablemente, la mejor fuente de información sobre este autor es el archivo levantado por Jim ZWICK ya citado.

12 KARSHTEDT, Dmitry. Op.Loc.Cit.

13 Idem. Loc.Cit.

14 BORGES, José Luis y VÁZQUEZ, M.E. "R.L.Stevenson en la literatura inglesa". En A PROPÓSITO DE STEVENSON Y SU OBRA. Presentación de la obra de Robert Louis Stevenson JUEGO DE NIÑOS Y OTROS ENSAYOS (San José, Norma. 1990) Pp. 29-30.

15 KIPLING, Rudyard. STALKY & CO. (Londres: MacMillan. 1899) Pp. 34-68.

16 Ibidem. KIM (Londres: MacMillan. 1941) P.134.

17 Idem. Loc.Cit.

18 Ibidem. THE BOOK OF THE JUNGLE (1894) Loc.Cit.

19 Ibidem. STALKY & CO. Loc.Cit.

20 THORNTON, A.P. " Imperios de ultramar. El siglo de la hegemonía mundial de Europa" En BRIGGS, Asa. EL SIGLO XIX. HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES. Vol. 10 (Madrid: Alianza. 1989) Pp. 303-338.

21 KIPLING, Rudyard. STALKY & CO. Loc.Cit.

22 SWIFT, Jonathan. LOS VIAJES DE GULLIVER (México: Editorial Cumbre. 1985) Cuarta Parte. Capítulo I. P.223.

23 KIPLING, Rudyard. KIM. Loc.Cit.

24 KARSHTEDT, Dmitry. Loc.Cit.

25 Idem. Loc.Cit.

26Volvemos a recomendar la página Web mantenida por Jim ZWICK, como una de las mejores fuentes disponibles en la red sobre este tipo de temas. Loc.Cit.

27 Idem. Loc.Cit.

28 HOBSON, John A. IMPERIALISM (Londres: MacMillan. 1902).

29 FIELDHOUSE, D.K. ECONOMICS OF EMPIRE, 1830-1914 (Londres: MacMillan. 1984) Capítulo 6 de la segunda parte.

30 Idem. Loc.Cit.

31 Idem. Loc.Cit.

32 KARSHTEDT, Dmitry. Op.Loc.Cit.

33 PAGDEN, Anthony. LORDS OF ALL THE WORLD: IDEOLOGIES OF EMPIRE IN SPAIN, BRITAIN, AND FRANCE. 1500-1800 (Yale University Press. 1995) Capítulo I.

34 Idem. Loc.Cit.

35 QUESADA MONGE, Rodrigo. RECUERDOS DEL IMPERIO. LOS INGLESES EN AMÉRICA CENTRAL. 1850-1915 (Heredia, Costa Rica: EUNA. 1998) Sobre todo los primeros tres capítulos.

36 FIELDHOUSE, D.K.Op.Loc.Cit.

37 Idem. Loc.Cit.

38 BOURTEMOURG, Pierre. GANDHI (México: Renacimiento. 1963) Capítulo XIV.

39 ZWICK, Jim. Loc.Cit.

40 HOBSBAWM, Eric. THE AGE OF EMPIRE. 1875-1914 (Londres: George Weindenfeld & Nicholson.1987) Pp. 56-85.

41 KARSHTEDT, Dmitry. Op.Loc.Cit.

42 Idem. Loc.Cit.

43 Idem. Loc.Cit.

44 PAGDEN, Anthony. Op.Loc.Cit.

45 KARSHTEDT, Dmitry. Op.Loc.Cit.

46 PAGDEN, Anthony. Op.Cit. P. 63.

47 Idem. Loc.Cit.

48 HOBSBAWM, Eric. Op.Loc.Cit.

49 PAGDEN, Anthony. Loc.Cit.

50 CUNLIFFE, Marcus. "El desarrollo de los Estados Unidos. Oportunidades y problemas de un mundo nuevo". En Asa BRIGGS. Op.Cit. Pp. 339-375.

51 UGARTE, Manuel. EL PORVENIR DE AMÉRICA LATINA (Buenos Aires, Argentina: Editorial Indoamericana. 1953)Pp. 78-86.

52 QUESADA MONGE, Rodrigo. Op.Cit. Capítulos 6,7 y 8.

53 ORGAMBIDE, Pedro. HORACIO QUIROGA. UNA BIOGRAFÍA (Buenos Aires, Argentina: Planeta. 1994) P.254. El autor cita una nota necrológica publicada por el diario NOTICIAS GRÁFICAS, donde se decía: "Horacio Quiroga, nuestro Rudyard Kipling, ha muerto".

54 MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. "El Hermano Quiroga". En A PROPÓSITO DE HORACIO QUIROGA Y SU OBRA. HORACIO QUIROGA. EL HOMBRE MUERTO Y OTROS CUENTOS (San José: Norma. 1990) Pp.11-20.

55 QUIROGA, Horacio. ANACONDA (Cuento) . En el HOMBRE MUERTO Y OTROS CUENTOS (San José: Norma. 1990) Pp. 49-92.

56 ORGAMBIDE, Pedro. Op.Cit. P. 192.

57 WARREN, Bill. IMPERIALISM, PIONEER OF CAPITALISM (Londres: Verso Press. 1979) Véase Introducción.


Rodrigo Quesada Monge (1952), historiador costarricense con publicaciones en diversas revistas del continente, tales como CASA DE LAS AMÉRICAS (Cuba), EXÉGESIS (Puerto Rico), CUADERNOS AMERICANOS (México), ABRA y REVISTA DE HISTORIA (Costa Rica). Sus dos últimos libros RECUERDOS DEL IMPERIO. LOS INGLESES EN AMÉRICA CENTRAL. 1851-1915 (EUNA.1998) y GLOBALIZACIÓN Y DESHUMANIZACIÓN. DOS CARAS DEL CAPITALISMO AVANZADO (EUNA.1998) han recibido una acogida muy calurosa por parte de los académicos latinoamericanos.

Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr

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