ANOTHER
CHANCE:
POSTAL DE COOL NEW SHORK
Por Roberto
Castillo
Si te digo cool new
shork vos me entendés, eso fue lo que me dijiste. Eso fue lo
último y colgaste. Rubito, aunque no andés de terciopelo
negro uno se imagina mierda cuando hablás porque pronunciás
así como vos no más, cool new shork decís y ahí
te aparecés con la voz, como si te viera, de terciopelo negro,
cómo te atrevés. Así pasa con vos, con vos yo
me lo veo el largometraje a la menor excusa, me lo veo entero. A la
que una se descuida sacás como pistolita esa sonrisa. La manejás
pasando el chicle por todos lados de tu boca, como si la afilaras
la sonrisa mortal que tenés, antes de soltar el balazo.
Cool new shork, eso
fue lo último que dije. Yo sé que vos me vas a entender,
y te vas a acordar de la lluvia pegándote en la cara cuando
me oías, y de la luz naranja en el asfalto mojado y de las
gomas seseando en los charcos, los taxis amarillos ocupados acarreando
gente toda con la facha verdosa y solitaria y yo que te digo como
si fuera tu eco cool new shork.
Cool new shork, imaginame
vos y ahí estoy exhalando vapor en la noche como potrillo,
pegada a la puerta del club apenas abren, a las nueve de la noche
como pendejo. Porque ese fogonazo de luz que sacás con tu risa,
rubito, lo mandás por teléfono como si nada. No te cuesta
nada matarme por teléfono mientras te tapás la oreja
volteando un poco la cara hacia el hombro de terciopelo y así
cuando te oigo esa voz es mi hombro el que se imagina ser caricia
para vos. Aunque no te vea cómo te secás las gotas de
lluvia de la mejilla y hasta me quedo con el convencimiento de que
vas a estar allí a las nueve de la noche apenas abra el club,
y allí te voy a estar esperando yo, feliz.
Y a eso de las nueve
y media todavía no me inquieta nada: encuentro el lugar. Muy
cool new shork tal como lo decís vos, lo veo el club y te entiendo.
Después de un par de vueltas en la lluvia y los truenos lo
encuentro. Lindo el neón pegando en el pavimento, linda la
oscuridad y sobre todo lindo, medio tristón pero lindo igual
eso de que la calle vaya
a dar al río. Ahora me doy cuenta de que hay algo lindo escondiéndose
en esta noche negra con orillas color fucsia húmedo todo igual
que yo. Una noche de terciopelo mojado pero jamás te lo iba
a decir. Lindo todo pero no estás. Es como un consuelo sabés
ver que calle abajo corre un río y que la lluvia cae encima
del agua negra del río como si el río fuera otra calle
más de asfalto negro. El nombre del club es el que vos me dijiste
pero con un letrero afuera que dice que es otro lugar. Suficiente
como para inquietarse un poco más. Así sos vos te gusta
confundirme. Así es la cosa en new shork, decís vos.
Cuando dan las diez
y pico vos no te apareciste todavía. Hay en qué entretenerse
siempre, vos me conocés bien y yo me pego a la pared como mosca
en descanso y me hago así las manos para calentarlas. La techno
dándole al ritmo justo de mi corazón de puto bam bambám
bam bambám bancate ese defecto, corazón de los que bailan
solos reviento una sonrisita aquí y allá con mis perlas
y así me olvido se pasa el frío qué tanto mal
va a hacer regalar sonrisitas a lo zonzo y le regalo una a ése,
y le gusta y me hace ojitos, boludo, pero se parece un poco a vos,
el vodka como agua oxigenada, a lo gringo puto, con espuma, esto se
está llenando de gente y de gritos.
Para elegir a Miss
Rubia Universal se juntan las delegaciones de todas las rubias del
mundo en el estadio Maracaná. Quedan tres finalistas, la rubia
americana, la rubia argentina y la rubia brasileña, y la prueba
más difícil del concurso. Sale la primera concursante,
la rubia americana. ¿Cuánto es dos más dos? La americana
se queda pensando, se ríe mirando al público, doscientas
mil rubias contienen la respiración, nadie le ayuda. La americana
contesta, agitando el pelo, precioso el pelo Pantene: ¿tres? El maestro
de ceremonias da la respuesta: ¡No, dos más dos son cuatro!
Y el público solidario dice ooooh, y exige: another chance,
another chance, another chance! Y le dan otra oportunidad: dos más
dos son dos, y el Maracaná de rubias dice uuuuuuh.
El negro de la entrada
se pone a empujar locos, mejor me paso el rato escuchando estas pavadas
y mirándole la espalda al negrote la humedad que se le condensa
en la nuca brillante y se cae a gotitas cuello abajo algunos pasan
y otros no. No me preocupo por vos porque vos pasás por puerta
que se te ponga por delante y las gotitas saladas por el cuello
paran en la cadena de oro y no llegás y no llegás nunca.
Toda esta noche cabe en la postal que te voy a escribir algún
día cuando nos riamos de los desencuentros en cool new shork
Aquí en este hoyo de mierda te esperé toda la noche,
rubio, así te la voy escribir esta noche.
Mientras tanto lo
dejo escrito como constancia en la pared del baño, jineteando
encima del retrete que se rebalsa, cool new shork, te lo escribo en
castellano para vos. El pis me mancha la falda y me acaricia los muslos
como una lengua de serpiente y todo por dejar tu nombre marcado a
esa pared de baño cool. Entra ése igual a vos hablando
en inglés pero yo nada ni mierda le entiendo porque habla rápido
pero nada por joder y por caliente le aguanto la lengua suave por
los labios porque es igual a vos el mismo porte el sabor los dientes
suaves la boca con sabores la sonrisa de muñeco tan tuya casi
como estar con vos por medio segundo casi como tu terciopelo negro
pero nada más hasta que me la toca como siempre me pasa, que
me la encuentran. Dura la pared del baño fría y dura
en el lomo y me
hace mierda la oreja con la bofetada ése que es igualito a
vos. Por eso me tengo que marchar a tomar aire, el negro advierte
que no me garantiza nada y quién sabe si a la vuelta me deja
entrar de nuevo y me mira como que no quiere el labio partido. Yo
sé que sí me va a dejar entrar de vuelta porque esta
noche está hecha a mi medida para esperarte aunque sea así
con la jeta hecha mierda por dentro y el escote rajado y los oídos
zumbando de puro odio.
La que la cuenta es
rubia y brasileña linda nena. Agita el pelo como el Maracaná
un mar de rubias y le toca a la argentina la pregunta cabrona, a ver
Miss Rubia Argentina, cuántos son cinco más cinco. Doscientas
mil cabezas rubias piensan y se agitan y reclaman y gesticulan que
no puede ser pero la argentina se ve canchera, agita el pelo y dice:
cinco más cinco son seis. La solidaridad de las rubias es conmovedora:
¡another chance another chance another chance! y la argentina ahora
sí que va a dar la respuesta correcta: cinco más cinco
son siete. Y el Maracaná derubias, uuuuuuuuuuuh.
Sigue lloviendo, rubito,
lo que te pierdes de no verme ahora en la lluvia fresca de la cool
new shork, terciopelo mojado y tibio, las gotas de cristal que humedecen
este escote que sueña con tu atrevimiento de niño mimado.
Y yo guiándote en silencio pasándote las manos por el
pelo mientras tu boca ya sabés para qué lo digo si vos
lo sabés tan bien, si lo sabés tan bien.
Y le toca a la brasileña,
la rubia de local, si contesta bien gana tudo, es linda, de un rubio
nórdico, paulista como la que cuenta, el maestro de ceremonias
abre el sobre con la pregunta fatal: cuánto es uno más
uno, y la pobre rubita brasileña sonríe, y se acerca
al micrófono y ni la piensa y dice uno más uno son
dos. El Maracaná de rubias dice uuuuuuh
y luego el rumor que se hace grito: another chance, another chance,
another chance...
Pero no llegás,
y todo lo que era lindo se hace triste y todo lo tibio se vuelve hielo,
y la luz mortecina, y la piel hecha toda puntitos, entumida. Salgo
a dar unas vueltas por la manzana, pero el río que pasa oscuro
y brillante me da miedo, y creo que mejor vuelvo a esperarte adentro,
sacudiendo el pelo a la luz de los faroles. Ya no me duele la cara.
Mi pelo rubio como el tuyo, pero en falsetto, como decís vos,
recién cortado, lindo, casi blanco, brilla en la oscuridad.
Y esa es la señal, porque veo tus faros que me pestañean,
la sonrisa de muñeco en pasarela que te estalla en los dientes,
vas bajando el vidrio y yo te entiendo, te la sigo, te entiendo el
juego, rubito, y me acerco porque toda la noche nos hemos estado buscando
y ahora que me encontrás entiendo que tenía que estar
aquí en esta vereda cool y fría de new shork, acercándome
a tu coche, terciopelo mojado como te gusta a vos, linda y fuerte
como te gusta a vos, cimbrera rubiverde bella caliente en la neblina
y la llovizna, y vos bajás el cristal y el brillo azul del
metal es lo último que veo, y tus ojos son
lo último que veo, el destello del balazo en tus ojos y la
sangre tibia que me empapa el terciopelo en la vereda de cruel new
shork la sangre mía que me abriga y me consuela, rubio, para
que te acordés de qué mierda hablo te digo lo que vos
mismo dijiste, cool new shork, eso fue lo último que te dije,
y yo sé que vos me vas a entender y te vas a acordar de la
lluvia pegándote en la cara y de las luces azules en el asfalto
mojado y de las gomas seseando en los charcos de mi agua negra. Another
chance, another chance, another chance.
Roberto Castillo, novelista y cuentista chileno, Ph.D en literatura
de Harvard,
profesor de literatura radicado en Pennsylvania. Autor de la novela
Muriendo por la dulce patria mía (Planeta, 1998).