Santiago de Chile.
Revista Virtual. 
Año 2
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 21.
12 de Septiembre al
12 de Octubre de 2000.

YELLOW SUBMARINE

Cheo Morales H.
Frankfurt a.M.- Alemania.

Submarino Amarillo.

A mediado de la década de los sesenta, digo del siglo pasado, un submarino amarillo navegaba por los mares del planeta; en su interior cuatro marineros musicales iban recalando por las costas de los cinco continentes dejando un mensaje de amor y paz. Fueron contagiando a toda una generación e impregnándole la nobleza de vivir en un mundo floral lejos de las veleidades de una "guerra fría", cargada de misiles apuntando a ninguna y a todas partes. Por esto el emblemático submarino amarillo representaba el desarme tanto de los espíritus como de las intenciones.

Submarino Amarillo.

Desde luego, desde las cenizas de aquella simbología pacifista (¡haz el amor no la guerra!) nace una izquierda revolucionaria dispuesta a todas, que del rojo de los claveles hace el color de sus estandartes: maoístas, guevaristas, castristas, trotskistas, etc..., que, desde luego no reniego, pero que saco a colación ya que pese a prédicas de armas tomar en el fondo se anidaba una forma de ocultar una verdadera paz por ganar a pulso y muy embuida por una timidez capaz de no negar el amor a nadie al son de Yelow Submarine, y de otras melodías entonadas por guardias rojos y anarquistas de todo pelaje. Si bien es cierto que el mercado hizo su agosto con las ganancias que producían a granel las ventas de los "elepes" tanto de larga duración como los de ´45; la cuestión que la industria de la música, pese a sus intereses, como dicen las leyes del mercado vistas desde un punto de la dialéctica producían progreso (o eran progresistas, como diría un joven marxista de la época). A lo que voy, simplemente, es que gracias al ritmo de producto de la electrónica, los que vivimos aquella época, nos hizo ilusión que el militarismo gris, de cualquier bloque, se transformara en la utopía de responder a los misiles y bombas de Hirochima con flores, como un anticipo a la revolución de los claveles en Portugal (1974). El Yellow Submarine, junto con hacer una huelga de amor en cama durante muchos días predicó que las armas las carga el diablo y hay que renunciar a ellas, ya que estas producen los males de la humanidad. El mensaje de amor y pacifismo de Lenon y sus acompañantes murió, no de muerte natural, sino que por la violencia de sus propias utopías.

John Lennon.

Fue bastante triste ver por lo medios de comunicación como otro submarino, esta vez no hecho de ilusión, hecho de acero inoxidable, armado para una guerra de largo aliento y tripulado por jóvenes oficiales y marineros de tropa, adiestrados para aniquilar las ilusiones de los potenciales enemigos, orgullosos de servir en una de las flotas más poderosas del planeta y con la esperanza de morir en el sacrificio algún día, como se iba al fondo del océano como una piedra, convirtiéndose en un gigantesco ataúd sellado a pruebas de modernos abrelatas y equipos de rescates. Los latidos del corazón de este gladiador submarino, en sonidos morses, fueron escuchados como el grito desesperado de esos muchachos que nacieron después de la revolución que conmovió al mundo de los sesenta, por lo tanto no supieron de las fantasías de un mundo fabricado de ilusiones que marchó por un par de décadas al ritmo del corazón.

Durante los días de sobrevivencias pensaron y soñaron con las praderas grises del militarismo grande elocuente de un neo capitalismo fundado sobre las cenizas de un cuasi olvidado estalinismo, y se vieron así mismos cargados de medallas, de honores militares y regresando a sus hogares bajo las vistas envidiosas de quienes no saben de navegaciones bajo las frías aguas cercanas al Polo Norte. Pero esto no fue posible, ya que el nuevo Zar de todas las Rusias no estaba para desvelar secretos nucleares. Que más daba que 118 mártires se quedaran allá abajo si el prestigio de ser temidos por media humanidad quedaba en entredicho?

Kursk. Submarino Ruso, hundido en mortal tragedia.

Primero se inundaron las cámaras que albergaban pesados torpedos de largo alcance, luego los camarotes quedaron abiertos a la inmensa y avasalladora presión de las mareas submarinas, por último el oxigeno que quedaba fue consumido por los sobrevivientes, quienes a la espera del rescate oportuno, cuyos pulmones fueron reventándose entre la espumadera viscosa de sus propias bilis y silenciándose como fuelles viejos, el mundo entero seguía pegado a las pantallas de los televisores a la espera que el primer héroe, hasta que todo quedó en silencio, un silencio de profundidades marinas, como sigo de una paz de muertes para la Historia. El submarino ruso quedará sumergido bajo el peso de los mares y las conciencias de una humanidad ya cansada, la que se olvidará del caso del submarino, el que será sacado a flote bajo el anonimato más estricto. Tan solo seremos testigo de imagines de negativos desvelados. Seguramente, tal como en la década de los sesenta, la conciencia pacifista que nos acompañó durante esta tragedia, que no tan solo fue humana, que es lo que importa, sino que es una muestra del fracaso estrepitoso de la ciencia al servicio de la guerra. El coraje al servicio de la nada también nos desvela la estupidez humana y hasta donde somos capaces de autodestruirnos y de empujar a otros al sacrificio.

Submarino Amarillo.

En momentos de plena meditación a través de los tiempos presentes, retomo la lectura de los textos, que a pesar de ser exageradamente utópicos, por lo menos me devolverán a la tranquilidad espiritual y al sosiego de luchar pacíficamente por una libertad virtual y por la alegría de no verme encerrado en un submarino que no sea Amarillo.

 

© Derechos Reservados en exclusiva para la revista "Escáner Cultural"
Frankfurt a.M. / Alemaia Septiembre 2000
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