Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 31.
12 de Julio al
12 de Agosto de 2001.

DEL ENAMORAMIENTO
Y DEL AMOR

Por: Iair Menachem

Nada es porque sí. Más aún: nada de lo que sucede, parezca lo que parezca, es en realidad negativo; y depende de la lente que usemos el advertirlo. No se trata de buscarle la quinta pata al gato para sostener el espíritu en la lucha, sino antes bien, estar tan imbuido de la naturaleza misma del gato como para no tener dificultad alguna en encontrar el lugar de cualquier pieza del puzzle de cuya existencia ni me haya percatado antes. Y cuando no le encuentro el sitio, saber que está, y que soy yo que estoy errando o que todavía no me toca. Pero allí está, y en alguna parte va a encajar sin duda.

Voy a la farmacia y pido un blister de enamoramiento. La dependienta me mira con sorpresa; como estamos en Argentina, hay también una indisimulable sorna en su mirar. Pobrecita. Le contesto: "¿No ves que estoy enfermo? Necesito una dosis alta de enamoramiento. ¿Cómo se te ocurre si no que me podría curar?". Al final, me encojo de hombros y le pido un jarabe para la tos. Me siento casi usurpando, consumiendo los remedios que no alcanzan en modo alguno para todos los que están tan pero tan enfermos y son de acá. Pero igual, no son éstos los remedios que necesitan, y tampoco se dan por enterados. Va por cuenta de cada cual, y no se compra con dinero.

Los para siempre no funcionan en el espacio exterior ni en cualquier forma del lenguaje en que los busque. No funcionan porque son una dislocación del discurso. No funcionan porque explotan en cenizas en el aire ni bien emitidos, y con ellos explota cualquiera que justo vaya siendo yo en el instante. a carcajadas explota(o), porque las circunstancias en su vertiginosa fugacidad me hacen cosquillas tremendas al pasar.

Hay un sólo para siempre que no sé cómo podría ser que lo dejara de calzar. Es el signo de eternidad de que me viste la conciencia de mí, de un que es idea, irrefrenable proyecto, estructura sin trazos, prefiguración siempre de un orden -y no del mismo- pero caos; un siempre que es potencia fiel y leal, un siempre que ha devenido forma de moral entre los inmortales que sufrimos y gozamos, para siempre, de la intensidad de la perpetua agonía. De esa misma agonía de la que nada saben los mortales porque nunca les da el tiempo, y cuando tienen la oportunidad ya no les importa porque están temblando de miedo o de fervor, que se le parece mucho.

Hay un para siempre en el amor, que es una forma del para siempre que funciona, del que es verdad, mucho más verdad y permanente verdad, por ejemplo, que cuando digo yo. Los amores de verdad, el amor uno y múltiple del de verdad y en todas sus formas, lo entiendo (mis tripas lo entienden) irrevocablemente para siempre. Y en todo él se gana; jamás se pierde.

Pero la única redención de la agonía que sabemos disfrutar los inmortales es la del enamoramiento, la danza distinta siempre del deseo de la piel hacia dentro y del espíritu hacia fuera, en que somos llamados al amor. El amor es sustancia de uno mismo, son puertas que desde siempre albergamos y que nos va siendo dado abrir a lo largo del tiempo. Acaso sea la forma última en que está llamado a sujetarnos en régimen de inexorabilidad el tiempo, cuando hayamos burlado todas sus otras trampas.

Cuando operan conjuntamente (que no en el caso del amor por los hijos, por los padres, por los maestros), el amor arriba a un status de para siempre justo cuando el enamoramiento deja de anunciarlo, de denunciarlo, de proclamarlo. Amaré por siempre a las únicas mujeres a quienes grité un para siempre enamorado, y de quien no estoy enamorado más. Y en defensa de la honestidad, habiendo crecido y aprendido tanto en los últimos 33 años de mi vida, debo declarar que cuando me enamoro para siempre, es de amor eterno que estoy hablando, aún si dentro de unos años no estoy enamorado más, o si se ha fragmentado mi enamoramiento o se ha disuelto en el estallido del enamoramiento tuyo. Pero si te quiero para siempre y te lo anuncio enamorado, sabe que para siempre te amaré y para siempre querré saberme en tu amor.

El amor es inevitablemente uno siempre, es el mismo, el único que puede nacer en mí. Que en nadie más puede tener lugar.

Y que en relación con muy contados amores, con muy contadas conciencias amantes a lo largo de la vida (que es decir a lo largo de la eternidad), se puede comunicar. El enamoramiento por su parte, es único cada vez, es virgen, es pleno, es total cada vez, y en cada instante de cada vez. No sólo desde el todo se enamora uno: también desde el fragmento. por eso es más fácil que amar, y no es lo más sencillo que del enamoramiento reste amor, que requiere a la totalidad, o a su alter-ego: la más total abstracción de sí. Cualquiera se enamora por un rato, y vaya si no cualquiera vive amor. Que no se elige directamente el amor sino a través de todo cuanto se elige en la vida.

He aprendido a enamorarme sin culpa, y a gozar inmensamente de la oportunidad de aprender a amar. Soy democrático en mis enamoramientos: enciendo siempre la luz, abro el gas por si alguien intenta encender en mí el fuego, pongo mi mejor setting, mi mejor rostro, acerco mis sahumerios y mi mejor perfume y pido al mar de su energía y a los cielos claridad para responder con honestidad, y estar "a la altura de las circunstancias" cuando de pronto todo se ilumina y un ángel me toca suavemente el hombro antes de arrojarme al infinito tobogán con una sonrisa en ristre y sin más. Nada de ésto lo he decidido nunca ni creo que sea decidible; pero es en régimen de anagnórisis que al fin me doy cuenta, con enorme regocijo, esta vez.

Enamorarse es estar parado frente a un portal que, ya franqueado, convierte el yo del instante en una apuesta para siempre.

Tal el desafío. Tal la vocación de amor. Tales el llamado y el clamor.

Si quieres comunicarte con Iair Menachem puedes hacerlo a: rayovioletaycalor@yahoo.fr

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