Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 34.
12 de Octubre al
12 de Noviembre de 2001.

   
SOBRE EL
ARTE DE LA GUERRA
DE SUN TZU.

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge 1

"Por ello, lo que retiene a los adversarios es el daño
lo que les mantiene ocupados es la acción, y lo que
les motiva es el beneficio"
Sun Tzu. El Arte de la Guerra (Madrid: EDAF. 1993. Versión De Thomas Cleary). P.77.

 

                                                          I

En momentos en que tantas personas creen que la solución a los problemas del siglo XXI es la violencia, recordar al gran filósofo chino es importante y necesario. No tanto porque sus reflexiones sean una invitación a mirar el lado práctico de la guerra, sino sobre todo por el enfoque tan plástico que tiene del  concepto en cuestión. Para el autor chino, quien vivió unos quinientos años antes de Cristo, de acuerdo con la cronología occidental, la guerra es algo más que la simple fuerza bruta y la irracionalidad de la destrucción. Se trata, nos decía, de un juego de estrategias en el que triunfa aquél  que  menos necesidades tiene, aquél para quien la posesión y la vanidad son simples perros de paja.

                                                        II

El arte de hacer la guerra, o para ser más riguroso con el análisis de Sun Tzu, el arte de evitar los conflictos, requiere de una sabiduría mayor, pero sobre todo, exige de nuestra parte una gran sensibilidad para detectar cuáles son las exigencias que nos demandan la armonía universal.

Ser armonioso, o estar en condición de armonía con el Universo, implica tener capacidad suficiente para ver la totalidad no sólo las partes. Por eso la lucha contra la guerra es mediante los mismos principios de la guerra: se infiltran primero las líneas enemigas, luego se descubren sus secretos, y finalmente se hace cambiar sus corazones2.

                                                    III

Pero, si los buenos guerreros son los que atraen al enemigo y lo combaten en el terreno que conocen, qué impide que la guerra se convierta en un simple juego de posiciones. Es inevitable; la destructiva objetividad que existe en lo inhumano de la guerra. Ésta es simplemente una alteración violenta de la armonía que debe existir entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y su propia naturaleza. Tal alteración sólo tiene sentido si, por medio de hacerme violencia, modifico las cosas que están malas en mi vida y en mi relación con los demás.

Cuando la guerra, de manera paradójica como nos dice Tzu, por su misma y destructiva dinámica reduce al ser humano a los más banales y primitivos aspectos de su "objetividad humana", ha llegado el momento de modificar dicha objetividad con la idea de que nuestro acercamiento al Universo no se vea perturbado por la preocupación de poseer y controlar los aspectos más brutalmente materiales (objetivos) de la vida. Esto es algo que patéticamente hemos olvidado en Occidente.

                                                           IV

Durante la Guerra de Viet-Nam (1961-1975) la colosal ignorancia del Ejército de los Estados Unidos,  su Gobierno y  sus informantes sobre los postulados básicos de la guerra, propuestos por un hombre como Tzu, eran tan evidentes que nunca se les reveló como útil  comprender los motivos culturales de la combatividad vietnamita.

Hoy se comete el mismo error. Los buenos generales, decía Tzu, son aquellos que conocen el alma de su enemigo, su lengua, sus sueños, sus frustraciones, incluso hasta el color de su ropa interior. En Occidente, donde la venganza es un valor, una virtud de la cual siempre es la hipocresía la que paga el precio, creemos que valdría la pena releer de vez en cuando el texto de Tzu.

Está visto que hacer la guerra es más importante que conocer y discutir las razones del conflicto. Para Tzu el arte de la guerra es la mejor estrategia para evitarla . Conocer el conflicto, su situación, condiciones y características hacen que el mismo pueda ser evitado. Y si no fuera así, entonces el arte de la guerra propone que obtengamos lo mejor del conflicto "sin saquear, sitiar o aniquilar al enemigo". La idea es que le hagamos ver al contendiente lo absurdo de su actitud. Que le hagamos entender que es posible encontrar otras salidas, para que la solución del conflicto nos haga crecer a todos, no solo a las partes, como vuelve a decir Tzu.

                                                                  V

Sin embargo, nuestra forma de practicar la guerra, aquí en Occidente, es el resultado de la idea de que, antes de solucionar el conflicto, debemos demostrarle al contrincante la indefectible validez de nuestro punto de vista, y que si habla de negociación será sobre los términos que hayamos escogido.

El conflicto, que para Tzu, no se traduce en el buen portar las armas, la técnica a nuestra disposición, o la presencia de los mejores generales, es antes que nada el producto de un desacuerdo profundo, donde uno trata de imponerle al otro por la fuerza, la violencia o el asesinato, su visión del mismo. Es decir que, por ejemplo en Occidente, abordamos el tratamiento de la epidermis del conflicto, su superficie, y por ello respondemos con brutalidad ante los desacuerdos. Si fuéramos a la raíz del conflicto, y halláramos el origen auténtico del conflicto, la conversación, la "paideia" como dirían los griegos, harían innecesaria la guerra, o la solución armada de inconvenientes en el desacuerdo, que puede ser conjurado con el solo hecho de la conversación.

Pero ante una industria armamentística en expansión, una economía que reposa sobre la rapacidad y el despilfarro, y una irracionalidad colectiva que tiene el respaldo de los manipuladores de la información, la lectura de Tzu les puede resultar por decir lo menos bastante ingenua. Sin embargo, todavía es posible creer en un mundo más humano, donde la guerra sea idéntica simplemente a una paradoja, donde la confrontación de puntos de vista nada tenga que ver con nuestras convicciones religiosas, políticas, sexuales o culturales en general. Hemos avanzado tanto para comprender tan poco.  

 

1 Historiador costarricense (1952), colaborador permanente de ESCÁNER CULTURAL desde su número 14. Premio de la Academia de Geografía e Historia (1998) de su país.

2 Thomas Cleary. Introducción. P.16.

 

Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr

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