Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 28.
12 de Abril al
12 de Mayo de 2001.

ANOTACIONES DE UN OBSERVADOR DE HORMIGAS

Texto y dibujos: Carlos Yusti

Pasé, durante mi infancia, largas horas en el jardín. Qué hacía. Nada. Mirar a las hormigas. Mi madre preocupada, y percatándose que eso de inmiscuirse en la vida privada de las hormigas no tenía futuro alguno, decidió enviarme a la escuela.

Pero no quiero relatar a los nautalectores pormenores de mi desabrida niñez, más menciono eso de las hormigas como referencia: vivo para mirar las cosas y a los otros seres que me rodean con obstinada paciencia. Esta característica sin duda me llevó a la pintura.

Como la escuela no me enseñó gran cosa me hice como pude de una cultura. Visitaba bibliotecas públicas, robaba libros en una que otra librería, paseaba por museos, desgastaba mis ojos en cualquier impreso y aparte de continuar observando hormigas me dediqué a mirar mucha pintura.

Estudié por mi cuenta a los grandes pintores. Me aprendí al caletre sus técnicas. Escudriñé sus vidas que en muchos casos me resultaron más interesante que su obra y entonces quise escribir sobre todo eso y sobre otros asuntos menos idílicos del arte.

Decidí pintar para criticar con base a tanto matigre, a tanto pintamonas venial y sin escrúpulos. Mis dibujos y pinturas eran una amalgama de empírica curiosidad sobre la pintura: los estilos se me confundieron con un entusiasmo desmedido por el color y más que plagio era un delicado/razonado homenaje por esos pintores que me enseñaron que un buen cuadro es dejarse el alma en cada pincelada. Y a pesar de haber realizado más de veinte exposiciones individuales convengo que estoy más interesado en escribir.

Escribir me permite señalar de manera crítica esa obscura manera nuestra de hacer cultura donde nunca faltan la envidia, la zancadilla, el jamás reconocer las aptitudes y cualidades de nadie. De poner en evidencia ese mundo del arte donde dueños de galerías, críticos y curadores convierten salones y bienales en lamentables trampolines para artistas segundones interesados más en vender y figurar que en realizar una obra creativa que no responda a las modas ni al mercado. Los críticos de arte son responsables de este gran fraude de la plástica nacional ya que convierten la crítica en una soporífera crónica social, signada por la prosa laudatoria. No sin razón el artista Rolando Peña expresaba en una entrevista: "...los críticos de arte en nuestro país, con muy pocas excepciones, todos son cronistas sociales...".

Después están los precios de las obras, las cuales se cotizan a precios exagerados. Existe la convicción que una obra de arte es trascendente y vital no por lo que expresa, sino por el precio en dólares que cuesta. Octavio Paz manifestó en una oportunidad: "Marx criticaba al capitalismo porque reducía al obrero en horas trabajo. Tenía razón. La misma crítica puede hacerse al nihilismo de mercado que convierte al precio en valor único. Leo con frecuencia que se ha vendido un Rembrandt en no sé cuantos millones de dólares...Me parece escandaloso, me avergüenzo de mi época".

Siempre se ha tenido la vana ilusión que para acabar con situaciones tan despreciables como el mercado, la estafa estética, donde la publicidad decide los derroteros del arte, la actividad artística como regocijo de una elite, etc. Es necesario hacer una "revolución". Lo cierto es que eso que lleva consigo la etiqueta de revolución no es más que una regresión aparatosa. Para comprobar esto podemos recordar el caso, hay muchos, de Marc Chagall, quien estuvo casi cincuenta años fuera de Rusia debido a que su pintura no se ajustaba a las exigencias revolucionarias. No entendieron los capataces del buró político por qué Chagall pintaba las vacas azules, los burros verdes y los violinistas levitando por las nubes o como escribió Umbral, que las revoluciones se hacen entre otras cosas, para poder pintar vacas azules y verdes, cuestión que no suelen entender los comisarios políticos.

Lo peor que le puede pasar a un país es que el Estado se derogue la potestad de crear una política cultural. El gran argumento siempre ha sido la de hacer más accesible para un mayor número de gente la actividad cultural. Esta falacia igualitaria siempre ha sido el comodín ideal para fomentar cambios. Esta igualdad impuesta y decidida por unos pocos es nefasta. Por eso motivo me quedo con lo escrito por Savater: "La igualdad a reivindicar, esta sí inequívocamente revolucionaria y en modo alguno totalitaria, es así: que a nadie le sea quitada su capacidad permanente e indeclinable de decidir en los aspectos comunitarios que le afecten; que nadie tenga, por razones de posición, prestigio, biología o cualquier otra causa la posibilidad de pensar por otro en su lugar".

El mundo cultural es una mierda. Hace largo me desencanté de toda trinchera. El arte es entonces la posibilidad de un testimonio para ampliar las nociones humanísticas y enfrentar todo proceso de repliegue político, social y cultural. Por ese motivo el artista verdadero está por encima de cargos burocráticos, por esa razón hace que su obra se vuelva efímera, la saca a la calle, la convierte en una ética(carente de precio) como respuesta a los abusos de poder.

Por ese motivo cuando alguno me inquiere y pregunta:¿pintor?. Ni de vaina. ¿Escritor? Menos. A lo sumo un malabarista de lo literario que se parapetea detrás de las frases hechas y las acomoda en el papel (o en a pantalla de la computadora) según convenga: "Mientras más observo a los hombres, más quiero a las hormigas" y en ese plan. O sea.

Si desea escribir a Carlos Yusti puede hacerlo a: carlosyusti@cantv.net

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