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La reina Victoria.
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Resulta asombrosa la cantidad de
formas en que podría abordarse el estudio del período
victoriano en la Inglaterra del siglo XIX. Para esta ocasión,
sin embargo, nosotros pretendemos hacerlo con un énfasis
y una aspiración muy concretos, expresados en dos ingredientes:
1. Naturaleza y estructura del imperio
británico durante el reinado de Victoria.
2. El impacto de la cultura imperial
sobre el desarrollo de la civilización (dentro y fuera del
imperio).
Con esos dos elementos en mente,
queremos comprender y explicarnos con claridad, las grandezas y
miserias del imperio británico durante el reinado de Victoria
(1837-1901). Eso exige un esfuerzo de concentración importante,
porque la riqueza temática que podría desplegarse
es de tal magnitud, que podemos correr el riesgo de dejarnos seducir
por ella, y terminar dispersos y muy confundidos. Por lo tanto,
este capítulo, como todos los que componen este libro, está
articulado de tal manera que el lector no le quepa duda sobre lo
que se le va a disertar.
Investigaremos y hablaremos entonces,
sobre los siguientes puntos:
1. Victoria: la mujer antes que
la reina.
2. La Reina Victoria (1819-1901)
y la atmósfera victoriana.
La Reina Victoria y el Canon
Victoriano.
3. La Reina Victoria y el Imperio
Británico (hacia adentro) (1837-1876).
4. La Reina Victoria y el Imperio
Británico (hacia fuera) (1876-1901).
5. La mujer victoriana.
Algunas consideraciones finales, sellarán
este ensayo, que ha sido pensado para compartir aspectos de la historia
imperialista británica, que nosotros en varias ocasiones
hemos investigado, y que ahora tenemos la oportunidad de hacer llegar
a un número más amplio de lectores. Pues resulta que
nuestro trabajo se ha concentrado en tratar de entender cómo
se expresa y se despliega la política imperial británica
en América Central, durante el siglo XIX 2.
Ahora, nos llegó el momento de asimilar un poco mejor el
ideario imperialista en una época de bonanza jamás
igualada en la historia económica y política de Gran
Bretaña, al menos desde la Revolución Gloriosa de
1688 3.
VICTORIA: LA MUJER
ANTES QUE LA REINA.
Victoria, la hija del duque de Kent
y de la princesa Victoria de Sajonia-Coburgo, nació en 1819.
Heredó el trono de Gran Bretaña a la edad de dieciocho
años, después de la muerte de su tío William
IV en 1837, y retuvo la corona hasta 1901, dejando la impronta de
su nombre a toda una época. Se casó en 1840 con Alberto
(1819-1861), sobrino de su madre, príncipe de Sajonia-Coburgo-Gotha,
y hasta su muerte él fue el principal foco de atención
de su vida como mujer y como reina.
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Irlanda del Norte. 1845-1852.
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La atracción y el respeto por
el príncipe Alberto, hicieron que la reina, en un momento
determinado, decidiera sustituir a su principal consejero, Lord
Melbourne, por su marido. Sin embargo, la reina también era
consciente de que su príncipe era egocéntrico, a veces
santurrón y con frecuencia muy superficial 4.
Aún así se involucró con él en varias
actividades que hicieron célebre a la Corona Británica
en toda Europa, tal es el caso de la Gran Exposición de 1851,
la cual, en contraste presentaba colores muy alegres junto a los
tristes y grises proyectados por la hambruna que tenía lugar
en Irlanda, y que se hacían más violentos cuando los
ingleses seguían comprando sus productos a los campesinos
irlandeses.
La muerte de Alberto sumió
a la reina en una desolación inusitada puesto que se recluyó
en sus palacios durante unos diez años, durante los cuales
se movió ocasionalmente entre Windsor y Balmoral. Con serias
dificultades la mujer hizo apariciones en público, y menos
aún en su propio país. Ese largo y obsesivo luto es
uno de los ingredientes que definen precisamente lo que hoy llamamos
"era victoriana", también caracterizada por los conflictos
de la reina con sus consejeros por razones de estado, coloniales
o por simple política doméstica, conflictos que en
ocasiones perturbaron las relaciones con hombres como Gladstone
o Disraeli. Por norma la reina veía mal que sus políticos
criticaran a los monarcas conservadores del resto de Europa, en
alguna forma ligados con ella por vía familiar.
"La viuda de Windsor" como la llamaba
el mejor defensor del imperio, Rudyard Kipling (1865-1936), llegó
un momento a perder de su popularidad, sobre todo durante los años
setenta, debido en gran parte a los manejos dudosos de las colonias,
puesto que su coronación como emperatriz de la India en 1876,
no fue muy bien recibida por algunos círculos liberales,
y menos por los grupos radicales. De cualquier manera, las celebraciones
por sus jubileos de oro y de diamante en 1887 y 1897 respectivamente,
le mostraron a todas luces el gran amor que le tenían sus
súbditos, a pesar de que mantener a la familia real les costaba
unas 400, 000 libras esterlinas anuales 5.
Victoria moriría como una bella y anciana venerable en Osborne,
el 22 de enero de 1901, después de un largo reinado de 64
años.
Como veremos más adelante,
muchas de las reglamentaciones y formalismos que Victoria intentó
introducir en la vida cotidiana de sus compatriotas y súbditos,
fueron concebidos para imponer un estilo de vida que le facilitara
un mayor y mejor control del imperio hacia adentro y hacia afuera.
Una historiadora británica
que se ha especializado en este tipo de asuntos nos cuenta cómo
la monarquía inglesa, durante el reinado de Victoria, logró
articular una armoniosa sincronía entre lo que la Reina esperaba
de sus súbditos socialmente y los proyectos más ambiciosos
del imperio 6,
de tal manera que todo se hacía para bien de la "civilización
y el progreso". Pero el trabajo de la señorita Palmer es
todavía más útil porque nos permite ver con
precisión las ideas más ocultas de la reina sobre
sus muchos embarazos, sus hijos y los hombres.
Si alguien puede haber estado por
encima del criterio general sobre lo que debía ser una mujer
en la era victoriana, esa fue la misma reina Victoria. En sus muchas
cartas, rescatadas recientemente, dirigidas a sus hijas, se puede
percibir el mal criterio que la reina tenía sobre el supuesto
destino de las mujeres en la sociedad victoriana. En la última
parte de este capítulo retomaremos algunos de estos temas,
pero es importante anotar ahora, que la reina veía con amargura
el "injusto rol que las mujeres debían realizar en una sociedad
diseñada para servir a los hombres"7.
Esta aparente paradoja en su actitud, sobre todo con relación
a sus hijas casadas 8
con reyes y emperadores, madres
de hijos que estarían involucrados en la tragedia de la Primera
Guerra Mundial, es el resultado en gran parte del doble papel que
debía jugar de mujer-reina y reina-mujer.
Los distintos roles que Victoria
supo atender con magistral sabiduría y espíritu crítico,
nos hacen pensar, a la luz de las cartas de que hablamos, que su
enorme capacidad para cumplir con todas las tareas que la misión
regia le exigía, en momentos muy específicos pudieron
haberla hecho flaquear.
Aunque creía que la mejor
condición de la mujer era la ignorancia para responder a
todas las demandas que la vida de casada hacía, ello no impidió
que fuera muy crítica de sus hijos y de sus hijas con respecto
a las distintas misiones que éstos debieron asumir en la
historia reciente de Europa, como fue el caso del rey Leopoldo de
Bélgica, o del emperador de Alemania.
Victoria siempre creyó que
el instinto era esencial, antes que el conocimiento, en el matrimonio,
en la crianza de los hijos, y en las relaciones con los hombres,
a quienes vio como niños grandes, prestos a hacer una guerra
que dejaría a Europa en ruinas. Esta concepción maternal
en el palacio, y el sentido práctico cuando se trataba de
asuntos políticos, diplomáticos, o imperiales, la
convirtieron en una de las reinas más brillantes de la historia
moderna de Gran Bretaña; aunque muchas de sus decisiones
pudieron haber reducido a cenizas a civilizaciones enteras en Africa
o en Asia.
Victoria fue la reina que, junto
con Isabel I, sobre quien hemos escrito otro ensayo para esta revista,
iniciaron y completaron la construcción del imperio británico.
De hecho, resultará muy difícil tratar de tener una
idea de tal imperio sin mencionar a alguna de las dos. A continuación
hablaremos sobre ese particular estilo que caracterizó al
reinado de Victoria.
LA REINA VICTORIA
(1819-1901) Y LA ATMÓSFERA VICTORIANA.
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El tacto.
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¿Existe en realidad algo que pueda
llamarse "atmósfera victoriana" en la Inglaterra del siglo
XIX? Nosotros creemos que sí, sólo que habría
que caracterizar dicho concepto con cierto lujo de detalles. La
atmósfera victoriana es la forma de expresar el punto de
máxima ebullición del imperio británico. Entre
los años que van de 1837 a 1901 la civilización burguesa
encuentra en el capitalismo inglés la mejor síntesis,
jamás superada dicho sea de paso, del progreso económico,
la flexibilidad social, la estabilidad política y la arrogancia
ideológica que pudiera imaginarse hasta entonces 9.
De tal manera que, cuando
hablamos de atmósfera victoriana nos referimos a un conjunto
de componentes, cuya base material viene definida en esencia por
el progreso capitalista. Pero es básicamente de un estilo
de vida de lo que estamos hablando. De una forma de producir y compartir
ideología. La vida cotidiana estaría articulada por
los requisitos y aspiraciones de la burguesía, en un proceso
que incluye las más variadas y ricas expresiones de la cultura:
la literatura, la pintura, la música, la arquitectura y hasta
la decoración.
La atmósfera victoriana sería
ese sentido de moderación, desarrollado por la burguesía
inglesa, que condena y se siente terriblemente perturbada por todo
tipo de excesos. En esa dirección los modales, el sexo, la
etiqueta, y lo que con vaguedad se llama las buenas costumbres,
vendrían a ser definidos por un conspicuo afán de
ahorro, hasta en las emociones y las ideas 10.
Durante el reinado de Victoria, el
imperio británico despliega su arrogancia no sólo
hacia adentro, sino también hacia fuera, según lo
veremos en un momento; pero se trata de una arrogancia sustentada
en certezas, aquellas que la burguesía inglesa ha ido construyendo
desde la segunda parte del siglo XVI. Si hacemos memoria, Isabel
I (1533-1603), cuyo reinado (1558-1603) estuvo también signado
por un extraordinario progreso material, logró, entre otras
cosas, establecer las bases de las transformaciones que irían
a tener lugar durante el siglo siguiente, en particular, todo lo
concerniente a la concentración del poder que el reinado
(1485-1509) de Enrique VIII (1457-1509), su padre, había
debilitado considerablemente 11.
El asunto es que, cuando hablamos
de certezas, nos referimos al conjunto de rituales, gestos y liturgias
que la monarquía inglesa fue construyendo desde la segunda
parte del siglo XVI. De esta manera, resultaría muy difícil
comprender algo de la parafernalia victoriana sin trazar el perfil
de la burguesía que la sustenta y la promueve, ligada con
las aspiraciones más profundas del capitalismo industrial
inglés 12.
Dice el Profesor Landow, de la Universidad
de Brown, que el "victorianismo" es más bien un conjunto
de paradojas, antes que una plataforma ideológica bien constituida
13.
Aunque los victorianos son los creadores de la idea de "invención"
, o sea la potencia para solucionar determinado tipo de problemas,
agrega Landow que el progresivo mejoramiento de su mundo, rara vez
alcanzó a las grandes mayorías de la sociedad británica
de la época 14.
De hecho, el afán por atender las desigualdades más
acuciantes hizo que los ricos del West End Londinense por ejemplo,
cayeran en las más ridículas expresiones de caridad
cristiana hacia el East End proletario, cuando la única forma
de evitar una sublevación de grandes proporciones parecía
ser hacerles creer a los últimos que su ascenso social era
cuestión de voluntades bien templadas 15.
En este tipo de escenario, las paradojas se hacían más
evidentes, porque la vida cotidiana para los sectores populares
era una constante plegaria en contra de las más insultantes
desigualdades.
Por eso cuando pensamos en el esfuerzo
que requiere definir apropiadamente lo que aquí hemos llamado
atmósfera victoriana, las dudas aparecen ante el conjunto
complejo y sugerente que nos ofrece el victorianismo. Son dudas
producidas más que nada, por nuestro desconcierto ante la
enorme riqueza que encierra el período victoriano, en lo
que respecta a sus distintas manifestaciones ideológicas.
Pero debemos tener muy claro que aquí, ideología significa
el conjunto de teorías y de prácticas, de instrumentos
y de instituciones de que se sirve un grupo social dominante para
hacerles creer al resto de las personas, que su visión del
mundo es la correcta, la más útil y la mejor elaborada.
La falsa conciencia de la que hablaba Marx adquiere en este tipo
de definiciones, su precisión más tangible 16.
Entonces, el victorianismo es una
rara y profunda síntesis de elementos contradictorios. Veamos
algunos:
1. En ciencia y tecnología
avanzaron con pujanza hacia el mejoramiento del ambiente, pero también
lo destruyeron, paradoja irremplazable del capitalismo como sistema
económico, los victorianos la llevaron a límites insospechados.
2. En religión, los victorianos
lograron sistematizar la duda, y el escepticismo fue la expresión
más acabada para una época que quería cuestionarlo
todo, incluso el Cristianismo institucionalizado.
3. En arte y literatura aspiraron
al acercamiento entre románticos y neoclásicos. Era
la síntesis entre el énfasis sobre el yo, la emoción
y la imaginación de los primeros, y la perfección
artística de los segundos, con el afán altruista de
una estética al servicio de las causas populares.
4. En términos institucionales,
es decir, los de la forma en que la democracia burguesa instrumentaliza
su visión de mundo, los avances son notables. Esta es una
era de riquísima conflictividad social, puesto que los obreros,
las mujeres, los sindicatos, y los rebeldes en las zonas del imperio
más cercanas a la metrópoli como Irlanda del Norte,
han decidido tomarse las calles por asalto. Si en el resto de Europa
el movimiento revolucionario se ha radicalizado, en Gran Bretaña,
la Reina Victoria ha logrado atemperarlo con las famosas leyes de
pobres, y otras medidas cuyo mayor logro fue contrapesar la posibilidad
de una revolución en el mero corazón del imperio y
de la cuna del capitalismo.
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Oscar Wilde (1854-1900).
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Junto a la Reina Victoria están
Marx, Darwin, Freud, Tennyson, Carlyle, Ruskin y Wilde. Por lo demás,
quién puede argumentar que la era victoriana es monolítica
y uniforme, cuando, no sólo porque ella haya gobernado durante
tanto tiempo, el período está menos lleno de contrastes,
de violencia, y también de un reformismo tan candoroso que
asusta 17.
Digamos para terminar esta sección,
que la atmósfera victoriana es el ambiente ideológico
y cultural que logró crear la burguesía inglesa, durante
el período de pleno apogeo del capitalismo industrial. Una
atmósfera compuesta de tolerancia y mojigatería en
asuntos políticos y morales. De flexibilidad y rigidez en
materia artística. De caridad y estulticia en cuestiones
religiosas y sociales. De enorme fuerza, poder y voluntad, pero
también de abismal indiferencia en lo que se refiere al gran
problema del capitalismo contemporáneo: cómo solucionar
la contradicción de una riqueza concentrada en pocas manos,
al mismo tiempo que moría de hambre una parte importante
de la población británica y del imperio. El caso de
Irlanda del Norte es el más patético en ese sentido,
cuando cerca de un millón de personas perdieron la vida por
hambre, entre 1845 y 1851, debido a que la Corona Británica
no estaba dispuesta a hacer concesiones a los productores de patatas
irlandeses que pudieran perjudicar a los campesinos ingleses 18.
LA REINA VICTORIA
Y EL CANON VICTORIANO.
Junto a lo que aquí hemos llamado
la "atmósfera victoriana" es necesario presentar también
otro elemento esencial, para tener una mejor y más rica comprensión
del período que estudiamos. Durante el reinado de Victoria,
los artistas, intelectuales, y poetas, lograron hacer uso de una
distinción vertebral entre teoría del gusto y teoría
estética 19.
Aquella distinción mostró
ser decisiva en la medida en que, pocas veces en la historia cultural
de Occidente, y en particular en la historia de la ideología
burguesa y del imperialismo, se concentraron tantos esfuerzos para
hacer que la gente entendiera las distintas formas de disfrutar
de la belleza.
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John Ruskin. (1819-1900).
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Con Oscar Wilde (1854-1900) pareciera
que por primera vez, desde Aristóteles, dos de las más
importantes dimensiones para apreciar la belleza, fueron separadas:
la teoría del gusto y la teoría estética. Dicha
separación alcanzó tales proporciones que, Wilde casi
sin quererlo, logró heredar al siglo XX un instrumento de
particular penetración, nos referimos a la idea de lo sublime,
elaborada primero que nadie por John Ruskin (1819-1900). Pero es
con Wilde que tal idea adquiere sus verdaderas posibilidades, para
explicar y distinguir la frontera real entre lo sublime y lo banal
en el arte de la nueva generación que, de alguna forma, ya
anunciaban también los pre-rafaelistas, como podrá
verse en otro de nuestros ensayos.
Se trata de un arte burgués
que se desarrolla al interior de una situación verdaderamente
tirante: por un lado, la tendencia a canonizar todo aquello que
tenga que ver con moral, estética y política, propia
de una burguesía arrogante y muy segura de sí misma;
y por otro, la lucha contra esa canonización, articulada
por un conjunto de escritores y artistas, que reniega de los cánones
sin desprenderse por completo de ellos. Todavía no les cabe
en la cabeza ni en el corazón, la alternativa de disfrutar
de la belleza sin que alguien detrás de uno, le esté
insinuando qué está bien y qué está
mal. O mejor dicho, qué debería gustarme y qué
no. O qué es bueno y qué es malo en el arte. Con Ruskin
y Walter Pater, esta discusión llegó a niveles antes
desconocidos, porque puso en el centro de la polémica, el
tema de si el arte debería cumplir una tarea moral o no.
Un asunto que tenía aristas más peligrosas todavía,
puesto que, "lo desconocido no existía", y por lo tanto no
podía ni debía ser canonizado. En cuyo caso entonces,
el arte africano por ejemplo no existía, para los europeos
cultos que lo desconocían. Lo mismo sucedería con
el arte hecho por mujeres 20,
como bien lo prueba Landow en su excelente trabajo sobre el canon
literario en el período victoriano.
Con frecuencia las teorías
defendidas por Ruskin y otros críticos de arte de la época,
sustentaban la particularidad de los movimientos estéticos
en los países altamente industrializados, lo que a veces
hace pensar en cierto aldeanismo pequeño burgués en
este tipo de pensadores 21.
La factura de los conceptos sobre teoría del gusto con que
los consumidores de productos culturales eran asediados por la burguesía
imperialista de estos países, insinuaba una notable tendencia
racista y discriminatoria, a partir de la cual, nada de lo que se
hiciera en países o culturas consideradas inferiores, o por
grupos sociales sensiblemente al margen del canon, debía
ser visto como excepcional, sino, todo lo contrario, con mucha cautela
y displicencia.
Es asombroso cómo, al lado
de una enorme preocupación por definir las fronteras de la
belleza y de las distintas maneras de disfrutarla, se establecían
también otro tipo de fronteras: aquellas que venían
definidas por la "raza", la clase social o el género sexual.
Sin embargo, nuestra perplejidad no debe dejarnos con la racionalidad
embotada, porque no debemos olvidar que el imperialismo británico
está repleto de contradicciones, y en ellas reside precisamente
su fascinación 22.
Decían los ciudadanos cultos
de la época, con una ironía triste y siniestra, que
la era victoriana podía definirse a partir de la coexistencia
de tres momentos esenciales:
El cerdo hace al chiquero.
El chiquero hace al cerdo.
Pero, ¿quién hace al chiquero?
23.
Este tipo de aproximaciones a la
existencia inevitable de los pobres, de los colonizados y de la
mujeres, no estaban incluidas en el canon estético victoriano,
ya que junto a los desmanes eróticos de un Oscar Wilde por
ejemplo, también podemos apuntarle su ambigua actitud en
el affair Dreyfus 24.
Los sinuosos análisis del sentido de la belleza que un escritor
como él hiciera, nunca, o rara vez, incluyeron "otro tipo
de belleza", nos referimos a que sus ensayos y artículos
sobre el arte japonés y africano son frívolos y revelan
una considerable ignorancia de la materia 25.
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Las hermanas Brönte.
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El canon victoriano era también
la literatura femenina, no todavía feminista, es decir un
conjunto de postulados mediante los cuales, las mujeres deberían
regirse si querían escribir poesía, novela o drama.
Postulados que buscaban salvaguardar las nociones más acendradas
de los victorianos, sobre la familia, el sexo, el trabajo, las atenciones
domésticas y los niños. Una mujer podía escribir,
siempre y cuando nunca olvidara sus primordiales obligaciones con
la prole. De tal forma que escritoras como las hermanas Brönte,
particularmente Charlotte, fueron vistas por los adoradores masculinos
del canon victoriano, como la imposibilidad más notable de
que una mujer pudiera rozar siquiera las alturas estéticas
o socialmente aceptables concedidas a los varones.
Lo que estamos diciendo es que el
canon victoriano no reconoce a las mujeres otro escenario social
más que la cocina, o la cama, donde tampoco puede ser persona
y donde sólo le está permitido producir hijos. Los
placenteros quejidos de una mujer sexualmente involucrada en una
escaramuza de alcoba, eran inimaginables, y como a escritoras de
la talla de Charlotte Brönte (1816-1855) se le ocurrió
insinuar tal cosa, el canon no la reconocía como una artista,
sino como una mujer rebelde e indisciplinada 26.
El canon victoriano dice entonces
también, que los pueblos primitivos, colonizados, como las
mujeres, son excesivamente sexuales, sucios, impulsivos, irracionales,
infantiles, y supersticiosos 27.
No sorprende de esta manera que, un científico del calibre
de Charles Darwin (1809-1882), haya tenido tal cantidad de problemas
con sus teorías, puesto que el bicho humano burgués
nunca aceptaría que se le comparara con los monos de las
selvas tropicales, donde se encontraban los pueblos coloniales,
y donde, creía, se encontraba también la máxima
expresión de la irreligiosidad y la incivilización
28.
De tal manera que nuestra creencia
de que el canon victoriano es un asunto que le compete únicamente
a la cuestión literaria, puede rozar la superficialidad.
Tal creencia dejaría por fuera la enorme masa de prejuicios
de clase, raza y sexo que caracterizan y matizan dicho conjunto
de normas de civilización llamado "canon victoriano". De
la supuesta moralidad de que partió para entender el sexo,
el arte, la política, la economía y la etnia, el canon
victoriano degeneró en una masa amorfa de pretendidas recetas
de civilización y buenas maneras, para que la burguesía
industrial inglesa encontrara bien justificados sus esquemas de
dominación, hacia adentro y hacia fuera del imperio que venía
construyendo desde hacía rato. Pocas veces es posible encontrar
una plataforma ética tan bien elaborada, diseñada
y funcional, como la que construyeron los victorianos para justificar
el expansionismo de su sistema económico. Pero antes había
que seducir a los suyos, para que los acompañaran en la empresa
de convencer al mundo de que su sistema económico era el
mejor y el más efectivo.
Cuando las artes de la seducción
no funcionaron se acudió a la fuerza, y en estas ocasiones
el imperio inglés se manifestó en toda la línea
: la brutalidad, la rapiña, la arrogancia y la prepotencia
fueron los atributos más notables de un remedo de civilización
que jugaba a la delicadeza y al dandysmo cuando le convenía.
Cuando la realidad se comportaba de otra forma, el imperio inglés
asumía que la realidad estaba equivocada y que había
que enderezarla. Esos eran los momentos en que el canon victoriano
no servía de nada.
LA REINA VICTORIA
Y EL IMPERIO BRITÁNICO
(HACIA ADENTRO) (1837-1876).
Entre el momento de su coronación
en 1837 y su nombramiento como emperatriz de la India en 1876, la
Reina Victoria se dedicó tiempo completo a destruir y someter
, sin importar el costo, a su colonia geopolíticamente más
importante: Irlanda.
Pero el caso es que, la situación
que se suscita con Irlanda permitió decantar con cierta precisión,
dos de los aspectos más sobresalientes de la ideología
imperialista victoriana:
El conjunto de estrategias económicas,
sociales y políticas que definen el imperialismo como la
forma más avanzada de imponer por la fuerza las distintas
expresiones del capitalismo.
El conjunto de componentes culturales
y de civilización que legitiman y justifican todas y cada
una de las acciones de la burguesía imperialista, como si
se tratara de acciones moralmente válidas, a partir de sus
propias concepciones de bien y mal.
En ningún momento "el buen
caballero inglés" se planteó que lo que pudiera haber
estado sucediendo con Irlanda, estuviera al margen de toda racionalidad.
El dandysmo victoriano estuvo diseñado para hacerle creer
al aristócrata británico que sus acciones políticas
al interior de su propio país, como aquellas contra países
extranjeros estaban perfectamente sustentadas en la divinidad de
su civilización. Lo curioso de todo esto es que incluso el
hombre promedio creía por ejemplo en las tesis frenológicas,
mediante las cuales era posible establecer comparaciones físicas
entre los negros africanos, los irlandeses y los pobres del Londres
victoriano 29.
Sin discusión entonces existía una relación
muy estrecha entre las ideas racistas y prejuiciosas que el dandy
inglés tenía sobre la pobreza, las colonias y los
irlandeses. Lo más problemático de todo era que en
el mismo esquema de pensamiento estaban incluidas también
las mujeres, un asunto que trataremos más adelante.
Los irlandeses, los negros, los indios,
los pobres y las mujeres, todos ellos reunían un conjunto
de características comunes, que los convertían en
objetos de estudio de pseudo-ciencias como la frenología,
la cual argumentaba que era posible detectar las características
sicológicas y emocionales de una persona, a partir de la
estructura de su cráneo, de su frente, de sus mandíbulas
o de sus dientes 30
.
La antropología de la pobreza
indicaba que la condición social de los pobres, de las clases
trabajadoras o de las clases bajas, como también se les llamaba,
fuera una fatalidad que había que aceptar o paliar, pero
nunca corregir o eliminar. Para ser un hombre civilizado se requerían
dos condiciones, religiosidad y sentido de la propiedad. Desde el
momento en que la primera fuera sustituida por la superstición,
o por aquello que el dandy inglés considerara como tal, el
hombre en cuestión era cualquier cosa menos civilizado. Lo
mismo sucedía cuando no se tenía ningún respeto
por la propiedad. Esta, considerada de origen divino, y por lo tanto
intocable, hacía de un ser humano algo más que un
cúmulo de necesidades y aspiraciones.
Por eso los pueblos donde ni la
religiosidad ni la propiedad eran respetados no podían ser
considerados civilizados. Los irlandeses eran de ese tipo. Incluso
algunos "científicos" de la época llegaron a encontrar
eslabones raciales entre los irlandeses y los africanos. Sostenían
que, a diferencia de los anglo-sajones, los celtas (Irlanda y Gales)
eran irracionales, inmaduros, sucios, desordenados, emocionales
y poco prácticos. La pobreza era su condición natural,
una escogencia, o, a lo sumo una fatalidad.
Formaba parte del escenario cultural
cotidiano, escuchar en alguna prensa diaria, y en boca de algunos
políticos, que los irlandeses tenían mandíbula
prognática, y que por ello, estaban muy cerca del hombre
de Cro-Magnon. La mandíbula ortognática le pertenecía
a los hombres civilizados, como los ingleses. Y cuando a Disraeli
(1804-1881) se le ocurrió decir que "la pobreza es un crimen",
no se refería a que hubiera querido corregir los fundamentos
socio-económicos de la misma, sino a que para él,
como para muchos de sus contemporáneos, los pobres lo eran
por elección 31.
Esa era la escogencia que los irlandeses habían hecho también.
El mundo de la pobreza estaba compuesto
por el crimen, la promiscuidad, la suciedad y la hediondez. En una
época donde las epidemias y los malos olores eran idénticos,
ser pobre era estar en condiciones de apestado permanente. El olor
de la pobreza era inconfundible, tanto así que viajar a los
barrios pobres del Londres victoriano, era como visitar otro planeta,
donde hasta los colores eran diferentes. Los expedicionarios que
tenían la osadía de hacer la jornada, volverían
para contarnos cómo funcionaba la inteligencia de los pobres,
con quienes se vivía por años a veces, sin siquiera
saber cuáles eran sus necesidades más básicas.
Eso le pasaba regularmente a la servidumbre de las grandes casas
de la aristocracia burguesa victoriana. Por eso con frecuencia uno
escucha que los pobres son de otra raza 32.
Detrás entonces, de las acciones
que condujeron a la política imperial victoriana con respecto
a Irlanda, se encuentra ese cuadro de prejuicios que acabamos de
detallar. Si eso no está claro, nos resultará difícil
comprender lo que va a suceder con la tristemente célebre
hambruna de 1845-1851 en Irlanda.
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La ejecución de los amotinados.
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Dice el Profesor Landow que el término
colonialismo y sus derivaciones, son portadores de un alto contenido
emocional y que por ello, sus implicaciones ideológicas deben
ser tomadas con precaución 33.
Nosotros estamos de acuerdo con el llamado de atención, pero
disentimos con él en lo que respecta a que el supuesto contenido
metafórico del término, conduzca inevitablemente a
interpretaciones distorsionadas de las relaciones entre los pueblos
34.
El colonialismo, con todas sus consecuencias
culturales y antropológicas, así como el imperialismo,
con todos sus efectos económicos, políticos y militares,
son una realidad histórica, por más que las metáforas
del Profesor Landow no coincidan con las definiciones del DICCIONARIO
OXFORD, en el que se basa nuestro académico para caracterizar
los conceptos que le preocupan 35.
Una situación similar se presenta
cuando uno quiere estudiar con cierto cuidado lo que sucedió
en Irlanda, entre los años de 1845 y 1851. Para algunos analistas
británicos eso fue simplemente una gran carestía (Great
Famine, en inglés), de las cuales está llena la historia
de la primera parte del siglo XIX en ese país, cuando la
población se disparó de manera espectacular. Para
otros, sobre todo intérpretes irlandeses tendenciosos, se
trató de una gran hambre (Great Hunger), que impactó
de forma muy severa a la población campesina, cuya única
fuente de alimentación y supervivencia comercial eran las
patatas. El enfoque más radical y anti-imperialista sostiene
que eso fue una gran hambruna (Great Starvation) , con todas las
implicaciones económicas y políticas que tal situación
trajo consigo 36.
A todas luces se trató de
una de las tragedias de ecología humana y económica
más tristes del siglo XIX, con todos los visos de un holocausto
que no debe ser olvidado, puesto que en ella deben haber perdido
la vida por hambre y las enfermedades derivadas, unos dos millones
de personas, y al menos otro millón y medio debe haber emigrado
hacia Gran Bretaña, los Estados Unidos y Australia 37,
en condiciones realmente desastrosas como se verá luego.
Resulta que, a la altura de 1845
un hongo (Phytophtora Infestans) procedente de los Estados Unidos,
atacó la variedad de patatas (Aran Banner) más consumida
por los campesinos irlandeses. La plaga se extendió por toda
Europa, pero para el verano de 1845 ya era evidente que se presentaría
la hambruna en Irlanda, puesto que las patatas eran, no sólo
el alimento básico de sus campesinos, sino también
un medio de intercambio comercial y de pago de las rentas a terratenientes
absentistas establecidos sobre todo en Inglaterra 38.
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Sir Robert Peel
(1788-1850)
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Ministros ingleses como Sir Robert
Peel (1788-1850) y Lord Russell hicieron realmente muy poco para
amortiguar el impacto de la escasez, o reaccionaron de forma tan
lenta que fue imposible eludir la aparición de la peste y
de enfermedades ocasionadas por la mortandad, cuando los hambrientos
campesinos y sus familias se trasladaban en masa hacia las ciudades.
Conforme la hambruna avanzada, alguna gente se quedaba sin empleo,
otros se morían de hambre, y otros emigraban. Los colonialistas
ingleses hicieron tan poco que a la luz del presente, resultan ridículas
las medidas propuestas para paliar la situación. Las Leyes
de Granos, por ejemplo, introducidas en 1689 para proteger a los
granjeros ingleses, y reforzadas después de las guerras napoleónicas,
fueron abolidas en 1846 por Peel, aprovechando la crisis irlandesa.
Tales leyes indicaban que estaba prohibida la importación
de granos a Inglaterra, hasta el momento en que el precio del grano
nacional alcanzara un 80% del precio del grano importado. Esto hacía
insoportable la situación de las clases trabajadoras y de
los empresarios, cuyos costos de producción se mantenían
en niveles tan altos que se veían obligados a pagar salarios
de hambre, y a reprimir severamente cualquier indicio de protesta
popular. La Liga Contra las Leyes de Granos, fundada en Manchester
en 1839, al fin logró que el gobierno aboliera las mismas
en 1846. Pero esto tuvo un efecto superficial en la situación
irlandesa, porque si ahora el grano era más barato, los trabajadores
y los campesinos carecían de dinero para comprarlo.
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Lord John Russell (1792-1878)
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El escenario se llenó de comedia
cuando ocho barcos diarios salían de Irlanda hacia Inglaterra,
cargados de comida, carnes, productos lácteos y otros. Evidentemente
no se trataba sólo de una carestía circunstancial,
cuando en realidad abundaban los alimentos, sino de un problema
estructural atribuible a la administración colonialista británica,
prejuiciosa y lenta en responder a los serios problemas que les
habían ocasionado a los campesinos irlandeses. Peel decía
que les gustaba mucho exagerar las cosas, y que durante la época
en que estuvo al frente de los asuntos de Irlanda, entre 1812 y
1818, nunca encontró nada cierto en los rumores que les encantaba
esparcir sobre escasez de alimentos, broncas con los terratenientes
y falta de empleos 39.
Lord John Russell (1792-1878), sucesor de Peel, profundizaría
la situación, al oponerse a todo tipo de ayuda estatal, puesto
que sostenía que los pobres de Irlanda eran asunto de los
mismos irlandeses 40.
Ahora los campesinos encontraban que, junto al hecho de no poder
alimentarse, se les hacía imposible pagar sus rentas, por
lo que las expulsiones de sus tierras se hicieron masivas. El traslado
a las ciudades y la emigración fueron algunas de las salidas,
por lo demás nefastas.
Decía el gran escritor inglés
William Makepiece Thackeray: "El colonialismo británico en
Irlanda es un documento aterrador contra nosotros mismos. Se trata
de una de las historias más amargas, de toda la larga historia
de insolencia, rapiña, brutalidad, carnicería y persecución
ejercida por los ingleses en diferentes partes del mundo. Ni los
crímenes de Nerón o Alva, ni la Inquisición
española, ni las torturas romanas o las de los bárbaros
orientales y occidentales podrán superar jamás lo
hecho por los ingleses en Irlanda"41.
De la forma en que los irlandeses
se lanzaron al mar, para desplazarse hacia Inglaterra, los Estados
Unidos y Australia, uno puede pensar que la desesperación
debe haber llegado a niveles jamás sospechados. Porque los
colonialistas ingleses argumentaban que su gobierno había
hecho todo lo humanamente posible para enfrentar la crisis, pero
que las dimensiones de la misma los había sobrepasado. Lo
mismo que el escandaloso crecimiento de la población irlandesa,
un factor que a los ojos de los colonialistas estaba en la raíz
del problema que se tenía ahora entre manos. Sin embargo,
entre 1841 y 1851, la población de Irlanda pasó de
8,5 millones de personas a 6,2. 42
Los testimonios que nos cuentan en
sus diarios, los que tuvieron el coraje de lanzarse al mar, en unos
barcos que ellos mismos llamaban "ataúdes flotantes" o barcos
de la muerte, son en verdad aterradores 43.
Por un buen rato, el tema de la emigración en Irlanda iría
a ser un tema muy delicado de tratar en público. Las enseñanzas
que los colonialistas ingleses sacaron de esta experiencia con la
hambruna en Irlanda fueron de gran valor, pues eso les permitió
mejorar considerablemente sus relaciones con ese país, en
lo que respecta a su antigua política basada en esencia en
la horca y la bayoneta. No estamos diciendo que esto se haya eliminado,
lo que estamos diciendo es que, la hambruna puso en evidencia las
verdaderas dimensiones de su racismo y los obligó a revisar
sus relaciones con las otras partes del imperio. Si estando a unas
cuantas millas del imperio más rico de que tuviera memoria
la historia mundial reciente, una hambruna de tales proporciones
podía darse, en medio de la más insultante abundancia
y riqueza producida por los mismos que se morían de hambre,
era el momento entonces de someter a escrutinio por ejemplo la unilateralidad
de la distribución de la tierra en Irlanda, los aspectos
tecnológicos de la misma, y las vías de comunicación
entre Londres, Dublín y la provincia del Ulster, en Irlanda
del Norte 44.
Las críticas y contra-críticas
que esta tragedia trajo consigo, sobre la forma en que el imperio
británico estaba siendo levantado, ni siquiera llegaron a
oídos de la Reina Victoria, quien en la tranquilidad y reclusión
de su palacio de retiro en Balmoral, seguía creyendo que
los irlandeses eran unos bárbaros que debían ser sometidos
a cualquier costo 45.
En definitiva esta hambruna había
puesto en evidencia los tremendos problemas que el Acta de Unión
de 1801 había dejado sin resolver entre Gran Bretaña
e Irlanda. Resultado de una acuerdo de guerra (contra Napoleón)
más que otra cosa, dicha acta, mediante la cual se creaba
el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (puerta trasera
de aquella)
46, había dejado intactos
los enormes conflictos sociales, políticos, religiosos, y
económicos que aún hoy, en 1999, siguen sacudiendo
las relaciones entre esas dos naciones.
LA REINA VICTORIA
Y EL IMPERIO BRITÁNICO
(HACIA FUERA) (1876-1901).
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El imperio británico
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En este afán del capitalismo
británico por adueñarse del planeta, aún había
todo un trayecto por delante que recorrer El otro escollo sería
la India. Prácticamente, de la misma forma que, en este siglo,
el imperialismo norteamericano es motivo de estudios apasionados
y eruditos, en el siglo anterior, el imperialismo británico
atrajo también el interés de intelectuales y políticos.
La seducción por estudiar al imperio inglés, con sus
grandezas y miserias, era el resultado de un afán cada vez
más vigoroso por comprender mejor a la economía, la
sociedad y la cultura que lo hacían posible, en este caso
el sistema capitalista. Karl Marx (1818-1883) dedicó casi
la tercera parte de su vida a poner en evidencia los mecanismos
más recónditos de un sistema económico que,
para él, tenía en Inglaterra a su mejor exponente.
Ahora bien, si la comprensión
del imperialismo inglés en el siglo XIX y del norteamericano
en el XX, demanda de nuestra parte una explicación de los
procedimientos más propios del capitalismo y que están
a la base del imperialismo como proceso, son inevitables algunos
detalles históricos, como expresión óptima
de nuestro interés por evidenciar algunas similitudes y contrastes
entre Africa y América Central, por ejemplo 47.
Si partimos del enunciado de que
el capitalismo necesita internacionalizarse para sostenerse históricamente,
también podemos concluir que en esa internacionalización
está la esencia misma del imperialismo. Por lo tanto, nos
dice la lógica formal, el capitalismo explica y legitima
al imperialismo. De esta manera, lo que Marx llamaba la acumulación
originaria (el pillaje de los nuevos mundos, la trata de negros
y la devastación de economías pre-capitalistas por
ejemplo), estaría en la mera raíz de la estrategia
expansionista del imperialismo y en los procesos de concentración
de riqueza del sistema capitalista como totalidad 48.
En el estudio detallado y concienzudo de estos aspectos, y sobre
todo en un trabajo muy imaginativo de la teoría del comercio
internacional desarrollada por el mismo Marx en el tomo tres de
su obra fundamental, está la gran aportación que hicieran
teóricos del calibre de Hobson, Lenin, Luxemburgo, Trotsky
o Amin. Todo ello sin mencionar los extraordinarios estudios sobre
los procesos de la producción y del trabajo a escala mundial,
que también permiten explicar mejor cómo opera el
imperialismo 49.
En esta ocasión, nuestro
objetivo es un poco más modesto, porque sólo aspiramos
a describir algunos de los principios de civilización que
explican las razones que están detrás de las relaciones
jerárquicas y discriminatorias entre Gran Bretaña
y la India, o entre Gran Bretaña y América Central,
durante el período victoriano.
El imperio inglés empieza su
etapa ascendente durante el reinado de Isabel I (1533-1603) como
bien se sabe. Durante estos años, los ingleses fueron capaces
de establecer emporios comerciales en Turquía, Rusia, las
Indias Orientales y América del Norte 50.
En un feroz combate por la captura de más y mejores mercados,
los ingleses se vieron en la obligación de acudir a los recursos
más espurios para desalojar a sus competidores continentales,
tales como España, Francia y Holanda. Esta es una etapa conocida
como de imperialismo mercantil, que se prolongará según
algunos historiadores, hasta la eclosión de la revolución
industrial, y según otros, hasta los inicios del reinado
de Victoria 51.
Lo importante aquí es que, desde la segunda parte del siglo
XVI, el criterio de imperio, de lo imperial y del imperialismo,
evolucionan de acuerdo con las contracciones y expansiones de la
economía capitalista británica 52.
La pérdida de las colonias
de Norte América no fue contra balanceada con la incorporación
de Australia, que después de 1788 no sería más
que una gran prisión. Y dicha pérdida más bien
motivó el desplazamiento hacia el Lejano Oriente, sobre todo
después (1773) de que el gobierno de Su Majestad tomara conciencia
de que la vieja Compañía de las Indias Orientales
(con negocios en la India desde 1600), estaba en una situación
financiera problemática y al borde del colapso. Afganistán
y Burma sería incluidas con posterioridad 53.
Una situación que se vería beneficiada con el cierre
de las guerras napoleónicas en 1815, cuando Inglaterra salió
más que fortalecida y luego fácilmente se convertiría
en el poder industrial más importante del planeta. Desde
1869 en adelante, el proceso de expansionismo imperialista ya sería
imparable 54.
Con la toma de Surafrica en 1877, la gran preocupación de
los ingleses no fue aminorada: los rusos se estaban acercando demasiado
a la India 55.
Durante una parte de la era victoriana, uno de los principales motivos
del férreo control imperialista inglés sobre Africa
fue precisamente la protección por mar y tierra de la India.
Hasta 1870, cuando el oro y los diamantes sudafricanos se convirtieron
en materia de controversia comercial, Sudafrica no era más
que motivo de confrontación con los Zulúes y los Boers.
Con la derrota que sufrieron ante los primeros en 1879 y después
de la guerra con los segundos entre 1899 y 1902 56,
fue evidente que iba a ser necesaria más fuerza y capacidad
represiva que nunca, puesto que los rusos, los alemanes y los franceses
estaban presionando para acercarse a las fuentes de riqueza que
prometían la India, Sudafrica y Egipto.
Al finalizar la construcción
del Canal de Suez en 1869, el imperialismo inglés se encontró
en una situación conflictiva, pues de esta forma iba a ser
más fácil para cualquier otra potencia extranjera
(y en particular para Francia) llegar hasta la India. Decidieron
agilizar las acciones y en 1875 lograron comprar un número
considerable de acciones en la compañía del canal,
lo que al fin les dio el control financiero de la empresa y de la
ruta. En 1882, después de varios enfrentamientos militares
contra los franceses terminaron posesionándose de la totalidad
del canal 57.
Cada vez más, el control del imperio se hacía complejo
y difícil. Sobre todo después de la abolición
de la esclavitud en Inglaterra en 1807, y en el resto del imperio
en 1833. Igual de conflictivo fue el paso hacia el libre comercio,
porque no sólo algunos grupos socio-económicos perdieron
su influencia, sino que le heredaron a la Reina Victoria un imperio
que, de acuerdo con el viejo Adam Smith, sólo gastos innecesarios
podía representar 58.
Con la guerra de las banderas entre
ingleses, franceses y alemanes en Africa, entramos a una etapa del
imperialismo británico que condujo a esa nación inevitablemente
a la carnicería de la Primera Guerra Mundial (1914-1918)
59.
Y la lógica consecuencia de la misma fue el desmantelamiento
progresivo del imperio, con desmembramientos importantes como el
de la India, que desde 1935 se gobernaba a sí misma y en
1947 obtendría su independencia definitiva. Desde 1907, el
grueso de las colonias de habla inglesa bajo control británico,
habían iniciado un proceso hacia su reconocimiento en condición
de dominios. En 1931 fundarían la Comunidad de Naciones 60
, con algunos sacrificados, como la provincia del Ulster en Irlanda
del Norte, que después de que el Sur obtuvo su independencia
en 1949, siguió formando parte de la Gran Bretaña
hasta el presente, dando cabida a enfrentamientos entre guerrilleros
irlandeses y milicianos británicos de proporciones catastróficas.
LA INSURRECCIÓN
DE LOS CIPAYOS (1857-1859).
La Reina Victoria se hizo coronar
emperatriz de la India en 1876, a pesar de que los hindúes
ya habían manifestado su abierta oposición al control
británico de su país, durante el levantamiento de
1857-1859. El motín como lo llaman algunos historiadores
occidentales para desnaturalizarlo, en vista de que adquirió
características de una insurrección (pues les tomó
a los imperialistas casi dos años sofocarlo con la ayuda
de los feroces guerreros Sikhs y Gurkas), tampoco fue provocado
con preeminencia por razones religiosas, cuando los hindúes
y los musulmanes se sintieron ofendidos por el uso de cueros y grasas
animales en la fabricación de los nuevos cartuchos para los
rifles Enfield 61,
que usaban las guarniciones de ocupación.
Si hemos de ser precisos y rigurosos,
la insurrección de los Cipayos, como sería correcto
llamarla, es uno de los acontecimientos más sensacionales
en la lucha contra los imperios, que se pueda registrar en la historia
de los pueblos pobres del planeta de los últimos doscientos
años. Con características y proporciones similares
a los que tuvieran lugar en América Latina y el Caribe a
finales del siglo XVIII y principios del XIX, el levantamiento Cipayo
es de especial significado por la crueldad y la saña con
que el imperialismo victoriano respondió a los deseos de
independencia del pueblo hindú contra la opresión
británica. La misma se hacía cada vez más intolerable
desde 1757, cuando Lord Clive en la batalla de Plaissey logró
finalmente derrotar a los franceses y quedarse en definitiva con
la India. Ahí los británicos habían logrado
establecer algunas estaciones comerciales en Madrás, Bombay
y Bengala, desde los inicios del siglo XVII 62.
Pero la situación que resultó
más llamativa fue que esa enorme colonia no era administrada
por el gobierno británico, sino por la Compañía
de las Indias Orientales, fundada el 31 de diciembre de 1600 y que
hoy todavía sigue fuerte y vigorosa como siempre 63.
Hasta 1858, cuando su dominio le fue arrebatado a raíz de
la insurrección, la Compañía hizo y deshizo
a su antojo, controlando rutas comerciales, abastecimiento de materias
primas, tráfico de mercancías, de fuerza de trabajo
libre y esclava, manipulando y distorsionando la política
doméstica hindú, y sobre todo negociando y renegociando
la propiedad de la tierra en la India, uno de los recursos materiales
más importantes en ese inmenso país, donde una ligera
fractura en los circuitos de abastecimiento de alimentos podía
producir una hambruna descomunal 64.
Los conflictos sobre el perímetro de autoridad que podían
manejar el gobierno inglés y la compañía llevaron
a serios enfrentamientos con los jefes locales, y obligaron a la
última a utilizar recursos políticos nada recomendables
para mantenerse al frente de su colonia más rica e importante
65.
Pero además de económico
y político, el levantamiento de los Cipayos tenía
también un claro trasfondo ideológico y cultural.
Este es uno de esos pocos casos, en que el imperialismo da pruebas
contundentes de su total impericia para manejar las costumbres y
hábitos de los pueblos que sujeta bajo su control. Los afanes
de los imperialistas ingleses por someter a los insurrectos fue
calificada por algunos historiadores de esa nacionalidad, como la
gran epopeya de la raza 66
, según lo decía con toda su honestidad imperialista
el ilustre historiador británico Sir Charles Crostwhaite
67.
Y sería en esa dirección hacia donde se dirigirían
las mayores brutalidades, pues el resentimiento de los hindúes
hacia los colonialistas ya había adquirido dimensiones inimaginables.
Lo mismo había sucedido con los británicos, que consideraban
a aquellos como salvajes incivilizados, a quienes había que
enseñar las artes más elementales del buen gobierno
y la cultura. En ese respecto, el levantamiento de los Cipayos está
repleto de enseñanzas y moralejas, tanto así que después
del mismo la historia de la dominación británica en
la India sufriría cambios irreversibles.
Lo mismo sucedería con la
India tradicional. El levantamiento de los cipayos puso en evidencia
la desconcertante heterogeneidad de esa sociedad, y las serias dificultades
que un determinado liderazgo tendría para aglutinar tras
de sí la lucha por cualquier proyecto independentista. Los
intentos por la modernización capitalista del país,
iniciados por el Rajá Rammohum Roy desde 1828 se encontrarían
con grandes obstáculos al enfrentar a la India tradicional,
heredera de las costumbres ancestrales de esa civilización
y dispuesta, desde finales del siglo XVIII, a recuperar sus glorias
pasadas 68.
Pero si hay algo que está
bien claro es que, la rebelión de los cipayos fue la amenaza
más seria que la dominación británica tuvo
en la India, durante la segunda parte del siglo XIX. El movimiento
no incluyó solo a los cipayos del ejército de ocupación
(integrado en un 96% por soldados hindúes), sino que también
debemos mencionar a los políticos suplantados por la administración
británica, a los asustadizos príncipes, temerosos
de ser absorbidos por la Corona Británica, a los sacerdotes
aterrorizados ante el avance de las misiones evangélicas,
muy irrespetuosas de las costumbres hindúes, y al final,
a los artesanos, cuyas prácticas industriales y manufactureras
habían sido destruidas por la presencia del capitalismo inglés
en la India 69.
Recordemos que Marx recomendaba y aplaudía este tipo de eventos,
cuando ello significaba el progreso capitalista en las sociedades
tradicionales 70,
con lo cual, según él, se hacía posible el
acceso a la civilización burguesa. Sólo ese desarrollo
haría posible pensar luego en el socialismo.
Aparte del tremendo contenido racista
y eurocentrista que este tipo de aseveraciones tenía, como
Marx, muchos otros por la misma época, pensaban que la única
forma de traer a la India a la modernidad capitalista, era mediante
la destrucción de sus sistemas económicos, sociales
y culturales pre-capitalistas. Los cipayos, sin grandes líderes
y con un pobre sentido de sus objetivos políticos, puesto
que si algo tuvo este levantamiento fue precisamente su devastador
espontaneísmo, tuvieron la demoledora intuición de
que, o se rebelaban, o perdían todo lo que su sociedad y
su cultura habían sido por siglos 71.
Desde que Robert Clive había
sido capaz de concluir la instalación del poder colonial
en la India, bien pagado y abituallado por la Compañía
de las Indias Orientales, después de la batalla de Plassey
en 1757 (que mencionamos arriba), uno empieza a ver la progresiva
destrucción de la economía, las articulaciones sociales
tradicionales, e incluso del idioma en la India. Hasta el estallido
de 1857, esta situación iba a ir en escalada ascendente,
y la primera guerra por la independencia de la India le daría
un rumbo en su totalidad diferente a la dominación británica.
La desconfianza y el temor mutuo serían dos de los patrones
psicosociales más destacados, con los que tendría
que contar Gandhi hasta 1947.
Se ha sostenido que el proceso de
pacificación del norte de la India, después del levantamiento,
permitió que muchas familias británicas amasaran sus
fortunas como resultado de los saqueos a que fueron sujetas las
familias nativas, los templos y pueblos enteros de esa parte del
país 72.
Aldeas completas fueron pasadas a cuchillo por las tropas inglesas,
como reacción ante los primeros éxitos y carnicerías
llevadas a cabo por los rebeldes. En la ciudad de Delhi, y algunos
pueblos y ciudades a orillas del Ganghes, tuvieron lugar ciertas
de las más feroces batallas. Someter a los rebeldes, y detener
la insurrección, implicó para los británicos
asesinar a los herederos y a los hijos de los últimos representantes
de las monarquías mongólicas en la India. En las grandes
ciudades acabaron con las familias más importantes y finalmente
terminaron imponiendo su criterio sobre el dominio de ese gran país.
De ahí en adelante, hasta 1935, el gobierno británico
tomó control directo de la India. En 1947, este país
obtenía su independencia definitiva a un costo humano y material
de ciclópeas dimensiones.
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El trabajo de los niños.
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Lord Palmerston decía que
los rebeldes eran como demonios salidos de los infiernos. Y agregaba
que uno de los más serios errores de los mismos, había
sido la práctica de las masacres de mujeres y niños,
cuando asaltaban los bastiones ingleses sitiados por ellos. Durante
la era victoriana las mujeres y los niños empezaron a jugar
un papel fundamental en el desarrollo de la civilización
burguesa. De echo, una legislación importante en su beneficio,
empezó a diseñarse por esa época . Veamos hasta
qué punto eran ciertas las inquietudes de Lord Palmerston.
LAS MUJERES DE LA
ERA VICTORIANA.
En esta sección, la última
del ensayo, no hablaremos con detalle de grandes mujeres, de escritoras,
artistas o políticas feministas, eso ya lo hemos hecho y
lo retomaremos. Pero, por ahora hablaremos en esencia, de las mujeres
comunes, las que sufren y luchan cotidianamente por darle sentido
a sus vidas y a sus proyectos de existencia, en una Inglaterra victoriana
que las llena de prejuicios, temores y convencionalismos que apenas
le dan dirección a su cotidianidad.
Muy al contrario de lo que mucha gente
acostumbra pensar, la Reina Victoria no era tan "victoriana" como
se ha creído. Porque si el canon de moralidad social, estético,
político e imperial diseñado por su reinado para cohesionar
tras de sí a toda la nación, debía ser seguido
(así se decía) por todos y cada uno de los ciudadanos
británicos, en su intimidad más cálida y personal,
la aparentemente dura y convencional Reina Victoria no obedecía
al pie de la letra sus propios preceptos 73.
Las mujeres de la era victoriana
estaban sujetas a un conjunto de normas y de pre-conceptos sociales
que las obligaban a dejar de lado sus vidas personales por completo.
Pareciera que tres eran los postulados esenciales que debían
regir la existencia social de las mujeres en esta época:
1. El eje fundamental de la vida
de las mujeres era la maternidad.
2. Las mujeres no tenían
vida propia, pues se debían fundamentalmente a sus hijos.
3. La mujer había venido
al mundo para servir, atender y complacer en todos sus requerimientos
al hombre que la eligiera para ser su esposa.
En torno a estos tres postulados,
giraban otros elementos pero, en lo fundamental, esos eran los tres
lados del triángulo de la vida cotidiana de las mujeres durante
la era victoriana.
Sin embargo, la historiadora Heather
Palmer nos ha facilitado el acceso a un conjunto de cartas en las
que la Reina Victoria, madre de nueve hijos, expresa con una asombrosa
y descarnada franqueza su percepción real de todo este asunto
74.
Aquellos tres preceptos que mencionáramos arriba, serían
rotundamente contradecidos por su misma creadora. Porque la Reina
Victoria creía que algunos de sus hijos eran feos, pensaba
que el embarazo era una tortura inmerecida de las mujeres, y que
los hombres eran dichosos porque estaban exentos de estos sacrificios,
además de que eran pobres e indefensas criaturas que merecían
atención y cuidados particulares, por su tremenda incapacidad
para atender los problemas prácticos de la vida real 75.
Cuando la Reina Victoria escribía
a sus hijas casaderas, siempre les advirtió de las miserias
del matrimonio. A pesar de que era frecuente en el siglo XIX la
afirmación de que un buen partido matrimonial era la mejor
salida para las mujeres medianamente educadas y sensibles. Muchas
veían en el matrimonio una opción de vida material,
con muy poca relación con sus sentimientos, emociones e ideas
auténticas sobre la vida y otros asuntos.
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El cortejo.
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La Reina Victoria, contra todos los
prejuicios del presente, lo que la hace menos victoriana de lo que
podríamos pensar, creía que los niños eran
feos (como ranas decía) y consideraba que el período
de amamantamiento era una aterradora injusticia con las mujeres,
porque en este tipo de procesos siempre estaban solas. Los hombres
se limitaban a contemplarlas y a encoger sus hombros. Nunca habló
bien de ninguno de sus nueve embarazos, siempre se sintió
como una vaca o una yegua, y con fuerza pensaba que una persona
que tenía tantas embarazos más se parecía a
una coneja que a otra cosa 76.
Aceptaba su situación decía, porque inevitablemente
ese era el destino que le correspondía como Soberana de Inglaterra,
pero que si le hubieran permitido escoger, hubiera pasado unos dos
años sin hijos, disfrutando de la compañía
de su joven y dulce esposo, el Príncipe Alberto, quien era
menor que ella tres años.
Los hombres eran la causa de todas
las desgracias de las mujeres, decía la Reina. Ellos llevan
la mejor parte, se limitan a engendrar hijos y se acabó.
Todo el peso de la crianza le corresponde a las mujeres. Dichosamente
para la Reina, pudo transferir esta actividad a otras personas,
al extremo de que a veces, transcurrían tres meses sin ver
a sus hijos. Para Victoria, la mejor de las condiciones para la
mujer era la más absoluta ignorancia sobre el embarazo. Porque
con las características clínicas que éstos
se daban el riesgo de perder la vida era considerable, y por ello
una mujer debía ignorar todo lo que podría pasarle
antes de dar a luz 77.
Si estas eran algunas de las ideas
que tenían las mujeres de la monarquía y de la clase
media londinense del siglo XIX, habría que reparar un poco
en lo que las mujeres de la clase trabajadora pensaban sobre los
mismos temas. Porque, junto a su condición sexual, habría
que sumar la situación económica y social. En gran
medida, sobre las espaldas de la explotación de las colonias,
y de sus mujeres y de sus niños, el capitalismo británico
levantó toda su fabulosa riqueza.
El censo de la población
trabajadora de la ciudad de Londres en 1851 nos dice que había
más de 140,000 mujeres de más de veinte años
(es decir, el 18% de este grupo de edad) que trabajaban como sirvientas;
125,000 (el 16.3%) en la confección de vestidos y zapatos;
11,000 (1.9%) que eran maestras y 9,000 (1.2%) que trabajaban en
la industria de la seda. El mayor contingente de las restantes laboraba
en otras ramas de la manufactura (confección de flores artificiales,
de sombreros de paja y gorras, sastresas, y otras) o tenían
autorización para actuar como carniceras, tenderas, mesoneras
y patronas de casas de huéspedes o bien estaban clasificadas
como esposas de los trabajadores ocupados en oficios y manufacturas.
Como puede observarse, el trabajo de la mujer en el Londres victoriano,
se clasificaba en cuatro categorías principales:
1. Todos los aspectos del trabajo
doméstico y familiar, como lavar, cocinar, coser, remendar,
lavar ropa, planchar.
2. El cuidado de los niños
y de su formación.
3. Distribución y venta al
detalle de alimentos y otros artículos de consumo regular.
4. Trabajos considerados específicos
de la manufactura, basados en la división por sexos del trabajo
dentro de la casa 78.
Es evidente que estamos hablando de
un tipo de mujer que participa de la condición de la clase
trabajadora, y uno de los requisitos para ello es no tener voz propia.
Los pobres del Londres victoriano no tienen voz, y sabemos qué
piensan y por qué, sobre todo a raíz de las investigaciones
que conducirían a las Leyes de Pobres de los años
cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Las mujeres no son objeto
de investigación en ese sentido, es decir no son dignas de
consideración para que dejen las minas y otras actividades
pesadas, por razones salariales o económicas en general,
sino porque al trabajar fuera del hogar se desmoralizan con la promiscuidad
que caracteriza al trabajo en la fábrica, abandonan la familia,
y los niños y el esposo salen seriamente perjudicados. A
la larga, el que en realidad pierde con el deterioro moral y social
de las mujeres es el país en su totalidad 79.
Esos eran los criterios ideológicos
que permeaban las decisiones tomadas por el Parlamento Británico,
en el momento en que se propuso sacar a las mujeres de las fábricas
y de las minas, pues la mujer era la única con la capacidad
y las posibilidades reales para devolver a la familia de la clase
trabajadora su supuesta estabilidad. Los sufrimientos de los pobres
eran el producto de su propia contaminación moral. Eran pobres
debido a al alcoholismo, el libertinaje, la pereza y a todo género
de vicios y depravaciones. Devolviendo la mujer al hogar, la familia
trabajadora recuperaría algo de su virtud perdida 80.
El caso es que, según el censo
de 1851 otra vez, 432.000 mujeres estaban sin trabajo, es decir
el 57% del total de las mujeres con más de veinte años
de edad que vivían en Londres 81.
Las opciones de trabajo no eran muchas, porque si el riesgo de perder
la vida o la desmoralización eran las consideraciones para
limitarle las posibilidades a las mujeres en ese sentido, uno se
encuentra con la realidad de que los trabajos que se le ofrecen
son aquellos que la burguesía considera óptimos para
su condición natural: oficios domésticos, de sirvienta
y otros similares como ya vimos.
Nadie puede ignorar hoy que las mujeres
y los niños, así como los trabajadores de las colonias,
son los puntales sobre los cuales despegó la Revolución
Industrial en un país como Inglaterra. El problema verdadero
para las mujeres trabajadoras al menos, es que les tomará
un largo viaje encontrar los puntos de coincidencia con sus compañeros
de clase para iniciar el camino hacia su liberación. Puesto
que, junto a la explotación social y económica, ella
tendrá que sumar la sexual, que muchas veces es ejercida
también por su compañero. Durante el reinado de Victoria
la burguesía fue capaz entonces de "perfeccionar a las criadas
de los ricos y a las esposas de los pobres", en una trayectoria
hacia la sumisión que cobraría una dolorosa cuota
de sangre y lágrimas 82.
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La pobreza en la era Victoriana.
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Resulta más que obvio entonces,
lo que pensaba la mujer de la clase trabajadora sobre el matrimonio,
el sexo, los hijos y los hombres. Si todo debía ser visto
según el prisma de la pobreza y las limitaciones, la mujer
trabajadora reducía su visión del mundo a las posibilidades
de subsistencia del día de mañana. Además de
que, con frecuencia, tendía mucho a verse a sí misma,
según se lo decían las mujeres de la clase media,
que se le acercaban para predicarle resignación y moralidad.
Con un telón de fondo así
uno se siente abrumado del enorme esfuerzo que las artistas, las
intelectuales y las políticas tuvieron que realizar para
que el paquete de furiosos prejuicios y convencionalismos victorianos
no terminara por ahogarlas. Escritoras de la talla de Jane Austen,
las hermanas Brönte, George Eliot o Virginia Woolf , son solo
hitos en un mapa repleto de otros nombres relativamente conocidos,
a no ser por algunas especialistas que con brillante encomio nos
los han devuelto 83.
Y lo mismo sucede cuando pensamos en que la difusa y lírica
literatura feminista de protesta de los años noventa, se
vuelve un instrumento de la actividad política de las sufragistas,
desde su composición formal en 1865. No debe olvidarse que
los primeros indicios articulados del feminismo le pertenecen a
Mary Wollstonecraft (1792), la madre de Mary Shelley (asunto que
ya tratamos en otro ensayo nuestro). Pero, de parte de las escritoras
consagradas, empezamos a detectar un acercamiento más veraz
hacia el movimiento de las sufragistas, desde 1866 en adelante.
Muchas de tales artistas consideraron alguna vez que ellas eran
excepcionales, diferentes, y que, por lo tanto, no tenían
nada que ver con la lucha por los derechos civiles y políticos
de las mujeres. Creían que su labor era puramente estética,
y no tenía nada que ver con los escándalos e intrigas
del mundo político. No es que se sintieran satisfechas con
el lugar asignado por la sociedad de su tiempo, es que con sinceridad
creían que en virtud de tales condiciones las mujeres no
habían alcanzado ni la madurez, ni la lucidez para asumir
las responsabilidades de la igualdad política con los hombres
84.
Vendrían tiempos en que esta actitud cambiaría radicalmente,
cuando las verdaderas dimensiones del ser mujer en la sociedad capitalista
serían asumidas con todas sus consecuencias. El silencio,
la represión, la sumisión, el apocamiento y la indiferencia
que se le sugerían a la mujer victoriana, para que fuera
una excelente ama de casa, fiel esposa y madre incondicional, cederían
lugar a la combatividad y la lucidez que caracterizarían
a las mujeres del movimiento sufragista en vísperas de la
Primera Guerra Mundial (1914-1918). Pero esa es otra historia.
CONSIDERACIONES FINALES.
¿Qué nos ha enseñado,
para concluir, el estudio ligero pero serio de la Era Victoriana?
Vamos a puntualizar varios componentes, para dar respuesta a esta
pregunta.
El reinado de Victoria (1837-1901)
puede ser considerado, sin lugar a dudas, la máxima expresión
del capitalismo británico durante el siglo XIX. Culturalmente
hablando, es decir, desde la perspectiva de más claridad
ideológica, pocas veces en la historia de Occidente un monarca
hace, diseña y promueve ideología con tanta pasión
y entrega. Y lo hace desde un horizonte definitivo: la vida cotidiana
de las personas. Con Victoria hasta la actividad de alcoba estaba
regulada.
El arte, la literatura, la pintura,
la música, alcanzan en este período niveles pocas
veces igualados o superados posteriormente en la historia de la
nación inglesa. Estaba visto que, junto al espectacular crecimiento
económico, iría aparejado un despliegue igualmente
generoso de las artes. Pero todo en beneficio de un reducido grupo
de privilegiados, quienes también hacían política,
la guerra y disfrutaban de los pequeños detalles de la vida
cotidiana, al lado de bellas mujeres en la Corte y el Imperio. Estaba
claro que Victoria jamás simpatizaría con los logros
de la Revolución Francesa.
Ese grupo de bendecidos eran también
los responsables del diseño de la política imperial,
hombres como Peel o Russell, quienes no titubearon para tomar las
decisiones necesarias, cuando creyeron que el Imperio estaba en
riesgo. Como sucedió con el caso irlandés, el cual
nos enseña la fuerza con que el imperialismo inglés
controló a sus colonias durante el siglo pasado.
El imperialismo inglés, haciendo
uso de una compleja red de relaciones diplomáticas, económicas,
políticas y sociales, fue capaz, durante el reinado de Victoria,
de establecer las bases de todos los imperialismos posteriores.
Fiero creyente de la justeza y perfección de sus criterios
de civilización, se sirvió de los medios a su alcance
para destruir, estrangular y mutilar toda otra expresión
de cultura que no encajara en la suya. Como sucedió en la
India. Del levantamiento cipayo (1857-1859) aprendimos que el imperialismo
inglés, a la manera de la antigua Roma, no dejaba piedra
sobre piedra, cuando se le oponían. Eso lo perfeccionaría
el imperialismo norteamericano posteriormente. Pero el levantamiento
de los cipayos preparó a los colonialistas ingleses para
gobernar con mayor efectividad a la India después de 1876.
Y en cuanto a la forma en que aquellos
criterios de civilización eran impuestos, el imperialismo
inglés era igualmente duro con propios y ajenos. Durante
el reinado de Victoria, las mujeres, los trabajadores y el pensamiento
radical en general, se abrieron paso a sangre y fuego, pues la dura
contención a que estaban expuestos les bloqueaba toda posibilidad
en el juego político. Para la mujeres y los trabajadores,
el escenario político y social era en particular muy duro,
ya que los reformistas encontraban que la única forma de
salvarlos de su propia depravación, era mediante la caridad
y los paliativos que dejaran intacta la estructura misma de la forma
en que se producía y se acumulaba la riqueza.
Las paradojas entonces de que está
lleno el período victoriano no deberían sorprendernos,
pues precisamente en ellas radica la riqueza del mismo.
En un ensayo posterior pensamos
continuar con el estudio de la literatura como auténtico
instrumento de las expresiones ideológicas de una cultura,
en este caso del imperialismo inglés. Ahí veremos
cómo obras consideradas asépticas desde el punto de
vista ideológico, adquieren una reveladora trascendencia
para poder comprender sus verdaderos designios durante el siglo
pasado. En el capítulo siguiente se estudia de manera similar
el papel de las mujeres en el movimiento de los Pre-Rafaelistas,
uno de los momentos artísticos más ricos y expresivos
de que tenga memoria la historia reciente del arte occidental, y
en particular de Inglaterra.
CITAS.
1
BORGES, Jorge Luis. FICCIONES (Buenos Aires: EMECE. 1989) P. 234.
2
QUESADA, Rodrigo. RECUERDOS DEL IMPERIO. LOS INGLESES EN AMÉRICA
CENTRAL. 1821-1915. (Heredia, Costa Rica: EUNA. 1998) 460 páginas.
3
HILL, Christopher. REFORMATION TO INDUSTRIAL REVOLUTION,1530-1780.
(Londres: Penguin Books Ltd, Harmondsworth, Middlesex. 1980) Véase
sobre todo la Tercera Parte.
4
CODY, David. "Queen Victoria". En George P. Landow.THE VICTORIAN
WEB. (http://landow.stg.brown.edu/victorian/vn/victor6.html).
5
Idem. Loc.Cit.
6
PALMER, Heather. "Queen Victoria´s not so "Victorian" writings about
Pregnancy, Children, Marriage and Men". En VICTORIANA. RESOURCES
FOR VICTORIAN LIVING (http://www. victoriana. com/doors/queenvictoria.htm).
7
Idem. Loc.Cit.
8
9
Difícilmente puede encontrarse un mejor trabajo sobre la
historia del capitalismo inglés en este período, que
el primer volumen de EL CAPITAL de Karl Marx (1818-1883). Sobre
todo sus últimos capítulos.
10La
literatura de la época es muy rica y útil para que
podamos percibir con mayor precisión este tipo de asuntos.
En particular las obras de Charles Dickens (1812-1870).
11
HILL, Christopher. Op.Loc.Cit.
12
HOBSBAWM, Eric. LA ERA DEL CAPITALISMO (Barcelona: Labor universitaria.
1989) Capítulos 1, 2 y 3.
13
Landow, George P. "Victorian and Victorianism". En THE VICTORIAN
WEB OVERVIEW. (http://www.stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/victorian/victov.html
)
14
Idem. Op. Loc.Cit.
15
JOYCE, Simon. " Castles in the Air: The People´s Palace, Cultural
Reformism, and the East End Working Class". VICTORIAN STUDIES (Indiana
University Press) (Vol.39. No. 4).
16
OLLMAN, Bertell. ALIENATION. MARX´S CONCEPTION OF MAN IN CAPITALIST
SOCIETY. (Cambridge University Press. 1971) Ver sobre todo la tercera
parte. FROMM, Eric. MARX Y SU CONCEPTO DEL HOMBRE (México:
FCE. 1992). Texto introductorio a los MANUSCRITOS
ECONÓMICO-FILOSÓFICOS
DE KARL MARX.
17
LANDOW, George P. Op.Loc.Cit.
18
Los datos de esta sección y los del recuadro que fueron tomados
de METRESS, Seamus. "The Great Starvation and British Imperialism
in Ireland". IRISH HISTORY ON THE WEB (http://wwwvms.utexas.edu/~jdana/irehist.htm.).
También de BLOY, Marjorie. "The Irish Famine: 1845-1849".
En THE VICTORIAN WEB OVERVIEW. Loc.Cit.
19
Véase THE VICTORIAN CANON. (http://humanitas.ucsb.edu/depts/english/coursework/raley/).
20
LANDOW, George P. "The Literary Canon". http://www. stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/victorian/canon/litcan.html.
21Idem.
THE AESTHETICAL AND CRITICAL THEORIES OF JOHN RUSKIN. Chapter 3.
"Ruskin´s Theories of the Sublime and Picturesque". (http://www.stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/victorian/ruskin/atheories/3.1
html).
22
WOHL, Anthony S. "Race and Class Overview: Parallels in Racism and
Class Prejudice". En LANDOW, George P. THE VICTORIAN WEB OVERVIEW.
Loc. Cit.
23
Idem.
24
MAGUIRE, Robert J. "Oscar Wilde and the Dreyfus Affair". VICTORIAN
STUDIES. No.41. (http://www.indiana.edu/~iupress/journals/vic41-1.html).
25
WILDE, Oscar. ENSAYOS Y DIÁLOGOS. (Buenos Aires: Hyspamérica.1985).
26
WALLER, Debra G. "Angel or Vampire--The Portrayal of Women´s Morality
and Sensuality in Jane Eyre". En LANDOW, George P. THE VICTORIAN
WEB OVERVIEW. Loc. Cit.
27
WOHL, A.S. Op.Loc.Cit.
28
Ibidem.
29
WOHL, A.S. Op.Loc.Cit.
30
Ibidem.
31
WOHL, A.S. Op. Loc.Cit.
32
Ibidem.
33
LANDOW, George P. "The Metaphorical Use of Colonialism and Related
Terms". THEORIES OF COLONIALISM AND POSTCOLONIALISM. (http://www.stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/post/poldiscourse/colony2.html).
34
Ibidem.
35
Ibidem.
36
METRESS, Seamus. "The Great Starvation and British Imperialism in
Ireland". IRISH HISTORY ON THE WEB (http://wwwvms.utexas.edu/~jdana/irehist.html).
37
Ibidem.
38
BLOY, Marjorie. "The Irish Famine: 1845-9". En LANDOW, George P.
THE VICTORIAN WEB. Loc. Cit.
39
Ibidem.
40
Ibidem.
41
Citado por METRESS, Seamus. Op.Loc.Cit.
42
BLOY, Marjorie. Op.Loc.Cit.
43
WHYTE, Robert. "The Journey of an Irish Coffin Ship (1847). (http://avery.med.virginia.edu/~eas5e/Irish/Rwhyte.html).
44Artículo
anónimo. "The famine in the land. What has been done, and
What is to be done". THE DUBLIN UNIVERSITY MAGAZINE (http://avery.med.virginia.edu/~eas5e/Irish/Land.html.)
45
SOMERVILLE, Alexander. "Letters from Ireland during the Famine of
1847". (http://avery.med.virginia.edu/~eas5e/somerville.html.)
46
BLOY, Marjorie. "The History of Britain and Ireland". En LANDOW,
George P. THE VICTORIAN WEB. Loc.Cit.
47
QUESADA, Rodrigo.1998.Op.Cit.
48
MARX, Karl. EL CAPITAL. CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
(México: Fondo de Cultura Económica. 1971) Vol. I.
Capítulos XXIII y XXIV.
49
VIDAL VILLA, Manuel. TEORÍAS DEL IMPERIALISMO (Barcelona:
Anagrama.1976).
50
LANDOW, George. "British Imperialism". (http://despina.advanced.org/17120/data/empires/users/british/).
51
PAGDEN, Anthony. LORDS OF ALL THE WORLD: IDEOLOGIES OF EMPIRE EN
SPAIN, BRITAIN AND FRANCE, 1500-1800 (Yale University Press, 1995)
Capítulos VI y VII.
52
Idem. Loc.Cit.
53
LANDOW, George. Idem. Loc.Cit.
54
SILVA, Brett. "Protecting British Intersts, not Christianity, was
the cause of British Imperialism". (http://despina.advanced.org/17120/data/essays/top_main.html).
55
CODY, David. "BRITISH INDIA". En VICTORIAN WEB. Loc. Cit.
56
Idem. "The Boer War". En VICTORIAN WEB. Loc.Cit.
57
SILVA, Brett. Op. Loc.Cit.
58
CODY, David. Op.Loc.Cit.
59
FINNEY, Nicholas. "Effect of War Between Great Britain and France
(1856-1956)". (http://despina.advanced.org/17120/data/essays/stop_main.html).
60
Idem. Loc.Cit.
61
CODY, David. "British India". Loc.Cit.
62
Idem. Loc. Cit.
63
THE EAST INDIA COMPANY incluso, mantiene una página Web en
Singapur.
64
S.A. "The 1857 War of Indian Independence" (http://www.kamat.com/kalranga/itihas/1858.htm.)
También, THE EAST INDIA COMPANY. The History (3 partes).
(http://www.theeastindiacompany.com/history.html.).
65
Idem. Loc.Cit.
66
S.A. "The Epic of the Race: India 1857" (6 partes). (http://www.
geocities.com/Broadway/Alley/5443/indmut.htm.).
67
Idem. Loc.Cit.
68
CHESNEAUX, Jean. ASIA ORIENTAL EN LOS SIGLOS XIX Y XX. (Barcelona:
Labor. Nueva Clío.1969) P.85.
69
JOSHI, P.C. REBELION 1857, A SYMPOSIUM (Bombay, 1957) Pp. 245-267.
SEN, S. EIGHTEEN FIFTY SEVEN (Delhi, 1957) Pp. 410-411.
70
MARX, Karl. Op.Loc.Cit.
71
EMBREE, Ainslie T. Y WILHELM, Friedrich. INDIA. HISTORIA DEL SUBCONTINENTE
DESDE LAS CULTURAS DEL INDO HASTA EL COMIENZO DEL DOMINIO INGLÉS
(Madrid: Siglo XXI editores. 1987) Capítulo 20.
72
"The Epic of the Race: India 1857". Loc.Cit.
73
PALMER, Heather. "Queen Victoria´s not so Victorian Writings about
Pregnancy, Children, Marriage, and Men". VICTORIANA-Resources for
Victorian Living. Loc.Cit.
74
DEAREST CHILD: LETTERS BETWEEN QUEEN VICTORIA AND THE PRINCESS ROYAL
PREVIOUSLY UNPUBLISHED (Edited and Copyrighted by Roger Fulford.
1964, 1992) (Londres: Henry Holt & Co. Inc. 1997).
75
Idem. Loc.Cit.
76
Idem. Loc. Cit.
77
Idem. Loc.Cit.
78
ALEXANDER, Sally. "La mujer trabajadora en el Londres del siglo
XIX: un estudio de los años 1820-1850". NASH, Mary (Editora).
PRESENCIA Y PROTAGONISMO. ASPECTOS DE LA HISTORIA DE LA MUJER (Barcelona:
Ediciones del Serbal. 1984) Pp. 154-155.
79
Idem. Loc.Cit.
80
Idem. Pp.142-143.
81
Idem. P.144.
82
Idem. P.143.
83
SHOWALTER, Elaine. A LITERATURE OF THEIR OWN. BRITISH WOMEN NOVELISTS
FROM BRÖNTE TO LESSING (Londres: Virago Eds. 1979) P.7.
84Idem.
Pp. 216-226.
Rodrigo Quesada
Monge (1952), historiador costarricense con publicaciones en varias
revistas de América Latina. Tiene nueve libros sobre la historia
económica, social y cultural de América Central y
del Caribe. Premio Nacional (1998) de la Academia de Historia y
Geografía de su país.