Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 2
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 24.
12 de Diciembre de 2000
al 12 de Enero de 2001.

III FESTIVAL INTERNACIONAL DE DANZA Y TEATRO DE LIMA
DE FORMAS Y PERFORMANCES

Por Paul Cavalié, Lima, Perú.

GORRO SUGERIDO

DanzaDesde hace tres años se vienen afianzando en nuestra raleada cartelera cultural los festivales anuales de danza y teatro, que, a nivel internacional, organiza el Centro de Artes Escénicas de la Municipalidad de Lima, que dirige la coreógrafa Karin Elmore. Queremos dar cuenta en esta ocasión de dos espectáculos que llamaron nuestra atención: en primer lugar, la presentación de la Compañía de Danza italiana de Virgilio Sieni, y la tan promocionada actuación de la performer española LaRibot.

SIENI Y EL LENGUAJE DE LAS FORMAS

DanzaEl coreógrafo y director italiano dividió su participación en dos montajes: Cantos Marinos y La Flor de las Mil y Una Noches.

Cantos Marinos es una obra que funciona como un catálogo de movimientos que Sieni ofrece al espectador, sin la aparente intención de emocionarlo en términos dramáticos. La dinámica de la puesta se sustenta en vistosos balances y posturas de equilibrio de las estupendas bailarinas italianas; contribuye a esa dinámica y a la composición ordenada de las escenas, los oportunos congelamientos de la acción y los reinicios de ésta. Muchos de los movimientos se advierten como tributarios del repertorio de la danza clásica (líneas y marcajes bastante pulcros), aunque sin la rigidez que los caracterizaría sino más bien luciendo con bastante fluidez. Otro elemento que permite su vistosidad son los pasajes en que, agrupados en dúos, tríos o totales, los ejecutantes se mueven con suma coordinación: en más de una ocasión parecemos asistir a una sesión de nado sincronizado, llevada a cabo sobre un escenario. Como buen seguidor de Merce Cunningham (en 1982 estudió con él en Nueva York), Sieni se ha preocupado de trabajar con esmero el manejo de las formas; para ello echa mano a movimientos que muestran a sus bailarines aparentemente dislocados: trasladando de manera "ilógica" el centro a contrapelo del movimiento de sus extremidades, por ejemplo. DanzaO manteniendo una posición bastante erguidos pero de mucha dinámica en el juego de los brazos. Movimientos expansivos básicamente. Vivaces. Con la nitidez que brinda una base clásica que asoma en los giros y saltos. La presencia masculina (que incluye al propio Sieni sobre el piso de la sala) nos produjo, sin embargo, una sensación de desbalance, más allá de la lógica disparidad que podría esperarse en sus desplazamientos con respecto a los del elenco femenino. La marcada lentitud y poca plasticidad apreciada en ellos obró más bien a contrario con los fines de una propuesta -como la que plantea Sieni- que privilegia el lenguaje formal del cuerpo.

DanzaDe otro lado, la pieza -en nuestra opinión- se extiende en demasía, disminuyendo el buen ritmo que llega a alcanzar en un momento, diluyendo de esa manera la vivacidad de sus movimientos al repetirse innecesariamente. Para decirlo en palabras que aluden al título mismo de la obra, nos preguntamos si, acaso, de tanto mirar las olas, nuestra vista no se agote perdida en el mar.

La Flor de las Mil y Una Noches tiene un sesgo distinto que la pieza anterior; no busca agotarse en lo formal: plantea una serie de acciones que permiten una lectura multívoca de las imágenes que muestra. En todo caso, asoma la intención de configurar un espacio entre surrealista y mágico, -finalmente poético-, donde unos seres se desplazan mostrando los códigos de acercamiento y vinculación propios de cualquier comunidad. La desnudez de los cuerpos, iniciales posturas antropomórficas, el asomo de relaciones conflictivas entre estos seres, el erotismo, abren paso no necesariamente a una estructura dramática, pero sí al menos a una expectación más "sentimental" de lo que ocurre en el escenario.

LA RIBOT: ¿TOLERANCIA SIN LÍMITES?

DanzaLas largas filas para asistir a la presentación de Más Distinguidas, a cargo de la española La Ribot, delataban una vez más ese gusto de corte snob que nos suele caracterizar como público. Y es que toda reseña previa del espectáculo y el perfil que se trazó de esta coreógrafa y bailarina -formada en Madrid, Colonia, Cannes y Nueva York, en danza moderna, contemporánea y clásica, además de otras disciplinas escénicas- ahondaron en el quiebre de los convencionalismos, en el tono irreverente de la artista, añadido al baúl de sorpresas en que se constituye toda performance.

La idea de la puesta aparece interesante en su concepción: ella misma -su cuerpo, su persona más bien- se constituye en el objeto con que traza piezas (solos) de corta duración: entre 30 segundos y 7 minutos.Danza La clave de su carácter autobiográfico y personalísimo lo descubrimos desde que ingresamos a la sala, donde ya nos está esperando. Tumbada en el suelo, desnuda, en pose de goyesca maja, y de espaldas al público, La Ribot nos observa -nos espía- a través de un espejo retrovisor; luego, puesta de pie, nos mira fijamente como diciéndonos desde su imponente desnudez: ¡aquí estoy! Por supuesto, hasta allí, ya nos ha ganado la iniciativa y ha establecido, de paso, la convención de este juego: ustedes a mirarme y yo a ser quién soy; y si no me "captan" en alguno de mis cuadros, el problema es vuestro y a mí qué me importa. Así, con base en el movimiento, las 13 piezas o "cuadros en exhibición" pueden recalar en algún lugar entre el teatro experimental, la performance y el arte visual. Y el espectador, a su vez, podrá transitar por los terrenos del disfrute (o no) del humor y de la ironía de la artista; por los del disfrute conceptual (o el soso desconcierto) que siguen al absurdo como elemento provocador; por el reconocimiento de su manejo corporal, aun cuando apenas baste para ello su modo de pararse y de marcar con gestos y movimientos esenciales.

Las referencias teatrales de La Ribot (ballet, melodrama, opera) dan cuenta de su espíritu inquieto por aprehender los estímulos que le llegan de diferentes artes, de la vida misma. El tema es que cuando los retorna -ya procesados y reducidos a nivel de conceptos personales de la artista- si bien tales señas que despliega en escena cumplen en todo momento con mostrar cabalmente su personalidad, despiertan sin embargo, de manera casi inevitable en el espectador, su afán de asociarlos a una representación o interpretación, asunto que parece no importarle para nada a La Ribot. Si apreciamos las piezas en su conjunto, no resulta fácil encontrarles un hilo en común. En todo caso, -y aun corriendo el riesgo de errar- pareceríamos asistir a una muestra que, desde una perspectiva autobiográfica, ha incidido en su condición femenina y su visión temperamental de ello.

Danza

Por razones particulares gozamos de aquellos cuadros que denotaron su base de formación dancística, especialmente de la última pieza, cuando es el ritmo de la música quien guía el pulso de sus manos y configura los subsecuentes trazos pictóricos en su lienzo-cuerpo. Desnudarse en el escenario no es nada fácil -y lógicamente que aquí no nos estamos refiriendo a mostrarse en cueros, sin ropas, sino en su acepción más amplia: descubriéndonos -. La Ribot lo hace, y eso tiene desde ya un mérito. Trasladar tal hecho a los linderos del arte-espectáculo tiene riesgos que esta artista asume en cada actuación. El resultado admite los grises de que estamos hechos todos.

Si desea comunicarse con Paul Cavalié puede hacerlo a: paulcavalie@hotmail.com

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