Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 35.
12 de Noviembre al
12 de Diciembre de 2001.

ROGER HERRERA
Y LA PINTURA TOCADA POR EL RAYO

Por: Carlos Yusti

El artista trata de encontrar su imagen en el espejo de su quehacer artístico sin tregua y sin medir el tamaño de los obstáculos . Su obra muchas veces le devuelve un rostro múltiple y él sólo intenta darle forma a su voz, de edificar un discurso que lo acerque a los abismos de la noche del alma donde el arte se trabaja con ese fuego lento de la voluntad a toda prueba, de una fe errática, pero inquebrantable y perseverante. Roger Herrera sabe de abismos, es un conocedor acucioso de la noche y el silencio. Es un artista polifacético. Actor, pintor, poeta, ensayista. Su actividad creadora busca salirse de los parámetros. No tiene padrinos culturales, ni se regodea en la inoperancia de la capilla intelectual o de la mafia artística. Va solo y a sus aires a enfrentar el lienzo, o la página/pantalla, en blanco. Lo hace desde la ansiedad y la crítica. Además Roger no trata de hacerse con un arte académico de excelencia más bien hace todo lo posible por traducir sus puntos de vistas y utilizando los medios estéticos más disímiles. A veces es el gesto en el escenario. En otra oportunidad trabaja como el carpintero sobre la madera de la metáfora. La pintura es muchas veces buen puerto para su desencuadernada fantasmagoría, para que su buque de visiones, plenas de vigilia, logre la serenidad de una circunstancial llegada.                        

Roger Herrera estudió en la escuela de Artes Visuales "Cristóbal Rojas" y es licenciado en teatro del Instituto Universitario de Teatro. Ha realizado algunas exposiciones colectivas e individuales. Como escritor ha publicado los libros de poemas "Fragmentos"(1986), "La Crin de Dios"(1999) y "Desadaptado"(2000). Ha participado en los montajes teatrales "Matando un tigre", "Medeaspellia" y "Desde la oscuridad".   La pintura de Roger Herrera se balancea entre la crítica y el humor perverso. Gran conocedor de la obra de Antonin Artaud puede decirse que sus pinturas poseen un toque artaudiano. Su trazo nervioso y esquizoide sitúa al espectador ante la pesadilla diurna y frotada de cotidianidad. Es una pintura que coloca al espectador ante sus intimas monstruosidades. No por casualidad escribe Perán Erminy: "La pintura de Roger Herrera es un recorrido a través de las oscuridades y los destellos que va encontrando dentro de si y que reconoce en los otros. Estas obras le vienen desde adentro, desde el fondo del pasado, desde los sueños y los mitos. Es lo que lo separa de no ser nadie y de ser todos, tratando de no ser un muerto en vida, uno más perdido en los laberintos de la ciudad". Pintura que se mueve al ritmo de lo onírico, al son de una metáfora que trata de presentar la belleza desde una óptica menos amable y apacible.                 

Pinturas y dibujos cargados de torbellinos. Roger parece desatar sus gestos de actor en el lienzo, el papel o el negativo de placas de rayos x. Pintura cargada de experiencia y que va atando cabos con los distintos ismos artísticos. André Malraux escribió: "No hay pintor que haya pasado de sus dibujos de niño a su obra. Los artistas no se originan en su infancia, sino en el conflicto con la madurez de otros; no en su mundo informe, sino en la lucha contra la forma que otros han impuesto al mundo. Cuando jóvenes, Miguel Ángel, el Greco, Rembrandt, imitan; Rafael imita; imitan Poussin, Velázquez y Goya; Delacroix y Manet y Cézanne y... desde que los documentos nos permiten remontarnos al origen de la obra de un pintor, de un escultor -de todo artista- encontramos, no un sueño o un grito ordenados luego, sino los sueños, los gritos o la serenidad de otro artista". Roger no oculta sus deudas estéticas, sino que las subraya y las deformas hasta explorar el hueso de su propia propuesta plástica.              

Los títulos de sus dos exposiciones simultaneas son bastante ilustrativos: "Música para sordos corazones" y "El cielo herido por el rayo". El primer título nos remite a esa música callada de los colores en rabiosos contrastes. El segundo título, que también se traspapela como "Gloria a Dios en las alturas", encierra una intención de exploración sobre lo religioso o como lo ha escrito el propio Roger: "...a dos años de abandonar el siglo XX, aún la cultura religiosa nos sigue proponiendo códigos y modelos para su discusión; pues no somos tan seculares como parecemos y más bien nos ahoga el vacío divino, nos preocupa la mecanización humana y nos apabulla la excesiva información plagada de violencia. Es en esta hora donde nos sigue sorprendiendo lo sacro; aquí en la abisal empresa del futuro".                       

Roger se vale del collage, del azar compositivo, de la alteralidad histórica y de la deconstrucción para romper el discurso plano de la pintura. Como poeta y actor convierte su pintura en pulpito escenográfico para abrir la discusión. Los personajes extraños no faltan en sus cuadros. Algunas veces son santos, otras son damas con ropajes antiguos y otros semejan demonios de estampa medieval. Manchas de color y líneas nerviosas van creando un lenguaje plástico explosivo, metafórico y cargado de mucho nervio y pasión.  La pintura de Roger Herrera es un texto ilegible, es un poema ahogado por la luz del color. Su pintura parece estremecida por el rayo, hay un raro estremecimiento que se deja oír en nuestro interior. Su pintura es un caracol marino que puede acercarse al oído del corazón para escuchar el mar pintado de amarillo, para escuchar el cielo cruzado de relámpagos.

 


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