Responder al comentario
entrevistartista
PROYECTO: "Payasos en tiempos de cólera" / SERIE: "Dime qué ves" / TÉCNICA: Mixta / AÑO: 2019
Por Rosa Matilde Jiménez Cortés
JOKER, VENENO INOCUO.
Por lo que se ve nos encontramos ante otra obra maestra inmediata tan imprescindible y revolucionaria ─cualquiera se atreve a decir lo contrario─ como algunas de sus ilustres coetáneas, que no me molestaré en enumerarlas. Inesperadamente esta maravilla comienza su majestuosa singladura con una escena que en realidad, es toda una declaración de principios, además de una sincera advertencia.
La película inicia con una referencia a la máscara tragicómica ─rabiosamente original sin duda─ para a continuación, mostrarnos con descaro una hermosa sonrisa forzada; ambas cosas nos hablan de un grito inconsciente o quizás de una denuncia velada que nos previene del talante que destila todo el metraje.
Cada segundo del filme está tan embadurnado de maquillaje como su icónico protagonista, aunque desafortunadamente el artificio no se delinea con pintura chillona sino con impertinente soberbia. Joker ─intuyo que bajo interesadas directrices mercadotécnicas─ decide e impone ser algo grande y no lo es. Este producto respaldado por una enorme presión mediática ha generado enceguecidos feligreses (iniciados y neófitos hábilmente embaucados) amedrentados por igual, por una carcajada psicológica en apariencia siniestra.
La película avanza segura de sí misma; altiva, vacía y predecible; deambula entre el aleteo del "cuco" y la fatídica cortina al compás 78/52 de manera irreflexiva con escenas provocadoras, pero sobre todo, aburridas. Al margen de todo eso, salvo por un escabroso detalle familiar del que después cobardemente reniega, ni siquiera enriquece la senda del murciélago. ¿Cuántas veces hemos de ver morir a la madre del multimillonario detective? ¿Quién será el próximo villano en abrir fuego, el pato Donald? ¿Cuantas perlas más han de tragarse las alcantarillas de Ciudad Gótica?
Vivimos inmersos en infinidad de cambios paradigmáticos, dejando en el baúl de los recuerdos la edad de los anti-héroes vigoréxicos y sus expeditivas metodologías siempre basadas en motivos justificables, para adentrarnos de lleno en el entronizado reino de un egocentrismo ciego, feroz y despiadado, capaz de negar todo derecho salvo el suyo propio y de ensalzar, comprender y victimizar al peor de los verdugos.
Este Joker ha dejado de ser un artista extremófilo en la mejor tradición del Grand Guiñol para transformarse en un mediocre, envidioso y autocomplaciente animal de compañía dejando en segundo plano signada la maldad, a cambio de un ligero mordisco convertido en rabieta de alguien que busca desesperadamente que le acaricien el lomo.
Conscientemente la violencia más absurda oculta bajo su manto la alquimia que todo sistema anhela: transformar el vitriólico anarquismo en un edificante continuismo. El payaso por fin se hizo payaso, dejó de engañar a los demás para engañarse a sí mismo, la única broma se reduce a esa imbuida obsesión por encontrar el mejor lugar dentro del hormiguero.
Lo cierto es que gracias al entregado papel de Joaquin Phoenix hay un lugar para la magia, y es que ésta se encuentra viva en el perturbador contraste entre la mirada vítrea de esos ojos siempre a punto de romper en llanto y la jocosa prisión construida por su mayestática sonrisa; el error radica en abusar de ese recurso y como todo buen mago anticipar que el mismo truco no se repetirse en una función.
Bilbao, octubre de 2019.
Escáner Cultural nº:
207