Santiago de Chile.
Revista Virtual. 
Año 1
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 9.
12 de Septiembre
al 12 Octubre 
de 1999.

PRIMAVERA, MES DE LAS FLORES, REVOLUCIONES Y OTRAS CUESTIONES

Cheo Morales H.
Frankfurt a.M.- Alemania.

La primavera ha traído siempre, para las gentes de todas las culturas un soplo de grandes cambios. Repasando las aventuras de la Historia, no esa de la enciclopedias, sino de los relatos mantenidos vivos por la tradición, sea oral o escrita, que llena con sus anécdotas y pasajes un ancho y florido camino. Por ejemplo, en tiempo remotos, aunque ya nadie tome en cuenta, la llegada de la primavera era recibida con gemidos entre los bosques en donde tanto patricios como esclavos, mezclados en frenesí y éxtasis, honraban al rey sol con los agasajos que toda procreación trae consigo. Estas costumbres, pese a los grandes cambios, se mantiene latente en la mentalidad de todas las especies.

Lamentablemente no todo el mundo, al unísono, puede celebrar este cambio climatológico que permite cambiar la faz de la tierra, hace sonreír los espíritus y renacer las esperanzas. Mientras acá, en Europa, nos aprestamos a recibir los bostezos de un lánguido otoño, preámbulo del invierno que nos espera: blanco, frío que hiela los corazones y agudiza los sentidos, allá, en la América, cercana al circulo de los eternos hielos, comienzan los roedores a salir de sus cuevas, los insectos de sus larva y la vegetación se torna verde, tan verde como los versos del poeta granadino, quien se fue a la otra vida con un enorme clavel rojo en el pecho, signo del color de la vida, la sangre y la esperanza .., y la libertad.

También, muchas veces, a la vida misma se le coteja con el sentido de primavera. A los viejos, cuando les renace el dolor del amor y las angustias del querer, se dice que pasan por una segunda primavera. No sé cuanta razón tiene este decir, pero me imagino que después de un invierno de obligado abstencionismo, los colores, sabores y olores de la hierva fresca comienza a cosquillearles en las extrañas como si todo su organismo se transformara en una enorme pradera en donde retozan los mulares y otras bestias, rescatadas por el Arca de Noé durante ese diluvio bíblico que retorna cada cierto milenio para salvaguardar las especies y el pundonor, así, tal como sabemos que existe en las reglas de la madre naturaleza.

Desde luego, como no todo es color de rosas, también hay primaveras que matan. Sin ir más lejos; jóvenes estudiantes, en la Plaza de la Paz celestial, a su modo y aprovechando el color y calor de otras primaveras lejanas, se lanzaron contra los tanques de un enorme ejército que lleva por nombre el color de la sangre de los hombres que mueren en cualquier estación del año, defendiendo lo más sagrado. La estatua de la Libertad tan sólo fue un símbolo o, tal vez, una parodia, la cuestión era presentar el símbolo de la tan esperada y deseada libertad, presentada en forma de mujer y vestida como una "feminista" en tiempos de emperadores greco-romanos; aunque esta libertad era, simplemente, de cartón piedra, de todas maneras estas ansias de primera no me parecen antojadisimas, sino que el estertor posterior de lo sucedido en esa Praga de la también Plaza, de San Esteban. El conductor de aquella primavera trunca terminó de portero en un hotel de ninguna estrella, ya que la burocracia no se permitía aún esos lujos tan competitivos, ¿para qué?, si todos los hoteles eran pagados en baluta (moneda del tío Sam o Deutsche Mark imperiales).

Las primaveras han sido testigos de casos y casos. Cuando el pueblo de Chile se aprestaba a recibir la primavera, en el año 1973, según el calendario gregoriano, con sus vientos favorables para los volantines, para que los veleros surcaran las bahías del largo litoral, y para que los rumores de norte a sur hicieran temblar de pavor a campesinos y a proletarios marginales y a otros ilusionados y algunos iluminados, con el anuncio de que por San Fernando se acercaba el cabeza de chancho, y en esto estabamos cuando cuatro generales sacaron de sus cuarteles a la soldadesca para asesinar una de las primaveras más lúcida y prometedoras que la historia; y todo comenzó en tierras conquistadas a incas y aimarás y terminó en otras pampas, las de tierras australes, pasando por los valles transversales y costas sembradas de caletas y puertos con ventales que otean un paisaje marino, que termina en las costas del Imperio del sol naciente. Esta primavera que no termino por comenzar dio paso a un largo, larguísimo, invierno que duró unos 6.205 días, con sus noches, sus aguaceros, vientos, terremotos, muertos, desaparecidos, exiliados y olvidados.

Durante este invierno europeo y de otros continentes, se jugará la basa de la primavera en un vejestorio, quien ve pasar los días, horas, minutos y segundo cubierto por el manto de la deshonra sentado en una silla mecedora bajo el toldo de una mansión victoriana, no lejos del Big Beng, que le estará controlando el tiempo hasta que de él no quede más que el polvo de la ignominia y la basura de la Historia, siglo de la globalización, que él mismo inauguró, sometiendo a todo un pueblo como a simples conejillos de india, con el perdón de los santones, sean estos de Bombay, Delhi o Calcuta, que con sus collares de flores se sientas a las orillas de una primavera que corre senegoza por las aguas de sus ríos, cargadas de cadáveres, copia infeliz de nuestro Mapocho.

¡Afrodita, diosa de la primavera, quédate aquí, en la tierra, y no regreses más al Olimpo; aunque con tu presencia seamos cada vez más.. Y más!

Si quieres comunicarte con Cheo Morales puedes escribirle a: elimora@t-online.de
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