Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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BÁJENLO CON CUIDADO, NO SE NOS VAYA A OFENDER.


Carlos Osorio
clom99@gmail.com

El héroe enmudece, se acuerda cuando alzaba la voz carrasposa, de verdad, más allá de los cerros y el recóndito territorio. Recuerda, de paso, el dolor de pecho, de su busto, de su integridad, que a mal traer lo tienen (pareciera no basta con verlo desterrado del domo), con terribles afonías otorgadas por el implacable clima, bronquitis y anexos donados como charreteras, como medallas a su mé-rito de prócer hoy cuesta abajo en la rodada, y se estremece de calofríos (su coraje es termómetro que aviva su esmirriado destino) y añora e implora toda fiebre de haber sido, toda terciana de ya no ser. Cefaleas que nunca se olvidan, memoria ardiente que urgente le reclama.

Tiempo o temperatura para un mortal héroe inmortalizado, un muerto en vida, prócer pasado de modas, pasado al baúl de recuerdos, pasado para la punta de la picota, del no-va-más ciudadano, que ya lo astilló por completo, por el colador de los grandes chascos -era bonito pero ya chole con su rara hermosura- por el cedazo de púas que ahorcaron su escotado y sublime caparazón, por el canto general que es elegía y capitanea a estas horas su degollamiento, por la canción carioca de Guillén, del llanto sin pañuelo, del pecho sin escudo, de la trampa y el vuelo, de la soga y el nudo, en donde cada palabra, cada gesto, cada insignificante mueca, enmudecía el ambiente, casi palabra de dios que entibiaba, cálida palabra de ley que desmoronaba auditorios, palabras de macho (las estatuas no son muchas pero son recias), que abrigaban la desesperanza y resarcían las derrotas, palabra de héroe que protegía la buenaventura y segregaba las calamidades, resumidero de palabras al viento y un tiempo pétreo como mudo testigo. Allí el héroe corrige, el héroe se ufana aún de ser héroe, no se avergüenza de su historia e historiales, allí nadie lo vuelve a escuchar y toda palabra que vocifere será usada en su contra.

El héroe se equilibra, fue un caudillo de renombre y se considera merecedor de insistir con sus bondades y desequilibrado legado. Que se lo habla todo, eso sí, que no hay forma de acallarlo, que hasta dicharachero se le ve a veces, que su lenguaje de señas es santo en el pecho, busto de humanidad con nudo en la garganta, en el cuello, en... Pese a todo insiste, el héroe siente que la penuria lo universaliza, el héroe está sobre nosotros y ya eso, eso cree, lo transforma en guía planetario y estrella que orienta, línea y pauta a seguir, sin dar cuenta siquiera que terminará atomizado, estrellado, desecho, completamente liquidado, licuado con otros metales ya corroídos.

E insiste una vez más, porque el héroe es un retrógrado hincha pelotas, un animal del discurso bonito que tararea con pasión su arrebato y siente que, el suyo, es nuestro propio discurso, un mudo reflejo de anhelos, un disco rayado de boleros o voladores coleópteros de amor propio, hedonista, ególatra, narcisista. El héroe se distrae y no atina, no es su tonada hacerlo, su espejo ya no lo observa, ni de reojo. El héroe es un músico sin partituras, sin orquesta, sin compás ni tiempo exacto, su bravata y cantaleta no trascienden. El héroe se resigna, ya llevan a enterrar su escuálido alter ego, junto a su estirpe, altares y convicciones, junto y, apenas, con un disonante réquiem de voces muy bajas.

El héroe trastabilla, lo fataliza la realidad y los empellones continúan. El héroe se sujeta apenas al abismo terreno, poner sus pies en la tierra lo marea, y hace de tripas corazón con toda su metálica humanidad. Su bai-paz coronario se obstruye encolerizado, ya la sangre de azul acuoso revienta su ira, envenena su tronco de ser, no da más. El héroe no solicita clemencia, tiene una cita con ella. El héroe empalidece, más que marmóreo, resiste los embates, se nota vilipendiado y arrastrado por la corriente que insiste, tire que tire, verlo desprendido, verlo desolado, verlo acaecido ¡Despréndete héroe! ¡Sal de allí tubérculo-cisma! ¡Suelta la rotonda y la rienda filibustero! ¡Suelta la historia de una buena vez!

 

El héroe tropieza, sus huestes lo traicionan y las zancadillas se multiplican. Recuerda su estirpe de caudillo (déle con el asunto), el héroe no se enoja, tan sólo se autodona pataletas, y añora su estilo, obsequiado en los intensos postgrados, frentes externos de batalla los llamaba, en otras tierras. El héroe es un culto, no oculta sus becas para la conquista de otras culturas y sobre todo, de las buenas costumbres y entrenamientos para ser un héroe de verdad. El héroe fue y es noble, la gentileza será su grito de guerra, per sécula, y si bien el héroe es civilidad, es un contumaz antisocial en muchos casos, y si bien, también, el héroe es la columna vertebral de toda nación, mentiroso se agacha y falsamente se levanta en pos de la verdad que más le acomode, porque el héroe es la independencia según el oportunismo que se libre, se esclaviza en el preciso estrado otorgado y todo por ser héroe, el héroe no es tan sólo monumento, sabe calcular el sitio exacto en donde posarse, es una fotogénica estatua que instantánea acomoda la pose.

 

Allí, entonces, el héroe se fortalece, se siente respaldado por el poder despótico, pero ya nadie teme a su estática pose, a su miserable y frío retrato de caudillo en extinción venido a menos, más raspado que nada, y es hora que de un paso atrás o al costado, según el tirón o el favor del viento de quienes ya lo ven maltrecho, de todos quienes se avergüenzan de su reconocida por desconocida historia, y el héroe está a punto de ceder su dignidad galopante, su indumentaria metálica, su crisol mal vestido y mal vendido, su travesti lisonja y charreteras soldadas en hierro forjado (así nadie se las quita), su indescriptible olor a ilustre personalidad bañada de impurezas, en aras de la muchedumbre demanda, en pos de mejores y auspiciosos héroes.

Y el héroe ya tiene su hora, su hora peak, su hora del pico y el chuzo ensartados en su inhumano ser, lamenta el momento, y allí observa a su plinto generoso, sudoroso y acalambrado por lo demás, que categórico disfruta las circunstancias; razones de peso le sobran, ha sido base de sus pocos éxitos, tremenda roca que lo apuntalaba generoso, soporte de toda su pacotilla deidad prosaica de tal y asimétrica magnitud ¡Resista plinto, ya falta poco! Aguantar, nos corrige, modesto narra su esfuerzo -tener que mamarse un peso muerto durante eternísimos años, cansa. Él, como el que más afectado, reclama indemnizaciones, siente, pese a ser monolito de sí mismo, que si éstas fueran privadas, con eso se satisface, nada de hacer públicas sus molestias, bastante sufrió, en carne de arcilla propia, cada manifestación contra la estatua, y si bien siempre fue su complemento, su media naranja, uña de tanta tierra, ensanchada loza antiexplosiva, guardiana coraza, elevación terrena, apósito supremo de vasos, orines y vómitos, de incontinencias y salpicones a destajo, su relato vale la pena, es heroico; nunca se identificó o interpretó cabalmente con su carga, con el incómodo bultito que la historia le obsequió, se guardó sus ideas, hasta el momento exacto en que se libró del pecado –a este muerto no lo cargo yo- se dice convencido y al mismo tiempo conviene que, algo resolverá en pos de su maltratada estampa, se queja, y no es casualidad, el héroe no era ni tanto ni mucho -era de mentiras- nunca adornó postales del monumento en sí, derechos de autor le llama, la autoría, la cita a su ci-miento que considera verdadero patrimonio de la humanidad. Además que, considera, siempre aportó su granito de arena a la causa y llegó a sentirse piedra angular de la plaza, una especie de apoteósico transplante de la gran mezquita de la Meca. ¡Pobre también!

Finalmente el héroe se cae y ahora sí que no rebota, ya no lo aguantan más, ni el asfalto que lo acoge fue respetuoso, su dureza lo reventó, ahí yacen sus restos, esparcidos en la plaza de los héroes, nadie lo lleva a velar... a derretir, el tacho de basura es su sino, su pre-última morada... -¿A dónde irán a parar los héroes en desuso? Se pregunta e inmediatamente se responde, deteniendo el tiempo, a-Mi-norando el vocablo. -Mi estirpe, Mi hidalga estructura, Mi ya chatarrienta pose, no la paran nunca más. A líder muerto, bronce dispuesto, que hervirá en alguna llamarada eterna, que servirá para otras batallas, para otros llamados, incluso para otros ilusos que crean ser los próximos convocados, ex profeso, al concurso público, ni tanto tampoco (factótum y padrinazgos de por medio lo impiden) y sepan disponer de éste tonelaje para dar más brillo a la heroicidad, e ilumine el camino de la patria con luz propia, y si es factible, comprada de alguna transnacional del rubro hidroeléctrico. ¡Gloria victis, fiat lux!

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