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DOLCE FAR NIENTE
Desde Chile, Raúl Hernández
Realmente es dulce no hacer nada. De hecho, dedicaría siempre horas y horas a esta rutina tan agradable. Lo lamentable es que nunca o casi nunca se puede uno abstraer de nuestra monótona maquinaria de trabajo-casa-trabajo-casa-trabajo-casa. Luego, el fin de semana en donde uno cree que lo va a aprovechar por completo y que lo hará rendir al máximo, ocurre que pasó volando y no alcanzaste, no alcancé a realizar todos los planes que tenía para ese hermoso fin de semana que llegaba trotando como Heidi en las praderas. Sí, es lamentable la vida sin vivirla y esto de no hacer nada cuesta mucho, mucho.
El problema, intento esclarecer, radica en que no se toma en cuenta que el ocio es una trabajosa necesidad. No estoy en contra de lo laborioso que es el hecho de estar pensando en nada y que, por lo demás, cuesta demasiado. Muchas veces uno se ve enfrentado al hecho de descansar o dormitar y entonces nuestro inconsciente nos comienza a merodear con imágenes en las cuales nos vemos haciendo las cosas que tenemos que hacer o planificando las tareas que debemos realizar o pensando en cómo y de qué forma haremos eso que tanto nos interesa o que no nos interesa y luego despertamos de nuestro supuesto descanso y ¡plaf!, nos damos cuenta que no descansamos ni siquiera un segundo o por lo menos no dejamos de hacer algo mientras supuestamente nos alejábamos de la realidad.