Santiago de Chile.
Revista Virtual. 
Año 2
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 18.
12 de Junio al
12 de Julio de 2000.


Más abajo: LA LOCURA DE DIOSPor: Iván Silén y
FITZGERALD SUPER STAHR
Por: Gonzalo León

 

DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN

Por: Aurora Jiménez Lozano

Golpe amortiguado, caen los frutos de las altas ramas,
tierra y brote buscando.
Derivan de úteros humanos
fusiones vivas oteando aire y luz...
Génesis paralelas manan divergentes destinos;
abren prisiones las semillas
en tanto las criaturas a fuego manso crecen.
De pronto, nuevos árboles pueblan mas rumores
y ahí quedan,
hombres y mujeres nuevos
engarzan espirales de violenta materia
y a sus orígenes vuelcan
brusquedad del rechazo, abandono y vuelan.
Sabor de corteza amarga, veneno.
Espirias ojos punzando y el frío.
¿Iniquidad o ingratitud?
Solo rompimiento de garfios de seda,
no mariposa golpeada, ni pájaro quebrado.
Generación transitiva removiendo otrora
suspiro y sollozo en precipicios restituidos.
Sobre distancia sin lejanía, al rescate,
puente de la sangre y la ternura,
no mas.

INCERTIDUMBRE

Por: Aurora Jiménez Lozano


El no saber y adivinar,

el llevar el alma por caminos

obscuros de nostalgia.

El cuerpo sacudido por temblores

de premoniciones malignas

quizá verdaderas,

o puede ser falsas,

con lágrimas incondensadas

que resbalan hacia dentro

convertidas en vapores

que trasudan miedo.

La duda tenaz

clavada como espina.

Planchas de piedra, opresivas,

sobre pecho y espalda.

Desfallecimiento.

La pena que habla en voz baja.

Una ciega tristeza que palpa,

en luz ausente,

solo agudos filos de espada

Nombre: Aurora Jiménez Lozano, Registrada en la Cd. De México D.F. aunque nace en Zapopan, Jalisco. El 13 de diciembre de 1920.

Maestra Normalista de la Escuela Nacional de Maestros. Trabajó en las escuelas primarias del D.F. Impartió clases de literatura en la escuela Vocacional y fue directora de la primaria Héroes de la Libertad.

Actualmente es una luchadora social de movimientos magisteriales y en comunidades marginadas, buscando la promoción de vivienda, educación e integración familiar en las mismas.

Eventualmente escribe (desde la infancia) sobre lo que siente "como ser humano" hacia sí misma y hacia la naturaleza.

 


 

LA LOCURA DE DIOS


"¿Qué locura me impide
volverme totalmente loco?"

Jalaluddin Rumi
(Poeta persa del siglo XIII)


¿Quién podrá hallarte si el espacio sueña?
si mi café está vacío y mi sombra
está vacía? Dime, ¿en qué grieta del
sexo sembraste mariposas muertas, cristales muertos?

Hoy que tu locura
regresa a mi locura, hoy que el mundo ha
dejado de ser un poco mundo. ¿Quién
podrá hallarte si el espacio sueña el tiempo?

Sólo la muerte de Dios es el instante.
Sólo la lluvia de aerolitos en el espejo.
Sólo el temor de la muerte entre las besos.

¿Quién podrá librarme de la locura
de tu aliento, si tu sexo se parece a mi carne, y
tus orgasmos se parecen a mi orgasmo?

*****
3 de mayo del 2000
Nueva York


 

FITZGERALD SUPER STAHR

Desde Chile: Gonzalo León

El próximo mayo la Universidad de Cambridge publicará una edición comentada bajo el título de Trimalchio. Trimalchio fue uno de los títulos tentativos que Scott Fitzgerald presentó a su editor, Maxell Perkins, en 1924, para un borrador que con el tiempo sería reescrito completamente y conocido como El gran Gatsby.

El Gatsby anualmente vende 300 mil ejemplares sólo en los Estados Unidos, lo que asegura un éxito para Trimalchio. Pese a que algunos especialistas en la literatura de Fitzgerald se hayan opuesto de partida a su publicación, argumentando, como Jackson Bryrer, "¿Serviría de algo raspar la pintura de la Capilla Sixtina para ver cuáles fueron los primeros esbozos que hizo Miguel Angel?"

Esta polémica edición constituye uno más de los eventos que conmemorarán los 60 años de la muerte del afamado escritor norteamericano.

En febrero de 1941 el intelectual norteamericano Glenway Wescott, a propósito de la reciente muerte de Scott Fitzgerald, escribió en The New Republic: "F. Scott Fitzgerald ha muerto a la edad de cuarenta y cuatro años. Requiescat in pace, ora pro nobis". Wescott escribió todo un ensayo sobre la personalidad de Fitzgerald, pese a haber conversado solamente una vez con él. "Sólo conservo un vivo recuerdo de una conversación con él, que entonces estaba en una playa del Mediterráneo. En la bahía de Los Angeles y cerca de la perezosa ciudad de Niza, con los Alpes colgando en el aire tan nacarados como cebollas; y ese aire y ese mar, que sólo tiene delicadas mareas, se estremecían con el calor. Era antes de la publicación de El sol también sale (The sun also rises, la primera novela seria de Ernest Hemingway), en el verano de 1925 ó 1926, y de Hemingway era de lo que quería hablarme."

Según Wescott, este incidente le sirvió para darse cuenta de que Fitzgerald ya estaba cansado de su papel de gran escritor, de -como él mismo diría- su éxito prematuro. Él quería divertirse, o mejor, enajenarse entre el alcohol y la Riviera francesa, que junto al músico de color Cole Porter, había ayudado a fundar como símbolo de la exquisitez y el esnobismo.

Fitzgerald no quería compromisos, quería vivir y veía a su compromiso con la escritura como un gran obstáculo. Así que cuando vio un talento sólo similar al suyo, intentó por todos los medios convencer a los intelectuales, a los demás escritores y hasta a su editor de la época, Maxell Perkins, que Ernest Hemingway debía ocupar su papel, su trono. A rey muerto, rey puesto, era lo que pensaba, de seguro.

De hecho, en una carta a Perkins, el editor de la casa Charles Scribner's Sons, Fitzgerald, aparte de recomendarle fervorosamente a Hemingway -que a todo esto vivía en París- sentenció: "Él es el mejor."

Y cuando Hemingway empezó a publicar, Fitzgerald se sintió con la libertad de escribir por dinero, cambiar finales de cuentos en base a la opinión de editores de revistas, los cuales escasamente sabían de literatura, y que tal como publicaban un cuento suyo, en la misma página pero al número siguiente podían publicar un artículo sobre moda. El mismo Hemingway cuenta en París era una fiesta (A moveable feast) que consideraba lamentable que Scott cambiara finales muy buenos en sus cuentos por otros que los convertían en basura.

Pero Scott Fitzgerald ya había hecho lo suyo. A los 24 años había publicado A este lado del paraíso y tiempo después la novela con los diálogos más brillantes quizá de la historia de la literatura del SXX, Los malditos y los bellos (The beautiful and damned), para así terminar con El gran Gatsby. Fitzgerald estaba haciendo caso a la recomendación de Oscar Wilde: vive rápido, muere joven...

Detengámonos un poco en El gran Gatsby, en el que todos hemos leído y no en Trimalchio o Bajo el rojo, blanco y azul, ambos títulos tentativos para su primer borrador.

El escritor John Dos Passos -también perteneciente a lo que Gertrude Stein llamó la generación perdida- dijo a la muerte de Fitzgerald que le parecía patético que se enjuiciara la obra de Fitzgerald sin tener en cuenta El gran Gatsby. "Escribir sobre la vida de un hombre tan importante para las letras norteamericanas como el autor de El gran Gatsby igual que si se escribiera sobre la moda de sombreros para señoras del pasado verano, demuestra una incomprensión total del tema tratado, lo que, para cualquiera que se ocupe del arte de escribir, resulta absolutamente espantoso."

Lo que ocurre -y era lo que le molestaba a un escritor tan ascético como Dos Passos- es que Fitzgerald no respetó mucho su trabajo, al punto de que varios de sus cuentos aparecieron en revistas como The Saturday Evening Post y en la conocidísima The Reader's Digest. La fama que alcanzó con El gran Gatsby fue tal que sus cuentos se vendían en miles de dólares. Y no es que le tomara mucho tiempo hacer un cuento, nada de eso. Escuchemos a Fitzgerald tras la entrega a su agente de su genial cuento Los nadadores -metáfora sobre el carácter de los norteamericanos en Europa-: "He pasado diez días horrorosos terminándolo, aunque pensaba que me bastaría una hora... Pero por fin está listo y no es malo..."

¡¡Sólo diez días!!

Pese a todo, Fitzgerald se mantendría vivo en la memoria de los estadounidenses gracias a estas publicaciones. Publicaciones que luego se transformarían en libros como Taps at Reveille o The Pat Hobby's Stories.

Los dolores de cabeza para Fitzgerald no se alejarían, pues pese a su aparente desinterés por su literatura breve, estaba claro en cuanto a la calidad de los relatos o cuentos que entregaba. Sabía cuándo le eliminaban algo que era esencial para la historia, como lo señala en La niña del hotel, cuando el Saturday Evening Post eliminó una parte en el que un marqués le ofrecía hachís a un perrito pequinés. Y es que pese a todo, Fitzgerald era consciente de que "ninguna carrera decente se ha basado jamás en el público."

Un grave tropiezo -ya que desde ahí es claro su derrumbe- fue Suave es la noche. Y pese a que al escritor chileno Pablo Azócar le encanta esta novela hay que señalar que ésta resultó algo confusa para los críticos, pues relataba de una manera muy íntima la tortuosa relación entre su esposa, Zelda Sayre, y él.

En París era una fiesta, Hemingway cuenta que Zelda no dejaba de torturar a Fitzgerald por el porte de su pene. De hecho, Hemingway relata una escena en la que ambos van al baño de un típico café parisino, orinan, y tras hacerlo, Fitzgerald le pregunta:

-¿Seguro que es del tamaño correcto?

Hemingway lo tranquiliza, pero el martirio no sólo quedaría en esta anécdota. Zelda le decía a su marido que no era lo suficientemente bueno en la escritura y él se lo creía. Hasta que Zelda incendió su casa con niños y todo. Al día siguiente y en primera plana, el matrimonio Fitzgerald y los niños aparecieron en una patética foto afuera de la casa incendiada. Fitzgerald entonces la internó en un manicomio, y él aceptó un empleo como guionista en Hollywood.

En la meca del cine, Fitzgerald era constantemente reprendido. No porque su trabajo fuera deficiente, sino por todo lo contrario, era demasiado bueno para una industria que estaría llamada a banalizarlo todo. De hecho, y sólo como anécdota, a Fitzgerald nunca se le llegó a aceptar ni un solo guión. Todos eran corregidos por otros escritores, peores que él, desde luego. Sin embargo, siempre se le canceló su sueldo y siempre estuvo atento a la vida que se llevaba en Hollywood.

Tan atento estaría que precisamente su última, inacabada y póstuma novela, El último magnate, trata sobre esto. En una carta a su editor, fechada el 29 de septiembre de 1939, Fitzgerald cuenta sobre la trama de la novela: "La historia transcurre durante cuatro o cinco meses del año 1935. Es relatada por Cecilia, la hija de un productor de Hollywood llamado Bradogue... Cecilia es el narrador porque creo saber exactamente cómo reaccionaría ante mi historia una persona como ella. Cecilia centra su atención en dos personajes principales: Milton (luego Monroe) Stahr y Thalía, la muchacha a quien él ama."

Con todo, lo más censurable por la intelectualidad norteamericana fue la aparición de unos cuentos y de crónicas, que póstumamente (1942) pasarían a ser editados como un libro llamado El derrumbe (Crack-Up). Allí Fitzgerald relata su caída, o su sentimiento a mitad de los años 30, cuando sus cuentos sólo son comprados -si es que lo son- a doscientos dólares. Sin embargo, su amigo y crítico, Edmund Wilson se encargaría de compilar y defender este trabajo, argumentando a Maxell Perkins que "cuando se publicó me pareció odioso, como te pasó a ti, pero conozco a muchas personas inteligentes que tienen una elevada opinión de El Crack-Up. Creo que en esa obra había más verdad y espontaneidad de lo que imaginamos en su momento. Él también quería que se publicara en forma de libro y, a fin de cuentas, yo me atrevería a decir que forma parte de su historia."

No obstante, para sus colegas -como Dos Passos y Hemingway-, los dos libros que marcarían lo más alto de Fitzgerald serían El gran Gatsby y El último magnate. Dos Passos, en todo caso, es el único que va más allá: "...en los fragmentos de El último magnate uno puede ver los comienzos de un auténtico gran estilo." Una lástima que se nos haya esbozado solamente los comienzos de un estilo más alejado de su persona: inseguro, esnob, romántico, fanático del football, afable, pretencioso y desilusionado de las mujeres al punto que llegaría afirmar que para retener a un hombre, la mujer tiene que recurrir a lo peor que hay en ella.

Una lástima que se haya cortado esta veta hace casi 60 años, cuando un 21 de diciembre de 1940 Francis Scott Fitzgerald -un descendiente de irlandés, pero educado con mucho esfuerzo por sus padres en Princeton- moría de un ataque cardíaco; precisamente en los momentos en que intentaba dejar el alcohol, tenía a su lado a una buena mujer y había trazado el plan -cual generalísimo del Desembarco de Normandia- de lo que sería su último trabajo literario de importancia.


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