¿SER?
¿Ser?
David Fernández Rivera
Seguro que al lector de este artículo se le ocurrirían una infinidad de ideas y abstracciones cuando decida mencionarles “La evolución de las especies”, o simplemente a Charles Darwin. Estoy seguro de que términos como la selección natural o la supervivencia del más fuerte están en sus mentes.
Me pregunto pues, ¿qué le pasaría a un lobo salvaje si decidimos arrebatarle su libertad? ¿Qué pasaría a lo largo de los años con una familia de lobos criados y desarrollados en cautividad? Con el paso de los años, estos animales perderían muchas de sus primigenias capacidades relacionadas con la orientación, el instinto cazador, el trabajo en equipo, etc... Habilidades que serían sustituidas por otras que les harían más sencilla su vida en cautividad, que pasaría a considerarse la “normal”.
No confío en lo que se considera vida, donde la mayoría ve vida, yo veo seres desarrollándose de un modo reduccionista en función de sus capacidades, veo individuos que tienen poco que ver con su origen natural, veo muerte, autodestrucción, veo personas que se relacionan de forma sentimental y sexual de un modo que se le podría llamar mecánico, obviando por supuesto la enorme potencialidad de comunicación humana y libre. Veo locura.
Como la locura que se dispara cuando la pupila del lápiz se desgarra sobre un papel, describiéndome un mundo donde todo esto desaparece y puedo ver esa libertad que sostiene a un tronco de un árbol entorchando su savia hacia el cenit del cielo, la libertad que impulsa cada gota de lluvia sobre un prado de violetas, despertando de un amanecer enjaezado de plata encendida de rocío, y es por ello por lo que desconfío todavía más de lo que quieren mostrarnos como vida.
Pensé pues en la posibilidad de que el constructo social no se aleja de una manada de lobos criados en cautividad, en que esto sea ya una cárcel... Debería ya referirme al ser humano como “animal cautivo”. El dolor que llevo dentro no podría ser más semejante al de la falta de libertad.
Decido hacer lecturas de filosofía, sociología y antropología, y estas lecturas no hacen más que reforzar mi anterior conclusión. Comienzo pues a considerar al ser humano primitivo (fundador de la primera sociedad) como un ser cobarde y acomodado. Quizás esta elección de “reinventarnos” en la sociedad nos modificó morfológicamente, y sin duda nos modifica emocionalmente y en el ámbito de la comunicación: me refiero a los convencionalismos.
Con el nacimiento de una sociedad gregaria, eran necesarios una serie de símbolos en común para poder entenderse y salir “adelante”. Al elegir una serie de elementos para configurar el lenguaje, las relaciones sociales, jerárquicas, gestuales, etc... , siempre se adquiere una parte para el común, dejando otras muchas posibilidades, fuera del uso en comunidad. Las nuevas generaciones de humanos ya no recibieron esas posibilidades comunicativas y de relación.
Lo considerado normal me desconcierta y me imposibilita vivir en su seno sin un gran dolor y necesidad de salir de ello, sigo considerando como normales todas las actitudes que tengan como base lo salvaje y la parte no utilizada por los convencionalismos, pero igualmente humana y natural. No entiendo las relaciones sociales, la comunicación, las restricciones, las desigualdades, la autoimpuesta falta de libertad en el terreno sexual, emocional y afectivo... Tengo el convencimiento de que cualquier individuo, después de vivir una jornada de estrés, de verse con un amigo o de “disfrutar” una relación sentimental, ambas marcadas por un protocolo casi vejante para lo que yo considero humano, ya que en la primera, la amistad se reduce a un intercambio de información sin una predisposición muchas veces a la construcción, mientras que la segunda se reduce a introducir lo más libertario que tenemos, y me refiero a las emociones, en un estúpido marco de cortejo y posteriores ausencias de libertad…
Una vez planteado el problema, tenemos dos opciones: seguir así o no hacerlo. Yo me quedo con la segunda, y para ello promulgo un retorno a los bosques, en ellos no encuentro ápice alguno de locura. Este retorno nunca podría hacerse al modo del “Buen salvaje” de Rousseau, porque el ser humano pasaría de ser esclavo de la sociedad a ser esclavo del instinto. Sería una pena volver a la gloria de las raíces de la comunión natural obviando el gran trabajo de las mentes preclaras que siempre ha tenido esta sociedad.
Personalmente, al modo de expresarme fuera de los convencionalismos y salir de todo lo que me parece algo más que un desequilibrio absoluto, es a lo que yo llamo “Comunicación total”. Desconfié en que esta realidad fuese la verdadera y decidí probar lo que podría considerar como más humano en el teatro, donde se demostró que no era una utopía. Este modo de vivir ha forjado mi bandera cuando ya no sólo desconfío, sino que afirmo que lo que nos rodea sólo es una cárcel. ¿Acaso el lobo cautivo no vería como extraños a una manada de lobos en pleno ritual de caza?
La poesía, el ser poesía me ha mostrado que al horizonte de lo que somos, el camino de la huida de la metrópolis está encendido con letras de sangre por la que muy pocos dejan resbalar sus miradas durante esas múltiples escapadas al balcón de la noche. Somos libres, todos somos poesía. La locura en la que habitamos no es ni un discernimiento de la irracionalidad más pura, contenida y bella. La tensión de seguir aquí hará que las voces resuenen cada vez con más fuerza en los yunques de nuestros tímpanos. En palabras de Ángel Padilla, la vieja memoria, es decir, lo que somos, nos seguirá llamando con la misma esperanza de antaño.
Suerte y sigamos adelante. La sangre sigue resbalando.
David Fernández Rivera
Vigo, 29 de septiembre del 2009.
http://www.youtube.com/watch?v=tpOeHXmJ0oM
(Primera parte)
http://www.youtube.com/watch?v=IqYehIGrwnQ
(Segunda parte)
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