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JULIO CÉSAR BARÓN Y LA MIRADA-ROSTRO
Desde Colombia, Ricardo Arcos-Palma
Este mes echaremos un vistazo crítico a la obra fotográfica del artista Julio César Barón, artista colombiano de la generación de los noventas. Él tiene la particularidad de trabajar fotografías análogas en blanco y negro. Sus fotografías en una primera serie, están conformadas por retratos. Pero esos retratos tiene algo que nos sorprende: los ojos de los personajes estan cubiertos por otros retratos, que nos hacen pensar en las fotografías de identidad pero donde la identidad está cuestionada. Al ver un rostro que no nos ve, la extrañeza se instala. ¿Pero podemos afirmar en efecto que esos rostros no nos ven cuando en verdad nos están mirando? La mirada del retratado deviene un rostro que nos obeserva. Aquí se genera una paradoja: ¿Quién mira a quién? Esos personajes enmarcados en otro rostro, se convierten en los ojos de aquellos que no nos ven en realidad. Especie de invidentes, donde "la divina chispa a partido" decía Charles Baudelaire en su poema los ciegos. Ese resplandor, ese brillo de la mirada que posee todo ser humano, se ve reemplazado por un rostro, que parece haberse detenido en el tiempo. Como si el presente y un lejano pasado se unieran en un instante donde la muerte espera. Y además ese rostro está impreso sobre una tela.
Roland Barthes nos había anunciado esa cercanía de la fotografía con la muerte. Y en las fotos de Julio César Barón, precisamente eso es lo que se revela. Pero al mismo tiempo hay un icono que parece darle una luz a ese momento sombrío: es la imagen de Cristo y el Sagrado Corazón coronado de espinas, que se ha convertido en una imagen recurrente. Cada imagen en los ojos es indudablemente un pasado, que trata de hacerse visible en un presente.