Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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ROAD TRIP I STGO-BAIRES-STGO 2009:
emplazamiento y cuerpo nómade de la obra

 

Por Carolina Benavente Morales

cbenavem@gmail.com


Las obras, de este modo, son una suerte de pasaporte abierto que adquiere valor
de acuerdo a las capacidades que despliegue en su poder de credenciar, resingularizando,
materias, palabras, sensaciones, emociones, etc., que en el presente permanezcan
invisibles o inaudibles para los actuales instrumentos de comunicación.

Mauricio Bravo Carreño, 2009**

Road Trip I Stgo-Baires-Stgo 2009 es el nombre del proyecto artístico desarrollado por José Caerols (Yisa), Philippe Quezada (Mr. Trafix o Mr. Trafic), Sergio Valenzuela e Ignacia Zordán (Ini) con el fin y el pretexto de presentarse en mayo pasado en la 18ª versión de la Feria de Arte Contemporáneo ArteBA, la más importante del Cono Sur. Describirlo es difícil porque en él se llevan a cabo una serie de operaciones que afectan la práctica del arte en diferentes niveles y dimensiones, motivo por el cual ha capturado mi atención, pero quiero intentarlo pensando en dos ejes principales de ejecución. Uno de ellos es un viaje artístico-galerístico de ida y vuelta a Buenos Aires, por carretera y en un automóvil particular, como experiencia colectiva y proceso constitutivo de una obra cuyos soportes, espacios y autorías no están nítidamente delimitados. El otro consiste en las dos instalaciones a que ha dado lugar: la primera en el stand de Galería Trafix en el espacio Barrio Joven Chandon de ArteBA, en Buenos Aires; la segunda, en exhibición desde el pasado 2 de julio y hasta el próximo 2 de agosto, en Salón Tudor, antiguo salón de té reacondicionado como galería de arte que se encuentra localizado en la cumbre poniente del Cerro San Cristóbal, en Santiago de Chile.

Al poner en contacto a personas poco o nada conocidas entre sí, dentro de un proceso que, pudiendo ser amable, demasiadas veces resulta traumático, el viaje atañe a la dimensión material y humana de los flujos que se diseminan globalmente. Instancia de placer y de conflicto, su importancia en el arte crecerá, aunque de manera diferente dependiendo de si se trata de un arte convencional, de carácter más bien contenidista, formalista y expresivo, o bien de un arte de avanzada – como es el caso de Road Trip I –, que enfatiza el recurso, el estilo y la performance, privilegiando la constitución de una realidad antes que su duplicación. Asumiendo que lo distintivo del arte es fijar la percepción de una realidad cualquiera por medio de una obra, en el arte de avanzada se plantea la exigencia adicional de hacerla funcionar y este dinamismo se acentúa más aún en el caso de una obra viajera como Road Trip I, puesto que el viaje conlleva una constante apertura a otras realidades geográficas. ¿Cómo este proyecto rasga el mapa conocido transportándonos a un lugar diferente? En las líneas que siguen procuraré explicar que lo hace mediante una poética de la evasión y la invasión que opera no sólo en el cuerpo nómade de la obra, sino también en su emplazamiento.

Creo que la idea de un “nomadismo estético”, desarrollada por Mauricio Bravo Carreño en relación a obras que ocupan el viaje como “soporte de producción imaginal”, permite caracterizar a Road Trip I especialmente en lo que cabe a su rol terapéutico. Como lo indica su nombre, en efecto, en este proyecto el encuentro con un paisaje natural y cultural otro es secundario ante la experiencia misma del viaje, el que desde ese momento se configura como un “nomadismo estético” que, de acuerdo con Mauricio Bravo, ocupa el viaje como recurso o “soporte de producción imaginal” destinado a devolverle al sujeto su singularidad, en medio de una economía global que todo lo vuelve flujo para petrificarlo mejor, lo que explica la necesidad de levantar un cartografiado alternativo al de la globalización. Ahora bien, al participar en una feria y en una galería comercial, Road Trip I nos sitúa sin embargo en una zona diferente del ideal “paralelo” y “clandestino” señalado por Mauricio, así como en una liminalidad que no es sólo la de las “significaciones híbridas y polivalentes” o los “posibles por venir”. De hecho, se trata de una liminalidad, pero que concierne justamente al cartografiado global alternativo en la zona en que hace frontera con la economía de los flujos, motivo por el cual me hago estas preguntas: ¿cómo se preserva el “nomadismo estético” de Road Trip I, considerando su inscripción en instancias comerciales e institucionales? ¿De qué manera contribuye esta obra a diseñar un cartografiado global alternativo, más allá del ideal transcultural? ¿Qué nuevas fronteras nos abre este pasaporte y esta credencial?

De hecho, el arte de avanzada es inestable porque esta vocación performativa en cada momento instala otras posibilidades, pero el fenómeno se acentúa tratándose de las obras viajeras, pues éstas aúnan a la convulsión temporal de la modernización su inscripción el espacio global.

Por eso, asumiré en las páginas que siguen que los miembros del colectivo Road Trip son tanto artistas como estilosos, es decir, seres que obran y agencian a la vez, operando en un límite creativo de distinto alcance y rendimiento. Por eso, mi segundo supuesto es que las estéticas nomádicas de Road Trip I no sólo conciernen a un viaje como puesta en contacto con lo otro que tiene efectos transformadores y eminentemente terapéuticos para el sujeto que lo vivencia, sino asimismo a un viaje donde el otro, un ser de carne y huesos, real, existente, tan concreto como el viajero, también se ve reconfigurado y metamorfoseado ante la irrupción de este último.

En este sentido, propongo considerar el viaje no sólo como “soporte de producción imaginal”, sino asimismo como instancia performativa de mutuas dislocaciones e hibridaciones, zona de agenciamiento de la diversidad en un cartografiado global que no es del todo alternativo, sino que aunque parezca lógico pensar el viaje en términos de movimiento, pienso que los ejes de creación del colectivo Road Trip muestran que todo viaje, en uno u otro momento, por diferentes lapsos de tiempo y con distintos grados de intensidad, ingresa en un plano de estabilización relativa que es donde, precisamente, se define la obra de arte.

Nomadismo estético y emplazamiento nomádico

Me parece saludable pensar, junto con Mauricio Bravo, que estaría llevándose a cabo en el arte un cambio de paradigma desde una fase sedentaria a otra donde puede hablarse de un “nomadismo estético” en que, ingresándose en la economía globalizante de los flujos, se trataría de desplegar un cartografiado alternativo a la misma. Por lo misma razón, sin embargo, creo necesario poner un énfasis en la cuestión del emplazamiento de la obra. Ante la crisis de comunicación que plantea la pérdida de referentes estables y, en contrapartida, su vacía homogeneización, Mauricio Bravo propone “reterritorializar el viaje rescatándolo de su articulación romántica” y concebirlo en cambio como una “puesta en otro del sujeto”, acontecimiento o “ingreso de diferencias que nos devuelven a un espacio de singularidad radical” mediante el cual se pueden “consolidar plataformas semánticas que estén a la altura de las demandas afectivas y enunciativas del sujeto actual”. Recontextualizar, reterritorializar, consolidar, recoger, registrar, documentar, credenciar, incluso fiscalizar, entre otros, son vocablos ocupados en un texto que, como vemos, está atravesado por cierta ansiedad de estabilización que no termina de concretarse en el discurso.

Con este proyecto, Caerols, Quezada, Valenzuela y Zordán partieron a ArteBA'09 apostando a ganador y no se equivocaron, pues obtuvieron el tercer lugar del Premio En Obra, destinado a los artistas emergentes de las diferentes galerías seleccionadas por Fundación ArteBA para participar en el Barrio Joven Chandon. Además, es en este espacio abierto a "emprendimientos nuevos, diferentes o alternativos al esquema tradicional de exhibición y venta de obras de arte contemporáneo", según se indica en el sitio web oficial de ArteBA, que ellos fueron invitados por Salón Tudor a exhibir su creación de vuelta en Santiago. Yo le otorgo a esta obra un primerísimo lugar.

En la capital argentina, el montaje de Galería Trafix terminó articulándose en torno a Road Trip I, lo que constituye una notable inversión de papeles, en gran parte debido al limítrofe estatus de artista-galerista asumido en ella por Philippe Quezada. De hecho, todos los participantes en el proyecto son artistas visuales que indagan en otros géneros artísticos: Yisa es conocido por sus grafitis, al igual que Trafix, y ahora se autodefine como pintor, Sergio es un diseñador gráfico que no rechaza la etiqueta de artista medio conceptual, Ignacia mezcla la pintura con el diseño de modas y la música electrónica y todos ellos naturalmente recurren a la fotografía, el video y la web en caso de necesidad. Galería Trafix es, en sí, un núcleo de avanzada en la ciudad de Santiago, el epicentro de una explosiva actividad artístico-cultural nacida en los bordes callejeros, electrónicos y fiesteros del arte académico. Ella funcionó durante un tiempo en una antigua casona de Santa Isabel con San Isidro y hoy, transformada en galería nómade, se orienta con la plataforma Trafix Tours a internacionalizar los proyectos de sus artistas.

La muestra en el Salón Tudor consiste en una instalación que fija esta complejidad en relación a una nueva instancia de exhibición, localizada al final de una travesía que promete prolongarse hacia nuevos destinos geográficos. Por ende, esta instancia sería más bien intermedia y central dentro de un desplazamiento mayor, un multi-viaje en forma de estrella cuyo vórtice sería la ciudad de Santiago de Chile. De hecho, lo presentado por Galería Trafix en Salón Tudor difiere de lo expuesto en Barrio Joven de arteBA, evidenciando en la esfera artística lo señalado por Ottmar Ette respecto de la literatura de viajes: "la fascinación [que produce] se basa fundamentalmente en los movimientos de entendimiento omnipresentes en [ella], considerados como movimientos de entendimiento en el espacio"***. Me parece que la fascinación ejercida por Road Trip I como experiencia y relato de un viaje estético responde a la enorme conciencia demostrada por sus creadores respecto de su inscripción en un circuito artístico muy específico, de carácter comercial y trasandino en este caso, en el cual hicieron irrumpir una valoración afectiva de las obras.

En arteBa'09, Road Trip I giró en torno al Toyota Starlet de José Caerols ocupado en el viaje: sobre su capot blanco, debajo del chasis, apoyadas en ruedas y puertas, reptando por el piso y remontando hacia los muros del stand, pintadas sobre éstos o bien colgando entre ellos con cordeles y perritos se amontonaron las obras de Caerols, Valenzuela, Quezada, Zordán y otros diez artistas más vinculados a Galería Trafix. Con aspecto de bazar turco más que de galería de arte, este stand de arteBA'09 se caracterizó por su caos plural de pequeñas obras sin grandes pretensiones, acumulación de telas y papeles con o sin marco, grafitis e inscripciones fluorescentes, una muñeca informe y regordeta, parpadeantes lucecitas navideñas, una caja frutera estencileada con la Mona Lisa, rollos telescópicos de papel, un bidón de bencina vacío con un grafiti de calavera pirata, un par de notebooks, de teclados y de mesas de sonido perdiéndose en un enredo de cables, coloridas flores de plástico, guitarras, stickers variados, fotografías de registro del viaje dispuestas en el muro, audífonos y hasta una serpiente de plástico verde se deslizó por un lugar donde además se realizó una performance musical con artistas invitados.

Esta in-disposición se encuentra invertida y ordenada en el Salón Tudor, donde los artistas sin embargo la dejan traslucir mediante un enorme bulto tipo vagabundo repleto de objetos surgiendo de entre los pliegues de la tela y los nudos resistentes del cordel. El auto ha desaparecido y su equipaje está dispuesto atado sobre el suelo, dentro de una especie de pasillo formado en el centro de la sala por dos grandes paneles blancos suspendidos del techo. Desde el fondo de la sala, se puede ver que el bulto en cuestión tiene incrustadas dos cámaras con los registros audiovisuales de la ida y el regreso en versión acelerada. Al rodear la instalación, se aprecia que los paneles tienen adosados en su anverso los registros fotográficos cotidianos del viaje, así como una reflexión poética sobre el proyecto: "un método de sobrevivencia en el arte / una suma de arte y vida / un estudio sobre el paisaje / un grupo de 4 pasajeros...".

El arte contemporáneo en general desarrolla "una reflexión que no se refiere exclusivamente a lo que una obra puede ‘comunicar' a su destinatario, sino [también a] los propios recursos materiales y formales que constituyen la obra" , observa el filósofo Sergio Rojas****. Esta tendencia conceptual es muy marcada en el arte chileno y Road Trip I lleva esto un paso más allá, al convertir en la obra un proceso que en el 99,99% de los casos le es periférico: su traslado al sitio de exposición. A diferencia de cierto conceptualismo local de carácter abstracto y monumental, sin embargo, la propuesta de Caerols, Valenzuela, Quezada y Zordán enfatiza una dimensión expresiva y cotidiana muy presente entre los artistas de veinte y treinta años. Su proyecto no nace de grandes elucubraciones acerca del actual estado del arte, sin dejar de incorporarlas, sino que de la contingencia desesperada de una falta de dinero para viajar a arteBA. Dado que estos artistas forman parte de una clase media acomodada, debe situarse el hecho en relación a la pobreza relativa de la esfera artístico-intelectual chilena, tematizada por lo demás por varios creadores locales, en un contexto, como se sabe, de crecimiento económico generalizado.

Es por ser pobres, pero sobre todo por sentir y pensar esta precariedad en un devenir marginal que los artífices de Road Trip I paradójicamente incorporan en su creación multitud de cuestionamientos previos en el arte reciente, incluyendo algunos presentes en la fotografía tipo amateur de Juan Cruz Coronado y en la performance de estética trash del colectivo Salames al Futuro, ganadores del primer y el segundo lugar del Premio En Obra. Debe considerarse que los jurados de este premio no sólo tuvieron "su mirada de coleccionistas como criterio fundamental de elección", sino que además fueron argentinos en su totalidad. El premio originalmente fue pensado para destacar la carrera individual de un artista argentino y fue muy sorpresivo para todos que se recompensara a un colectivo chileno. Pero si se piensa en la propulsiva trayectoria espacial de una obra diseñada para cruzar pampas y cordilleras, resulta mucho menos asombroso que ésta también haya logrado romper una barrera institucional. Esta dinámica de transgresión, fricción e irrupción forma parte de la poética de Road Trip I.

La reflexión sobre los recursos constitutivos del arte abarca, por supuesto, las instancias en que determinadas prácticas u objetos adquieren un carácter artístico, teniendo Road Trip I la virtud de enlazarlas en sus distintas aristas. Entre el cuerpo de la obra - la que se encuentra difractada entre los objetos de arte y la performance viajera de los artistas, sus intervenciones en el camino, su convivencia seudo-familiar, carretera en el sentido de la vía de transporte y la jarana, su registro fotográfico, audiovisual y verbal que roza la espectacularización de lo real - y el emplazamiento de la obra - o más bien su irrupción y disposición diferenciada en una feria comercial y una galería para fines que no son netamente económicos, sin dejar de serlo, y que los contaminan con un ánimo afectivo y fiestero -, en Road Trip I se privilegia su desplazamiento por la geografía natural, cultural y humana de la región, circulación llevada a cabo entre ciudades capitales pero puntuada por incontables detenciones en el camino, percepciones transformadoras de una subjetividad colectiva.

Tradicionalmente aislada y provinciana, la cultura chilena se abre cada vez más al exterior y la perplejidad inicial cede el paso a una mayor familiaridad y a una distensión frente a lo otro, actitud comprensible, por lo demás, de parte de quienes acostumbran transitar por las orillas y los no-lugares del arte institucional: grafitti y pintura en el caso de Caerols, diseño gráfico y semi-conceptualismo en el de Valenzuela, galerismo nómade en el de Quezada, diseño de vestuario, pintura y música en el de Zordán. En su bitácora de viaje, Mr. Trafix anota "siempre soy el último en subirme al auto" y Sergio Valenzuela constata que el viaje los emplaza "en un terreno desconocido, en un abismo, en una fractura" donde el arte académico queda sepultado por la unión de arte y vida. Al finalizar el viaje, Mr. Trafix no es parte del road trip de regreso y ahora los artistas se preguntan "¿de qué sirve un galerista?".

Parece evidente que Valenzuela y Mr. Trafix se inclinan por dos opciones distintas, la de artista y la de galerista, pero después de recorrer Road Trip I por fragmentos creo que las poéticas del desplazamiento que son más características del primero sólo pueden desplegarse en relación a las políticas del emplazamiento que están más presentes en el segundo. Por eso, en lo que a mí concierne, el valor particular de este proyecto nace de la convergencia inestable de estas opciones, en las fosas abiertas por el cuerpo nómade de la obra cada vez que se detiene para lograr que su movimiento se prolongue infinitamente.

Santiago, 6 de julio de 2009

Escáner Cultural nº: 
117

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