Santiago de Chile. 
Revista Virtual. 
Año 8   
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
EDICION ESPECIAL
nº 22
Marzo de 2006 

escaner cultural

Pag. 4

EL PENSAMIENTO ANTIIMPERIALISTA
DE OCTAVIO JIMÉNEZ


Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

base comercial y militar. Esto hace el Departamento de Estado sin respeto por derecho ni principio alguno de libertad y soberanía" ( Estampas. 17 de septiembre de 1932).

Para Octavio Jiménez no era el Departamento de Estado el vehículo más recomendable si se buscaba resolver el conflicto entre Bolivia y Paraguay. Este era un asunto que debía ser finiquitado de acuerdo con la particular historia de estos pueblos, y no porque al poder imperialista se le ocurriera la mejor manera de hacerlo, como en contadas ocasiones pretendieron los ingleses en el Río de la Plata 31. Para nuestro autor "No puede haber rivales en la lucha por los mercados. El Departamento de Estado lo comprende así y ha organizado su mapa en tal forma que cuando la compañía aparece en alguno de nuestros pueblos proponiendo el contrato o la concesión, los agentes diplomáticos del Departamento mueven sus hilos en la penumbra. Por los mercados salió de viaje de buena voluntad este Presidente Hoover que ya finaliza su administración. Lo dice el Secretario de Estado Stimson a la masa sufragante que quiere someter. De modo que la batalla por conquistar los mercados de esta América es batalla en forma. No quieren los pueblos darse cuenta. Tal vez sería mejor decir, no tienen estos pueblos percepción para una obra tan bien aunada y distribuida" ( Estampas, 12 de noviembre de 1932).

El lector puede darse cuenta de manera fehaciente la claridad con que Octavio Jiménez ataca el problema de la necesidad de mercados en constante expansión por parte del imperialismo. En ese sentido, y a todo lo largo de esta colecciòn de ensayos, se podrá notar la insistencia con que nuestro autor trabajó y elaboró su pensamiento sobre las distintas formas de combatir y enfrentar al imperialismo. Octavio Jiménez sabía, y estaba bien informado al respecto, que existía una historia de relaciones exteriores muy específicas y particulares entre los Estados Unidos y América Latina. Por eso, diseccionaba con precisión de cirujano, las distintas movidas que los Secretarios de Estado del Gobierno de los Estados Unidos querían realizar cada vez que se preparaban para asumir sus cargos.

Durante estos problemáticos y convulsivos años treinta, en América Central y el Caribe, cuando la crisis de 1929-1933 apenas tenía un impacto de profundidad en estas áreas 32, menos debido a su crecimiento que a su retraso histórico, como diría Gerschenkron 33, el antiimperialismo de Jiménez Alpízar venía definido, màs bien, por la claridad con que decantaba su noción de imperialismo, que debido a la lucidez de sus ideas antiimperialistas. En efecto, bien podríamos decir que el gran aporte del pensamiento de Jiménez Alpízar fue habernos establecido con cierta rigurosidad el perfil del imperialismo y sus acciones en América Central. Junto a otros de la misma época, como Sandino y Farabundo Martí, el escritor costarricense conocía cabalmente las particularidades que tenía el imperialismo en esta parte del mundo. Las constantes invasiones, casi inmediatamente despuès de la Independencia , el saqueo, los golpes de Estado, la manipulación, el chantaje, el asesinato y otros recursos nada loables, habían caracterizado las prácticas imperialistas en esta América Central balcanizada y con un sentido de la soberanía nacional reducido a la mínima expresión.

"Pensamos en el Tratado Chamorro-Bryan, indicaba Jiménez Alpízar, oyendo la voz condenatoria de ese tratado salida de las montañas nicaragüenses. Sandino el rebelde pide su abrogación entre los puntos que propone para dejar la lucha. El revolucionario nicaragüense sabe lo que significa un tratado impuesto por un gobierno poderoso. Quiere acabar con el tratado, limpiar la soberanía de su nación de esa losa terrible. Lo propone al gobernante que acaba de coger mando en Nicaragua. Y naturalmente el politicastro se enfada y replica que el "Tratado Chamorro-Bryan es un instrumento internacional sancionado por los congresos de dos paìses firmantes, el cual no puede ser destituido así no más". Es decir, da respuesta llena de cordura, porque es respuesta abogadil. Tratados bilaterales, dicen los rábulas apegados a la maturranga legista. No pueden abrogarse, son cosa sagrada para los contratantes que quieran proceder independientemente a su desconocimiento. Este es el camino de la rutina, el màs sencillo, el que no trae complicaciones, el que no enemista con poderosos y deja al hombre en el disfrute de su fama" ( Estampas, 14 de enero de 1933).

Jiménez Alpízar mostraba de esta forma su amplio conocimiento y su lúcida percepción de los asuntos del imperialismo en el istmo centroamericano. En otra de sus Estampas señalaba: "La política imperialista del Departamento de Estado está preocupada con la desunión de los cinco paìses centroamericanos. Una porción geográfica tan pequeña debe ofrecer menos trabajo a los forjadores del Imperio. Líneas fronterizas inútiles a través de un angosto istmo gobernado por cinco gobiernos no tienen razón de existir. Unir lo desunido parece ser la voz del Departamento de Estado" ( Estampas, 26 de mayo de 1933). Este último, a través de su informador en la región Raymond Leslie Buell, pretendía encontrar algunas formas de unión entre los paìses centroamericanos con el mero afán de proteger su control sobre el Canal de Panamá. Estaba claro, para Jiménez Alpízar, que las intenciones de dicho informador no eran comunicarle al Departamento de Estado las verdaderas profundidades de la realidad política, social y económica de la región, sino ofrecer un testimonio superficial, pobremente sustentado, de los problemas que sofocaban a cada uno de estos paìses. Tal superficialidad era màs el producto de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos en el istmo que de una verdadera preocupación por diseñar una unión efectiva entre estas cinco repúblicas. Jiménez Alpízar le recomendaba a Buell una mayor preocupación por proveerse de información de calidad, con el fin de evitarse afirmaciones peregrinas, como les había sucedido a diversos informantes del Departamento de Estado en otras épocas, cuando ni siquiera sabían cuáles eran las cinco repúblicas centroamericanas. Para el escritor costarricense, la supuesta unión de estos paìses, a la cual aspiraba el emisario norteamericano, estaba viciada por los intereses geopolíticos del Departamento de Estado pero, más aún, toda su propuesta estaba contaminada por las alianzas y los lazos que había establecido con los representantes de las elites centroamericanas, quienes estaban muy preocupados por su enriquecimiento personal sin importar el costo que esto tuviera para sus propios pueblos. El emisario norteamericano sabía perfectamente esto y traía las indicaciones correspondientes para que pagara el precio necesario, con tal de evitar que América Central cayera en el caos y eso perjudicara la posición norteamericana en Panamá, sobre todo si se contemplaba la crítica situación internacional de aquel momento.

Otro ejemplo aleccionador de las tácticas del imperialismo en el Caribe con relación al ejercicio cierto e incierto de su dominio lo nota Jiménez Alpízar en el caso de Cuba, cuando la Enmienda Platt de 1901 se utilizaba como un instrumento de control imperialista cada vez que a los cubanos, y al resto de los habitantes del Caribe y América Central, se les ocurría hablar, pensar o reflexionar sobre su independencia económica y política.

Los ocho puntos de que estaba compuesta la Enmienda Platt habían sido ideados para asfixiar cualquier afán, por parte de los cubanos, de escamotear el costo que supuestamente había representado, para los Estados Unidos, la independencia de la isla en 1898. La esclavitud económica y política que dicha Enmienda significaba para el pueblo cubano, decía Jiménez Alpízar, cristalizaba por medio del progresivo endeudamiento en el que la clase acomodada isleña había ido hundiéndose con banqueros y empresarios norteamericanos durante la dictadura de Gerardo Machado (1925-1933) ( Estampas, 16 de septiembre de 1933).

El Panamericanismo era una forma de imperialismo, sostenía el escritor costarricense, porque los norteamericanos estaban concentrando todas sus fuerzas, por esta época, en lograr una alianza forzada contra el evidente expansionismo comercial europeo posterior a la gran depresión de 1929-1933. Les preocupaba a los jerarcas del Departamento de Estado que los latinoamericanos colocaban unas dos terceras partes de su producción en el mercado norteamericano, pero que no consumían sus bienes manufacturados. Los alemanes, los franceses y los japoneses eran quienes salían beneficiados con el oro que los latinoamericanos conseguían arrancarle a los consumidores de sus productos alimenticios y de sus materias primas en los Estados Unidos. Era urgente, entonces, diseñar un nuevo tipo de alianza comercial en la que los industriales y manufactureros norteamericanos se vieran beneficiados del intercambio comercial que pudiera establecerse con los paìses latinoamericanos ( Estampas, 14 de octubre de 1933).

La sétima conferencia de estados americanos que se reuniría por esos días en Montevideo, Uruguay, buscaba precisamente darle forma a esa intención del Departamento de Estado, convocando a los paìses miembros para una reunión rápida, donde no hubiera mucha "diplomacia tropical", y se fuera directamente al grano: reformular las relaciones con los Estados Unidos, iniciar la política del "buen vecino", aboliendo las trabas que pudieran existir para que los empresarios norteamericanos se vieran beneficiados con el activo comercio latinoamericano, entre ellas la Enmienda Platt y la presencia de los marines en América Central. Sin embargo, para Jiménez Alpízar estaba claro que esta era otra de las maniobras del imperialismo norteamericano, que buscaba un nuevo estilo de opresión económica y política de los paìses latinoamericanos. La convocatoria, decía nuestro autor, estaba viciada de falta de seriedad, de premura, y de todos los vicios de este tipo de reuniones realizadas por el Departamento de Estado, sobre todo la total ausencia de discusión, de reflexión y de posibilidades de disensión. Por la región habían circulado unas cuantas "hojillas" poligrafiadas, haciendo la invitación, y esto había sido todo.

Tal falta de seriedad y dedicación molestaban seriamente a Jiménez Alpízar, particularmente cuando nuestros hombres de gobierno y empresarios se prestaban al mismo juego, se dejaban engañar con plena conciencia ( Estampas, 10 de noviembre de 1934). Cuando se trataba de renovar o acordar nuevos contratos de explotación la United Fruit Company , el gobierno y la nación se veían envueltos en una serie de debates en los que siempre llevaban la voz cantante aquellos que en el corto plazo saldrían màs beneficiados, nos referimos a la misma compañía frutera y a los empresarios costarricenses que hacían negocios con ella. Decía Jiménez Alpízar: "Oímos a ciertos dueños de tierras alzar vocerìa y pedir que se dé a la United Fruit Co. contrato que ciña al vasallaje toda la región del Pacífico. Creen esos finqueros que el beneficio, el miserable o grande beneficio que la siembra de bananos va a producirles salvará de la ruina al paìs. Chatos hombres los que forman el mundo de los negocios. De seguro para ellos lo que la United Fruit Co. realiza en los Estados Unidos defraudando diez millones de dólares en un contrato es recurso admitido en los negocios. Pero no pensamos todos así. Y por eso nos alzamos cuanto podemos para gritar contra el comodidoso que no ve sino sus ganancias cuando la United Fruit Co. quiere contratos para la explotación de la industria bananera. Por eso nos alzamos con toda la fortaleza de nuestra vida a protestar contra esa indignidad que considera vencido al paìs, arruinado, muerto si no contrata con la United Fruit Co. cada vez que esta detestable Compañía lo necesita. No podemos explicarnos tanta torpeza, tanta maldad a veces, tanta oscuridad de pensamiento en los momentos de tratar los intereses de la nación cuando estos intereses se relacionan con la United Fruit Co. No caben explicaciones, no son buenas razones, nada hay que contenga al hombre que està enfilado al son del poder de la United Fruit Co. La Compañía resulta omnipotente y se la entrega cuanto pide diciendo que lo necesita para hacer próspero al paìs" (Loc. Cit . ).

La United Fruit Co., no lo olvidemos, fundada en 1899, fue una de las compañías emblemáticas de las acciones imperialistas en América Central y el Caribe esencialmente, aunque también ejerció algunas actividades en América del Sur. Fue una compañía que tuvo intereses en diversos renglones de inversión, tales como la explotación del banano, de los muelles, de los ferrocarriles, de los telégrafos, de los servicios de cabotaje, del transporte urbano y otros en paìses como Costa Rica, donde, dirigida por uno de sus fundadores màs notables, Minor Cooper Keith (1847-1929), llegó a ser, en la práctica, ama y señora de las tierras aptas y medianamente aptas en ambas costas. La historia y las acciones de esta compañía fueron también, en alguna forma, las de las clases dirigentes de nuestras naciones. Considerada como el gran señor feudal de la región durante muchas décadas, la United Fruit Co. llegó a verse implicada en golpes de estado, sobornos, chantaje y muchas otras actividades ilegales con las cuales pretendía obtener la aprobación de contratos por parte de gobiernos inestables y ávidos de fondos para poder funcionar a medias. Incluso en los mismos Estados Unidos, como lo señalaba Jiménez Alpízar, la compañía había enfrentado demandas por abuso de sus derechos y de sus márgenes legales para operar en ese país 34.

La carencia de patriotismo y del sentido de la dignidad nacional de algunos individuos y sectores de los grupos sociales dominantes eran otros de los aspectos que màs enervaban a Jiménez Alpízar. Al respecto decía: "No olvidemos que el Departamento de Estado imperialista pretende ponernos otra ligadura a su dominio político por medio del tratado comercial. Empieza a oírse el coro de los pitiyanquis. Piensen quienes lo oyen en lo importante que es el tratado como factor de sumisión. Ese coro no lo reúne el Departamento de Estado en nuestros países, ni ninguna de las empresas imperialistas a su servicio, sino en negocios de fuerza decisiva. Nadie mejor para imponer el tratado o la contratación que el individuo sin amor a su nación. No se engañe el que lo oye pregonando los beneficios de esta o aquella ligadura a intereses yanquis. Es un alma caìda en la servidumbre del coloniaje. Ahora hay muchas almas de esas. Siempre las ha habido en estos pueblos. El imperialismo yanqui las crea para penetrar, para extender sin tropiezos el vasallaje infame" ( Estampas, 24 de noviembre de 1934).

Para nuestro escritor la esencia de un tratado comercial como el que comentaba, no estaba tanto en el tipo de productos que se lograría intercambiar, sino en la estrategia que, como lo indicaba apoyándose en Martí, el imperialismo sería capaz de articular para toda la América Latina. Es decir, en ningún momento el Departamento de Estado estaba realmente pensando en que un tratado comercial con estos países enriquecería enormemente a los Estados Unidos, sino en que la configuración de una alianza nueva con América Latina debía reposar sobre la importancia geopolítica real de esta región. La visión de Jiménez Alpízar era excepcional, puesto que, en nuestros días, la discusión del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, sigue conservando ese ingrediente geopolítico, el cual, pudiera ser que no se note a simple vista para el lector o el ciudadano descuidado, pero era inimaginable alguna negociación con el Departamento de Estado donde sus intereses expansionistas no estuvieran presentes. Y esto lo tenía muy claro Jiménez Alpízar, sobre todo cuando se indignaba porque después del avasallamiento de los países centroamericanos, venía el papeleo para saldar las negociaciones. Si los rituales burocráticos venían después de la humillación de las ocupaciones y del chantaje militar, para el ensayista costarricense resultaba ridículo que hubiera gente, por estas latitudes, esforzándose para hacernos creer las bondades de una negociación sustentada en la vociferación y la brutalidad imperialista.

"No tenemos espíritu de combate y estamos arrebañados" dice Jiménez Alpízar ( Estampas, 29 de mayo de 1937). "Los descastados y los trasnochados afirman que esas fuerzas (las del imperialismo RQM) son progreso y riqueza. Con la bananera en posesión de la región pacífica, hay dinero en abundancia circulando en todas partes. Con la Pan American Airways adueñada de La Sabana , el paìs tiene un aeropuerto que le traerá turismo enriquecedor. Con la Carretera Panamericana cicatrizando de un confín al otro nuestro suelo, se abre una magnífica vía que traerá riqueza. Con el Tratado Comercial en vigencia, todos nuestros productos irán a parar a los mercados yanquis y recibiremos un torrente de riqueza. Lo que ven los chatos y los descastados por todos lados es riqueza. Por riqueza hay que entregar al imperialismo yanqui el paìs y volvernos factoría" ( Loc. Cit. ).

Su obsesión por los mercados, y por la obtención de los mejores márgenes de ganancia convertía a las acciones empresariales del imperialismo en meros actos de piratería, argumentaba Jiménez Alpízar. No se le podía creer a una fuerza económica que carecía de moral para ejercitar sus intereses. La eliminación de todo tipo de competencia extra continental era una vieja aspiración de los norteamericanos desde hacía muchos años, cuando se les ocurrió diseñar la Doctrina Monroe , a principios del siglo XIX, un instrumento del accionar imperialista, equiparable con las decisiones papales de principios del Siglo XVI cuando se decidía sobre hombres y recursos de otros continentes y latitudes completamente desconocidas. Esa pretensión malsana, más bien esquizofrénica en buena terminología sicoanalista, es propia de todos los desplantes imperialistas y totalitarios, una condición de la cual los Estados Unidos no estaba exento. Dicha situación encendía los ánimos de polemista digno del escritor costarricense, quien veía en este tipo de imposiciones un síntoma más de las pretensiones universalistas del imperialismo norteamericano, con lo cual se adelantaba setenta años a las preocupaciones y angustias de nuestros días. En el fondo de su tintero ya medraba la globalizaciòn.

En la sección siguiente veremos cómo nuestro ensayista aborda el problema de las personas y personalidades que estuvieron involucradas, de una u otra forma, en la lucha contra el imperialismo en esta parte del mundo.

 

Personas y personalidades.

Para Octavio Jiménez escribir, reflexionar y proyectar sobre las ideas, acciones y omisiones de otros escritores, intelectuales y políticos latinoamericanos o extranjeros, era una actitud armoniosa y coherente con los trazos de su pensamiento, puesto que éste, como en el caso de su gran maestro, José Martí, estaba íntimamente relacionado con las acciones que emprendiera para darle sentido a su decir. De tal manera que será frecuente encontrar en el trabajo de Octavio Jiménez, como luego verá el lector, una línea continua, algunas veces, y, otras, con serios altibajos, entre lo que el autor dice, piensa y hace.

El itinerario antiimperialista de Octavio Jiménez carga las tintas en aquellos aspectos, como hemos visto hasta ahora, relacionados con las denuncias del imperialismo en aspectos tan notorios como sus actividades empresariales en diversas partes de América Latina. Sin embargo, presenta algunas dificultades el establecimiento

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31Carlos Roberts. Las invasiones inglesas del Río de la Plata (Buenos Aires: Emecè Editores. 2000).

32 Rosemary Thorp (Editor). Latin America in the 1930s. The Role of the Periphery in World Crisis. (Londres: The MacMillan Press. 1984) P.19.

33 Alexander Gerschenkron. Economic Backwardness in Historical Perspective. A Book of Essays (Harvard University Press. 1962) P.15.

34 La bibliografía sobre la United Fruit Company y sus actividades en diversas partes de América Latina es enorme. Pero los lectores pueden empezar con el libro màs reciente del historiador Carlos Abarca Vásquez. Obreros de la Yunai (San José, Zeta Servicios Gráficos. S. A. 2005).




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