Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 7

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 75
Agosto 2005

 

ARTE Y CULTURA

GUSTAVO ANDRADE RIVERA
TALENTO TEATRAL

Desde Colombia, Isaías Peña Gutiérrez

En 2004, Gustavo Andrade Rivera cumplió 30 años de desaparecido. Había nacido en Neiva en 1921. Murió de cáncer en Bogotá a los 53 años, muy joven, pero con una extensa obra teatral, la mayor parte de ella, publicada y puesta en escena.

Venía de dos familias muy huilenses, una de las cuales le recordaba ser descendiente de uno de los mayores novelistas latinoamericanos del siglo XX, José Eustasio Rivera. Había estudiado filosofía en Bogotá, en la Universidad Javeriana. Y luego, en Costa Rica, se había especializado en periodismo agrícola. Fue siempre un comunicador social, y como jefe de prensa del Ministerio de Agricultura, del ICA o de Almagrario, vivió en Bogotá su atípica vida burocrática, a donde había llegado en 1959. Cuando un hombre le queda grande a un pueblo, se va, había pensado y dicho. No lo decía por inmodestia, sino por molestia con su ciudad natal, donde la insania del corrillo aldeano no le permitía desarrollar sus metas intelectuales y políticas. Un tanto parecido a cuanto le había sucedido al viejo Tacho.

Antes, en Neiva, Gustavo Andrade Rivera había ocupado varios cargos importantes en la administración municipal y departamental. Casado con Luz Bahamón en 1942, luego había sido secretario privado del gobernador del departamento, jefe de la imprenta departamental, director de extensión cultural, y en su corta e intensa vida literaria -todo lo agitaba en búsqueda de una transformación de la sedentaria vida cultural huilense-, programó y editó la primera guía turística del Huila, su primer directorio telefónico, la colección "Cuadernos Huilenses", donde aparecieron poetas como Julián Polanía, Darío Silva, Luis Ernesto Luna, sus primeras obras de teatro. Hizo parte de la Academia Huilense de Historia, del Círculo de Periodistas del Huila, y colaboró en la selección de los poetas que integrarían un volumen clásico, el Índice poético del Huila .

A la vez que criticaba a los gobiernos de turno desde sus cáusticas columnas en la prensa neivana, animaba a los jóvenes intelectuales. Fue el primero en consagrar al grupo que bautizó como "Los Papelípolas", poetas que como Polanía y Luna, le darían un vuelco a la poesía del Huila. Él mismo hizo parte del grupo, aunque su poesía siga siendo desconocida.

Cuando llegó a Bogotá en 1959, abandonaba su campaña de "Neiva necesita un alcalde que quiera a Neiva", y se consagraba al teatro, al cuento, a la poesía y a la crítica, como sus grandes pasiones, y se dedicaba a la comunicación, como medio de subsistencia (aunque nunca me cupo la duda de que a él le gustaba el periodismo crítico, la opinión del pensamiento político, y así fue como lo conocí en 1965, en su programa dominical en Radio Horizontes, emisora bogotana del senador liberal, huilense, Alberto Galindo, donde me dio la oportunidad, junto a él, de ejercer el periodismo cultural).

Gustavo Andrade Rivera, al contrario de su hermano Jorge, el famoso Jorandrade de las corresponsalías de El Tiempo, pasaba como conservador, pero frente a su hermano (y a muchos liberales huilenses más), mantuvo una disposición de ánimo y una vocación renovadora superior a cualquier liberal de la época. No podría decir si le seguía las huellas, en ese sentido, a José Eustasio Rivera, republicano que siempre se entendió mejor con los liberales que con los sectores regresivos del conservatismo. Y en Gustavo esto se evidencia en sus obras teatrales. Con humor negro -siempre presente en su cara de hombre apurado y agudo-, y con un gran sentido de justicia y equilibrio, en sus obras teatrales recreó las contradicciones de una violencia colombiana que, fácilmente, confundía el fusil Remington con la máquina de escribir del mismo nombre (de ahí su clásica tragi-comedia "Remington 22", ganadora del Primer Premio de la Corporación Festival de Teatro en 1961, que representara a Colombia en México, 1968, durante el Festival de Teatro Latinoamericano, y que, además, fuera incluida en el volumen de la Editorial Aguilar, Teatro breve hispanoamericano , de 1967, luego traducida al inglés para otra selección similar). Siempre fundió comedia y tragedia, nuestro gran equívoco nacional. Y así se ve en "El Camino", Primer Premio en el Festival de Arte de Cali en 1962, obra que representó a Colombia en el Festival de Teatro Hispanoamericano en Madrid, España, en 1963, montado por el famoso grupo español Juglares. (En su versión de cuento, "El camino", ganó el primer premio en el Festival de Arte de Cali, en 1964, y fue publicado, entonces, por "Lecturas Dominicales" de El Tiempo).

Sus éxitos en los concursos habían comenzado en 1959, con "El hombre que vendía talento", Primera Mención de la Corporación Festival de Teatro, y repetiría al año siguiente, 1960, con la mención a "Historias para quitar el miedo".

Escribió, también, "El hijo de Cándido se quita la camisa" (1962), "Farsa de la ignorancia y la intolerancia en una ciudad de provincia lejana y fanática que bien puede ser ésta", que se conoció también como "La hija protestante", finalista en el concurso de la Corporación Festival de Teatro, en 1964 (publicada por "Lecturas Dominicales " de El Tiempo), y "El propio veredicto", de 1966.

"El hombre que vendía talento", "Remington 22" y "El Camino", fueron, más tarde, convertidas en libretos para la televisión colombiana.

Y para despejar cualquier duda del manejo magistral que tenía Gustavo Andrade Rivera de la escena, se recuerda su excelente guión para la ya clásica película colombiana, "El río de las tumbas", donde vemos una Colombia azotada por sus profundas contradicciones políticas y socio-económicas.

Por eso, colocar parte de su obra (que alguna vez se debería editar en su totalidad) en manos del lector huilense y colombiano, con motivo de los 100 años de la fundación de nuestro Departamento del Huila, resulta apenas obvio. Es un justo reconocimiento, no tanto por Gustavo -para decirlo con su genuina ironía-, quien ya se había ganado su puesto en la historia literaria del país con su ejemplar obra dramatúrgica, sino por un público necesitado de analizar y profundizar, a través de sus obras, una realidad social, política y familiar, que a pesar de respirar todos los días, jamás ha podido discernir y, menos, asimilar. Tal vez, sea esta la mejor oportunidad de colocar en las manos de directores de teatro, profesionales o aficionados, en grupos de oficio o de colegios o universidades, unas obras que ahora tienen mayor vigencia que nunca. La violencia y la intolerancia, la guerra y la ausencia de diálogo, siguen impunes. Y de eso se burló, con dolor, tantas veces nuestro talentoso hombre de teatro. Lo contrario sería volver a pensar que Gustavo Andrade Rivera le quedó grande, no sólo a Neiva y al Huila, sino al país, aunque muchos no se hayan dado cuenta.

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