Por:
Fran Ilich*
No estoy tan seguro de que V y yo fueramos hielos a la deriva caminando por los alrededores del Polígono San Pablo y Nervión, en Sevilla. Lo qué sé es que todo comenzó la última noche en España. la última última antes de regresar a nuestra querida América. Buscábamos desesperadamente revistas porno para llevar como souvenir a un buen amigo. No teníamos suerte, pero yo me había prometido confiar de nuevo en cosas como el flujo y lo estaba intentando. Entramos a un Corte Inglés y fluí. Creo que compré 2 o 3 libros, pero el primero que pagué fue el detonante: Hielos a la deriva, de Libuse Moníková. Di con él por accidente, para entonces ya la más sonriente de las empleadas le había dicho a V que el Corte Inglés no vendía revistas porno, que para eso había que ir a la estacion de trenes de Santa Justa. Entonces decidimos buscar recetarios de cocina española. Yo rastreaba la mesa de las rebajas esperando una sorpresa, y como parte de mi ejercicio y práctica de flujo me topé con un libro que tenía una fotografía de icebergs en la portada. Tan solo lo ví y pensé en Groenlandia utilizando eso que llaman libre asociación de ideas. Groenlandia, la tierra prometida, ese lugar que V y yo pensamos visitar algún día.
El libro costaba 2 euros, nada. Sobre todo si tomamos en cuenta que trata sobre un individuo cuya "labor consiste en exponer las bases del teatro isabelino a unos esquimales adolescentes que asisten a clase sin el menor entusiasmo, con frecuencia incluso algo bebidos." Y entonces lo pensé: ¡el flujo! No era accidente que ese libro y yo cruzáramos nuestros caminos en ese momento, justo cuando me sentía así y cuando además me preparaba para decir adiós a la Vieja Europa. Invertí mis 2 euros en la novela.
Prantl es un checo que vive como outsider en Groenlandia, navegando días enteros entre sus libros e intentando recrear para los alumnos de su clase de inglés, las condiciones y situaciones en que se desarrollaba el teatro isabelino. Hablandoles de Shakespeare y pensando en lo bien que esas obras se adaptarían en una tierra inhóspita y salvaje como Groenlandia, que por momentos parece un peligroso mundo de ficción co-habitado por espiritus de la naturaleza a quienes los Innuits temen y respetan tanto como al Artico y las leyes de la supervivencia. No es casualidad que en un mundo sin pasado y sin futuro, y donde el presente es apenas perceptible que hay que beber intensamente para sentirse vivo. Por eso quizá Prantl viva sumido en sus novelas, buscando dar sentido a la existencia mientras mastica ideas en torno al teatro y las representaciones que podría hacer con sus alumnos. Un poco como aquellos naufragos del desierto en 'The King is Alive" (la película de Dogma 95 dirigida por Kristian Leving), que para negar su realidad donde el sol y la falta de comida y agua los matan poco a poco, deciden preparar una puesta en escena de King Lear. Y es que cuando la existencia no tiene sentido hay que buscar algo que hacer que nos permita matar horas, días, años, la vida entera. Prantl sabe que nada de esto tiene caso, que a los eskimales les da igual, que no necesitan nada de esto, y sin embargo Prantl continúa moviéndose en círculos en su pequeño y primitivo mundo en esa isla tan fría en la que apenas puede soportar la existencia. Hasta el día en que lo envían a Austria, a un encuentro de pedagogía en el que no tiene menor interés, y donde accidentalmente conoce a una doble de cine, con quien sin querer terminará involucrado en un simulacro de vida, compartiendo momentos y recuerdos propios de los exhiliados y los outsiders. Matando horas y días, como hielos a la deriva.
V y yo salimos del Corte inglés con un par de compras (creo que el otro libro era sobre el Cinema Verité y Dogma 95), y caminamos a la deriva por calles de Sevilla sin sentido hasta que llegamos a la zona turística donde decidimos dedicar nuestra última noche a ser turistas como todos los demás: Sangría y Flamenco, que nuestras horas en España estaban a punto de acabar.
*Escritor y artista de medios tijuanense.