Texto:
Carlos Yusti
El erotismo y la sensualidad en la vida y el arte no son posturas estéticas programadas y son más bien producto de un enfoque particular de la belleza. El trabajo pictórico de Montse Morillo posee una carga innegable de sensualidad y erotismo muy bien dosificados. El cuerpo fragmentado de la mujer en su pintura también le dice al espectador sobre sus puntos de vista de lo femenino, de ese eterno femenino que es un todo ensamblado de partes.
Montse no pinta una realidad lineal y mucho menos continua. La realidad a fogonazos. La belleza desarticulada y la sensualidad desmembrada para ofrecer un discurso plástico que recurre a trucos de la estética fotográfica. Así pinta un plano cercano de un rostro, de un cuerpo que parece que se está pintando todavía en el lienzo. Sus rostros parecen mirarnos de reojo, parecen escrutar al espectador. Estos rostros y estos cuerpos fraccionados tienen un toque perverso, tienen un halo de nocturnidad a pesar de luz limpia y los colores claros.
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En la pintura de Montse también puede descubrir el espectador acucioso a una perspicaz dibujante. Hay un cierto toque académico en sus figuras. Rostros y cuerpos que no expresan interioridad metafísica, pero que están provistos de un misterio, de una sensualidad a quemarropa y sin artilugios. El dibujo intenta ser lo más realista posible; no obstante son figuras pintadas con cierta ambigüedad como si la pintora quisiera subrayar que lo femenino es más sugerencia y formas que realidad permisiva y literal. No es forzado lo escrito por Nelson Galvis: "Lo profano, lo banal se tornan borrosos, el encuentro, la búsqueda de lo interior se enriquece gracias a ese mensaje que subestima lo evidente a primera vista; el gesto se pone al servicio de una posibilidad para el color. Al mismo tiempo, el estilo evoluciona: la materia es más plana; se impone el aspecto casi monocromo con algunos toques de color; los rostros son expuestos sin concesiones; la luz adquiere un carácter trascendente. Sin embargo, esta intención no afecta únicamente a la iluminación del cuadro, esa que podemos definir desde este momento como iluminismo trascendente, sino al resto de los elementos compositivos y formales: aquí el realismo se reserva solo para los accesorios y detalles."
Lo erótico en las pinturas de Montse tiene otras lecturas menos bizarras. El sexo también está sugerido, escondido, sumergido en pinceladas no resueltas de manera deliberada. Más que sexo Montse pinta la esquiva sensualidad del cuerpo. Por supuesto en todo esto hay una sordidez plana y en lo absoluto narrativa.
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Montse Morillo Estudia en la Escuela Superior de Arte, "Massana", Barcelona, España (1970-1971). De regreso en Venezuela, cursa Publicidad, en el Instituto Nuevas Profesiones, de Caracas (1978-1980). Además ha realizado un buen número de talleres que le han permitido profundizar sus conocimientos estéticos. Otra de sus facetas destacable es la de ilustradora de libros donde despliega toda su técnica como dibujante. Entre los libros que ha ilustrado se pueden mencionar: "Arias Imaginarias", "A Jugar Juglar, "Canción de Mar - Canción de Amor". "Teatritos", de Luiz Carlos Neves, editorial María Isabel de los Ríos. "El pájaro y la luna", de Carlos Angulo, "Pues Señor esto era un Circo", y "El Corazón de la Luna", de editorial Rondalera, "La casa sin sombrero", de Jacqueline Goldberg, editorial Alfaguara y "Coralito", editorial Intenso.
Los rostros y los cuerpos femeninos que Montse pinta son la posibilidad de la sensualidad, de la belleza explorando los abismos de lo erótico sin pasarse de los límites, pero dejando abierta cualquier tentativa.