Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 52
Julio de 2003


FERNANDO MILLÁN, EDITOR

Millán fue editor de los cuatro primeros números de la revista Abreojos.
"Soy editor porque quiero que los demás
disfruten con los libros como he disfrutado yo"

La joven poeta y profesora Laura López Fernández, me propuso en el año 2001, realizar una entrevista por internet sob re mi experiencia como editor. Acepté encantado porque conocía muy bién sus trabajos anteriores sob re poesía experimental, y estaba seguro de que sus preguntas merecerían ser respondidas. Y así empezamos pregunta a pregunta, hasta que ella decidió dar por finalizada la serie. Poco después la publicó en la revista de internet Ciberletras (Lehman, USA).
Ahora al releerla, me sorprende que su contenido siga coincidiendo que lo que pienso, en como lo veo y demás. (Digo esto porque, según mi experiencia, a menudo las entrevista envejecen extraordinariamente, talvez por su contenido sentimental). Por eso me animo a reproducirla de nuevo, por si hay algún lector interesado en estas cuestiones aparentemente menores para ela rte, y por lo tanto para la sociedad. Yo pienso que tienen una considerable importanacia. En cierto modo podríamos decir, dejándonos llevar por un ataque de pragmantismo, que escribir es ser editado. Ser o no ser, en definitiva.

Fernando Millán

Entrevista por Laura López Fernández
Abril 2001

" Libro de Clemente Padín editado por F Millán en el año 2000 "

L. L. F. Por lo que he leído de tu obra crítica y artística veo que eres una figura clave en el estudio de la poesía experimental en España de las últimas cuatro décadas a esta parte. No te voy a pedir que vuelvas a hacer un recuento de lo que ha pasado desde los años sesenta hasta hoy en día puesto que en otras entrevistas lo has hecho ya. Estoy recordando ahora la entrevista que tuviste con Chema de Francisco y que está en la red "La poesía experimental en España. Entrevista con Fernando Millán" (1997). http://www.ucm.es/info/especulo/numero6/millan.htm

Mi pregunta en estos momentos se dirige hacia tu labor de editor independiente. Me consta que no eres un editor cualquiera en busca de lucro sino que tu labor de difusión del arte experimental pasa no sólo por la participación en recitales, conferencias y el estudio sino también a través de tu labor como editor independiente. Cuéntame un poco por qué ha surgido en ti la necesidad de ser editor independiente.

F. M. No sé si en justicia se me puede llamar editor (aunque sea con el adjetivo de "independiente"). Desde mi punto de vista me faltaría para ser propiamente un editor, la parte comercial, y gracias a ella, la continuidad. Creo que más bien el apartado de la edición ha sido, en mi caso, una parte más del trabajo de artista. De hecho, en la actualidad estoy embarcado en un proyecto que enfrenta el fenómeno editorial en todas sus dimensiones. Pero incluso ahora, el componente económico sigue siendo una amenaza, ya que editar libros en España es una experiencia muy negativa desde cualquier punto de vista. El sector distribuidor está en manos de unos pocos e imponen unas condiciones inasumibles para las pequeñas editoriales, y frente al cual no hay más alternativa que la marginalidad, con todo lo que ello supone.

Como te decía, para mí editar libros, revistas, carteles, carpetas o cualquier otro invento es parte de mi proyecto de vida como artista. Aunque he tenido bastante suerte a la hora de editar algunos de mis libros, que a través de editoriales comerciales han podido llegar a un público minoritario, pero público al fin, hubiera preferido editarme yo mismo todos mis libros para poder tener un control más eficaz de todos sus aspectos. Y lo mismo de la distribución, para llegar a las personas a las que de verdad les podían interesar... Un libro no cumple su objetivo hasta que no está en las manos de la persona que lo puede rentabilizar (Aunque sea casi imposible saber tan siquiera si esa persona existe en el momento de realizarlo). Recuerdo que una vez, Juan Hidalgo me dijo que sus libros los vendía o regalaba (dependiendo de los casos, a personas que demostraran un verdadero interés por ellos. Porque si no era así, no estaba dispuesto a entregarlos por mucho dinero que le ofrecieran.

Mi trabajo como editor abarca un período de más de treinta años (desde el otoño de 1968). En total, entre libros, carteles, catálogos, tarjetas y números de revistas suman unos cuarenta impresos. De ellos, once son obras mías. (Hago el cálculo de memoria). En todos estos casos he sido el editor en todos los sentidos, desde el diseño a la producción pasando por el capital invertido, y la venta. Desde un punto de vista que no sea el artístico, esta actividad ha sido un fracaso clamoroso: no he conseguido ninguna repercusión pública, no he recuperado nunca lo invertido, y en algunos casos ni siquiera he sido capaz de librarme de los ejemplares editados. (Aún tengo que arrastrar paquetes del n. 1 de Metaphora y de los dos libros que se editaron en la colección de esta revista. Y la verdad es que pesan horriblemente). Pero desde mi punto de vista, lo que he editado es mi principal aportación a la cultura (o como quiera llamársele) de este país que antes se llamaba España. La verdad es que disfruto más editando un libro que escribiéndolo y desde luego, en España al menos, son más necesarios los editores que los autores, porque hay muchos menos. Y tal como va el comercio de los libros en pleno auge del liberalismo económico (que no político) las cosas sólo pueden empeorar. La única esperanza parece ser Internet, y por mi parte estoy en camino de comprobarlo. En cualquier caso, a mi edad la suerte está echada, y puesto a ser sentimental, le doy gracias al destino o a quien sea el responsable, por haber tenido la oportunidad de vivir en una época de libros abundantes, y en no pocos casos, baratos. Para mí, el placer que sentí gracias al primer libro que leí (aparte de los de texto en los estudios), las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, sólo es comparable a mi primera experiencia sexual. Aún hoy, cuando tantas cosas han dejado de tener sentido para mí, si pudiera elegir de verdad, dedicaría el resto de mi vida a releer la mayor parte de los libros que he leído a lo largo de mi vida (seguramente no más de cuatro mil).

" Poema del libro "Haikus para los ojos", del que Millán es autor y editor. "

¿Comprendes por qué me gusta ser editor? Porque me gustaría contribuir a que otras personas disfruten con ellos tanto como yo he disfrutado con los que otros hombres y mujeres escribieron y editaron. Gracias a los libros "escucho con los ojos a los muertos" y a los vivos, y puedo tener una vida que sin ellos, sería aún mucho más triste y solitaria. Es decir, tal vez insoportable.

L. L. F. Hablando del Internet y la obra de arte, autores ya clásicos como G. Landow y otros han hablado de un cambio radical en la noción de escritura y lectura con el uso del Internet. En el Internet un texto tradicional se puede convertir en un hipertexto abandonando la linealidad de la escritura en favor de la multisecuencialidad. Cada signo en el mundo virtual se puede enlazar a múltiples textos de todo tipo dando una libertad mucho mayor que antes al lector-espectador. Otro estudioso de estos nuevos medios de comunicación, Richard Andersen habla en "Hypertext Notes" Ejournal (1996) de la labor del autor versus la labor del editor en el mundo hipertextual. En la red los textos presentan nuevas posibilidades de lectura, y el lector de un texto con múltiples enlaces a otros textos se puede convertir en su propio editor seleccionando su propio camino de lectura. Si tú pusieras toda tu obra experimental visual y sonora en la red de modo hipertextual ¿crees que la recepción de tu obra se perjudicaría o se beneficiaría ? Estoy pensando en tus poemas N.O de fines de los años sesenta, en Textos y Antitextos (1970) Mitogramas (1978) Prosae (1980), La depresión en España como libreto de ópera, los textchones... etc.

F. M. Estoy firmemente convencido de que Internet es, hoy por hoy, una de las pocas utopías operativas. Por lo menos para mí, y en función de mi historia personal, y mi situación actual, es fuente de motivación. Es muy posible que los beneficios que imaginamos no aparezcan nunca, y por el contrario, Internet dé lugar a males y problemas... Pero con las utopías no se puede poner condiciones. A mí no me preocupa si Internet puede o no puede perjudicar a mi "obra", ni beneficiarla en algún sentido: no tengo una idea fija y determinada de mi obra. Lo que he hecho es el producto de unas circunstancias históricas y personales, y por supuesto hoy haría otra cosa, y mañana lo mismo. De ahí mi interés por Internet: es un nuevo y atrayente campo de juego, que ofrece nuevas experiencias, obliga a nuevos ejercicios..., y además "está ahí".

En los talleres y conferencias que en los últimos meses he dado, suelo decir que si yo ahora tuviera 20 años, y pudiera disponer del mismo equipamiento informático que tengo, seguramente tapiaría las puertas y las ventanas de mi casa, para que no me molestara nadie, y para no tener tentación de salir a la calle y me dedicaría en cuerpo y alma a trabajar con estas increíbles herramientas...

Porque esta es la clave, y por lo tanto el problema: lo que a mí me preocupa de Internet es lo que supone de diferencia entre los que podemos disponer de él, y los que no. He sido pobre toda mi vida, y de forma especialmente dolorosa en mi juventud, y sé muy bien lo que significa ser un ciudadano de segunda o tercera categoría. El verdadero problema de Internet es que separa aún con mayor velocidad que antes a los pobres de los ricos. Mi proyecto para Internet en la actualidad (portal, dominio o lo que finalmente llegue a ser) es muy ambicioso -teniendo en cuenta mis posibilidades económicas. Pretendo poner en la red toda mi producción, tanto la publicada como la inédita, pero también los trabajos en curso, y sobre todo iniciar la realización de talleres y seminarios. Si consigo encontrar colaboradores en número suficiente, me gustaría también incluir trabajos colectivos (un Diccionario, dossiers, etc...). Si no me queda más remedio montaré una empresa (palabra y concepto que cada vez me irritan más) para ir hacia adelante (siempre he sido un voluntarista). Internet, Internet, tienes nombre de medicamento, pero me atraes como un joven cuerpo del que nace la risa mas libre...Ea.

" Poema objeto de F. Millán reproducido en una tarjeta postal."

L. L. F. Fernando, tocaste un tema bien importante y es el uso de la tecnología y la peligrosidad en diferenciar todavía más a los pobres de los ricos. Si el futuro llegara a ser en España como en EEUU, el Internet va a ser casi de dominio público y casi gratis. En Estados Unidos tener acceso al Internet es más barato que tener acceso a determinados canales de televisión. El problema es tener ordenador y luego el interés en acceder a determinados programas para los que se necesita cierto aprendizaje. Es una cuestión de dinero, pero lo que es tan o más importante de interés y cultura. Ahí reside en mi opinión la diferencia entre unos ciudadanos y otros.

Y hablando de diferencias sociales, ¿crees que éste es un tema que se refleja en tu obra poética? ¿Expresas en tus poemas una conciencia social? ¿Crees que nos hallamos ante una época de cambios de pensamiento, una época de crisis en la que cualquier cosa en arte vale y por lo tanto no debe haber distinciones descalificatorias? ¿Puedes comparar estos momentos de crisis en las artes con la década de los 60?

F. M. Para responder a estas preguntas encadenadas, tengo que hablarte de cuestiones generales: el arte, la poesía o la literatura, son producciones o invenciones humanas, se rigen por leyes objetivas, y están mediadas por las cuestiones colectivas imperantes en cada momento (o tal vez en perídos relativamente uniformes de tiempo, y de duración significativa). La participación individual sólo puede tener lugar desde la aceptación de esas cuestiones, y mediante la utilización de esas leyes objetivas. Lo que ahora llamamos genio o creatividad, es el producto de una identificación profunda, y a menudo inconsciente o irracional. No hay por lo tanto una proyección individual, romántica y subjetiva. Nadie está por encima de su época. Yo sostengo que, sobre todo en el último siglo, al desaparecer los cánones, y despreciar la autoridad y la tradición, en un artista "lo que no es biografía, es plagio."

Lo digo también, porque para mí, el concepto de arte (que englobaría también a cualquier forma de poesía) abarca no sólo a los poemas, cuadros, objetos, etc..., sino también a los escritos de un artista, a su visión del mundo...

En este sentido, mi extracción social, ha tenido una influencia y tal vez un peso considerables, en todo lo que he hecho. Sobre todo en decisiones importantes, como mi militancia en la vanguardia pero dudo mucho que se pueda detectar sin más, en una obra determinada.

Mi apuesta por la vanguardia primero, y después mi decisión por trabajar dentro de planteamientos experimentales, tienen desde mi punto de vista, un componente ético, esto es social. Pero no se trata de algo individual o subjetivo. Lo comparto con muchas personas de mi generación: la que ahora se suele llamar "del 68": Desde que yo inicié mi vida pública (más o menos a los veinte años, 1964), la rebeldía y la transgresión eran elementos que nos veíamos obligados a aceptar por un imperativo ético, ante una sociedad que veíamos injusta, regresiva e inhumana. Yo fui rebelde y transgresor dentro de los límites que mi carácter y mis circunstancias personales (empecé a trabajar cuando aún no había cumplido los diez años, y todos mis estudios tuve que simultanearlos con el trabajo) me permitían, tanto en mi comportamiento público y privado, como en mi forma de vestir, entender las relaciones sentimentales, leer libros (prohibidos), rechazar lo establecido (religión, política, economía), o simplemente escribir... Si esto se puede llamar "conciencia social", pues bueno.

Desde los sesenta, hablar de "crisis" es un sinsentido. Ya no puede haber verdaderas "crisis" porque los valores que hasta entonces dominaban las sociedades, han dejado de dominar nada, y los nuevos valores que grupos o generaciones incluso, han ido fabricando (y utilizando, claro) sólo tienen una aceptación parcial. Ese es el gran cambio de los sesenta: ya no existe nada que nos agrupe a todos los que formamos parte de la clase dirigente. Los grupos y segmentos aún buscan su coherencia en tablas de valores cerradas, pero los embates externos les someten continuamente a "crisis internas".

En esta situación, puede haber, y de hecho las hay, distinciones calificadoras y descalificadoras, pero corren el peligro de transformarse "en una forma de arte más". Esto es, nunca van a ser aceptadas como lo fueron en el pasado, cuando el mundo podía ser dividido en categorías que (los individuos) creían inmutables.

" Poema objeto de Fernando Millán reproducido en una tarjeta postal"

Las personas que en los sesenta, desde la rebeldía y la transgresión, trabajamos para transformar la sociedad y cambiar al hombre, éramos a nuestro modo, también fundamentalistas y crédulos. Tal vez por ello, nuestro trabajo fue tan efectivo en el desmontaje de las escalas de valores. Pero los valores que ofrecimos a cambio, no fueron aceptados -tal vez en justa venganza- ni por las generaciones anteriores (lo cual era predecible) ni por las que nos siguieron (lo cual fue una dolorosa sorpresa). Lo que sucedió, desde mi punto de vista, es que la rebeldía y la transgresión que nosotros utilizamos como herramientas de cambio, se convirtieron en fines en sí mismo. Fuimos tan eficaces en cuestionar cualquier forma de autoridad, que nunca hemos tenido autoridad en nada. Luchamos tanto por la libertad, que los demás aceptaron la libertad que les ofrecíamos para ignorarnos. Bien visto, un auténtico homenaje.

Esto ya quedó en evidencia a finales de los setenta. Y desde entonces vivimos en sociedades pantanosas y confusas, en las que perviven formas muy tradicionales de vida, con otras ligeramente evolucionadas, y otras totalmente nuevas. La postmodernidad es un hecho innegable. Lo que sucede es que sólo se puede definir por su falta de contornos y de líneas comunes. Ahora mismo conviven tantas formas de pensar, analizar y entender que nadie pierde el tiempo de denostarlas. Por eso la forma más habitual de relación es la indiferencia. Porque de hecho, en el caso concreto del arte, cualquier cosa vale. Su propia existencia es el mejor argumento a su favor.

Bueno creo que me he metido por veredas demasiado complicadas. Quiero decir, que estamos ante cuestiones que hay que desarrollar más, porque la complejidad de la sociedad actual obliga a puntualizar cada concepto, incluso cada palabra, para superar (en lo que se pueda) los malentendidos habituales.

L. L. F. ¿Qué debemos entender por poesía? ¿Puedes hacer una descripción de tu trabajo poético actual? ¿Trabajas teniendo en cuenta el posible tipo de audiencia?

F. M. De entrada, a esta pregunta hay dos formas de contestar: Desde la poesía, o desde el análisis. Lo mismo que sucede con el resto de cuestiones fundamentales en la vida de una persona...

Resumiendo y analizando: la poesía es una invención. El pecado original, que según la Biblia fue el orgullo, fue en realidad esa característica que nos hace humanos: imaginamos, y al querer materializar lo que vemos en nuestra mente, inventamos. O sea, hacemos lo que dicen que hizo el Dios hebreo (el más divino de los hombres, o el más humano de los dioses) al inventar o crear el mundo. Esa característica que todo hombre posee, tiene una peculiaridad: para activarse es necesario tomar conciencia de ella, o al menos no reprimirla.

El hecho de que, históricamente se utilice el nombre de "poesía" sobre todo para la creatividad verbal, no oculta la idea que según épocas, aparece o desaparece, de que poesía y creatividad son lo mismo.

El siglo XX ha sido una de las épocas mas determinadas por la poesía, de ahí las tendencias transgresoras, el culto a la libertad y a la vida. Aunque también están ahí las revoluciones, la presencia terrible de la muerte en todas sus formas: lo primitivo.

En lo que estrictamente la historia conoce como poesía está tan sólo una pequeña parte de la poesía. Incluso si sólo hablamos de lenguaje, hay mucha poesía en todas las religiones, en la filosofía, e incluso en la ciencia. La astronomía ha inventado el concepto "horizonte de sucesos", que cae de lleno en la creatividad verbal. No digamos los escritos de mecánica cuántica.

Mi trabajo siempre ha tendido a desarrollarse en "los límites" de lo conocido y de lo aceptado. Mi campo más habitual es la escritura (en los límites, ya digo). En los últimos años trabajo para finalizar varios de los proyectos experimentales que inicié hace mucho años: La tesis corporal; Los signos de la mano; Los poemas objeto, Los proyectos imposibles..., etc... He iniciado algunos trabajos nuevos, pero por el momento están muy verdes. Al mismo tiempo trabajo en la reedición de La depresión en España, que con el paso de los años se ha convertido en mi libro más emblemático. Y me dedico también a la elaboración teórica, sin la cual, desde mi punto de vista, no está completa la producción poética.

¿Audiencia? ¿Qué audiencia? Trabajo sentado frente a una pared, y sé que más allá sólo están unos pocos amigos o curiosos, esperando más que una "importante" o decisiva aportación poética, una nueva sorpresa o alguna "gracia". Ni siquiera las personas que me aprecian intelectualmente (cinco o seis), me dejan de ver como una figura atípica que insiste en arruinarse. En España, toda persona que tenga algo que ver con la cultura, y no persiga el poder y el dinero para justificarse, es vista como un testigo incómodo cuando no desagradable, o tal vez como un enfermo. Aquí la cultura lleva siglos siendo sospechosa por sí misma, y ahora lo es más si no se justifica por el dinero.

No tengo audiencia, pero la verdad es que nunca la he necesitado. Soy poeta, artista o lo que sea, porque no me queda más remedio. En los años ochenta hice un intento muy serio de desaparecer de la vida publica, y ser ya que no podía impedir ser artista, un artista secreto: mi vida empezó a secarse hasta caer en la depresión y la autodestrucción. Tuve que volver.

Desde muy niño, mi imaginación tiene vida propia para producir continuas fantasías. Si esas fantasías se ocupan de producir poesía, no se vuelven contra mí. Existe algo parecido a un pacto entre ella y yo, y siempre que no lo incumpla, ella no me acosa.

L. L. F. Límites, vanguardia, exilio, radicalismos son conceptos sinónimos en tu obra de arte y en la de muchos artistas. En tu caso ¿de qué manera se entrelazan estas coordenadas?

F. M. La vanguardia es una cuestión de límites: en teoría, romper los límites que cierran o impiden el acceso al futuro. Y la única forma de hacerlo es de la utopía: yendo al origen de los problemas o dificultades, a la raíz de las cosas. Esto es, rompiendo con lo establecido, transgrediendo las leyes (morales, sociales, políticas, económicas, etc...) vigentes.

Esto es, la gran cuestión de las vanguardias (en los años veinte y en los sesenta) es la transgresión consciente, voluntaria, y en no pocos casos, premeditada.

No me refiero a la transgresión con un objetivo político, como la de los revolucionarios, terroristas o simple conspiradores, para cambiar un dominio por otro. Hablo de la transgresión que afecta más al individuo que a la sociedad a través de la descalificación, ruptura o inutilización de los códigos que el poder (toda clase de poder) utiliza para perpetuarse. Y esa transgresión sólo se consigue cuando se accede a los mecanismos profundos que conforman la sociedad, la relación entre grupos e individuos y la propia psique humana (tan proclive a vivir bajo el poder de cosas, personas, ideas o simplemente hábitos). Estoy firmemente convencido de que el arte (especialmente el del siglo XX) es una de las formas más eficaces para profundizar en esa transgresión. y por lo tanto para cambiar nuetra propia vida y la de los demás.

Este es el terreno donde se libra el gran combate. A mí me gustaría creer que, de alguna forma, y en cantidad ínfima, he participado en él. Pero la verdad es que, salvo en momentos de euforia y escasa lucidez, pienso que sólo he sido un testigo curioso y mirón. Siempre he sido una persona tímida y retraída. Por eso, ser un testigo ya es suficiente para mí.

L. L. F. Yo creo que eres mucho más que un testigo. En tus múltiples trabajos has ayudado a difundir nuevos lenguajes artísticos en épocas difíciles como la franquista y sigues siendo fiel a una línea poética de apertura y ruptura con lo tradicional trabajando en varios géneros a la vez, en zonas intermedias rechazadas generalmente por la crítica y los cánones oficiales. Gracias por tu amabilidad al aceptar contestar a estas preguntas.



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