Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 42
Agosto de 2002

 


Verrà la morte e avrà i tuoi occhi
(Vendrá la muerte y tendrá tus ojos)
Cesare Pavese

SAN ANDRÉS

Desde Chile, Gonzalo León.

Ha muerto Andrés Pérez y las organizadoras del Festival de Teatro a Mil -Carmen Romero y Evelyn Campbell- han decidido hacerle un homenaje a este destacado director de teatro.

El Festival de Teatro ha terminado y ciertas personas han propuesto que el Centro Cultural Estación Mapocho lleve por nombre "Centro Cultural Andrés Pérez". Pareciera que tanto la empresa privada como el Estado han llegado a un consenso sobre la calidad teatral de San Andrés. Extraño si analizamos su conducta antes de su muerte. Como muchos artistas -no solamente en Chile ocurren estas cosas-, Andrés Pérez vivió casi sin ayuda, ni privada ni estatal. Nadie, cuando estaba vivo, planeó jamás brindarle un homenaje a pito de algo. Pero falleció, y como dice el filósofo Juan Rivano "las deudas espirituales sólo se pagan a través de la creación de un mito". El mito está, y como hizo Sartre con Genet, para mí ahora Andrés es San Andrés (San Genet), aunque un graffiti de Antonio Becerro (San Andrés de Oro, adiós) -en la Plaza Italia- me dio la idea para escribir esto, y luego, el recuerdo del mismo Andrés comiendo en La Vega Chica cercana a la Iglesia de Fray Andresito dio el impulso definitivo.

Para los demás es Andrés Pérez y dicen de él algo más o menos así: "Fue una figura artística que concitaba todos los aplausos y que a no mediar por un trágico desenlace su futuro no sería otro que la Orden al Mérito Gabriela Mistral o el Premio Nacional de Artes Escénicas." Nada más lejos de la realidad.

            Este bello santo se inició en la calle, junto a otros muchos compañeros de ruta, luego recibió una invitación para viajar a Francia a perfeccionarse. Estuvo en Europa algunos años, y al regresar, decidió llevar a escena las coplas de un poeta tan popular como ignorado: Roberto Parra. Este intento tuvo el mismo espíritu que el de Víctor Jara cuando vagaba por el sur -a veces en compañía de Nelson Villagra, otras solo-, buscando el verdadero Chile, el Chile profundo, el de Violeta Parra y de otros más. Andrés reunió a una trouppe de gente -músicos y actores- que con el tiempo han llenado varias páginas de nuestra cultura.

            "La Negra Ester" y su Gran Circo Teatro fueron un éxito, transformándose en una escuela a la que todos querían llegar. Pasó el tiempo y la creación no se detuvo. Vino "Popol Vuh", conmigo en una de las graderías de un parque adyacente a la Quinta Vergara, en Viña del Mar. Y finalmente, "Madame de Sade", en el cerro Santa Lucía, con espléndidas actuaciones de Fernando Gómez-Rovira (madame) y Manuel Peña (la madre de madame), y que vi gracias a una invitación de mi hermano.

            Pero mi hermano no tendría nada que ver en lo que vendría después. Conocí al arquitecto Jorge Loviano y de sus labios una horrible e increíble historia.          

Andrés Pérez caminaba por Estación Central, cuando de pronto se encontró con unos galpones abandonados en Matucana 100, que durante un tiempo fueron usados como centros de acopio. Decidió darles un uso. Como en Europa, se tomó el terreno estatal lleno de tierra y de escombros hasta una altura de un metro, y junto a otros actores, lo limpió y de su bolsillo dispuso del dinero necesario para contratar a camiones que sacaran la suciedad. Pero no todo era suciedad, también se encontraron con maravillas, como una micro abandonada, mejor dicho, solamente el esqueleto de ella. Alguien al verla prometió que la haría andar, los demás, incluido Pérez -quien tomó la arenga como mero entusiasmo- rieron.

            Andrés estaba convencido de que aquel lugar podía funcionar como un centro teatral que abarcara distintos tipos de teatros: griego, circo teatro, de sombras, de cámara, etc... Pensó en recurrir a instancias de gobierno para concretar el sueño del asentamiento definitivo. Estaba convencido de que nadie le podía negar esta posibilidad, o derecho, después de su larga itinerancia iniciada en el centro mismo de Santiago y continuada en lugares tan diversos como el sitio eriazo de le embajada de Francia, el cerro Santa Lucía y el Teatro Esmeralda. Para ello, pidió a Jorge Loviano el favor de hacer los planos y confeccionar una maqueta de presentación. Matucana 100 a esas alturas tenía los servicios básicos, e incluso un pequeño bar en un improvisado subterráneo. Para muchos actores, aquel lugar era ya su casa. Pero otros veían en ese espacio, que en el fondo se abriría como una multisala en donde pasaría todo lo teatral, una amenaza viva que no había que dejar crecer un segundo más. Era necesario mover algunas influencias para desinflar el sueño de este santo.

            Mientras el lobby conspiraba contra Andrés, éste ya contaba con planos, con una maqueta, y lo más importante, con una cita con la esposa del Presidente Ricardo Lagos. Jorge Loviano y San Andrés se presentaron temprano en las oficinas de La Moneda y fueron recibidos de inmediato por la tierna y regordeta esposa. Luego de que Jorge Loviano explicara brevemente la parte arquitectónica, San Andrés se dedicó a contar su experiencia con casos parecidos en Europa. "Eso sí que esto lo digo como actor, ya que jamás las oficié de director ni menos de gestor cultural", confesó modestamente.

            En ciudades como Berlín y París, existían experiencias de edificios tomados por grupos de artistas y adecuados -casi sin modificaciones- para su uso. "De hecho, en Alemania, hay un centro cultural en que el Estado solamente cobra un marco al año, es decir una suma nominal."

            Y de ahí la intervención de la tierna esposa no daría pie a mucho más, pues ella -merced a su experiencia en el corretaje de propiedades- estaba muy al tanto de lo que costaba el metro cuadrado en Matucana. El bla bla continuó hasta que Jorge y el santo salieron con planos y maqueta en mano.

Al salir de La Moneda, San Andrés se acercó a una pileta. Mirando a su compañero de ruta le dijo:

-Si flota, tenemos una posibilidad.

Como es obvio, la maqueta se hundió. Luego, San Andrés fue expulsado de su paraíso. Lo único que le alegró al santo fue que su salida fue honrosa; pues fue arriba de la micro que habían encontrado ahí. Un grupo de artistas salía y un grupo de burócratas entraba -tras unos meses- para dirigir lo que sería el Centro Cultural Matucana 100, que no se enfocaría solamente al teatro, que no sería amenaza para nadie y que tendría una escasa concurrencia.

Sin un lugar, San Andrés entró en una profunda depresión. Sin sueños es imposible vivir. Sin dinero también, y Andrés lo había gastado todo en su sueño. El sueño pasó a ser enfermedad y la enfermedad en muerte. Muerte de un sueño; posterior cortejo fúnebre a bordo de la mencionada micro; detención en las cercanías de la pileta, en donde el último sueño del artista no flotó, y meses después, el comienzo de esta crónica, que de alguna forma debe servir para exorcizar lo que Chile le hizo a uno de sus artistas más talentosos y serios. El sida fue sólo una anécdota, un dato de la causa, que algunos utilizarán para blasfemarlo en privado. Pero la culpa -que no es una mancha fácil de borrar- permanecerá y al santo nadie lo olvidará.

 

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