Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 41
Julio de 2002.

IDENTIDAD CULTURAL Y NEOCOLONIALISMO EN AMÉRICA CENTRAL.
UN PROBLEMA PARA LOS HISTORIADORES.

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

La sugerencia inicial.

En este pequeño trabajo trataremos de plantear una inquietud que, apenas, hemos  logrado insinuar en algunas de nuestras publicaciones anteriores. Es que la supuesta globalización nos ha modificado el lenguaje de tal manera que, temas, asuntos y términos del pasado que formaban parte de nuestra vida académica y política regular, cotidiana, han sido eliminados de un plumazo, se han ido desgastando con el paso del tiempo, o tal vez, por su uso constante, han perdido el contenido original que les dio sentido alguna vez.

Sin embargo, el problema real no es el deterioro de las palabras, sino que las realidades que buscaban describir se han enriquecido y complicado aún mas de lo que muchos de nosotros pudiéramos pensar. Incluso, no está de mas creer que tal enriquecimiento es el producto de pocos cambios reales en el quehacer social, económico y cultural de las sociedades contemporáneas.

Por eso, para nosotros, como historiadores que trabajamos en una región repleta de conflictos, el papel que cumplen las palabras en la actividad cotidiana de gabinete, en la docencia universitaria, y en la lucha política son algo mas que simplemente vehículos para describir o evaluar determinadas situaciones. Pero el escenario se ha transformado de tal manera, durante los últimos diez o quince años, que hoy es prácticamente irreconocible y nos hemos quedado sin palabras para describir temas y problemas del pasado que permanecen intactos. La pobreza, la perdida de la identidad nacional, la humillación y la explotación a que son sometidos millones de personas, la desestructuraciòn regional y el serio deterioro de las alternativas políticas, nos ha dejado a los centroamericanos prácticamente sin salidas reales y auténticas hacia el futuro más inmediato; Esto sin mencionar la orfandad de utopías que enfrentamos cada día de nuestras vidas.

Primer problema.

Hace unos días, mientras leía a dos de los más grandes escritores de nuestro siglo, John Michael Coetzee (Sudáfrica: 1940-  ) y W. G. Sebald (Alemania: 1944-2001), me encontraba con el tremendo desafío de que, para autores de este calibre, la agenda de problemas y angustias que tienen que atender el hombre y la mujer contemporáneos sigue estando atizada esencialmente por una realidad històrica que no ha cambiado gran cosa, pero que nosotros, con las palabras y sus diferentes texturas, creemos que es posible transformar ejerciendo una especie de tiranía conceptual sin parangón en la historia reciente del pensamiento.

Para un autor como el novelista surafricano, el problema del "apartheid" sigue vigente y su tratamiento estético, literario y político, lo ha llevado por caminos inéditos en el afán de explicar mucho del desarrollo de una nueva nación, de una nueva visión del mundo, y a tratar de encontrar otras vías para enfrentar el desafío que consiste construir una nueva civilización reuniendo fragmentos y pequeños trozos de hombres y mujeres mutilados en todos los aspectos de su cotidianidad. La globalización conoce poco de estos pequeños fragmentos. Acostumbra tratar con totalidades y por eso responde con brutalidad ante las pequeñas miserias de los hombres comunes de nuestro tiempo.

En América Central, el problema del racismo, de las masivas migraciones de trabajadores, y de la segregación indígena tiene la misma vigencia y fuerza del pasado, a pesar de que una globalización pos revolucionaria mal entendida, quiera hacernos creer que los mismos son problemas que pertenecen a una época de guerras y revueltas populares que nada tiene que ver con el presente.

Todavía está por darse una investigación y una crítica del pensamiento pos revolucionario centroamericano. Y digo pos revolucionario, pensando sobre todo en la herencia de ideas y proyectos políticos que dejaran tras de sí las guerras populares del reciente pasado centroamericano. El asunto es que, la redefinición del mapa político centroamericano no coincide con el grueso de las transformaciones sociales que se suscitaron en algún momento entre 1979 y 1990. Ante ello, la mayor parte de los intelectuales centroamericanos nos hemos quedado sin explicaciones, y entonces hemos acudido a las viejas argumentaciones doctrinarias, cuando las mismas solo son válidas sin empezamos a tratar de entender que el imperialismo y las aspiraciones del neocolonialismo se han revitalizado de forma espectacular.

Segundo problema.

Por otro lado, el trabajo literario de Sebald, nos abre pistas sobre los distintos derroteros que, en la conciencia nacional de un pueblo, puede seguir el totalitarismo cuando ha sido asumido como algo perfectamente natural e históricamente aceptable. Llegamos a interiorizarlo de tal manera que, hoy, la fuerza bruta, la manipulación, la corrupción y las distintas expresiones de las prácticas políticas totalitarias, nos parecen mas bien otras formas y estilos de una vieja forma de hacer política que nos costó millones de muertos y que la globalización ya asumió como perfectamente naturales.

Es natural, nos insinúa Sebald, vivir con el miedo cotidiano a que los temores más terribles del pasado se hagan realidad en el presente, en el momento menos esperado. Sin lugar a dudas, esa es la cotidianidad de los centroamericanos. No es el temor perenne a los terremotos, los huracanas y las inundaciones, es el temor de cada día de no tener que comer al siguiente y de que los políticos sigan jugando con lo mas real conque cuentan los pueblos: sus sueños y sus esperanzas.

Tercer problema.

Pero más trágica es todavía la realidad, cuando nos percatamos de que nos hemos quedado sin utopías. En este aspecto, tiene mucho que decirnos otro escritor europeo, Claudio Magris (Italia: 1939-  ). En el pasado, Roque Dalton, Yolanda Oreamuno, Luis Cardoza y Aragón, y otros de la misma estirpe, nos llenaron en América Central de utopías y sueños. Se atrevieron a hacerlos realidad: para dedicarse a la literatura en países como los nuestros se requiere cierta dosis de locura y delirio.

El autor italiano mencionado ha logrado redescubrir el paisaje europeo a través de una práctica de la literatura que busca recuperar los regionalismos en todos los detalles imaginables. Mientras tanto, en América Central, nos asustan los regionalismos, nos llenan de prejuicios los pequeños datos de una vida cotidiana que ha costado sangre ir reconstruyendo. Pero resulta que es en la cotidianidad centroamericana y caribeña donde residen, y residieron, los grandes proyectos de liberación nacional y antiimperialismo. Sin el aldeano de que nos hablara alguna vez Martí, hubiera sido imposible el proyecto anticolonialista de Sandino o Farabundo Martí. Con José Martí aprendemos a entender, a distinguir, que existe una diferencia sustancial entre el aldeano miedoso y conservador y el hombre corriente de nuestros pueblos, cuya historia personal forma parte de una historia mayor, y ésta se encuentra a su vez ligada a una superior: la de una humanidad sangrante y anhelante de soluciones y respuestas para una cotidianidad sobre la que ha perdido todo control.

Cuarto problema.

Los tres escritores europeos a los que he hecho referencia se han vuelto mundialmente famosos porque han sabido tejer con sus novelas y ensayos, toda una trama de reflexiones y análisis sobre una contemporaneidad que alguien, en alguna parte, nos arrebató hace rato. No es en vano que uno de los temas más difíciles de tratar y de investigar en historia y ciencias sociales, es la cotidianidad de las personas y de los grupos sociales. La dificultad no radica tanto en los posibles problemas que la investigación, los métodos y las teorías puedan plantearle al investigador en su quehacer, es que la cotidianidad de este mismo se encuentra bajo el impacto también de fuerzas extrañas que quieren decirle lo que debe sentir, lo que debe pensar y lo que debe consumir. En este caso estamos frente a un claro dilema, al viejo estilo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. De esta manera, la democracia deja de ser un asunto que nos apremie en nuestras vidas diarias, y se convierte mas bien en un tema que le concierne a otros. Para intelectuales del calibre de Castoriadis, por ejemplo, la recuperación de la democracia entra por la reconquista de nuestra vida cotidiana. Pero la democracia desapareció hace mucho del horizonte de ofertas existenciales reales para los centroamericanos. Nos han acostumbrado a convivir con espasmos democráticos, y nos han enseñado a tolerar como realidades los meros simulacros de una institucionalidad democrática que se fue con el fracaso de las revoluciones populares en nuestros países.

De esta guisa, un grupo importante de intelectuales en América Central, hemos optado por refugiarnos en nuestro gabinete y por aceptar las delicias y pequeñas seducciones de la globalización neocolonialista en nuestros mundos pequeñitos y sumisos.

Quinto problema.

Los teóricos y defensores de la globalización ya entendieron hace mucho tiempo, que sus mejores corifeos se encuentran entre la intelectualidad angustiada y frustrada de los pueblos del Tercer Mundo. Son los mismos que le quieren hacer creer a nuestros poetas, músicos, pintores, novelistas y arquitectos que sin globalización nos es posible la cultura universal. De manera sistemática, desde hace unos cincuenta años, se viene borrando la frontera conceptual entre neocolonialismo e imperialismo, para ofrecernos un guiso teórico posmoderno que quiere explicarnos nuestra realidad desde un universalismo que pretende, entre otras cosas, aniquilar definitivamente a nuestro querido aldeano centroamericano y caribeño a partir del prurito de que, cultura universal y capitalismo son lo mismo. Lo triste de esto es que algunos de nuestros intelectuales, en el pasado críticos e insumisos, se adelantaron ansiosamente para rubricar tal aserto.

Para algunos de nosotros, los historiadores centroamericanos, al trabajar con papeles viejos, donde pretendemos hallar a las personas que nos den algunas respuestas a estos grandes conflictos y fragmentaciones de la identidad que ha traído consigo la globalización, sólo hemos podido rearticular los hechizos de un presente pos revolucionario que no quiere saber absolutamente nada de lo que pasó en nuestros países entre 1979 y 1990. La década perdida para América Latina, es además, para América Central, una década que pesa terriblemente sobre nuestro presente, pero, a la cual, no queremos reconocerle su contenido histórico específico: la guerra popular en América Central es una cadena de fracasos sin la cual es imposible imaginar la democracia, por mas oculta y tácita que esta sea, como diría Castoriadis otra vez.

El recuento histórico de nuestros movimientos revolucionarios, exitosos o fracasados, es una labor urgente, no tanto porque tengamos interés en una taxonomìa revolucionaria a regañadientes, sino porque tal recuento, es la tarea ineludible de una intelectualidad que debería reelaborar la democracia, no a partir de la inspiración que producen tales experimentos en otras latitudes, como Sudáfrica (después del "apartheid"), Alemania (después de la unificación) o Italia (después de su último gobierno constitucional), sino porque, nosotros mismos, para bien o para mal, hemos sido capaces de generar nuestra propia cotidianidad revolucionaria y hay que rescatarla en virtud de la generosa probidad de nuestros pueblos.

Sexto problema.

Lo peor que un pueblo y sus intelectuales pueden hacer es sentir vergüenza de su historia. Nunca será justo ni civilizado, por ejemplo, tratar de definir a la cultura alemana, a partir únicamente de la dictadura nazi. La cultura alemana es también, y sobre todo, Goethe, Mozart, Beethoven y Günter Grass. De la misma forma, la historia de Nicaragua no es solo la historia de la dictadura de los Somoza. Tampoco lo es exclusivamente la historia de la revolución sandinista. Sin embargo, es muy arriesgado sostener que la historia de las luchas populares es un tema penoso, y que, en época de globalización, deberíamos pensar sólo en los momentos posteriores a los mismos. De tal manera que ya es oportuno empezar a hablar de literatura pos revolucionaria, pintura pos revolucionaria y democracia pos revolucionaria, donde la palabra revolución se encuentra en franca desventaja. Siendo así, entonces, para evitar tal desventaja, empezamos a hablar de las artes de pos guerra. Este nuevo concepto, más vacuo  e insípido, nos dice de las tremendas angustias y penas por las que pasan algunos académicos para escamotearles a sus pueblos la justa historia que merecen.

Séptimo problema.

Pero las falacias y la vulgaridad de los teóricos de la globalización en América Central van mas allá, y entonces nos hablan de un supuesto Renacimiento Democrático en América Central, cuando bien sabemos, los que todavía creemos que sabemos algo, que la democracia en esta parte del mundo es menos que un remedo. A la luz de este tejido claramente ideológico, nuestros "pensadores" globalizados quieren legitimar el buen uso que se haga de viejos mitos cargados de racismo y segregacionismo, como aquel de que, inevitablemente, hay pueblos que tienen una fuerte vocación para el totalitarismo, como le sucede a Nicaragua. Para evitar eso, dicen entonces desde Wall Street, hay que "globalizar" la democracia costarricense. En el trayecto no solo se deja sin identidad històrica al pueblo de Nicaragua, sino que se le hace el flaco favor a Costa Rica, de universalizar una cultura, la suya, que tiene todos los vicios, y no las virtudes, del inofensivo aldeano de que nos hablara Martí.

Lucubración final.

Para un historiador centroamericano, el que esto escribe, interesado en el trabajo cotidiano con el pasado para buscarle explicaciones al presente, y poder soñar con el futuro, lo que los teóricos, propios y extraños, quieren hacer con la historiografía revolucionaria centroamericana es simplemente inaudito. Pero es más siniestro nuestro silencio total al respecto.

La identidad cultural, històrica, política y social de América Central radica en la historia de las revoluciones y de los revolucionarios que le hicieron frente al colonialismo, al imperialismo y al neocolonialismo con todos sus matices. La tragedia de la globalización, para algunos al menos, es que ha sido muy mal comprendida y se ha visto reducida únicamente al tema de la universalización de los medios de comunicación.

La globalización, como aspiración ideológica, ha estado con nosotros desde que el Capitalismo vino al mundo, como dirían Polanyi y Landes, muy a pesar suyo. En América Central y el Caribe, hemos olvidado lo que la mundializaciòn capitalista le hizo a la revolución sandinista, le ha hecho a la revolución cubana, y quiso hacerle al gobierno de Chaves recientemente. Ahora bien, indistintamente de nuestras opciones políticas, es imperativo recuperar la historia revolucionaria centroamericana, de la misma forma que lo ha sido la historia empresarial, en la que parecen estar enfrascados muchos hasta el momento, con aspiraciones aparentemente académicas pero que ocultan la oculta historia de la verdadera historia de América Central: la de las bananeras, la de los ferrocarriles, la de las invasiones, los golpes de estado, las dictaduras, los terremotos, los huracanes y las inundaciones.

Esa es la identidad que la globalización y sus servidores quieren arrebatarnos.

San José, Costa Rica: 26 de junio de 2002.

Identidad cultural e imperialismo en América Central. Un problema para los historiadores. Universidad Nacional. Instituto de Estudios Latinoamericanos. Junio/Julio de 2002.

Rodrigo Quesada Monge: Historiador costarricense (1952), Premio Nacional de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica (1998). Tiene varios libros sobre historia económica, social y cultural de América Central y del Caribe, y publicaciones en varias revistas de América Latina, España y los Estados Unidos. Fue Jurado Internacional (rama de ensayo) del prestigioso Premio Casa de las Américas de Cuba (2001). Profesor invitado en la Universidad Libre de Berlín (1989) y en la Universidad de Wisconsin (1991).

 

Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr
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