Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 41
Julio de 2002

PSICOFUTBOL

Por: Marcos Winocur

Nada tan doloroso como lo que pudo ser y no fue cuandoyo mismo me adjudico la culpa del fracaso. Como diceel tango, y me permito traducirlo al idioma mexicano:"lo que más coraje me da es haber sido tan tonto".Aquí el protagonista se duele sobretodo de habersedejado embaucar por una vieja que sólo buscaba la lanay lo dejó en la calle. ¿Cómo no me di cuenta...? Ybien, en el caso que nos ocupa se trata del futbol, undelantero solo frente al arco... y falla. No es laúnica vez que ha sucedido pero un caso resalta:  elmundial de 1998, México va ganando 1-0 a Alemania yLuis Hernández, "El Matador", pierde la oportunidad desu vida. Es suficiente comparar sus fotos antes ydespués del gol "que no fue", para comprender todo loque se dejó caer en un segundo de la manera másincreíble.

"Increíble", en esa apreciación coincidieronlos medios. No se trató de un tanto más o menos en unpartido cualquiera, era el gol que habría colocado aMéxico en un favorable 2-0 ¡cuando estaba en juego supase a los cuartos de final! Un pase histórico, habríasido el primero logrado por México desde su debout enestos campeonatos. Y el equipo venía jugando bienhasta aquel "día triste" cuando Luis Hernández quedósolo frente al arco, entregando el balón a las manosdel portero. El propio capitán del equipo de Alemania,hizo este comentario a la prensa: "La jugada quecambió (la suerte en) el partido fue ésa en que eldelantero con el número 15 falló... para nuestrafortuna." En efecto, a partir de ese momento losteutones se recuperaron, ganando el encuentro  2-1 yel pase a cuartos de final.

¿Por qué? Es llegado el climax delencuentro. Para que los alemanes vieran apachurrada sumoral, hacía falta más que la mínima diferencia.México iba ganando 1-0 y se le servía en bandeja el2-0. Un marcador así desmoraliza a cualquiera, inclusosi se es teutón primermundista. Y en cambio hubierasido el tónico que el equipo mexicano necesitaba paramantener el dominio de campo y coronar la victoria. Nofue así. A partir de aquel fallo, mientras losalemanes se agrandaban, los mexicanos vieron caer sumoral y su eficiencia. ¿Por qué? -insisto enpreguntar. Tal vez parezca que voy demasiado lejos enmis conclusiones, pero se diría que los germanosrecibieron este mensaje de su contrincante: "noqueremos ganar, y aquí tienen la prueba". Y el balónfue a manos del portero.

Hay quien vincula este tipo de gaffes encompetencias deportivas internacionales conacontecimientos decisivos en la historia de México,que habrían dejado un sedimento de derrota y deaceptación de ésta. Me refiero naturalmente a laconquista española del siglo XVI que diezmó a lapoblación y redujo a la esclavitud a lossobrevivientes. Y en el siglo XIX, la pérdida de mediopaís a manos del vecino del Norte. Pero me parece unamanera simplista de ver las cosas. Por lo demás,México se sobrepuso después a lo que podríaconsiderarse como la dominación extranjera con eltriunfo en la batalla de Puebla en el siglo XIX, queexpulsó del país a los franceses. Y en el siglo XX conla nacionalización del petróleo resuelta por elPresidente Cárdenas, que puso un alto al vecino delNorte.

A mi modo de ver, no es México, es elTercer Mundo, es decir, un fenómeno más general ycompartido por decenas de países... y el balón fue amanos del portero. Creo que el tercermundista LuisHernández, a pesar de que a esas alturas era ya uno delos goleadores de aquel mundial y, además, se lo habíaconsagrado como el jugador más sexy del evento, seasustó del paquete que se le venía encima. Una cosafaltaba a "El Matador" para alcanzar la gloria, y fueese gol que dejó escapar, un gol que un chamaco de 10años habría convertido alojando el balón al fondo dela red con toda soltura.

"El Matador" se inhibió esta vez frente altoro, tuvo miedo de la gloria, prefirió opacarse...¿cómo un tercermundista se atrevía a sellar la suertede Alemania, dejándola fuera del mundial? Y sinembargo un negro pudo ganar en las olimpíadas deBerlín en los años treinta ante los ojos incrédulosdel Führer, un equipo africano acaba de derrotar en elmundial 2002 al francés, campeón del anterior. Así,pues, el sentimiento de inferioridad tercermundista,puesto de manifiesto en las competencias deportivas,no es un fatal destino. Puede remontarse y dar lasorpresa, tal como se ha demostrado en más de unaoportunidad.

En el caso que nos ocupa, se suma otrofactor: la inmediatez del triunfo. Todo se concentróen el instante del puntapié a la pelota frente alarco. Y es cuando surgió inesperadamente el granenemigo que todos llevamos dentro: el yoautodestructivo. Si nos encuentra con la guardia baja,si no hemos logrado un grado óptimo de concentración,puede lo fácil convertirse en tragedia. Es evidenteque el delantero mexicano perdió el control sobre sucuerpo. Ya lo tengo, es pan comido... y en eseinstante decisivo lo dejo caer. ¿Qué había pasado? Uncomentarista deportivo registra lo siguiente: "Elgesto de él (Luis Hernández) es quererla (a la pelota)cambiar al otro lado del palo pero le cayó alportero." La observación es elocuente. "El Matador" nogobernaba su cuerpo; su mente o, si se quiere, laparte consciente de su mente, quería meter el gol,pero su cuerpo no obedeció.

Vivimos entre fantasmas y ellos esperan porsu oportunidad, cuando más daño puedan hacer, cuandopor una fracción de segundo la voluntad baje losbrazos. Hay algo, prefiero llamarlo los fantasmas, quese interpone entre mente y cuerpo. Para ir más allá eneste planteo, habría que conocer la vida del delanteromexicano, cosa que está fuera de mis posibilidades. Ensuma, el haber dejado escapar la gloria esparangonable al suicidio, cuando lo autodestructivo"no se mide", cuando es llevado al límite.

Y luego, aceptando la culpa, lo atribuyo ala torpeza, al misterio: "no sé qué me pasó", es lamala suerte que me persigue, me puse nervioso. O bien,la incertidumbre: "en el futbol puede pasar cualquiercosa". Justificativos no faltan en lugar de reconocer:el hombre tanto es capaz de construir como dedestruir, y en ocasiones va tras su propio fracaso. Enese gol fallido la naturaleza ambivalente del serhumano estuvo en juego, y no se trataba de poca cosa:el futbol es pasión de multitudes, el derecho a decir"mi equipo es el campeón", que es proclamar: "somoslos mejores", ellos como equipo y yo que supe elegirloentre todos o, si se trata de un mundial, "yo, que henacido en este país, mi patria es la mejor", somos lossuperchingones del orbe. El orgullo nacional está enjuego, el prestigio a nivel individual se asocia.

Por más ramplón que nos parezca este tipode conclusiones, ellas están a la base de lapsicología de masas, trátese de una multitud reunidaen una cancha con el trasfondo de millones prendidos ala tele, como quienes, también en números de nuevecifras, se han inmolado marchando a las guerras entregrandes potencias, tal la del 14-18. O siendoarrastrados al nazismo años después en Alemania. Esasí, el mismo signo de exaltación colectiva eirracional hace de la competencia deportiva unlaboratorio para observarnos en el espejo de losbloqueos, arrastrados desde quién sabe cuándo y quevehiculizamos de una manera u otra en la pasión delfutbol. Por una fracción de segundo, Luis Hernándeztuvo ante sí a familia, amigos, vecinos y al paísentero, su patria, sin contar a los  televidentes delorbe, la presión fue enorme, falló.

¡Tantas cosas en juego! El futbol en Latinoamérica yen Europa, como el beisbol  en Estados Unidos, sonpopulares al grado de despertar más interés que lapolítica, aun cuando Jorge Luis Borges haya dicho delprimero con desdén intelectual y ánimo de traviesaprovocación:  juego consistente en "22 idiotascorriendo detrás de una pelota".

Todo esto nos remite a la cuestión de lavoluntad. Desde la escuela primaria, desde el hogarpaterno, desde el sermón de la iglesia, hemos sidoeducados en el "querer es poder", en el "persevera ytriunfarás", en el "ayúdate y Dios te ayudará". Yluego hemos descubierto que la voluntad no es tansoberana como la pintan, ella se crea a partir de lasmotivaciones. Y en el caso que nos ocupa no podían sermás fuertes, incluso eran excesivas, agobiantes comohemos visto, sentirse juzgado por millones y millonesde televidentes en el orbe, por el país entero y porlos círculos más cercanos de la  familia, los amigos,los vecinos. Ser héroe no es oficio fácil. Veo lasfotos de hace cuatro años publicadas en la prensa yrecuerdo las imágenes televisivas de entonces...  "ElMatador", atravesando la cancha triunfante, los brazosextendidos, la rubia melena al viento, una suerte depájaro blanco, cuántas veces lo hizo festejando susgoles. Y lo veo después de "el que no fue", parece unpollo mojado, los cabellos abatidos, del rostroborrada toda exaltación, levantando los brazos condesgano.

Hay quienes se abaten y quienes no,continúan alentando al equipo en cuanta ocasión seofrece, la voz de la tribuna en dura apelacióndirigida a la voluntad del equipo: ¡sí-se-puede,sí-se-puede, sí-se-puede!

Pero aquella vez, hace cuatro años,"no-se-pudo". ¿Cuál será el saldo del mundial 2002? Enmomentos en que se escriben estas líneas, México,después de ir perdiendo 1-0, ganó 2-1 al equipo deEcuador, todavía en la brega por pasar a octavos definal, lo cual, último momento, acaba de lograr a lacabeza de su grupo. Ojalá las tribunas esta vezatruenen al cabo de cada desafío en los encuentros quenos esperan con un ¡sí-se-pudo!

Para que sea lo que hace cuatro años no fue. Y que seaun "hispano-triunfo" para todos los que hablamosespañol de uno y otro lado del Atlántico.


Si quiere comunicarse con Marcos Winocur puede hacerlo a: marcoswinocur@yahoo.com.mx
Esperamos Su Opinión.
¿No está suscrito? Suscribase aquí. 

[Volver a la Portada]


Las opiniones vertidas en Escáner Cultural son responsabilidad de quien las emite, no representando necesariamente el pensar de la revista.