Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 32.
12 de Agosto al
12 de Septiembre de 2001.

desde el desierto
EL ABISMO DEL DESPLAZAMIENTO

Por: Iair Menachem

Hay una parte del problema que está enraizada en lo mal que se lleva mi religión de los arquetipos con el desplazamiento, en tanto ritual de comunicación inmediata con la realidad.

 Creo que, con gran esfuerzo y un "setting" que colabore a la serenidad, cualquier hombre de espíritu sensible a los arquetipos, enamorado de ellos, podría desplazar sus sentimientos en puridad, con todo su énfasis, de una mujer a otra, entre las que son, de uno u otro modo, agonistas del área ígnea de su conciencia, aquéllas cuya imagen mental se asocia inmediatamente a una inflexión en su vida.
Trátese de amor proactivo u de añoranza, de irrefrenable deseo del cuerpo y aún de repugnancia, hay una brecha, un agujero libre de sentido en el discurso del sentir que, a modo del espacio vacío en el juego del 9 (que trae sólo 8 fichas) da lugar a cualquier reordenamiento general por vía del desplazamiento lento y metódico, pausadamente, punto por punto.

Si le perdonaran a uno la historia, la circunstancia sucesiva, y la cultura, si se fuera el inmortal embrutecido desde la sabiduría, devenido bruto ya del otro lado de la cima, el proceso sería acaso automático como ocurre en los seres "pre-inteligentes"... pero englobaría un proceso -ya automatizado y aún inconciente- de altísima complejidad: el tipo desplazaría su amor, su pasión, incluso el diálogo y la experiencia compartidas, al ejemplar del subgrupo de hembras compatibles con él más próximo en cada instante. Por donde se lo mire, el agujero y el procedimiento son igualmente aplicables a la ideología que adoptara los signos correctos como fuere que lo hiciese, o al desplazamiento de una pulsión consentida pluralmente entre un partido político y un cuadro de fútbol y por fin un grupo de rock.
 
Creo que hasta al dolor se lo podría desplazar del mismo modo, de uno a otro objeto, de una a otra idea, de uno a otro fetiche; creo que también la felicidad y el orgullo son susceptibles de desplazamiento como quien hace patinar la sensación sobre una pista de significados congelados, por los que va mariposeando un logos verbal que es palabra, es acción, y justo en el medio, en el suspènse de la realidad perceptual, es la experiencia casi sin tiempo en que el chispazo íntimo se traduce a palabras y acciones una y otra vez, hasta que encuentra su casilla o la que está libre y ahí reposa, como el niño que en mitad de la carrera para un instante para hacerse ver por sus padres, para verlos él, y entonces seguir tranquilo sabiendo que el ancla sigue allí. El peso específico y la ubicación del ancla son de las certezas fundamentales con que se cuenta cuando se ama; y es el colapso del ancla, precisamente, lo más inexplicable, lo más insuperable, para el amante que se descubre suelto en medio de la tempestad.

Lo de desplazar sentimientos de uno a otro lado, lo de jugar a las representaciones para cambiar el nombre a las cosas y por consiguiente el destino, en realidad, es lo que hacen de viejo formas varias de terapia -mira de qué viene a asombrarse uno-, religiones ritualistas y las constelaciones de fetiches sedientos de idolatría que pululan como moscas desde la política, desde el arte entendido como neg-ocio (el arte capitalista, el arte "medio de transmitir un mensaje" de orden o antagónico del orden, que es hacer el juego al orden), desde el deporte entendido por separado y ya con ello enfermo de intencionalidad ajena a su naturaleza.

En teoría, no encuentro qué impida incluir entre lo desplazable desde la conciencia, el signo de las ideas, el bando al que mi lectura de la vida me arroja; el código mediante; la decisión-sensación de ser malo y ser bueno, de ser bueno o malo...
... Si fuere trasplantable el sentimiento y el sentido mismo en alas de metáfora, de entreverar las fotos antes de editar la nota, ¿cómo se salvarían de serlo las ideas?
¿Adviertes el peligro, en lo individual? ¿la constatación de la perversidad, en lo social?

 ¿Es el Zelig de Woody Allen traspuestos los términos; ésto es: como caricatura de un inexorable colectivo llevado de las narices por un vector directriz? ¿Es el Nieztsche representado por el paratexto de su hermana maldita? ¿Es el lado obsceno de toda biografía no autorizada, y de toda autobiografía? ¿Quién expresa mejor la teoría y quién la capacidad: el nuevo orden o la contracultura en sus rostros más auténticamente furiosos? ¿En qué variable de la función se proyecta la intencionalidad?

 Acaso el salvavidas banal y prosaico, insultante de los egos intelectuales pero cuán seguro, sea el miedo. Oh, el pánico presente del otro lado de la transgresión. Una cosa es dislocar el Quijote en un análisis inofensivamente literario; otra es trabajar desde la literatura la propia vida, a lo Unamuno. La opción radical, la tercera vía: la de vivir la obra (y acaso, eventualmente, escribirla), la de vivir la propia asignación de sentido sin ceder paso a los consensos, la de soltar la imaginación y la fantasía como únicas formas de terapia ante el dolor del abandono, la de tomar todas las herramientas al alcance para desplazar el sentido de lo horrible y pestilente y hacerlo bello retroactivamente aún si es para cuidar en la intimidad una imagen, una idea exangüe, para velar a la procacidad el acceso a los rincones más queridos y que más duelen de la añoranza y la utopía (si es que no fueren una misma cosa), y todo eso a riesgo inevitable de la propia vida y de la cordura a lo más.
Ir escalando los peñascos del miedo hasta descubrirse del otro lado, y mirar entonces hacia atrás y descubrir que no hay tales peñascos, que seguramente nunca hubo, que la propia montaña era sentido del pensamiento propio, que había que aprender a escalar el miedo y ahora -agarrate catalina- "vas a conocer de veras de qué se trata ésto" y te sueltan así de pronto, como en todas las narraciones de iniciación, ahora solo de veras, con todo el tiempo y toda la mente para enfrentar al miedo que, ja, ¿habías vencido?. Avísame cuando termines, estaré en el restaurante de la esquina. Y aprende a aguantar los aplausos y los abucheos, porque estarás haciendo cosas raras que los demás dotarán de su propio sentido. O peor aún: te volverás invisible.

 No se puede volver del otro lado del espejo con la misma cara de matón, de puta salvaje con el pelo violeta, con que saliste. Desde la soledad del otro lado se va reculando despacito, marcha atrás, inadvertidamente, y recogiendo posturas "consensualizables" (consuensensasualicizables) de camino; las heridas y el desasosiego constante tamizan a los cobardes que decaen en la liberalidad, y dejan lugar al heroísmo; pero tragarse la lengua, tristecer por la aridez del terreno, por la inutilidad del cultivo, por la ausencia de oportunidad alguna al deleite, por necesitar desesperadamente un beso en el cuello y no hallarlo, por sentirse al otro lado del sinsentido, tamiza héroes y decaen intelectuales y locos y algún que otro que toma impulso y decae contador; decaemos locos que no lo estamos pero hasta que hallamos pares que hablan nuestro idioma vamos drenando ánimo y peso desde el momento del quiebre. Y no sé a quién dejará después de los tamices, allende la cauterización de los nervios sensibles a la belleza.

Resta aún de la desnudez el miedo, vestido acaso de reverencia, de numinosidad, de pavor ante la indiferencia, ante la radicalidad de lo No Otro, previniendo el salto por sobre y dentro del Abismo del Desplazamiento. Resta el miedo con sentido de rabia y también de religiosidad, como herramienta de control del sentido (que es donde está la trampa). Y sé que resta algo más, acaso desde el miedo, en la próxima pantalla, después del desierto. Que es donde, cuando no tengo miedo, me sé. Y desde donde estoy tratando otra vez de aprender a balbucear, a caminar, a pedir la teta, a identificar colores y amores. A significar.

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ACOTACIONES en curso:

acotación primera:

lo mismo pasa en el mundo de los negocios.
¿a qué mente acotada y enferma se le puede ocurrir que la calidad, la cantidad o la personalización de la publicidad, que la publicidad misma, que cualquier elemento fijo de la gestión, tengan algo que ver directamente con el éxito de un negocio?
¿no están contaminados por todas partes los anales del capitalismo de ejemplos de esa suerte de magia, de vector caído de la nada, que distribuye gracia y desgracia por doquier entre emprendimientos que terminan fijando la regla del instante, de la que después, siempre después y siempre cambiante, se quiere sacar conclusiones?
¿no son, dijera jarry, apenas si colecciones de excepciones (efímeramente) poco excepcionales las reglas de éxito que desde infinidad de recopilaciones se nos instila?
¿no están todas las leyes que vivimos o asumimos preñadas de aleatoriedad, voluntarismo o traición desde la vocación de poder?
y es, sin embargo, el mismo discurso, o la misma dialéctica de discursos, que permanece y se desplaza de sentido en sentido todo el tiempo. sea cual toque ser al valor del sentido cada vez.
¿qué hacer, para no estar perdiendo el tiempo?

 

Si quieres comunicarte con Iair Menachem puedes hacerlo a: rayovioletaycalor@yahoo.fr

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