Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Pintura

Little Chilean Thoughts

"Movimiento Suspendido", de Isabel Santibañez, 2013. Fotografía de Nebs Pereira.

Isabel Santibáñez, "Movimiento Suspendido", MAC, 2013.
Fotografía de Nebs Pereira.

 

La marcha social en “Movimiento suspendido”, de Isabel Santibáñez (2013)

 

por Carolina Benavente Morales
www.therealcarolin.cl

 

En “Movimiento suspendido”, exhibición abierta hasta el domingo 24 de noviembre de 2013 en el Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal, Isabel Santibáñez nos entrega el resultado provisorio de una interesante investigación. La artista busca, en efecto, que el espectador participe de una obra que él mismo protagoniza, ya que en ella se tratan y retratan diferentes marchas sociales que han tenido lugar en Santiago en el último tiempo. Debido a la importancia que han adquirido, el arte chileno las está convirtiendo en una de sus instancias privilegiadas de elaboración, llegando incluso a titularse En marcha una reciente compilación de textos teóricos realizada por Carol Illanes (Santiago: Adrede, 2013). Dentro del corpus de obras relativas a este tópico, sin embargo, la propuesta de Isabel Santibáñez se destaca por articular un conjunto ampliado de problemáticas relevantes a la producción artística contemporánea; conjunto dentro del cual sobresale una complejización de la relación con el espectador que vuelve esta obra muy atractiva para el público asistente a la exhibición.

Es posible hablar, a lo menos, de dos grandes entradas al fenómeno de las marchas en la reciente producción artística chilena. Una de ellas, de carácter resueltamente contingente y activista, se suma a las marchas mediante diferentes obras con carácter de intervención objetual o performativa. En este vasto e inestable conjunto, es posible reagrupar todos los letreros, las consignas, las botargas, los cuerpos pintados, objetos alegóricos, comparsas, flashmobs, maratones, etc. que, desprendiéndose del mismo movimiento social, son de factura más bien anónima, colectiva y popular. Ello pese a que algunas de estas producciones sean el fruto de actores insertos en el campo artístico docto, especialmente por medio de las escuelas de artes visuales universitarias. Es el caso, por ejemplo, de la silla escolar gigante hecha en Santiago o del gran lienzo de “Valís one dollar” realizado en Valdivia el año 2011, entre muchos otros.

Escáner Cultural nº: 
163
 
 
“Pinto, luego existo” 
 
El pintor chileno, radicado en Alemania, Hans Braumüller, inaugurará en Santiago, el
24 de octubre a las 20.00 horas la exposición “Pinto, luego existo “ en la galería de arte Oops ubicada en Av. Italia 1194 , barrio Italia. La muestra permanecerá abierta hasta el 3 de noviembre.
 
Paisajes, simbología indígena, antiquísimos signos linguísticos sudamericanos y patrones de tejidos precolombinos se pueden encontrar en las inspiradas pinturas de Hans Braumüller.
 
“Mis obras son un anhelo por encontrar un puente entre las culturas y los tiempos. Es importante para mí que personas ajenas al arte, como un niño, se sientan tocados.
Por ello empleo elementos simples: árboles, rostros, siluetas humanas, piedras, como una especie de entrada a mundos de pura abstracción y filosofía”, explica Braumüller.
 
El artista experimenta con los formatos en forma extraordinaria. Concibe pinturas girables, en las cuales se puede encontrar un sentido desde cualquier perspectiva.Y como pintor “salvaje” puede prescindir del caballete usando, por ejemplo, la muralla o el suelo, consiguiendo hermosos planos pictóricos.

EntreVistArtista (EVA)

Entrevista a JULIO OJEA MERÍN

Entre Tú y Yo: ROSA MATILDE JIMÉNEZ CORTÉS

 

"...Con ese laberinto de brazos tendidos y manos cogidas te atrapan verdaderamente en la red que forman y te quedas mirándolos sin pensar, o en las nubes, intrigado sin saber de qué. Gaya Nuño decía que un valor que debe tener una obra de arte es el misterio, y a sus cuadros no les falta de ninguna manera... Esas variaciones que siempre son distintas pero que nunca dejan que te olvides del núcleo original siempre enganchan e intrigan, como las figuras de un surtidor o de las llamas o los reflejos del sol en una piscina, o el ruido del agua que corre. Nunca aburren precisamente porque siempre tienen algo que dura, que permanece."

(Juan Renales)

 

Julio Ojea, pintor español(1955). Nació en Madrid, estudió y asistió acursos de dibujo, pintura, cerámica, esmaltes y tapices. Trabajó en cine y televisión; actualmente vive y trabaja en Roma. A partir de 2012 es invitado por Jiménez Cortés a colaborar en proyecto EntreVistArtista (EVA) como traductor de entrevistas.

 

Proyecto EntreVistArtista (EVA) © 2009 – 2013

Autora/Entrevistadora: Rosa Matilde Jiménez Cortés
“Entre Tú y Yo”: Julio Ojea (España)

 

EntreVistArtista: Un cuadro de los primeros tiempos, réplica de un perfil; año 1973. ¿Cómo era el perfil del pintor en cierne a los 18 años en comparación con el maestro 39 años después?

Julio Ojea: Si no recuerdo mal, era un balbuciente entusiasta que hablaba poco o nada, sólo con la pintura, y observaba apasionadamente absorbiendo la realidad sin saber bien cómo descifrarla. Con el tiempo los horizontes infinitos se van cerrando, la vista disminuye su agudeza pero la mente que está detrás, se concentra en lo importante y la mano da menos vueltas.

 

E.V.A: Las inquietudes de aquel joven en apariencia despreocupado, ¿cuáles eran? ¿Aspirabas ser alguien en concreto o acariciabas un sueño inalcanzable?

JO: Aspiraciones de destacar o de triunfar nunca las he tenido. Me conformaba que le gustara a algún amigo lo que hacía. Un sueño inalcanzable sí que lo tenía: la Libertad. Supongo que como todos los jóvenes, y parecía tan fácil en aquella época de final de dictadura. "Ama y haz lo que quieras"de San Agustín, lo asumía yo como primer mandamiento. Entonces parecía todo así de sencillo.


Escáner Cultural nº: 
161

El texto “RETRATOS: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile” de Ana Karina Lucero, que trata sobre la obra de Carlos Altamirano está separado en siete partes que han sido entregadas mes a mes en esta publicación, en esta lista se pueden leer todas las parte del texto:

I. INTRODUCCIÓN http://www.revista.escaner.cl/node/6638

II. Capítulo I http://www.revista.escaner.cl/node/6659

III. Capítulo II http://www.revista.escaner.cl/node/6689

IV. Capítulo III http://www.revista.escaner.cl/node/6744

V. Capítulo IV http://www.revista.escaner.cl/node/6825

VI. Capítulo V http://www.revista.escaner.cl/node/6887

VII. Corolario y Bibliografía http://revista.escaner.cl/node/6947

 

Estos capítulos están presentados en esta sección en orden decreciente, desde el último (Corolario) hasta el primero (Introducción).

Carlos Altamirano, Retratos (detalle, 1996)

 

RETRATOS: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile

COROLARIO

 

Ana Karina Lucero
altazor_2004@yahoo.es

 

En este período de postdictadura y/o transición la impronta se sostiene en el cierre de capítulo, en dar vuelta la hoja. Perspectivas que rodean el lema del pasado de la dictadura, particularmente la violación a los derechos humanos, con sus dispositivos mnémicos bibliográficos y archivísticos.

 

El presente se convierte entonces en un nudo capaz de hacer que el recuerdo no sea regresión, sino más bien un vaivén por recovecos de una memoria que transita por una multidireccionalidad crítica. El retorno a la democracia- en su variante chilena- edificó una escenografía de discursos en torno al problema de la memoria y la tensión permanente entre olvidar-sepultar y abrir- recordar.

Queda entonces la posibilidad de imaginar el trabajo de una(s) memoria(s) descartando la pasividad del recuerdo cosificado, que apele más bien a la formulación de enlaces constructivos entre un pasado que porta recuerdos silenciados que discrepan con las memorias oficiales. Resolver dicha situación de manera crítica, permite evitar la nostalgia antidictatorial como asimismo, resistir la tentación amnésica.

 

Es por ello que las prácticas artísticas y culturales que generaron reelaboraciones de los episodios más tortuosos de ese momento histórico, son las mejor preparadas para intervenir en la teatralidad del consenso. En síntesis y valiéndome de las palabras de Elizabeth Jelin en su texto “¿De qué hablamos cuando hablamos de memorias?”, es preciso delimitar lo siguiente:

 

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Carlos Altamirano, Retratos

 

RETRATOS: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile

CAPÍTULO V

Ana Karina Lucero
altazor_2004@yahoo.es

 

Fotografía y desaparición

La fotografía no rememora el pasado (no hay nada de proustiano en una foto). El efecto que produce en mí no es la restitución de lo abolido (por el tiempo, por la distancia), sino el testimonio de lo que veo ha sido. Ahora bien, éste es un efecto propiamente escandaloso. Cada vez la fotografía me sorprende, me produce una sorpresa que dura y se renueva inagotablemente. Tal vez esa extrañeza, esa obstinación, se sumerge en la sustancia religiosa en la que he sido modelado; no hay nada que hacer: la fotografía tiene algo que ver con la resurrección”

Roland Barthes, La cámara lúcida

Una expresión artística como la de Carlos Altamirano, instalada en una época de desaparición -como lo señalaba Déotte- es un arte que respeta una ley que le es exterior, es decir, que lo insta a recoger y levantar a aquellos sujetos concebidos por la tradición histórica como “los vencidos” o “los sin huella”.

Altamirano plantea un trabajo desde los límites. Por un lado, se hace cargo de los desaparecidos1 exponiéndolos, sobreponiéndolos a una cinta continua de elementos antagónicos. El lienzo combina el pasado y el futuro (pretérito que es rastro y trazado, rostros en blanco y negro que se desplazan por una iconografía kitsch, excesiva, difusa que no es más que una lectura de un presente carente de referencias claras).

Al establecer como “desaparecidos” a las víctimas de asesinato político, el lenguaje y la designación operan desde la ligazón afectiva y el ausentamiento refractario. Proporcionan los significantes necesarios mediante los cuales el nexo familiar se traduce y se enuncia, planteando una historia homologable a una experiencia universalizable.

Igualmente, se debe considerar que la palabra “desaparecido” posee o poseería una doble significación: por un lado, es capaz de referir una experiencia común o estado empírico y por otro, proporciona una imagen verdadera de un estado singular del mundo.

Por otra parte, hemos obtenido noticias de numerosos testimonios que intentan hacer representable aquello que no lo es: cuerpos que se inclinan a besar las botas de sus maltratadores, descargas eléctricas en las zonas genitales; quemaduras, golpes, encierros asfixiantes; privación de agua y alimentos, simulaciones de fusilamiento, obligación de comer excrementos; cuerpos tendidos en capas, pisoteados.

 

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Carlos Altamirano, Retratos (detalle, 1996)

 

Retratos: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile

CAPÍTULO IV

 

Ana Karina Lucero
altazor_2004@yahoo.es

 

I. Retratos: Esbozo de una trama

De todo el repertorio simbólico de la historia chilena de estos años, la figura de la memoria ha sido la más fuertemente dramatizada por la tensión irresuelta entre recuerdo y olvido -entre latencia y muerte, revelación y ocultamiento, prueba y denegación, sustracción y restitución- ya que el tema de la violación a los derechos humanos ha puesto en filigrana de toda la narración chilena del cuerpo nacional la imagen de sus restos sin hallar, sin sepultar. La falta de sepultura es la imagen -sin recubrir- del duelo histórico que no termina de asimilar el sentido de la perdida y que mantiene ese sentido en una versión inacabada, transicional”

Nelly Richard, La insubordinación de los signos


La obra de Carlos Altamirano se ajusta a una doble filiación. Su ingreso al circuito artístico parte con los acercamientos y conversaciones que sostiene con dos miembros activos de lo que se denominó otrora como “escena de avanzada”. En este caso, nos referimos al performer Carlos Leppe y a la crítica de arte Nelly Richard, quienes incidieron profundamente en la formación artística de Altamirano.

 

El período más relevante y fructífero para Altamirano- en relación a su incorporación en esta escena- se puede fijar entre los años 1977 a 1981, momento en que Altamirano se distancia de la principal agrupación de artistas de ese momento, denominada como Colectivo de Acciones de Arte. El gesto es rotundo y la decisión es adoptada a raíz de los profundos reparos que tiene en relación a las directrices esbozadas por el grupo y a lo críptico de su lenguaje y procedimientos de representación.

El Colectivo de Acciones de Arte circunscrito al período de fines de los setenta (1979 para ser más precisos) e integrado por Raúl Zurita, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Fernando Balcells y Diamela Eltit, como principales exponentes; coincidió con una de las fases de redefinición política del modelo autoritario, momento que condicionó la actuación del movimiento cultural opositor.

El régimen, durante los años 1973-1997 se encargó de transmitir una visión sustentada en la negación del pasado, que derivó en una suerte de sustracción de la idea de “memoria colectiva”, detentadora de la fuerza ideológica y simbólica del gobierno de la Unidad Popular.

Un segundo momento, denominado como “fundacional” abarca el período comprendido entre los años 1977 a 1981, y se caracteriza por la conjunción entre la preocupación del “gobierno” por fabricarse una imagen determinada y por otro lado, consolidar su hegemonía mediante un encuadre ideológico y económico.

 

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Retratos: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile
CAPÍTULO III

Ana Karina Lucero
altazor_2004@yahoo.es

La narrativa pictórica de Carlos Altamirano


Resulta relevante determinar que lo anteriormente descrito, corresponde al contexto en el que se enmarca el objeto de estudio que analizaremos, en este caso, nos referimos a la obra “Retratos” del artista plástico chileno Carlos Altamirano, exhibida entre noviembre y diciembre de 1996 en el Museo Nacional de Bellas Artes.

La elección de dicha obra está cimentada en el diálogo que éste trabajo establece con el período de la historia de Chile denominado como “transición a la democracia”, y la lectura paradojal y multidimensional que ella instala en relación a la noción y cuestionamiento -recurrente y medular-de esta etapa: la pregunta sobre el rol de la memoria y/o las memorias.

Delimitamos este último punto sirviéndonos de uno de los planteamientos centrales del texto “Los trabajos de la memoria” de Elizabeth Jelin1; donde la autora señala -a modo introductorio- lo siguiente:

Primero, entender las memorias como procesos subjetivos, anclados en experiencias y en marcas simbólicas y materiales. Segundo, reconocer a las memorias como objeto de disputas, conflictos y luchas, lo cual apunta a prestar atención al rol activo y productor de sentido de los participantes en esas luchas, enmarcados en relaciones de poder. Tercero, “historizar” las memorias, o sea, reconocer que existen cambios históricos en el sentido del pasado, así como en el lugar asignado a las memorias en diferentes sociedades, climas culturales, espacios de luchas políticas e ideológicas”2.

Esta precisión es muy productiva en la medida en que se cuestiona la univocidad de la memoria, y se propone una conceptualización más descentrada, descompuesta en niveles de significación individuales, subjetivos y contradictoriamente plurales, consensuados y condensados en un armazón con características hegemónicas.

 

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RETRATOS: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile

CAPÍTULO II

Ana Karina Lucero
altazor_2004@yahoo.es

 

El proyecto y los acuerdos

De acuerdo a lo anteriormente descrito, podemos observar los primeros factores u orientaciones que determinaron el proceso de transición chileno. El acápite que acabamos de iniciar abordará someramente los acuerdos políticos que permitieron que se derivara de un régimen autoritario a uno democrático, pero también nos situará desde el quiebre institucional original (si es que resulta pertinente utilizar esta palabra) hasta la “redemocratización del país” que según Godoy, era uno de los compromisos del régimen militar1.

Dicha promesa fue posteriormente reafirmada en un acto público (el Discurso de Chacarillas, episodio que cobró un cariz pavorosamente ritual, acaecido el 9 de julio de 1977). La definición de democracia expuesta por Pinochet en su discurso estaba absolutamente disociada de la concepción ampliamente socializada; ajena por lo demás, a las democracias pluralistas occidentales.

Para Pinochet la democracia debía configurarse como un constructo “autoritario, protegido, tecnificado e integrador”. Con posterioridad a dicha declaración, se produjo una gran difusión de la concepción de “democracia” que el gobierno autoritario se proponía darle al país. Este proyecto tuvo carácter de fundacional, y en él, se pueden encontrar las bases del régimen político que más tarde quedará plasmado en el documento constitucional de 1980.

Según Godoy, la democracia protegida consagrada en la Constitución de 1980, antes de su reforma en 1989, representaba un ordenamiento más democrático y flexible que otras opciones que se barajaban dentro del régimen.

 

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Autorretrato recordando


Carlos Altamirano, Retratos (detalle, 1996)

 

El texto “RETRATOS: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile” de Ana Karina Lucero, que trata sobre la obra de Carlos Altamirano está separado en siete partes entregadas mes a mes en esta publicación que ahora culmina con el Corolario, en esta lista se pueden leer todas las parte del texto:

I. INTRODUCCIÓN http://www.revista.escaner.cl/node/6638

II. Capítulo I http://www.revista.escaner.cl/node/6659

III. Capítulo II http://www.revista.escaner.cl/node/6689

IV. Capítulo III http://www.revista.escaner.cl/node/6744

V. Capítulo IV http://www.revista.escaner.cl/node/6825

VI. Capítulo V http://www.revista.escaner.cl/node/6887

VII. Corolario y Bibliografía

 


 


Carlos Altamirano, Retratos (detalle, 1996)

 

RETRATOS: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile

COROLARIO

 

Ana Karina Lucero
altazor_2004@yahoo.es

 

En este período de postdictadura y/o transición la impronta se sostiene en el cierre de capítulo, en dar vuelta la hoja. Perspectivas que rodean el lema del pasado de la dictadura, particularmente la violación a los derechos humanos, con sus dispositivos mnémicos bibliográficos y archivísticos.

 

El presente se convierte entonces en un nudo capaz de hacer que el recuerdo no sea regresión, sino más bien un vaivén por recovecos de una memoria que transita por una multidireccionalidad crítica. El retorno a la democracia- en su variante chilena- edificó una escenografía de discursos en torno al problema de la memoria y la tensión permanente entre olvidar-sepultar y abrir- recordar.

Escáner Cultural nº: 
160

INTERSECCION AGUDA

PAULA VALENZUELA ANTÚNEZ

GALERIA OOPS!

 

DEL 25 AL 31 DE JULIO


Las pinturas de Paula Valenzuela Antúnez (Chile, 1988) escapan al horizonte, fuerzan el azar de la composición e invitan a dejar de lado lo que se suele entender por paisaje. A medio camino entre lo manifiesto y lo latente, sin atisbar el esquivo punto de resolución de obra, estas pinturas apuntan a compartir una vivencia, o dicho de otra manera, una experiencia: la experiencia del paisaje.

La técnica, siguiendo esta dinámica, se somete a la ley de lo casual, quiebra las líneas, multiplica los accesos y en definitiva lo que queda a la vista es una construcción de paisajes irresolutos. Así, el mirar debe ser entendido como un dictado de la memoria, y el camino, como un trazo que se repliega sobre sí mismo.

Juan Yolin

 

MARÍA TERESA ILIC, ARTISTA NACIONAL

 

Por Alejandro Beltrán V.

Maria Teresa Ilic, artista nacional nacida en el hermoso pueblo de Villa Alegre, es de aquellas personas que están destinadas tarde o temprano a desarrollar aquellos talentos y manifestar su pasión por el arte de forma libre y desatada.

A temprana edad se reconoció como una artista en ciernes, sin embargo comenzó sus estudios pasado los 40 años, después de tener y criar una bella familia.

Su relación con el arte viene de la mano de su tio abuelo, Carlos Dorlhiac (1880 – 1973) , eximio fotógrafo, dibujante con pluma y tinta sobre papel, de quien heredó la emoción, el asombro y la dicha contemplando sus obras desde pequeña.

“...pienso que por mas que uno mire y estudie a otros pintores, de lo que obviamente se aprende mucho, existe algo “propio” adentro de cada artista, una impronta, un camino, un estilo, y la pasión, que va despertando aquello que traes en la genética” (cita)

Autorretrato recordando

Carlos Altamirano, Retratos

 

RETRATOS: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile

CAPÍTULO V

 

Ana Karina Lucero
altazor_2004@yahoo.es

 

Fotografía y desaparición

La fotografía no rememora el pasado (no hay nada de proustiano en una foto). El efecto que produce en mí no es la restitución de lo abolido (por el tiempo, por la distancia), sino el testimonio de lo que veo ha sido. Ahora bien, éste es un efecto propiamente escandaloso. Cada vez la fotografía me sorprende, me produce una sorpresa que dura y se renueva inagotablemente. Tal vez esa extrañeza, esa obstinación, se sumerge en la sustancia religiosa en la que he sido modelado; no hay nada que hacer: la fotografía tiene algo que ver con la resurrección”

Roland Barthes, La cámara lúcida

Una expresión artística como la de Carlos Altamirano, instalada en una época de desaparición -como lo señalaba Déotte- es un arte que respeta una ley que le es exterior, es decir, que lo insta a recoger y levantar a aquellos sujetos concebidos por la tradición histórica como “los vencidos” o “los sin huella”.

Altamirano plantea un trabajo desde los límites. Por un lado, se hace cargo de los desaparecidos1 exponiéndolos, sobreponiéndolos a una cinta continua de elementos antagónicos. El lienzo combina el pasado y el futuro (pretérito que es rastro y trazado, rostros en blanco y negro que se desplazan por una iconografía kitsch, excesiva, difusa que no es más que una lectura de un presente carente de referencias claras).

Escáner Cultural nº: 
159
Autorretrato recordando

 



Carlos Altamirano, Retratos (detalle, 1996)

 

Retratos: Sobre la (im)posibilidad de configurar una versión pictórica de la memoria en Chile

CAPÍTULO IV

 

 

Ana Karina Lucero
altazor_2004@yahoo.es

 

I. Retratos: Esbozo de una trama

De todo el repertorio simbólico de la historia chilena de estos años, la figura de la memoria ha sido la más fuertemente dramatizada por la tensión irresuelta entre recuerdo y olvido -entre latencia y muerte, revelación y ocultamiento, prueba y denegación, sustracción y restitución- ya que el tema de la violación a los derechos humanos ha puesto en filigrana de toda la narración chilena del cuerpo nacional la imagen de sus restos sin hallar, sin sepultar. La falta de sepultura es la imagen -sin recubrir- del duelo histórico que no termina de asimilar el sentido de la perdida y que mantiene ese sentido en una versión inacabada, transicional”

Nelly Richard, La insubordinación de los signos


La obra de Carlos Altamirano se ajusta a una doble filiación. Su ingreso al circuito artístico parte con los acercamientos y conversaciones que sostiene con dos miembros activos de lo que se denominó otrora como “escena de avanzada”. En este caso, nos referimos al performer Carlos Leppe y a la crítica de arte Nelly Richard, quienes incidieron profundamente en la formación artística de Altamirano.

 

El período más relevante y fructífero para Altamirano- en relación a su incorporación en esta escena- se puede fijar entre los años 1977 a 1981, momento en que Altamirano se distancia de la principal agrupación de artistas de ese momento, denominada como Colectivo de Acciones de Arte. El gesto es rotundo y la decisión es adoptada a raíz de los profundos reparos que tiene en relación a las directrices esbozadas por el grupo y a lo críptico de su lenguaje y procedimientos de representación.

El Colectivo de Acciones de Arte circunscrito al período de fines de los setenta (1979 para ser más precisos) e integrado por Raúl Zurita, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Fernando Balcells y Diamela Eltit, como principales exponentes; coincidió con una de las fases de redefinición política del modelo autoritario, momento que condicionó la actuación del movimiento cultural opositor.

El régimen, durante los años 1973-1997 se encargó de transmitir una visión sustentada en la negación del pasado, que derivó en una suerte de sustracción de la idea de “memoria colectiva”, detentadora de la fuerza ideológica y simbólica del gobierno de la Unidad Popular.

Un segundo momento, denominado como “fundacional” abarca el período comprendido entre los años 1977 a 1981, y se caracteriza por la conjunción entre la preocupación del “gobierno” por fabricarse una imagen determinada y por otro lado, consolidar su hegemonía mediante un encuadre ideológico y económico.

Es en este segundo período-previo a la debacle de 1982, cuando el régimen entra en crisis debido al fracaso del modelo económico- que el Colectivo de Acciones de Arte se desarrolla como plataforma de expresión cultural, convirtiendo a “lo político” en discurso, práctica y representación e instalando en su quehacer el vocablo “nosotros” que servía de vector cohesionador y de identificación colectiva entre los artistas y los sectores marginados de la sociedad.

Al brotar en 1977 la escena de avanzada, transgrede los formatos de representación de lo que la cultura militante definía como “lo popular”, al apostar por una propuesta neovanguardista que se deseó como una performance política múltiple y se concibió como el producto de una aversión radical, donde se debía explorar en una marca estética que expresara la dimensión del malestar, del resentimiento.

Por otra parte, el CADA buscó trocar la ciudad en una metáfora, en un campo de batalla cultural, mediante la materialización de gestos sucesivos, bajo el imperativo de instalar una nueva circulación cuyos flujos removieran el militarismo que controlaba a aquellos cuerpos ciudadanos sometidos por los aparatos de vigilancia dictatorial.

El trabajo del CADA se abocó a establecer una producción cultural que no cesó de explicitar apasionadamente una abierta disidencia no sólo con la realidad dictatorial, sino además con otras prácticas artísticas (estableciendo diferencias entre la calle como oposición al museo, lo serial frente al objetivo único, la importancia del sujeto popular en contraste al dominio burgués o la pugna sostenida por la recuperación de la inscripción ciudadana, entre otros factores, se constituyeron en los tópicos que marcaron su breve transcurso).

Escáner Cultural nº: 
158
SURREAL

 

 
 
 
Por Enrique de Santiago
 
artedeenrique@yahoo.es
 
 
En prolongadas conversaciones que tuvimos con Ludwig Zeller y Susana Wald, ellos siempre me comentaban de las vicisitudes y de la interesante experiencia que fue montar la exhibición en la Casa Central de la Universidad Católica de Santiago en el año de 1970, titulada “Surrealismo en Chile”.  Eran tiempos de transformaciones y desde los años 1967-1968, en Chile como en el mundo se estaban produciendo acciones de cambio en casi todos los estamentos importantes de la sociedad. Así mismo, estas transformaciones de carácter transversal, ya habían llegado a las aulas y casas universitarias- y la Universidad Católica de Santiago no estaba exenta de estas nuevas influencias con aires de renovación. Estamos hablando de 1967, y después de una intensa presión ejercida por los estudiantes de la Feuc, y tras la toma del edificio central, la rectoría pasaba a manos del primer Rector laico desde su fundación en 1888. Esta universidad siempre había sido manejada por rectores eclesíasticos (más aún que esta casa de estudios, desde 1930 tenía la calidad de "Pontificia" decretada por Pío XI). Así fue que quedó al mando de la universidad, Fernando Castillo Velasco, de militancia democrata-cristiana quien asume la rectoría en ese convulsionado año, manteniéndose en ese cargo hasta el golpe de estado de 1973. Fue  durante el año 1970, que surge la idea de realizar la muestra y Susana me hacía mención que un grupo de alumnos de Rodolfo Opazo - que por entonces era profesor en la universidad-  fueron a conversar con el rector, para mencionarles que uno de los requisitos para que ellos montaran el evento, era tener plena libertad para funcionar. Castillo Velasco accedió a esta petición y firmó una carta dando plenas garantías de libertad a Ludwig Zeller para que realizaran la intervención de los espacios de la sede central. Es así que los cambios que se venían generando desde 1967  permitirían en gran parte que la Exposición de Surrealismo en Chile, fuese realizable en una universidad ligada a la Iglesia Católica. Lo que parecía impensable, se lograba concretar, siendo además un gran suceso y un hito que vale la pena rememorar. 
 
 
Pero retrocedamos unos años atrás, Zeller y Wald (quienes se conocen y se enamoran perdidamente el uno del otro en 1963) venían ya experimentando nuevas formas para expandir el espíritu, una de ellas era el Surrealismo. A Zeller le había tocado participar en la Exposición convocada y organizada por el “mandragórico” Braulio Arenas en 1965 en el Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura (ese mismo año y en ese lugar Zeller realizaba su primera exhibición individual). Esa instancia había servido para estrechar lazos y generar proyectos en conjunto con otros artistas, literatos y exploradores surrealistas, que darían forma a las primeras actividades que vendrían a futuro, en términos de proyectos expositivos, centros de encuentro cultural o editoriales.
 
Al año siguiente en el mismo Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura (y siendo Zeller curador de ese espacio) se encuentran Zeller y Wald con Braulio Arenas, donde todos confluían para realizar un encuentro homenaje a André Breton quien fallecía ese año de 1966. En ese evento se dan ciertos desencuentros con Arenas, que molestaron al ex integrante de “Mandrágora”. En esa ocasión es interesante llamar la atención que mientras Arenas, tomaba la palabra de modo solemne y funerario, Susana y Ludwig, celebraban el Surrealismo que renacía en aquellos que quedaban vivos. Una suerte de huevo filosófico  descrito en los misterios órficos, que a su vez se renovaba en Zeller y Wald, quienes ya antes habían comenzado a realizar actividades desde su propio núcleo creativo, trabajando el Surrealismo de forma paralela y generando nuevas experiencias. Para esa fecha, Arenas  había domado o perdido su actitud  insumisa de sus inicios. Zeller y Wald desde antes del encuentro con el "mandragórico" ya venían explorando lo surreal en una suerte de "toma de posta" o relevo surrealista. Actividad que  continúan conforme pasan los años, en una vertiginosa propuesta de proyectos desde lo expositivo, lo editorial o de la gestión de ideas como lo fue “Casa de la Luna”, que además le vinculaban con un circulo amplio de la cultura nacional, pues para ellos no había círculos cerrados o manifestaciones excluyentes, y así de esa manera se relacionaban con todos aquellos que demostrasen tener una fuerte dosis a favor de las nuevas exploraciones artísticas, humanas o culturales. Cabe eso sí, destacar que siempre sus acciones fueron en la medida apropiada para seguir planteando un Surrealismo activo, rebelde y provocativo. Con lo qué, se aseguraban nuevos aires que vinieran a regar esta geografía con un rico material surreal y poético. Por lo tanto la renovación surrealista estaba asegurada gracias a ellos.
 
Dentro de este contexto forman “el café cultural llamado “Casa de la Luna”, nombre ideado para darle una connotación desde lo femenino y renovador, coincidiendo en lo esencial con las palabras de Breton en torno al mito de Melusina, que es planteada  en el libro “Arcano 17”. Tan solo algunos meses duró la aventura de esta Casa Cultural  desde abril a noviembre de1968, pero fueron suficientes para marcar a toda una generación que acudió a ese espacio a crear, compartir o lisa y llanamente a conocer o contemplar. 
Gracias a los conocimientos adquiridos en este tipo de gestiones y los vínculos forjados en esta anterior experiencia, es que posteriormente los invitan a ser parte de "Surrealismo en Chile" y deciden aceptar la invitación de Opazo con sus alumnos, para luego tomar la iniciativa de convocar y sumar a una serie de artistas afines, que seguían y continuaban los postulados del Surrealismo en Chile. Así tomaba cuerpo el proyecto de realizar la exposición en la Universidad Católica de Santiago.
Ludwig, cuenta (como citaba anteriormente) que uno de los aspectos importantes dentro de sus peticiones para usar el espacio y donde colocaron mucho énfasis, fue en el tema de contar con plena libertad para obrar y expresarse. El petitorio incluía el no estar sujeto a ningún tipo de censura, lo cual fue aceptado plenamente por la autoridad rectora y así entonces sintiéndose conformes, se suman  para desarrollar este montaje en total libertad expresiva.
 
 
Escáner Cultural nº: 
158