Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Casa-Museo Santa Rosa de Apoquindo INAUGURAN EXPOSICIÓN RE-TRATADAS, PINTURA Y VESTUARIO DEL SIGLO XIX

 

Entre el 7 de junio y 27 de julio se presenta muestra patrimonial, organizada por la Corporación Cultural de Las Condes y el Museo Histórico Nacional.

Vestuarios de la segunda mitad del siglo XIX, pertenecientes a la colección del Museo Histórico Nacional, se unen a una serie de retratos pictóricos de destacados artistas nacionales y extranjeros, en la exposición Re-tratadas, que se presentará en la Casa-Museo Santa Rosa de Apoquindo, entre el 7 de junio y 27 de julio.

La muestra es organizada por la Corporación Cultural de Las Condes y el Museo Histórico Nacional, y cuenta con la colaboración del Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Artes Decorativas y coleccionistas particulares, que han facilitado algunas pinturas.

Se ha elegido la Casa-Museo Santa Rosa de Apoquindo, monumental conjunto patrimonial enclavado en el corazón de Las Condes, porque posee una historia que está intrínsecamente unida a la época de los trajes y pinturas que integran la exposición. La obra arquitectónica data de principios del siglo XIX y en 1898 la adquiere Eugenio Guzmán Irarrázaval. Hoy alberga en forma permanente a la Colección Mac Kellar de pintura chilena y acoge exposiciones temporales de corte patrimonial.

Nos parece que el entorno ideal para esta muestra de pintura y vestuario es la casa-museo, cuyo esplendor se sitúa precisamente durante la segunda mitad del siglo XIX. Además siempre nos ha interesado la moda en cuanto barómetro social y como fiel reflejo de una época, que habla de la sociedad y de su idiosincrasia”, señala Francisco Javier Court, director de la Corporación Cultural de Las Condes.

Por su parte, Diego Matte, director del Museo Histórico Nacional, expresa:

 

Esta muestra permite vincular nuestra colección textil con las pinturas del Museo en torno al retrato femenino de la época. La pintura y los trajes nos hablan del mundo de aquellas mujeres retratadas, las que siguen presentes en su vestuario y su imagen impresa en la tela. Hay una infinidad de lecturas que es posible realizar al vincular las distintas colecciones del Museo, y en este caso este ejercicio se hace más interesante aún”.

 

La exposición está integrada por siete vestidos, diseñados y usados entre 1850 y 1900, hoy pertenecientes a la Colección Textil y Vestuario del Museo Histórico Nacional, y diez retratos, realizados por destacados pintores nacionales, como Pedro Lira, Alfredo Valenzuela Puelma, Manuel Antonio Caro, y extranjeros, como Raimundo Monvoisin y Joaquín Sorolla, entre otros, que dan cuenta del vestuario utilizado, sus diseños, detalles de telas y elementos decorativos.

En cuanto a la pintura, sobresale un gigantesco retrato familiar del francés Monvoisin, pintado en 1844, donde aparecen 14 figuras a tamaño real, 6 de las cuales son mujeres ricamente ataviadas. También se destaca el retrato de cuerpo entero de la chilena Elvira Valdés de Errázuriz, pintado en 1895 por el famoso pintor español Joaquín Sorolla. De los autores locales, se distinguen dos retratos de medio cuerpo de Manuel Antonio Caro, uno de los primeros chilenos en dedicarse en forma absoluta a la pintura y cuya obra resguarda el Museo Histórico Nacional.

Para Isabel Alvarado, curadora textil del Museo Histórico Nacional, los retratos han sido siempre una fuente de conocimiento para el estudio del vestuario, los accesorios, peinados, joyas y cosméticos. Representar en la pintura un traje y la tela de la que está confeccionado, requiere una observación minuciosa de los pliegues. Los cambios de color del tejido según la luz, crean volúmenes y zonas de profundidad.

Para la pintura del siglo XIX, la representación de telas y trajes era un tema de gran importancia. Renombrados artistas europeos de esta época lograron una especial sensibilidad para entender, apreciar y describir las cualidades visuales y táctiles de las telas, pieles, plumas y encajes, con una dedicación especial en la representación de la moda y en destacar la individualidad de los retratados. De este modo, la selección del vestuario del retratado representaba una decisión formal de tanta importancia como la de los rostros y la ambientación”.

Y agrega: “La representación pictórica del vestuario en la pintura chilena del siglo XIX respondía más al deseo de comunicar ciertas cualidades de los retratados que al de presentar la realidad física. La elite buscaba inmortalizar su imagen y dejar en la memoria su ‘categoría social’ a través de diversos atributos interpretables simbólicamente: posturas, poses, peinados y vestuario”.

A su vez, Fanny Espinoza, conservadora textil del Museo Histórico Nacional, expresa que esta exposición “es una oportunidad única para conocer parte de la gran colección textil y de vestuario del Museo y ver los trajes de una manera distinta, relacionándolos con los retratos de época, es decir, situándolos en el contexto histórico”.

 

 

¿Cómo son los vestidos de la época?

 

1840 - 1870 - Hacia 1840 el vestuario femenino se caracteriza por la disminución del gran volumen de las mangas usado durante la década anterior. Éste se desplaza hacia las faldas. Hace su aparición la crinolina que ayuda a aumentar el volumen de la falda, que sigue creciendo hasta que el ruedo alcanza su mayor dimensión en 1860; originalmente la crinolina era una enagua, cuya tela estaba tramada con crin y posteriormente se usaría una estructura de alambres. Entre 1865 y 1875, la cola era exageradamente larga y con gran cantidad de adornos. La cintura se ubica en su lugar y terminaba en punta en el delantero, para luego hacia 1860 volver a ser recta. Durante todo este periodo, en el día se usaba cuello cerrado y escote amplio para la tarde y noche.

 

1870 - 1890 - En 1870, al igual que años anteriores, el volumen de los trajes se concentra en la falda, pero de un modo diferente, ubicándose preferentemente en la espalda. En 1880, disminuye en forma considerable el ruedo en la falda y el volumen es mayor en la parte alta de la espalda con el uso del polizón, accesorio formado por pequeños cojines o estructuras de tela con alambres que iba por dentro de la falda, sujeto a la cintura. Hacia 1885, el polizón, los drapeados y los adornos en la espalda, aumentan el volumen de la falda aún más, para después poco a poco ir disminuyendo de tamaño hasta desaparecer a fines del siglo. El talle en 1880 era largo con muchos botones y terminaba en punta. Hacia 1890 volvería a ser recto. El cuerpo y las mangas eran muy entallados, en principio con escote cuadrado y luego con cuello alto para el día.

 

1890 - 1900 - En 1890 los trajes se hicieron más sencillos, desapareció el polizón y las faldas eran angostas en las caderas y con mayor amplitud hacia el ruedo en forma de campana. Las mangas comienzan a tener un recogido en el hombro. Con el paso de los años, éste va en aumento llegando en 1895 a tener un volumen tal, como el que se produjo en 1830. La zona del antebrazo era muy ajustada y se denominaban mangas pata de cordero. Al finalizar el siglo XIX, la silueta se estiliza aún más, y llegando al cambio de siglo se destaca un pequeño volumen en el pecho, que años más tarde aumentaría convirtiéndose en lo que se denominó pecho de paloma.. Las mangas vuelven a ser más lisas y angostas. Se usó el cuello alto para el día y los escotes pronunciados para la noche.

 

 

RE-TRATADAS

 

Pintura y vestuario del siglo XIX

 

Colección Museo Histórico Nacional 7 de junio al 27 de julio de 2014

 

Casa-Museo Santa Rosa de Apoquindo Padre Hurtado 1195.

 

Fono: 2 243 1031

Martes a domingo, 10:30 a 19:00 horas

Entrada liberada

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