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Keith L. Andrews: humanista
Jorge Restrepo
La búsqueda de la integralidad, en este caso los interesantes alcances de Keith L. Andrews en su faceta como escultor, es un recurso para pensar en una renovación del concepto que tenemos hoy sobre el desarrollo del Talento Humano. He conocido y participado en muchos de los momentos del rico proceso profesional de Keith por más de tres décadas, me he sorprendido con cada espacio que aborda. Un recorrido por su obra escultórica se enriquece al escuchar al científico, al líder, al pedagogo, al humanista, al artista. Sus obras, sumadas a la sustentación que el autor les da, ganan nuevas dimensiones si se revisa su larga trayectoria personal y profesional: él hace parte de esa raza que vino a mejorar el mundo. Este humanista materializa como artista su preocupación por el entorno, testimonio que da en su quehacer interdisciplinario.
Jorge: Un entomólogo me dijo una vez que él y sus colegas sólo se relacionan bien con los insectos. Creo que a ti te pasa lo contrario, y es que estableces mejores lazos con los humanos que con los artrópodos...
Keith: A veces dudo de si tengo relaciones profundas con las otras personas. Sé que me hacen falta. Me siento muy aislado y solitario aunque entiendo que estoy inseparablemente interconectado contigo y los demás miembros de mi especie.
Pero tienes razón que mi motivación para entrar al mundo de la entomología no tuvo que ver con los insectos. Llegué a ese campo por la disciplina llamada Manejo Integrado de Plagas (MIP). A los 22 años de edad me interesé en el MIP por las oportunidades que brinda esta práctica para fomentar el desarrollo social y paliar problemas ambientales causados por los humanos. Ahora después de salir del MIP, no me hacen falta los insectos, lo que sí he añorado en las décadas en que he fungido como administrador son las relaciones con mis alumnos y con los productores del campo; esto fue lo más gratificante de mi trabajo como entomólogo - el roce interpersonal buscando la innovación y desarrollo. Me frustra el mundo burocrático y administrativo, regido por sus manuales de normas, hojas de cálculo y falta de autenticidad, que evitan y regimientan las relaciones sustantivas entre los humanos. Tristemente es el mundo en que están atrapados cientos de millones de humanos contemporáneos.
El arte nos ofrece la posibilidad, pero no la garantía, de luchar por una vida más auténtica y multifacética, tanto en el acto de la creación como en la interacción con las personas cuando usamos el arte como el pretexto o detonante para bajar nuestras defensas.
Jorge: ¿Cuál es tu relación con lo abstracto?
Keith: Me considero una persona muy literal (soy producto del mundo pre-posmoderno), una persona que responde a una realidad tangible. Mi arte es casi totalmente figurativo y realista. No es abstracto. A la vez, soy una persona cuya vida ha sido orientada por conceptos científicos, filosóficos, humanistas, y éstos sí son abstracciones. Detrás de la práctica de presentar mis valores y prioridades al mundo a través de un arte figurativo-realista literal, creo que hay un universo de abstracciones que guían lo que pienso, valoro y aspiro hacer.
Jorge: ¿Cómo funciona tu mente frente a lo abstracto?
Keith: Hay tantas variantes en el mundo, no siempre tengo una misma reacción frente a la abstracción. Hay muchos artistas abstractos, algunos no me atraen. De vez en cuando hay piezas abstractas excepcionales que me generan una reacción emocional-visceral. Hay casos, en lugares como Arte-Basel Miami, en que las únicas piezas que me han llamado la atención suficientemente para sentarme frente a ellas y meditar han sido las no figurativas-realistas.
Jorge: ¿Si miras tu mente como un laboratorio, qué puedes detectar en ésta cuando usas las manos en la arcilla? Para mi equipo de trabajo el primer nivel de la mente son el cerebro y el cuerpo trabajando como un sistema.
Keith: Tengo que decirte que los momentos en los que tengo mayor satisfacción, cuando estoy verdaderamente vivo, y tengo la sensación de que estoy aprendiendo algo, es cuando hay tres partes: yo como escultor, la arcilla en mis manos y él o la modelo con quien estoy trabajando. Lo importante para mí no es el arte o el proceso de hacer arte, sino el proceso de entrar en una relación íntima con otra persona y tratar de entender algo de la vida de ésta, algo de su realidad como otro u otra. Hacer arte entonces es el pretexto y el mecanismo para enfrentar mi aislamiento. Ésta es mi investigación, necesidad y satisfacción, poder descubrir algo de la realidad del otro.
Hay también una fase en la que uso el arte no como un fin en sí sino como el pretexto para iniciar el diálogo con otros humanos cuyos ideas y necesidades resuenan con las mías. En todas mis exposiciones he incluido conversatorios, y siempre he estado presente en la galería o sala durante horas esperando la llegada de personas que quieran hablar sobre nuestra realidad compartida, a partir de su reacción ante las obras. He entrado ocasionalmente en conversaciones tan íntimas, que allí es donde amplío mi conocimiento, cuando llego al punto de entender algo que no entendía antes. En las galerías he podido “hacer el amor” con varias personas sin tocarlas.
Otra situación se da cuando no estoy trabajando con modelo. Inicialmente estoy en control del proceso. Hago un flaco si quiero, o una gorda si es mi anhelo, un viejita o jovencito. Pronto la pieza misma empieza a sugerirme lo que quiere llegar a ser. Entro en una relación con ésta, y el pedacito de arcilla comienza a revelar su propia necesidad. Es decir, me dicta cuál será su destino, me vuelve su servidor. Entiendo que los escritores experimentan el mismo fenómeno; en la redacción sus personajes se independizan y terminan dictándole al autor el desarrollo de su propia historia. Posteriormente, mis piezas individuales empiezan a sugerir relaciones entre sí; no son simples individuos aislados sino actores interactivos en la tragicomedia humana. Por supuesto, estos personajes y sus interacciones reflejan lo que veo en el mundo, y estoy reaccionando frente al estímulo provisto por pedacitos de arcilla para entender mejor mi entorno. Es a partir de mi diario vivir, que tengo todos estos estímulos de esculpir un rostro, algo muy importante para mí. Pero es a partir de estas personas de arcilla que entiendo ciertas cosas de las que no percato en mis relaciones con personas de verdad. ¿Interesante, triste o inspirador?
Jorge: Cuando eras el Director de Zamorano, caminabas cuando tenías que abordar una decisión difícil ¿Por qué?
Keith: Son inseparables el cerebro y el cuerpo humano. Siempre me he beneficiado del movimiento. Los pensamientos fluyen en parte como consecuencia del entorno que uno tiene. La actividad física aumenta el bombeo de sangre y hormonas. Al caminar, el escenario está cambiando, cambian la temperatura y los olores, esto estimula las neuronas y ayuda a agilizar procesos para resolver problemas, ser creativo, ir más allá de los pensamientos aletargados y reciclados que uno tiene cuando está sentado en un solo ambiente estático sin cambio de estímulos y sin que el cuerpo esté activo. Si uno lee las biografías de los filósofos, científicos y artistas, casi todos salieron a caminar para estimular la generación de ideas. Las ideas vienen de una vida dinámica, cambiante, multisensorial; es igual en ciencia, administración, arte...es el mismo proceso fisiológico. Por supuesto, después de recibir “la inspiración” necesitaban mucho tiempo en el estudio o laboratorio para producir su obra – es la parte del proceso creativo que requiere más que nada una disciplina y constancia.
Para más información pueden visitar:
http://www.youtube.com/watch?v=h8fmUVSSc6o
http://www.youtube.com/watch?v=XJjJ9qIWoTc