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UN DIALOGO
Vicky Larraín
Un diálogo, unidades entre dos, el uno maquillado en blanco, el otro quisiera desaparecer pero está presente desde su agónico y oscuro cuerpo, desde un mundo revivido, reclamando el principio de una danza destinada a desaparecer.
Figuras que se mueven en la penumbra se percibe el torso blanquecino, se percibe el torso oscuro que se adivina a la luz de las velas. Los movimientos en ilusión de reflejo.
El instintivo del otro. El Yin y el yang, polos opuestos dentro de esa naturaleza que se impone mas allá de los sentidos. Los creadores se insertan en una búsqueda de parámetros corporales fuertes y exhaustos como el habla del moribundo intentando sacudir algún tipo de principio rígido, el del sacerdote, lo hacen con la palabra, con el gesto con la corporalidad.
Casi sin respiro iremos viendo las siluetas estremecerse o saltar o simplemente vibrar, veremos como se colapsan la una a la otras, como se respiran, jadean viven un ultraje desconocido o imperceptible que las hace finalmente respetarse por lo dicho.
El Sacerdote: Llegado el instante fatal en que el velo de la ilusión sólo se desgarra para dejar al hombre reducido al cuadro cruel de sus errores y sus vicios, ¿no te arrepientes, hijo mío, de los múltiples desórdenes a los que te condujo la humana debilidad y fragilidad?
El Moribundo: Sí, amigo mío, me arrepiento.
El Sacerdote: Pues bien, aprovecha estos remordimientos felices para obtener del cielo, en este corto intervalo, la absolución general de tus faltas, y piensa que es por la mediación del santísimo sacramento de la penitencia que te será posible obtenerla del Eterno.
El Moribundo: No nos comprendemos.
El Sacerdote: ¡Cómo!
El Moribundo: Te he dicho que me arrepentía.
El Sacerdote: Así lo oí.
El Moribundo: Sí, pero sin comprenderlo.
El Sacerdote: ¿Qué interpretación?...
El Moribundo: Ésta... Creado por la naturaleza con inclinaciones ardorosas, con pasiones fortísimas, únicamente colocado en este mundo para entregarme a ellas y para satisfacerlas, y estos efectos de mi creación no siendo más que necesidades relativas a las primeras vistas de la naturaleza, o, si lo prefieres, sólo derivaciones esenciales de sus proyectos sobre mí, todos en razón de sus leyes, sólo me arrepiento de no haber reconocido bastante su omnipotencia, y mis únicos remordimientos sólo se refieren al mediocre uso que hice de las facultades (criminales según tú, según yo muy simples) que ella me había dado para servirla. La he resistido algunas veces, de eso me arrepiento. Cegado por tus sistemas absurdos, con ellos combatí toda la violencia de los deseos que había recibido de una inspiración más que divina, de eso me arrepiento. Coseché sólo flores cuando pude hacer una amplia cosecha de frutos... Estos son los justos motivos de mi pesar. Estímame en algo para no atribuirme otros.
Este texto elaborado a través de la danza-teatro se embellece al sudor de los cuerpos que lo intervienen-
Creación de Javier Muñoz Máximo y Rodrigo Cerda
Creación musical Cecilia García
Iluminación: Catalana Espinoza