PEYO: UN NIÑO DEL SIGLO XX

Por Alvaro Oliva

alvaro_oliva@hotmail.com

Hace algunos meses los que pasamos los 30 hemos recordado nuestra niñez, a través de la repetición de la serie “Los Pitufos”, en un canal nacional. De esta forma, nuestras tardes de infancia han regresado junto a estos personajillos que viven, en la edad media.

En un mundo sencillo, estos duendes compartían alejados del materialismo exagerado  que, hoy en día, se refleja hasta en los dibujos animados que ven los más pequeños, adiestrándolos a su corta edad, para luchar en nuestra actual era.

A diferencia de nuestro siglo XXI, los diversos capítulos muestran la solidaridad y una vida sencilla en medio de un bosque europeo. Junto a estas inocentes criaturas aparecen personajes menos agradables, para algunos,  como el hechicero Gargamel y su gato Azrael.

También, intervienen una serie de seres del “folclore europeo”, por llamarlo de alguna forma, como trols, gigantes (recordemos a “Gigantón” que hurtaba los alimentos de la aldea de estos pequeños), reinas malignas y brujas, entre otros.

En este entorno se crea toda una atmósfera llamativa y desconocida para los actuales hijos de la digitalización que ven con asombro como estas criaturas utilizan velas, en la noche, en un planeta donde la industrialización parecía imposible.

Esta serie de aventuras donde, en el día a día, no existe el actual divorcio con la naturaleza, fue creado por Pierre Culliford. Más conocido como "Peyo", este dibujante belga de historietas, nació el 25 de junio de 1928, en Bruselas.

Comenzó sus estudios en la academia belga de Bellas Artes, pero al cabo de unos meses la abandonó. Durante la segunda guerra mundial, empezó a trabajar en un estudio de animación, donde conocería a autores como Morris y Franquin.

El nacimiento del pitufo se originó del constante interés que tenía este creador por la historia de la Edad Media. Así, da vida en los periódicos de Bruselas, a Johan, un joven paje investido de misiones caballerescas al que pronto busca un compañero, pasando a ser la serie “Johan y Pirluit”.

En una de sus aventuras descubren, en medio de un tupido bosque, un pequeño pueblo habitado por duendes azules.

El éxito instantáneo de “Los Pitufos”, llevó a Peyo a dedicarse solamente a ellos. El 23 de octubre  1958, hicieron su primera aparición.

El éxito masivo de estos personajes comenzó en Bélgica y Holanda, y posteriormente, en 1981, se masificaron en EEUU, a través de la cadena NBC con 256 episodios. Así, el dulce cantar llego a nuestras pantallas rebotando del país del norte como una serie más que se apoderaba de nuestra televisión casi 100 % anglo.

Su creador tras disfrutar del éxito, falleció  el 24 de diciembre de 1992.

En la actualidad, como mencionamos anteriormente, estamos redescubriendo estas fantasías animadas, a través de un medio de comunicación nacional. Llama la atención que en una serie tan liviana y simple se puedan descubrir enseñanzas, ajenas a nuestra época.

No puedo dejar de pensar en el capítulo en que “Papá Pitufo”, tras salvar aun rey de un hechizo, rechazó una copa de oro como premio. Su argumento fue que en el país de estas criaturillas no la necesitaban porque todos compartían sus cosas y eran felices.

Aunque, tal vez hace más de dos décadas esto no hubiese llamado la atención, me parece que en la actualidad está “fuera de foco”. Siento que están hablando en el idioma de otro planeta, ante el presente donde, a veces, me sorprendo de la falta de humanidad que surge en algunos menores, como si se tratase de un nuevo tipo de ser humano que ha comenzado a nacer en los últimos años.

Voy por mis pasajes a la tierra de “Los Pitufos”.