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LENI RIEFENSTAHL
El triunfo de la voluntad
Desde Chile, Muñozcoloma
Hoy llueve, el cielo está tan gris como el de los acorazados, el viento mece los álamos y ya está oscureciendo. Como todas las noches de lluvia la soledad me invade con cierta violencia. Podría recorrer las habitaciones de esta casa en busca de algún espíritu errante, pero no quiero. Tampoco quiero salir y el sueño lo he extraviado por completo. Busco algo (que por cierto, no sé) en la ventana y la luz comienza a escasear.
Al final mi deseo desemboca en el alcohol como era de esperarse y esta vez me inclino por el coñac (muy oportuno para este tipo de días). Al ir hacia el bar, paso por delante de esa puerta que nunca me he animado a abrir (una de tantas) y me tiento, no con la esperanza de encontrar algo o a alguien, sino por simple desidia.
La habitación es un cubo perfecto (a simple vista), y las paredes laterales tienen repisas desde el cielo hasta el piso llenas de latas de películas. La pared del fondo es blanca, inmaculada, incómoda. Y en medio de la sala hay un proyector de 16 mm, un sofá, una copa, una botella de coñac y un cenicero con los cigarrillos correspondientes (el mechero lo tengo yo).