Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Arte y lenguaje. Nota 2 De nuevo, se ha colado en la discusión sobre la naturaleza del arte la versión de otra vaca sagrada cuyas deposiciones –mentales– deben ser respetadas, ¡Qué digo respetadas!, asumidas, aceptadas y deglutidas por las buenas gentes del mundo social del que emanan los sabios ignorantes que nos ciegan con su deslumbrante oscuridad para convencer a los domesticados ciudadanos de que si ellos no ofrecen la verdad no es por incapacidad sino por absoluta imposibilidad ya que lo que no es no se puede definir. Viene esta nueva versión a dar satisfacción a todo cargo y a todo poseedor de los avales de ese mundo artificial cuya solvencia podría haber quedado cuestionada por un par de palabras provenientes de otro mundo, el del conocimiento, un mundo despreciado por los sapientes ignorantes solo porque no saben llegar a él, y nos salen con que las uvas están verdes. Y advierten: Cuídense los demás, también de comerlas. La estrategia empleada por los poderosos es válida y aceptada en ese teatro en donde la conducta humana es tan artificial que ya nadie reconoce la autenticidad, razón por la cual el gesto huero sirve a los efectos de defender todo aquello que ha sido establecido en la moderna sociedad, que ha acabado convencida de que vive en el mejor de los mundos posibles, y no de que se haya hecho a medida de los poderosos y, como vemos, de los falsarios. Los príncipes y los vasallos defienden lo establecido, unos por interés, otros por prudencia. Así, las ocurrencias son alabadas no por su verdad sino por defender sus posiciones. En contrapartida, tienen la garantía de que ninguna verdad que no sea la suya será jamás admitida. La calidad de la literatura con la que se expresan (muy poco adecuada para tratar sobre cuestiones teóricas), los conocimientos sobre la historia del arte y las poéticas –e inexplicadas- alusiones a lo trascendente o emocional –que no ofrecen razón de nada–, sirven en la sociedad para justificar el alegato en defensa de los sapientes, pues no puede ser otra cosa un texto carente de contenido preciso sobre el asunto que en él se trata, ni el autor podría, honestamente, haber tenido otra intención, como se demuestra cuando, en un escrito sobre el arte como lenguaje, se limitan a tratar de lo narrado con el lenguaje artístico, en lugar de analizar ese lenguaje, que era lo prometido, y nadie se percata de la tergiversación ni quiere hacerlo. Pero, como decimos, qué importa el contenido si la intención es justificar un mundo que va a ser el juez de la controversia. La corrupción está en el origen de esta cultura y se muestra en cada cosa que hace. No obstante, al inquieto espectador y buscador de explicaciones no se le engaña, y ni el prestigio de los pensadores ni la abundancia de pensamientos le satisfacen, como tampoco la supuesta imposibilidad de alcanzar una definición. El pueblo llano solo respeta a los sapientes cuando se haya en el mundo social, cuando debe expresarse en público, pero, en el pequeño reducto de su fuero interno, está convencido de que, si algo existe, debe tener una explicación, por lo que los argumentos que se le imponen le desentonan como un gallo en el canto de un tenor. Por eso mismo, algunas veces, nos hemos preguntado –retóricamente, por supuesto– por qué los sapientes siguen pensando sobre algo que no comprenden si lo que no se comprende no se puede llegar a conocer. Cualquiera que no ande falto de luces habrá entendido que ellos están obligados a cumplir con su función social y nadie les puede exigir nada más. Dado que podrían adquirir la verdad (pero no a menor precio de las mentiras), se demuestra que la verdad no es cosa de su interés, y se comprueba que hasta las pequeñas muestras de verdad las desprecian. Su postura es su castillo, y pretenden que sea inexpugnable. Los sapientes emanados del mundo social no defienden el conocimiento, lo que defienden es su prestigio. El conocimiento es su enemigo y es lo que combaten. Mario R. Guerras

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