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EL CUENTO DE LA VIDA
Por: Humberto Yannini Mejenes
El otro día estábamos tomando una nieve la infanta Daniela y este su sátrapa escriba cuando la pequeña, en un arranque de ensoñación propia de sus cinco años me espetó al oído: «Papi: nosotros estamos dentro de un cuento, ¿verdad?». Me quedé, como es de suponer, hecho un penitente (no escribí pendejo porque dentro de los propósitos de año nuevo está el dejar de difuminar a las buenas costumbres en aras de la aceptación telepática de la profesora Elba Esther); sin embargo, no di muestras visibles de atolondramiento pero tampoco dejé pasar la oportunidad de preguntarle por qué lo decía. Y su respuesta fue un dechado de filosofía infantil, pero no por ello desacertado o vano: «Si, mira: ¿cómo llegué aquí, o cómo llegaste tú o mi mamá al mundo? ¿A poco no parece como un cuento?».
Por ahí se dice, con mucha razón, que cuando no hay nada qué decir lo mejor es quedarse callado, y eso fue lo que no hice, ciertamente. La emprendí en una perorata donde aludí a Dios y las leyes divinas, como supremos hacedores de todo, y me seguí en una suerte de explicación antropológica de nuestros antecedentes como civilización. Ella desechó sin arrebato mi tesis arguyendo que todo lo expuesto no era más que un guión del gran cuento que es la vida.