Santiago de Chile. 
Revista Virtual. 
Año 8   
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
EDICION ESPECIAL
nº 22
Marzo de 2006 

escaner cultural

pag. 6

EL PENSAMIENTO ANTIIMPERIALISTA
DE OCTAVIO JIMÉNEZ


Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

todos los supuestos expertos europeos y norteamericanos que tratan de desentrañar el enigma que llevó a la "capitulación" de Sandino. Porque algo que dichos expertos no ven es la carga moral que porta el mensaje y la lucha del guerrero nicaragüense. Por eso Octavio Jiménez arremete contra él en el nivel de la ética revolucionaria y antiimperialista, no en el de la política ni en el de las acciones militares.

En su artículo, Jiménez Alpízar cita varias veces al gran moralista español Baltasar Gracián, para establecer parámetros sobre la estatura moral de las acciones de los hombres, en este caso de Sandino. "Medita, lector, en este pasaje de Graciàn: Formidable fue un río hasta que se le halló vado, y venerado un varón hasta que se le conoció término a la capacidad; porque ignorada y presumida profundidad, siempre mantuvo con el recelo el crédito . Lo dice Gracián en su tratado para exaltar la figura del héroe. Lo traemos nosotros para recordar que estos pueblos dieron al rebelde de la manigua nicaragüense el nombre de hèroe. Heroicas fueron sus luchas. Quiso redimir a su nación de muchas vilezas. La mayor era la de la ocupación yanqui y los males dejados por ella. Esos males son incontables. Puede decirse que Nicaragua no tiene màs calamidades que las ocasionadas por el yanqui invasor. Lo vio claro el rebelde cuando buscó el aislamiento y declaró guerra al ocupante. Calamidades representadas por tratados humillantes, por imposición de hombres en el gobierno, por entrega de la banca, de la industria, de las riquezas naturales" ( Loc. Cit. ).

Pero Sandino capituló, dice Jiménez Alpízar. Además, y sin querer profundizar en la polémica de si la autoría de este artículo le pertenece al escritor costarricense o al poeta nicaragüense Salomón de la Selva 41, el asunto que más nos llama la atención es la insistencia de Jiménez Alpízar en el aspecto moral de la supuesta defección de Sandino. Para él, este es un problema que tiene visos educativos, éticos y psicológicos, más que políticos. Dice nuestro autor: "De manera que en cierto modo el rebelde nicaragüense que acaba de capitular es un producto del medio primitivo de estos pueblos. No hay que culparlo porque se le conoció término a su capacidad" (...) "Sintamos lo de Nicaragua, pero no cometamos el error inmenso de creer que es mucho lo que ha perdido la libertad. Se apagó una esperanza y asomó con perfiles claros el cacique metido en la politiquería. Nada hubiera adelantado la liberación de aquel pueblo con el triunfo del rebelde que capituló. Sólo habría cambiado de amo". ( Loc. Cit. ).

Jiménez Alpízar fue un lector avezado de Carlyle y de Emerson, no lo olvidemos, escritores en los cuales la moral del héroe era central si se quería comprender y establecer el progreso de los pueblos. De aquí que, para él, la tarea inconclusa de Sandino resultara en una frustración casi inmanejable; por lo demás, incomprensible. Insistía, de igual manera, que Sandino había engañado al pueblo nicaragüense y, con él, al resto de los pueblos de América que habìan confiado y creído en su lucha. Lo acusa de simulador. Nos dice: "Nicaragua y Sandino son el espejo de la América nuestra" (...) La libertad necesita quienes peleen por ella. Mas no confundamos a los verdaderos batalladores con los improvisados. Aquellos son tenaces y no capitulan. Estos otros gesticulan y finalmente producen la estridencia que despierta la compasión" ( Loc.Cit . ).

Sin embargo, no sería posible tener una percepción cabal de las inquietudes de Jiménez Alpízar con relación a Sandino, sino hacemos mención de algo realmente decisivo que se encuentra detrás de dicho enfoque. Bien podríamos sostener que el tratamiento que Jiménez Alpízar le da al asunto de los acuerdos de paz con el gobierno nicaragüense en 1932 y 1933 por parte de Sandino y de sus seguidores, responde perfectamente a la estrategia y a las tesis desarrolladas por la Tercera Internacional Comunista con relación a los problemas del colonialismo y el anti-colonialismo. Si en un principio la Tercera Internacional dio todo su apoyo a las luchas de Sandino por la liberación de su pueblo, una vez que el líder nicaragüense tuvo problemas y desacuerdos importantes con su secretario personal, el comunista salvadoreño Agustín Farabundo Martí (1893-1932), ésta le quitó todo su apoyo y se dedicó a desprestigiarlo en el resto de América Latina llamándolo traidor 42. Martí pensaba que la rebelión en Nicaragua podría convertirse en una lucha generalizada por la toma del poder, dirigida por los obreros y los campesinos. Pero Sandino tenía aspiraciones antiimperialistas y nacionalistas, algo que perdía valor si no estaba relacionado con las pretensiones sociales y políticas de la Internacional , más ajustadas a que los partidos comunistas se hicieran con el poder. Las preocupaciones de Jiménez Alpízar son entonces las preocupaciones de los estalinistas en aquel momento. En este sentido la línea argumental de su artículo es màs que coherente. Detrás de la defensa de la moral antiimperialista, existía también una actitud política muy clara que Jiménez Alpízar no alcanzó a ocultar totalmente. No olvidemos sus simpatías por la experiencia soviética.

"En cambio, nos dice en otra de sus Estampas (21 de abril de 1934), el luchador antiimperialista no cuenta con otra cosa que su espíritu". Se trata ahora de reflexionar sobre el luchador antiimperialista de espíritu recio, incondicional, lúcido e incansable. Y para ello escogió al escritor costarricense Vicente Sáenz (1896-1963), como ejemplo de convicción martiana sobre las distintas formas de combatir la penetración norteamericana de nuestros paìses. Glosando algunas ideas del último libro de Sáenz, Rompiendo cadenas (1936) , Jiménez Alpízar aprovecha la ocasión para ahondar sobre los obstáculos que se le presentan al luchador contra la penetración imperialista, sobre la espinosa situación cultural y política que tiene al frente, cuando algunos hombres y mujeres, sin vergüenza nacional, "arrimadizos" los llama él, se vuelven corifeos a sueldo de las bondades de una presunta "civilización norteamericana" que nada tiene de envidiable para los latinoamericanos.

Reconoce en Vicente Sáenz su enorme capacidad de trabajo, su meticulosidad en el hallazgo documental, su preocupación por estar al día en la denuncia contra el imperialismo norteamericano, un enemigo siempre dispuesto a poner trampas para impedir que investigadores como el costarricense, evidencien y hagan de conocimiento público las distorsiones y las jugarretas de que es capaz con tal de no perder el control. Con eso en mente, ofrece como ejemplos los casos de Panamá y Nicaragua y, en particular, los detalles del asesinato de Sandino ( Loc. Cit. ).

Finalmente, en otra de sus Estampas ( 12 de enero de 1936), Jiménez Alpízar retomaba su polémica con la política exterior del Gobierno de los Estados Unidos, y llamaba la atención del lector sobre las pretensiones del Presidente Roosevelt de que su política del buen vecino tenía una gran acogida en América Latina. Para Jiménez Alpízar era decisivo que el lector de sus ensayos tuviera claro que la política exterior norteamericana estaba diseñada para beneficiar a los ciudadanos de los Estados Unidos, y todo aquel que en América Latina se tragara la píldora de que lo habìan incluido en los beneficios de la misma era sencillamente un iluso incorregible. En ningún momento de su historia imperial, nos decía el escritor costarricense, los Estados Unidos, tuvo intereses y preocupaciones reales en las naciones latinoamericanas, a no ser para saquearlas y despojarlas de sus riquezas naturales y humanas más valiosas. De tal manera que acusaba a Roosevelt de fariseo, y denunciaba su política del buen vecino como uno de los instrumentos más viejos y manoseados por el gobierno de los Estados Unidos para someter a la obediencia definitiva a estas naciones latinoamericanas, habitualmente ingenuas y crédulas de las buenas intenciones del imperialismo yanqui, como lo llamó siempre Octavio Jiménez.

 

Conclusiones.

Para dejarle detalladas algunas conclusiones a nuestro lector valdría la pena, antes que nada, llamar su atención sobre un hecho muy particular y sobre el cual posiblemente tomó conciencia una vez que hubiese leído este ensayo de presentación. ¿Por qué Octavio Jiménez Alpízar ha permanecido tanto tiempo ignorado, "ninguneado" como dirían los mexicanos, por los costarricenses poseedores de algún grado de educación política? Creemos haberle dado alguna respuesta a esta pregunta, pero la misma tiene una gran importancia todavía en el presente, cuando el silencio continúa siendo un arma muy efectiva al servicio de los círculos económicos y políticos màs poderosos de este paìs, para acallar a aquellos que se atreven a decir ciertas cosas que no les producen placer o los incomodan. La sutileza de los medios utilizados hoy no aminora la bastedad de los objetivos buscados.

Octavio Jiménez se nos ha vuelto necesario, porque es un autor que las generaciones jóvenes deberían leer para darse cuenta que muchas cosas en Costa Rica siguen igual que como él las presenció en su época, y otras han empeorado a tal extremo que resultan irreconocibles. Al costarricense lo domesticaron para que olvidara cómo se es ciudadano en actividad. Lo acostumbraron bien para que aprendiera a ser desidioso, displicente y díscolo. Por eso es importante recuperar a hombres como Octavio Jiménez, para quienes la grandeza moral de un ser humano, de un ciudadano costarricense, no se mide únicamente por el ejercicio del voto cada cuatro años. Va más allá.

•  Antes que nada, Octavio Jiménez era un martiano consecuente, y eso cuenta para su acercamiento y percepción de otras culturas distintas de la latinoamericana.

•  La moral martiana es su ideario explícito y de él se sirve para medir los resultados de las acciones de los hombres.

•  Su concepción del imperialismo también es, por lo tanto, de orientación martiana, lo cual quiere decir que su valoración de la cultura norteamericana, por llamarla de alguna forma, reposa más en las acciones de sus hombres individualmente que de la nación toda.

•  Eso le permitió a Octavio Jiménez acercarse sin contradicciones a hombres como Emerson, pilares del individualismo y del industrialismo norteamericanos.

•  Su concepción del imperialismo tiene como sustento el accionar de las empresas norteamericanas, por eso se acerca tanto a una posición anti-empresarial más que a una elaboración teórica del imperialismo como tal.

•  Su visión del imperialismo lo acercó mucho a los comunistas estalinistas pero rara vez da indicios de una lectura profunda y reposada de los clásicos del marxismo.

•  Octavio Jiménez no nos deja una plataforma antiimperialista debidamente diseñada, pero sí nos decanta el enemigo imperialista con precisión de cirujano.

•  En Octavio Jiménez la moral antiimperialista no coincide necesariamente con su concepción del imperialismo.

•  Octavio Jiménez era un intelectual y sus actividades son un punto de referencia ineluctable para todos aquellos que, hoy día, dicen realizar una actividad parecida. En él hay una perfecta moral del intelectual responsable de su ciudadanía.

•  Octavio Jiménez era un artista dijimos, un escritor habilidoso y profundo, por lo tanto, nuestra gratitud reside más en sus enseñanzas de moral intelectual y ciudadana, antes que en su claridad conceptual o política.

 

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Bibliografía citada.

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41 Iván Jiménez. Op. Loc. Cit. (2004).

42 En el extraordinario libro de Rodolfo Cerdas Cruz, La hoz y el martillo (San José, Costa Rica: EUNED. 1986) capítulo tercero de la segunda parte, se detalla esta cuestión.



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