Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 8

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 82
Abril 2006


Herib Campos Cervera
El DESTIERRO TRANSFORMADO EN POESIA
Desde Chile, Alvaro Oliva

 

El poeta Paraguayo encauzó el vértigo de su despojo en delicados versos abultados de melancolía.

La eterna nostalgia que produce el exilio y la necesidad de justicia y expresión se convirtieron en la principal fuente que nutrió todo el trabajo del poeta paraguayo, Herib Campos Cervera. Cada detalle del paisaje de su país natal, cada olor emanado del siempre verde campo, perturbaron el equilibrio de este literato quien en el destierro creó uno de los principales trabajos poéticos de su nación.

Su fluctuante vida se originó el 30 de marzo, del año 1905, en Asunción. Sus momentos de infante los pasó alejado de sus padres aferrándose a los adultos más cercanos y a los libros en su adolescencia. De esta forma, se fue configurando su apasionada personalidad influenciado por su entorno social que finalmente, y como dijimos anteriormente, lo obligó a dejar su amada tierra.

 

 

Fue así como, en 1931, tiene su primer exilio debido a la persecución política y a su intransigente disposición de luchar contra los opresores de la oposición al gobierno del Partido Colorado. En países vecinos como Argentina Campos comenzó a imaginar y a soñar con las bondades de su tierra y a sentir la angustia e injusticia como una obsesión.

Su trabajo "Un Puñado de Tierra" es un verdadero llanto disfrazado de poesía donde el autor expresa su dolor y ansiedad por volver a disfrutar los tesoros gratuitos de su terruño. La necesidad de hacer justicia y de expresar lo zamarrea, motivo por el cual sus textos comienzan a emerger con fuerza desde un espíritu flagelado por decisiones políticas sentenciadas por los gobernantes hegemónicos establecidos en ese momento.

Así, en el país que lo cobijó escribió sus obras "Ceniza Redimida" (1950) y el póstumo libro "Hombre Secreto" (1966), convirtiéndose en unos de los mas destacados escritores de la generación paraguaya de 1940, aunque, como ciertos entendidos dicen, con influencias vanguardistas.


Su visión de las artes estuvo siempre vinculada al pueblo y al servicio de este, motivo por el cual antes de fallecer expresó la esencia de su trabajo a su amigo Humberto Pérez Cáceres: "Que no haya belleza divorciada del pueblo. El pueblo, su servicio, su redención, su felicidad, su justicia, deben constituir los motivos de todo trabajo. Lo nacional, Humberto, nuestro país, nuestros hombres, nuestros campesinos, y obreros, nuestras mujeres. Es a ellos, a su elevación, que los artistas deben dedicar todos sus esfuerzos".

Finalmente este poeta muere el 28 de agosto de 1953, en el Gran Buenos Aires, una enorme ciudad muy disímil al basto llano que cubre esa verde y mágica costura llamada Paraguay.

 



UN PUÑADO DE TIERRA

I
Un puñado de tierra
de tu profunda latitud;
de tu nivel de soledad perenne;
de tu frente de greda
cargada de sollozos germinales.
Un puñado de tierra,
con el cariño simple de sus sales
y su desamparada dulzura de raíces.
UN puñado de tierra que lleve entre sus labios
la sonrisa y la sangre de tus muertos.
Un puñado de tierra
para arrimar a su encendido número
todo el frío que viene del tiempo de morir.
Y algún resto de sombra de tu lenta arboleda
para que me custodie los párpados de sueño.
Quise de Ti tu noche de azahares;
quise tu meridiano caliente y forestal;
quise los alimentos minerales que pueblan
los duros litorales de tu cuerpo enterrado,
y quise la madera de tu pecho.
Eso quise de Ti
-Patria de mi alegría y de mi duelo;
eso quise de Ti.


II
Ahora estoy de nuevo desnudo.
Desnudo y desolado
sobre un acantilado de recuerdos;
perdido entre recodos de tinieblas.
Desnudo y desolado;
lejos del firme símbolo de tu sangre.
Lejos.
No tengo ya el remoto jazmín de tus estrellas,
ni el asedio nocturno de tus selvas.
Nada: ni tus días de guitarra y cuchillos,
ni la desmemoriada claridad de tu cielo.
Solo como una piedra o como un grito
te nombro y, cuando busco
volver a la estatura de tu nombre,
sé que la Piedra es piedra y que el Agua del río
huye de tu abrumada cintura y que los pájaros
usan el alto amparo del árbol humillado
como un derrumbadero de su canto y sus alas.

 

III
Pero así, caminando, bajo nubes distintas;
sobre los fabricados perfiles de otros pueblos,
de golpe, te recobro.
Por entre soledades invencibles,
o por ciegos caminos de música y trigales,
descubro que te extiendes largamente a mi lado,
con tu martirizada corona y con tu limpio
recuerdo de guaranias y naranjos.
Estás en mí: caminas con mis pasos,
hablas por mi garganta; te yergues en mi cal
y mueres, cuando muero, cada noche.
Estás en mí con todas tus banderas;
con tus honestas manos labradoras
y tu pequeña luna irremediable.
Inevitablemente
-con la puntual constancia de las constelaciones-
vienen a mí, presentes y telúricas:
tu cabellera torrencial de lluvias;
tu nostalgia marítima y tu inmensa
pesadumbre de llanuras sedientas.
Me habitas y te habito:
sumergido en tus llagas,
yo vigilo tu frente que, muriendo, amanece.
Estoy en paz contigo;
ni los cuervos ni el odio
me pueden cercenar de tu cintura:
yo sé que estoy llevando tu Raíz y tu Suma
sobre cordillera de mis hombros.
Y eso tengo de Ti.
Un puñado de tierra:
eso quise de ti.

 


Si quiere comunicarse con Alvaro Oliva puede hacerlo a: alvaro_oliva@hotmail.com
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