Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 8

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 82
Abril 2006

 

20 AÑOS MIRANDO AL SUDESTE

Desde Chile, Víctor Hugo Ortega

La particular cinta de Eliseo Subiela, "Hombre mirando al sudeste", cumple su vigésimo aniversario y sigue enmarcada como una de las películas sudamericanas más importantes de todos los tiempos.

Cuando se mira la cartelera de cine de las últimas semanas cuesta elegir. Al norte, aparecen las historias corales representadas por "Crash", con un oscar a mejor película bajo el brazo. Al Oeste, la no menos interesante "Paraíso Ahora", de un tal Hany Abu-Assad, realizador palestino que viene precedido de todo tipo de galardones y buenas críticas. En puntos cardinales indefinibles, aparece "Oldboy", estética de la violencia para algunos, un nuevo aporte oriental a la linealidad hollywoodense para otros. Pero en una dirección específica, el sudeste, hay un vacío, una suerte de territorio que no es poblado cinematográficamente desde hace 20 años, cuando el cineasta argentino, Eliseo Subiela, escribió y dirigió una de las películas más grandes que han sido realizadas en esta parte del mundo.

"Hombre mirando al sudeste" (1986), obra incesante de originalidad y creatividad que parece ser una reflexión sobre la posguerra de las Malvinas, que parece ser un tirón de orejas para el individuo egoísta de la actualidad, ese que no tiene tiempo ni tolerancia para sentarse a escuchar la historia de un loco que dice venir de otro planeta. Ese loco de rostro impenetrable es Rantés (encarnado por Hugo Soto), quien aparece un día en el manicomio del doctor Julio Denis (Lorenzo Quinteros), asegurando que es un enviado de otro planeta que ha venido a investigar "la estupidez humana".

El doctor Denis es el protagonista de esta historia. El es un siquiatra que ya no confía en su profesión, que piensa que el manicomio es una especie de puerta al infierno. Esto queda de manifiesto en la obertura de la película, en donde su voz en off va introduciéndonos a su triste mundo. Su panorama es poco alentador, es un hombre divorciado, que sufre viendo las imágenes de antiguos videos caseros familiares, proyectados en la pared del living de su casa. Es entonces cuando Rantés aparecerá en su vida y le hará retomar el amor por su profesión. Nacerá en él la inquietud de interesarse por un paciente y mirarlo como algo más que un simple chiflado.

"Hombre mirando al sudeste" es una película que se ubica inmediatamente al lado de "Atrapado sin Salida", el drama de 1975 protagonizado por Jack Nicholson y dirigido por Milos Forman. Ambas cintas tienen como escenario un manicomio y lo muestran como el lugar en el que los enfermos parecen empeorar en vez de mejorar.

Eliseo Subiela se consolidaba en la realización cinematográfica con esta película que venía a confirmar el gran momento del cine argentino, que el año anterior, gracias a "La Historia Oficial", de Luis Puenzo, había logrado por única vez hasta hoy, el Oscar a la mejor película extranjera.

"Hombre mirando al sudeste" pareciera echar por la borda eso de que en el cine las temáticas están todas usadas y que, por lo tanto, sólo las formas son las que harán a una película ser una obra distinta. Su estética minimalista y sobria, en la que se le saca máximo provecho al manicomio como espacio físico, a través de los planos de los pasillos en interiores, y de los patios en exteriores, sumada a la fotografía oscura de Ricardo de Angelis, acompañan de manera importante, pero secundaria, a los reflexivos diálogos que cruzan los noventa minutos de duración de la cinta. Ayuda en esto, la conceptual banda sonora compuesta por Pedro Aznar, que llena de intriga y nostalgia la historia, y que de paso le arrojó a su autor un par de galardones en algunos festivales argentinos.

Subiela propone una relación de personalidades opuestas entre Rantés y el doctor Denis. Con esto va armando parlamentos llenos de ironía, pero también llenos de verdad. El doctor sabe que si acepta la versión de Rantés, de que viene de otro planeta, quedará él por loco. Entonces intenta reiteradamente escuchar alguna frase racional o sensata según su lógica. Pero resulta que Rantés no tiene ficha ni prontuario en Argentina, es lo que el denomina como "un paciente volador no identificado".

Uno de los momentos más altos de la película ocurre cuando Rantés, el doctor y Beatriz (la misteriosa amiga de Rantés, interpretada por Inés Vernengo) acuden a un concierto en la ciudad, y de un simple espectador, Rantés pasa a convertirse en el director de orquesta que culmina soberbio, una vibrante interpretación del himno de la alegría. Un carnaval en el manicomio al igual que en el lugar del eufórico concierto, provocado por el loco de turno, hará que sus días estén contados. Esta escena del concierto es uno de los momentos más llenos de magia que hay en la cinematografía sudamericana. Se trata de esos clichés bien hechos, que sí provocan el objetivo de emocionar y que tanto escasean en el cine actual.


Los tres protagonistas de "Hombre Mirando al Sudeste".
De izquierda a derecha: el doctor Denis (Lorenzo Quinteros), Rantés (Hugo Soto) y Beatriz (Inés Vernengo)
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Es innegable la analogía que hay entre la historia de Rantés y la de Jesucristo. Un enviado que ha venido a rescatar a las víctimas y a mostrar con un espejo los errores humanos. Es lo que piensa también el doctor cuando el caso de este paciente ya lo tiene totalmente entregado. Curiosamente él también pasaría a ser parte de esta historia, encarnando a una especie de Poncio Pilatos.

Un final abierto y lleno de reflexión es el que deja "Hombre mirando al Sudeste". Un filme que es uno hasta que aparecen los créditos finales y otro cuando el espectador recién al rato de haberla visto, comienza a asimilar las ideas planteadas por Subiela.

Esta película logró tener cierto éxito comercial en su época, sólo gracias a una gran cantidad de premios en distintos festivales, como San Sebastián y Toronto, entre otros.

Estrenada el 2 de abril de 1987, el filme se puede tomar como la base de la hoy gran filmografía de Eliseo Subiela, en donde destacan los nombres de filmes como: "El lado oscuro del corazón" (1993) y "No te mueras sin decirme adonde vas" (1995).

El origen de este hombre mirando al sudeste, Subiela se lo ha dado a sus recuerdos de niñez, cuando en su barrio había un hombre que se pasaba horas mirando hacia un punto que él dedujo era el sudeste, misma posición que repetiría el personaje de Hugo Soto en la película.

El aniversario número veinte de "Hombre mirando al sudeste", no puede sino ser una fecha especial para el cine sudamericano y mundial, sobre todo considerando la escasa información que hay de esta película, lo difícil que resulta encontrarla en los clubes de video y la curiosidad de hechos, como que el actor que interpretó a Rantés murió en el año 1994 de Sida o que la cinta "K-Pak" (2001), de Iain Softley, haya sido acusada de plagio por Subiela (plantea una trama similar a la de la cinta argentina).

Quizás todos estos acontecimientos también son parte del misterio que envuelve a la historia de Rantés.

Dr. Denis: Rantés, porque no me habla un poco de su pasado.

Rantés: Usted es mi pasado, este momento, este mundo. El lugar al que usted me quiere llevar es el pasado del hombre. Si yo fuera el presidente de una potencia y tuviera bajo mi suelo unos ejércitos poderosos, entendería su preocupación. Pero no. Estoy en un manicomio. Todo el mundo sabe que estoy loco. Usted también, no.

Dr. Denis: Rantés, usted está enfermo. Yo soy un médico. Quiero curarlo, eso es todo.

Rantés: Yo no quiero que me curen. Quiero que me entiendan (*)

* Extracto del dialogo de una escena de "Hombre mirando al sudeste"

 

 

 

 

 

Si quiere comunicarse con Víctor Hugo Ortega puede hacerlo a: angelesvhoc@hotmail.com

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