Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 8

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 81
Marzo 2006

¿EN QUE PENSÓ EL PORTERO DE LA CASA BLANCA CUANDO TOCÓ LAS PUERTAS DE BAGDAD?
Desde Nueva York, Silvia Banfield ©2006
 
Pienso en Goya y se me afiebra el hígado. Goya exploró el alma, la oscuridad de la sombra y allí puso la luz de Goya. Lápices rotos, negros, carbón de la noche, la fiesta de Goya, el retrato del amanecer. Nunca dejó que se uniformara la muerte. Ni permitió que un ataúd solitario convirtiera la noche en oscuridad. Prefiero a Goya que estos ataúdes patriotas, irrespetuosos de la vida y de la inteligencia. Un cementerio no crece sólo, espontáneamente. Es un jardín que alguien siembra, riega y cultiva. El edén de la muerte. La muerte ha sembrado su estaca. Se ven sus fauces, temblar el vientre, jadear bajo los grandes agujeros  que destapan sus negros hollines en las bóvedas del mismo cielo. La tierra es santa y la muerte lo es más, una santa barbaridad. Cierro los ojos y veo entrar a su bendito pequeño campo de Golf al Editor, como si viajara sobre el verde idílico, un paraíso que no admite más que caminos de tolerancia frente a los  mágicos hoyitos  del éxito y del  nostálgico placer del escapismo. Entregó la agenda muy escuetamente, casi por un compromiso, y nos dejó caer literalmente la espalda en un gesto que no aparentaba ser un debutante, sino un consumado actor de sí mismo. No me desvié, aparentemente un segundo de mi pensamiento, pero al mismo tiempo le seguí con la vista calculando sus pasos, movimientos, el corte final hacia su sala de juego y liberación. Cerraba la puerta y ya no había mas nada que el silencio que dejaba tras de sí. La ceremonia de lo conocido. Se sentaría sobre su informal escritorio y  escribiría el primer borrador de la editorial. En alguna hora me llamaría para pedir alguna opinión, dato, analizar brevemente algunos escenarios y fin de la rutina. La administración de  los puertos por el Emirato de Dubai,  desintegración de Irak y el punto y coma del horror sobre el horror, con el error del inquilino de la Casa Blanca, rondaban sobre el cenicero del Editor, como quemantes cenizas de una nueva y vieja hoguera. Le alcancé a decir, todo está escrito. Buen título me dijo. A sangre fría, fue mejor, le respondí. Sentí la atmósfera de su sonrisa y después una voz segura, abierta, franca, gracias. Al día siguiente leería la Editorial, su título: Estaba escrito, a sangre fría. El viento lo atrapaba con los dientes, era un animal  de la información, y me recordaba al poeta cuando describía la noche solitaria azul sin orejas. La humedad reciclaba todo, el tiempo, la nieve del pasado invierno, las gotas del amanecer de un verano frente al ventanal y apagado el silencio como un correo de voz lejano. La poesía descompuesta en seis letras y todas las palabras posibles. No está en el lugar común, ni en la acción, ni en el día a día,  y menos  en al despensa del consumo. La poesía rota en su misma cola el cascabel de oro que lleva su serpiente. Es un ruido más silencioso que musical, una manera de arrastrar troncos en un río. Son palabras del poeta, que me llegaron una vez en el rojo cometa de una postal. Qué lugares cruzan las palabras, me pregunté, y llegan, porque son verdaderas. A veces cuesta mucho decirlas, pronunciarlas lejos de uno, en el otro, se me resisten, confieso, atascan, y se convierten en un refrito de justificaciones y excusas. El pecado de omisión no es  blando como algunos aseguran. Pesa en el olvido que deja lo que pudo ser dicho y no fraguó. Las palabras  suelen dormir  en su propia esperanza.. Mastican el sueño. Bolo alimenticio del pasado. Reclutan la verdad, se evaporan, callan, tuercen los caminos. En el umbral las palabras creen en la aventura y se sueltan, viajan, se reconocen e identifican. Palabras que de tanto pensarse se transforman en canciones, se hacen cadencia, ritmo personal, silabario porque nos regresan al a b c de la infancia. Se deletrea el presente. El futuro en rosa, por lo desconocido, inaugural, asoma, despunta como un iceberg. El futuro es un regalo del azar.

La pantalla de la TV deletrea la muerte como una metralleta. Temen que  Irak se desintegre. Que Irak vuele por los aires. Se quede sin cúpulas, ni copular, tal vez a la manera occidental. Temen al temor que engendraron y  que el  Tigris y Eufrates, se salgan de su cauce, un lugar de civilizaciones entre ríos, hasta que llegaron los Boys Scout en búsqueda de armas químicas y de destrucción masiva. Las ironías de la Casa Blanca: ya la destrucción masiva la hicimos, por qué ahora esta guerra de religiones. El trabajo fue hecho. Nos quedaremos todos sin petróleo rodando  como el humo por el viento y el polvo del desierto. ¿No estudiaron las agencias especializadas el complejo cuadro, naipe, de etnias, culturas, religiones, intereses  milenarios de Irak? Sólo abrieron la caja de Pandora, porque creían tener la llave para volver a cerrarla. La caja una vez asoma su fondo infinito al vacío de la superficie se vuelve calidoscopio interminable. No hay ojos ni satélites para detectar y ver sus movimientos, ni pies para correr, ni manos para tapar el horror. Es agua silenciosa, aire, arena del desierto, oración diaria, cúpula en el viento, esquina de  cien esquinas, puerta que conduce a otras puertas. ¿En qué pensaba el portero de la Casa Blanca cuando tocó las puertas de Bagdad?. Entró y no vio que Pandora dormía una siesta a la espera de que alguien abriera su caja de sorpresas guardada con tanto esmero, celo diría, por tanto tiempo. Cómo no compartir tan infinita curiosidad con tan distinguido caballero. Si viene de Occidente, que entre por el frente. Después, si se aclimata, que recorra Bagdad, Faluja y el desierto. Tal vez  los ríos lleven al mar, y no sea solo el morir.

Hubo mucho silencio cuando el portero de la Casa Blanca hizo sentir sus nudillos en la Gran Puerta de Bagdad. Se recogieron las almas, volaron pequeños cuervos idiotas, lujuriosas pitones culebrearon los senderos, galopes sostenidos de caballos blancos árabes, algunos Emires y Sultanes, atravesaron una noche acerada en unas viejas alfombras persas y en su lámpara Aladino, no le restaba importancia a los problemas que vislumbraba al frotarle los zapatos al portero visitante. Los metales se cansaron, cedieron, el tiempo estaba perdido,  a lomo de camello viajaban los mísiles dirigidos al cielo, y no eran reyes magos que seguían la dirección de una estrella. Tuvo muchas noches iluminadas Bagdad, Basora y otras ciudades bajo el enjambre  de  bombas y mísiles, al compás de cañones y metrallas, los ángeles salpicaban luz negra de  tristeza. El desierto tronaba  con su arena movediza de polvo zumbante rojo iluminado verde por las pantallas digitales. ¿Recuerdan la sangre  corriendo por las aceras, salpicando las paredes, vaciándose por las alcantarillas, los hospitales, enrojeciendo los rostros, explotando los hígados, alojándose coagulada en el pecho? Todos los escombros entraron a Bagdad y  se sintieron ruinas del siglo XXI, vitorearon al  Emperador y desfilaron dos días sin parar. Las campanas silenciadas por vientos negros, las antiguas ánforas regaron los nuevos jardines agonizantes, sollozantes de Babilonia. A una cuadra de distancia, Babel repartía hot dog  y chorreaba el ketchup como la nueva sangre vertida para servir a la paz. Las fiestas y ceremonias del horror y terror no culminarían más, como unas verdaderas olimpiadas  griegas del miedo y del pavor.

Las viejas montañas de Afganistán sintieron dormir sus piernas, flaquear el caparazón de sus grandes espaldas, crujir sus miles de senderos, pero se mantuvieron de pie. El mundo no se acaba, a pesar de la  Santa Post Inquisición en esta nueva era y orden de verdugos. Guantánamo es la envidia del terror y de la humillación,  sólo compite con la cárcel de Abu Ghraib, la perla del miedo de Bagdad. Qué Epílogo más largo, degüellan corderos y palomas, y sonríen a las cámaras. Un mundo más seguro, dice el slogan. Seguros están el miedo y el terror. Caminan en cuclillas, se afeitan frente a los aeropuertos de madrugada, vuelan sin sospecha, pero por los aires. Un mundo mejor, y que huele a espanto. -Toc Toc, ¿Alguien en Bagdad? - Sí. -¿Quién es?- El Estado de Sitio. ¿Puedo pasar?- Es mejor que se quede donde está.- Viene la noche y el frío.- Aún así es más seguro donde está.


 

 

Si quiere escribir Silvia Banfield, puede hacerlo a silviabanfield@yahoo.com.mx
Esperamos Su Opinión
¿No está suscrito? Suscribase aquí 

[Volver a la Portada] - [Visita la Comunidad Escáner Cultural]


Las opiniones vertidas en Escáner Cultural son responsabilidad de quien las emite, no representando necesariamente el pensar de la revista.