Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 8

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 80
Enero - Febrero 2006

 

ESCRIBIR LA CIUDAD
Desde Venezuela, Carlos Yusti

 

 

Tiendo a sentir, imaginar y pensar las ciudades en función de los personajes pintorescos que patean sus calles; me parecen imprescindibles sus artistas que se desgastan en el bar o el café, principalmente escritores y pintores. Una ciudad carece de significación si determinado pintor, callejero o de museo, no ha inmortalizado alguna de sus calles en un cuadro, si un poeta no le ha dedicado un verso a la iglesia y al burdel. Las ciudades tienen gran significado para mí si son edificadas también a través de la palabra escrita.

Mi primer libro es una biografía rabiosa sobre José Rafael Pocaterra, escritor al cual de alguna manera considero apéndice imprescindible de la ciudad de Valencia por muchas razones, pero sobre todo por un extenso poema que el escritor le escribió y debido a que muchos sitos de Valencia, donde nací y transcurrió mi infancia, son los escenarios de algunos de sus cuentos grotescos. Cuando escribía sobre Pocaterra, también caligrafiaba mi amor/odio, en una extraña mezcla, por una ciudad conservadora y plana la cual sólo adquiere vida y contorno gracias a sus artistas, del resto sería una ciudad mezquina, obtusa, preocupada sólo por los apellidos y las apariencias.

Viena es una ciudad que vinculo de inmediato a Karl Kraus y Peter Altenberg. El primero fue un verdadero azote contra la impostura de los vieneses, una espina mortífera clavada en la garganta de los escritorzuelos vendidos al mejor postor y de los cagatintas, diseminados como moscas, en semanarios y periódicos. El segundo fue también escritor, pero sobre todo fue un personaje de la vida bohemia. Fue un ocioso toda su vida y su existencia trascurrió entres hoteles de mala muerte y cafés. Sus libros están compuestos de aforismos, apuntes, impresiones breves de una contemporaneidad sin igual. Aunque nunca he estado en Viena estos dos escritores me la han presentado en todo su esplendor y miseria. Kraus amó mucho a la ciudad donde ejerció una influencia subrayada, pero también escribió: "Viena, es el lugar donde se fragua la destrucción de la humanidad".

Algo parecido me sucede con Dublín. Ciudad que de inmediato, y sin pretensión literaturesca alguna, conecto con James Joyce. La edición que poseo de su libro de cuentos "Dublineses", es una traducción de Guillermo Cabrera Infante con el agregado de unas fotos de esa Dublín en sepia inmortalizada por Joyce en sus relatos.

Julio Verne en su libro "El soberbio Orinoco" habla con tal propiedad de ciudad Bolívar, e incluso especula que esta se unirá a Caracas a través del ferrocarril, y especula en un salto visionario sobre el puente en Angostura. Todo ello estaba en la imaginación de Julio Verne, luego Ciudad Bolívar se ha ido amoldando a lo escrito por Verne y ya no sabe uno donde empieza la ciudad escrita y donde termina la ciudad construida en la realidad.

Hace poco el poeta Francisco Arévalo dio punto final a una historia titulada "La Astromelia de Quisquilla". Trata de una puta quisquellana de excelsa y asirenada belleza. El cuento lleva al lector de la mano por el esplendor y decadencia de una mujer sencilla que sólo tuvo su cuerpo y su perfección de facciones para enfrentar la vida en un país extranjero. La historia no es nueva, pero lo que cambia es la escenografía donde se mueve el personaje. Es un cuento triste que tiene como telón de fondo Ciudad Guayana. Francisco Arévalo ha escrito reiteradamente sobre esta ciudad, le ha proporcionado sensibilidad y metáfora en sus poemas. Leer a Ciudad Guayana en sus relatos, novelas y poemas te reconcilia con un lugar inhóspito, construido con el alma del concreto armado y el asfalto.

Para los escritores las ciudades antes que escenarios palpables son lugares para la escritura, sitios para ser soñados y reinventados desde las palabras, en muchos casos son sólo metáforas, lugares idealizados desde la sensibilidad y la poesía. Onetti inventó una ciudad para algunas de sus novelas. Cortázar hizo lo propio en su novela "62, modelo para armar", El Buenos Aires de Borges y de Sábato es real y fantástico al mismo tiempo como le sucede a la ciudad de Danzig (la actual Gdansk polaca) escrita y rescrita muchas veces por Günter Grass.

Nunca he estado en Venecia, pero un poema de Teófilo Tortolero la devuelve real y soñada:

Venecia está sobre las aguas. Sus casas
Navegan en canales
Y ondulan medias de señoras fajas y
Golondrinas
En las apariciones de la espuma (ya las cartas
No van lacradas
Nadie se teme lo bastante)
De la barcaza grito una pregunta
Que nadie responderá de los palacios
Dejad que solo en este embarcadero me
Condene
Venecia está el agua como una mentira

La ciudad escrita es mejor que esa ciudad planificada por arquitectos y constructores. La Valencia escrita por Pocaterra en sus libros tiene para mí un valor de estático anacronismo. Hoy día la Ciudad de Valencia se ha transformado, se ha tornado algo irreal para mí. No reconozco sus amplias avenidas, un nuevo metro recorrerá sus entrañas y los bares donde solía reunirme con otros poetas y escritores han desparecido. La ciudad escrita queda en mi memoria, así como quedará Ciudad Guayana en la memoria escrita del poeta Arévalo.

Las ciudades se hacen también con memoria y desamor, con algunos momentos que no queremos arrojar a la papelera del olvido y con otros instantes que deseamos borrar por completo de la pizarra de nuestro espíritu.

A veces, de manera ineludible, la ciudad también nos escribe, va convirtiéndoles en personajes, en una música para sordos transeúntes. En multitud anónima que se pierde en la maraña de calles, alguien escribe nuestra historia, alguien estará soñando esta ciudad, escribiéndola con el ritmo presuroso de la poesía. Nunca se sabe.

Claudio Magris escribió que la metrópolis moderna parece un lugar donde se celebra, con un ritmo cada vez más acelerado, el triunfo del tiempo, de lo perecedero y fortuito. El escritor trata de escapar de ese estuche de tiempo transitorio a través de su escritura. Trata de volver eternas ciudades que con el devenir de los días serán sólo cadáveres exquisitos donde se mezclan pasado, presente y futuro.

Afuera me espera un río, un crepúsculo que devora la línea del horizonte. La ciudad es una parábola que se escribe para pasar en el limpio el malentendido de la vida. Sólo la escritura le proporciona sustancia a este escenario teatral que son las ciudades y en donde representamos un papel sin grandes resonancias heroicas.

 

Si desea escribir a Carlos Yusti puede hacerlo a: carlosyusti@cantv.net

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