Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 8

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 80
Enero - Febrero 2006

 

KARINA BARG - CYNTHIA ISAKSON

KARINA BARG [2] CASI INOCENTE, CASI A SALVO

Todo es fotografiable - me dijo una vez un amigo fotógrafo. Hasta entonces, en mi cabeza de poeta que incursiona no sin culpas en las artes plásticas y en la fotografía, el asunto era diametralmente opuesto: un fotógrafo - por razones de ciencia o de conciencia, de razón o de corazón, debía elegir entre los caminos uno y por allí transitarlo hasta el final y luego, entonces sí, emprender una nueva ruta. Pablo Garber, si mal no recuerdo, expresó que Karina Barg -de ella es quien hablo aquí- no se detiene a pensar qué es lo que va a fotografiar, y si mal no recuerdo comparó a su cámara fotográfica -la de Karina- con una red. ¿Qué atrapa Karina Barg con su cámara-red? No exagero si afirmo que todo. Y para que no haya lugar a dudas, parece decirnos la fotógrafa, allí están sus cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. Y ya estamos en otro mundo, en un mundo precientífico, en un cosmos antiguo, remoto y que sin embargo habita en cada uno de nosotros. Karina Barg nos invita a bajar al fondo, a quitarnos capas de cultura, a quedarnos sólo con lo esencial, casi desnudos. Al decir casi desnudos quiero decir casi inocentes. Tal vez sea tarde para ello.

Nos vestimos demasiado y nos olvidamos que significa estar desnudos. El fondo queda demasiado lejos y perdimos la sonda capaz de alcanzarlo. Nos queda el deseo, tal vez podamos todavía ver un poco más, por debajo de las ropas, un poco más por debajo de la piel. En esto pienso cada vez que veo una fotografía de Karina. Y pienso que su arte cuadra en un estado de cosas donde todo parece suceder por accidente, por azar, empujado por una especie de resignación cósmica. Pienso, de nuevo, que es tarde. La muela que molía materia ahora gira en el vacío. Es de la nada que habla el arte de Karina. No debe haber cosa más difícil y terrible que hacer referencia a la nada. Podría ser la muerte pero es nada. Podría ser la vida pero es nada. ¿Dónde quedó, parece decirnos Karina con sus obras, el plan maestro, el proyecto, el árbol de Llul? Pero Karina Barg no re regodea en el vacío, se resiste, recurre al papel y a la piedra, al vidrio y al acero, acarrea sillas, pliegues y flores, la veo nerviosa e incesante hacer uso de partes de cuerpos, ajenos y el propio, muros descascarados, la sombra de Cezanne, ropas propias y ajenas, hacia la rueda que gira para que, al menos por un momento, deje de girar en el vacío. ¿Es tarde? Ahora dudo. No, no tiene que ser tarde porque hay alguien, en este caso alguien llamada Karina Barg, que transporta materiales hacia donde hay ausencia, vacío. La es inmensa y no tiene fin. Ahora toma lo que la gran rueda molió, innumerables fragmentos de todos los colores posibles y todos los pesos y medidas, y, como cada hora de cada uno de sus días, se pone a armar un mosaico. Es decir, cada obra que sale de su cabeza y sus manos, la que la justifica, expresa, la confirma viva y casi inocente, viva y casi desnuda, casi a salvo.


[1] http://www.writers.net/writers/25829
[2]http://www.karinabarg.com.ar




CYNTHIA   ISAKSON [3]

I

Escrutar quiere decir explorar: exploro el cuerpo del otro como si quisiera ver lo que tiene dentro, como si la causa mecánica de mi deseo estuviera en el cuerpo adverso (soy parecido a esos chiquillos que desmontan un despertador para saber qué es el tiempo). Esta operación se realiza de una manera fría y asombrada; estoy calmo, atento, como si me encontraran ante un insecto extraño del que bruscamente ya no tengo miedo. Lo dice Barthes. Lo transcribo a propósito de una fotógrafa llamada Cynthia Isakson que retrata cuerpos ajenos desnudos. Desde el fondo de los tiempos el arte repite esta ceremonia: alguien se desviste, alguien lo pinta, dibuja, fotografía, filma. Es una ceremonia antigua y misteriosa. Sigue siendo misteriosa. En ella se esconden el deseo, el fetichismo, la curiosidad, la inocencia, la perversión, incluso la crueldad. En general, no se trata de cuerpos enteros sino de partes de cuerpos - de nuevo Barthes: ...las pestañas, las uñas, el nacimiento de los cabellos, los objetos muy parciales... -. Y la espalda, el vientre, los muslos. A veces vistos plenamente, otras veces apenas iluminados, otras veces parte expuestos a la luz y parte en sombras. Pero no hay aquí oficio de forense. No hay aquí indagación en lo muerto. Son cuerpos vivos pero no tendidos inmóviles al cirujano. Es otra cosa. Fijar en papel sensible una superficie para hacer sospechar lo profundo. El fotógrafo no se desnuda. No lo necesita. Al captar lo desnudo queda expuesto, en su más íntimo deseo, a los ojos del que contempla su obra. Queda más desnudo que el desnudo. Frío y asombrado: prepara sus lentes, vigila la luz, regula la sombra (todo viene de la luz, dijo Leonardo), sin la mínima excitación, pero lo que observa a través del visor le produce admiración. ¿Por qué hacer público lo privado? ¿Por qué colorear, porcelanizar, vitrificar al otro, llevar su imagen dentro de un artificio técnico hasta un recinto oscuro y allí, en secreto, volcarlo sobre un papel? ¿Por qué mostrar esa imagen a los otros, adherida a una pared, desnuda ante la mirada de los que no están desnudos y acaso jamás consentirían en estar desnudos ante extraños?


II

Desnudos, alotopía: transgresión de lo coherente. Suprime partes y deja que el observador imagine el resto. El que mira percibe la ausencia, completa, repone, imagina. A propósito: en 1970, el afiche de la película La infidelidad fue prohibido por la Municipalidad de Buenos Aires, aunque sólo se veía la cara de la protagonista, Elena Sedova, las autoridades dijeron que podría estar desnuda. Para los censores, si el resto se omite es por algo, siempre sucio, insano, amoral. El resto, piensan, debe ser algo impúdico, por eso lo ocultan. Vi revistas que exhibían cuerpos desnudos muertos. Mostraban las heridas mortales. Sus genitales estaban cubiertos. Necrofilia. Ya no alotopía, sólo una burda mancha de tinta sobre lo que no debe mostrarse. Nada de eso aquí, si una parte del cuerpo está oculta, en sombras, es para que el contemplador imagine. Si está iluminada es para dar cuenta de lo bello. Estamos rodeados de muertos, de muerte - escribió Artaud. La decisión es por lo vivo, por la vida. Y la vida reside en el cuerpo, en los cuerpos. Desnudos. Desobediencia a las clasificaciones tradicionales del plano. Segmentación. Sinécdoque. Comunicarse por Internet es algo milagroso, me dijo Cynthia una vez, pero no es posible tocar. Captar un cuerpo desnudo es, también, expresión de un anhelo de tocarlo. Ya convertido en huella luminosa, al decir de Peirce, incita al observador a tocarlo. Agita el deseo.


[3] http://multimagen.com/fotografia/
deautor/isakson/index.php?gal=a

 

 


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