Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 7

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 78
Noviembre 2005

 


TORPEZA Y DESESPERACIÓN
Desde Chile, Raúl Hernández

Hay un ser pequeño que adolece de tantas cosas y camina por la ciudad a cuestas maldiciéndose a si mismo y a nadie más. Este individuo puedo ser yo mismo o puede ser la muerte o una desesperación literaria que no sabe porque ni por dónde ni cuándo, se despertará de nuevo como un ángel del bostezo. Claro, nuevamente la muerte viene teniendo tus ojos. Y atormentado también se cae de las escaleras y rueda comiendo arañas peludas que son negras pesadillas somníferas que padecen de esa necesidad de espanto, como diría Lihn: “nada tiene que ver el dolor con el dolor, nada tiene que ver la desesperación con la desesperación”.

Esta desesperanza atolondrada, indisciplinada, pasiva, activa y luego pasiva nuevamente. También es torpeza de no mirar los carteles, las señaléticas, las prohibiciones, las indicaciones, los comentarios y las miradas de piedad. Es una desesperación oblicua y zigzagueante, que marea y capta una voz atolondrada. Una expresión de la ciudad más que“samsiana”, algo mucho más bizarro que un escarabajo torpe.

Y así, con esta desesperación casi evaluada por Soren Kierkegaard, puedo arrancar gritando de una obra de teatro, corriendo por las escaleras, sudando, moviendo el párpado del ojo izquierdo, sin quererlo. Y la muerte no teniendo dominio.

Pero no es la ciudad, ni las personas, ni el comercio ambulante, ni los gritos, ni las persianas, ni los uniformes escolares, ni la televisión, ni la farándula, ni los periódicos ni las ventanas humeantes, ni los rincones escabrosos, ni las cajas de zapatos, ni los virus computacionales, ni las llaves atrofiadas, ni los autos, ni los asaltos, ni los atropellos.

Es un tormento de primavera calurosa, de calor exasperante que envuelve los cuerpos sudorosos de tanto golpear las narices del entusiasmo. Hay algo de talento circunstancial para caer de bruces hacia el pasto. Hay algo de premura ante los ojos de los gatos. Hay prisión de errores, conjeturas periféricas, millones de dudas como challa. Hay manzanas semi mordidas y azúcar derramada.

Ante todo este oficio de la perdición, existe una duda visitada, colmada de inmediateces, de tazas de té, de canciones olvidadas, de remembranzas y mañanas grises. Una torpe desesperación equívoca que llega sin pedir limosna, una sensación de terremoto mudo que embarra el techo de la calma y un ser pequeño que me mira, abatido, desde la palma de la mano.

 

 

 


 

 

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