Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 7

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 74
Julio 2005

Literatura y comunicaciones

LA FILOSOFIA DE LOS MUERTOS


Por Mauricio Otero*

"La muerte no tiene sentido", decían los extintos, "¡para qué morirla!", agregaban con resignación, "más valiera nunca haber fallecido y estar siempre vivos".

Después de su rutina diaria, se juntaban a conversar, a hacer filosofía, consultando el Libro de la Vida y de la Muerte, obteniendo conclusiones atrevidas, intentando hallar la sustancia de la existencia, pero con cierta desazón hacían cuestiones tales: "¿Cómo será estar vivo? Debe ser distinto a esto..." Y echaban a volar sus sueños, mientras bebían en copas negras un mosto viejo. De madrugada terminaban tirados por cualquier parte, durmiendo con semblantes de enamorados perdidos que han luchado por el amor y no lo han encontrado.

Unos habían intentado suicidarse, dejando notas que el rocío mustio del amanecer disipaba como suaves palomas blancas de nubecillas tristes... Hasta que llegaba el sol negro alumbrando con frío sus rostros pálidos, y tiritando se despertaban penosamente e iniciaban la jornada; aunque al entrar de lleno el día, retornaban a trabajar denodadamente. A media tarde, sentían nuevamente melancolía, entonces algunos por ahí, otros por allá, comenzaban a escabullirse; éstos acudían al psicoanalista, para, como en un confesionario antiguo, desahogarse, creyendo que les escuchaba, y adivinaban que no, que estaba pensando en el tiempo del siguiente paciente: era como hablar a cualquier otro muerto, "como tú o como yo", se quejaban con sus amigos, añadiendo que a "alguien tenían que contarle sus penas para no volverse locos". Luego reían y señalaban "mejor, vamos a tomarnos un trago" En la reunión de cada anochecer, reiteraban los conceptos, hacían lucubraciones en el aire, como "qué se sentirá al estar vivos", contestándose que algún día lo sabrían, cuando nacieran, unos primero, los demás, después, pero es seguro, a todos nos llegará la hora de vivir. Pero como no dejaba de ser un misterio irresuelto, por el miedo natural que les provocaba, por el instinto de sobremurencia, continuaban con su muerte.

La situación seguía igual en el mundo: los muertos a este lado, los vivos más allá, sin nadie conocer la respuesta. Mientras se escribían infinitos tratados de filosofía sobre la vida, que ya por saturación la minoría de las personas leía... hasta que nuevamente, en el círculo más próximo, alguien nacía., porque cuando alguien expiraba, y esto es una cosa extraña que no se lograba comprender, ¡todos se ponían contentos!

 

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EN EL PLANETA MÁS BELLO VIVE LA LUZ

"Creo en la energía".

Y ocurrió que unos seres fantásticos descubrieron en sus migraciones un planeta donde el invierno no existía. De tal manera estaba configurado que no había jamás oscuridad, no conocían las tinieblas ni el miedo ni el pecado. Todo luz radiante. Los cuerpos eran transparentes y sin sombra; las mujeres de una belleza infinita. La muerte no estaba. Esos hombres tampoco tenían pobreza ni problemas. Había Paz y hermandad. Sucedía que ese bello planeta estaba prendido todo el tiempo, por dos soles, por así decir, de ambos lados de la esfera. El orbe giraba, pero no llegaba la noche, de este modo, los dos soles le iluminaban eternamente. Ellos mismos se autollamaban el país de los soles vivientes, y acertado, cada uno de ellos a su vez un sol, un sol delgado, fino, estilizado, transparente, como de agua platinada translúcida. Enfermedades tampoco había. Y la lucidez e inteligencia tenían un templo en cada uno de aquellos entes maravillosos. Además, lo que me sorprendió en comparación a la vieja Tierra, fue que hablaban en versos, todos eran poetas espontáneos y naturales, sus diálogos eran poemas luminosos que no tenían fin.

 

Pero uno de esos días interminables, se sintió de pronto venir un viento, un viento extraño, fuerte, que estremeció dando vueltas al planeta con sus soles como en una mesa de billar, y entonces ocurrió lo increíble.

 

Era un tsunami estelar, un cielo atrozmente fuliginoso cayó mojando con sus tenebras y ahogando a sus habitantes. Entonces los que alcanzamos a huir, nos encontramos ahora en este otro mundo, intermedio, donde tenemos días y noches, y también rotamos. Pero quienes sabemos el secreto de nuestro perdido edén, tornamos los ojos al cielo y nos parece ver otra vez la horrenda nube de polvo en cada faz de un niño extraviado y enfermo. Entonces lloramos y rogamos por todos aquellos, en el templo donde adoramos al más bello planeta donde vivió la luz y aguardamos por un temporal que nos devuelva a la belleza excelsa de donde provenimos.

 

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*Poeta, escritor y dramaturgo chileno.


Si quiere comunicarse con Mauricio Otero puede hacerlo al mail m.otero@chile.com
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