Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 7

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 70
Marzo 2005

 

 

LA CRISTOLOGÍA IVANSILEANA:
EL INTENTO PARA RESUCITAR LA PATRIA EN LA MUERTE DE MAMÁ


Por: Zoé Jiménez Corretjer, PhD UPR Humacao


La novela sileana La muerte de mamá como texto que marca y demarca una simbología y una intención política, merece atención profunda en varios niveles. Un acercamiento detallado a la obra nos presenta diferentes planos de análisis. Estructuro este estudio desde una visión narratológica que permite una disección de intenciones literarias por parte del autor, una perspectiva simbólico arquetipal, y otra perspectiva simbólico política.

I. Los Ivangelios Silénicos y sus distintos planos estructurales

La muerte de mamá contiene varias lecturas. El concepto de la madre que es el hilo conductor literario y simbólico en la novela, es el centro, la mandala, el sujeto, el concepto y la esencia. Es la madre carnal, la madre naturaleza, la madre sublime, la madre terrible y sobre todo, la Madre Patria. Los niveles interpretativos permiten una orientación simbólica diferente que se tejen entre ellos para ofrecer una idea global y profunda desde un punto de vista religioso-profano y político. Los elementos religiosos en Silén, se transforman y se construyen en sí mismos. Tenemos un autor diegético que construye la novela dentro de la novela misma haciendo uso de elementos metanarrativos y diseñando un edificio de signos y símbolos que nos remiten a sus diferentes discursos. La voz del autor implícito maneja con destreza el arte de narrar la historia de su madre que es al mismo tiempo la historia de la Madre Patria, la historia de nuestro pueblo. La diégesis se desarrolla utilizando como centro los juegos de alcance temporal, es decir, un intercalado entre tiempos donde la analepsis y la prolepsis crean una realidad existencial, social, política y psicológica. Este sentido retrospectivo de la narración comienza con la muerte que es el final y ondula entre sus propios espacios temporales. La muerte cobra una dimensión de vida. En ella los contrarios se vuelven realidades. El juego de la contradicción es central en esta narrativa. La muerte es vida, la vida es muerte, lo que es no es y lo que no es, es. Un poco, presentando el conceptualismo heraclitiano del ser en la filosofía presocrática y otro tanto, jugando con la idea del ser en Parménides. Este entrelazado de ideas, estructuras y planos se mantiene firme y logra una dimensión que exige de un lector audaz que logre determinar los signos y descodificar. La interpretación es variada pero no dislocada ni discontinua. Silén lleva el control de las interpretaciones, las determina, las desarrolla y las presenta. Permite variedad en la descodificación pero las tiene agarradas por su pluma. Es el control doble de la existencia. Control de la vida y de la muerte. Control de la madre, de la naturaleza, de la patria y de la creación misma. Esta conciencia de la escritura dentro de la escritura, hace que el autor intradigético reescriba la historia de la verdad. Es la escritura frente al espejo. Se convierte entonces en lo que he bautizado como la escritura sagrada sileana o los Ivangelios Silénicos. Porque Silén testifica, testimonia y deja por escrito la verdadera historia. Convirtiéndolo en firma sagrada, en historiador, en testigo ocular de nuestra realidad colectiva, de la conciencia de nuestra patología nacional y en evidencia de los atropellos personales que ha sufrido. Silén es el apóstol de la conciencia, y desea como escritor dejar el testimonio escrito de su dolor individual y colectivo. Al mismo tiempo, los Ivangelios que se crean dentro de la narración, son las pequeñas anécdotas entrelazadas que describen la vida de la Madre, ergo, la vida del Hijo y que testimonian una realidad.

Existen en esta novela las perspectivas contrarias, las ironías, los símbolos de la muerte con sus distintas caras, los contrastes, el tema del exilio, como otra muerte, y la función simbólica de los nombres, entre otros temas. Ya que la ironía, es eje central en el cuerpo de la palabra, es necesario confrontar estos planos para poder interpretar las varias lecturas de la novela. La ironía está presente desde el principio. Como modus operandi , aparece en la primera oración, en la risa que no puede contener el personaje con la noticia de la muerte de su madre. La ironía funciona como objeto estético y filosófico, porque estimula el pensamiento ontológico en el receptor y crea una intriga ideológica en el sentido de ese transmutar y transformar las visiones de mundo que se nos presentan en la obra.

Observamos también, la lectura de la autoescritura. El autor conciente que escribe la historia desde la ficción misma. Por eso le llamo Ivangelio, porque lo escribe Iván desde la concepción del Otro. Un contrapunto entre ficción y realidad, conforma la atmósfera fantástica que se desata según vamos adentrándonos en la acción. Esta función narratológica del personaje intradiegético, le permite una flexibilidad entre ambos mundos: el ficcional y el real. El autor entonces entra y sale de ese mundo, porque lo controla, porque es el creador y tiene todo el poder de la realidad que lo circunda. Esto le permite una omnipotencia desde el centro de la acción hacia afuera, hacia el mundo real, dando acceso a la interpretación del autor-dios. Es el autor quien tiene el dominio de la palabra. Se crea una fusión entre la esencia y la existencia de los personajes, entre lo real y lo fantástico que se vuelve realidad según se van encarnando y transformando en la palabra del autor y en el significado escatológico de la muerte que nos presenta.

Si la novela es la historia de la muerte de la madre, es por tanto, la novela del hijo. Hijo que es autor y Dios al mismo tiempo. Un personaje agónico o personaje redondo , en palabras de Henry James, que se debate entre situaciones alternas, sufre, crea y se transforma. Esta perspectiva, desde el punto de vista de la novela del Hijo, nos obliga a sumergirnos en niveles simbólico-filosóficos y religiosos, que pudieran contenerse dentro de unos parámetros profanos, pero que por estar dentro del juego irónico, son parte del mismo cuerpo. Se crea una trinidad, una simbiosis entre la madre, el hijo carnal y el hijo espiritual, que es el hijo autor, la esencia de Silén. Aquí la conciencia de la escritura es lo sagrado, es el nivel espiritual, el nivel de la perfección, el que alcanza el autor. En este plano examinamos entonces la autobiografía. La historia del autor metido en su propia historia. Una autobiografía que tienta los márgenes de la fantasía, que bordea la locura a través de sus deseos más íntimos, develando una psiquis debatiente. Una locura, que al mismo tiempo es la conciencia del ser. Es esta aparente locura, la que se manifiesta en los elementos escatológicos y que transporta el mensaje filosófico-político del autor. Se convierte la autobiografía en la biografía colectiva puertorriqueña. En el significado del ser puertorriqueño. Esta biografía podría definirse mejor como una radiografía de la Patria.

Del mismo modo, la anacronía del texto presenta el juego analéptico de la historia. Los saltos temporales determinan el tono lúdico del creador, de este hijo que es el autor del texto y el dios de esa madre al mismo tiempo.

El juego de la ironía, el elemento de la risa como sarcasmo, la dualidad autobiográfica, la escritura dentro del texto mismo, el uso de la primera persona como instrumento psicológico, poco diálogo, retrospecciones en secuencia, intercalaciones temporales, el collage de imágenes, el eslabonamiento de ideas y conceptos, la técnica del manuscrito que se crea dentro de la historia, la técnica de la caja china que entreteje situaciones durante la acción, así como el empleo de una sola oración como estructura gramatical, colaboran con el funcionamiento cinemático de la historia. El autor describe visualmente creando un sentido dramático.

No podemos negar que el autor, domina la descripción narrativa, lo visual, es esencial en ese darsán esotérico que se crea en cada imagen. Los detalles en la descripción me llevan a definir la escritura sileana como una especie de neonaturalismo. ISilén logra tocar puntos viscerales de la conciencia en el lector, alcanza niveles psicológicos freudianos y se acerca a un sentido escatológico que no podríamos hoy catalogar de naturalismo, porque él transforma la descripción ya dentro de un marco contemporáneo nacional y diferente. Sus descripciones pueden catalogarse dentro de un neo naturalismo social puertorriqueño, centrado en las vísceras y en la patología de nuestra identidad nacional.

Otro elemento técnico es la inserción de textos populares, como poemas, cancioncillas, versos, rezos. También observamos la inclusión de nombres de lugares, personas, así como alusiones y referencias contemporáneas. Los referentes nacionales cobran una dimensión universal porque Silén sabe establecer fronteras y al mismo tiempo permite que el pensamiento nacional colectivo alcance al colectivo universal en la preocupación existencial filosófica. Los nombres aluden a referencias bíblicas, lo que lo hace unificar más la lectura religiosa que elaboro también en este trabajo. Por eso, tampoco podemos dejar de pensar en Kafka, ni en Sastre ni en Unamuno cuando leemos su novela.

•  La gnóstica medieval en La muerte de mamá

El ángulo simbólico en la obra de Silén, es definitivamente el más significativo. Dentro de esta interpretación Silén logra desvelar los mensajes filosófico-políticos. La madre, la muerte y el hijo forman una trilogía cargada de sentido profundo y místico. Comienzo por apuntar hacia el concepto arquetipal de la madre. Desde un punto de vista jungiano, la madre en la novela encarna la madre sublime y la madre terrible de los conceptos universales míticos. Lo vemos en las constantes referencias en el texto que describen a mamá. Por ejemplo: "mamá era sublime" (3), "mamá era terrible" (7). Su definición simbólica de madre esencial, se define también en rasgos esotéricos que se remontan al misticismo judeo cristiano medieval. Se define a la madre como excéntrica (11), anónima (11), es la madre que sabe dónde está Dios y cómo está Dios: "¡Dios está donde no termina el universo!" (12) "¡Dios no ha dejado de estar triste!" (11). Ese elemento sublime, mitifica la figura de la madre, pero ante las ironías textuales y reales de la novela, la madre es a su vez, la madre terrible, la madre carnal, la madre pecadora, la madre defectuosa, humana, dolida por el pasado. Se describe a lo largo del texto como linda, ridícula, mamá de alcurnia, mamá olvidada. La dualidad de madre sublime y terrible la observamos en descripciones como la siguiente:

".pero mamá no era perfecta. Hacía afanes oscuros

por borrar el dolor sexual y tierno que la consumía.

Había un deseo místico en ella. .de borrar el pasado, la traición." (6)

 

También es la madre sublime, la madre endiosada. La Diosa arquetipal se manifiesta en el conocimiento místico que presenta el personaje. Vemos: "Mamá daba y repartía su cariño como un dios".(7) La madre es también símbolo de todas las madres. Esa genealogía que se trasluce en la mención de Yocasta, en la figura de la abuela, genera la conciencia del tiempo femenino y de las generaciones por venir. Es la madre temporalizada, la madre Cronos, la madre Diosa, sagrada y humanizada a la vez.

Varios conceptos de la madre arquetipal se funden en el personaje de la mamá. La madre es también, la Madre Naturaleza, Madre Tierra, Gea y la Madre Patria, manifestando lo sagrado y lo pagano. El concepto maternal recobra la figura de la madre celestial al mismo tiempo que retoma los conceptos de la madre universal. Crea Silén un misticismo esotérico, con raíces en las creencias de las primeras civilizaciones antiguas y que resucitan en los conceptos judeo cristianos de la época medieval. El cristianismo tradicional tampoco ha dejado de tener contacto con las diosas "paganas" antiguas. La madre es Astarté, Ishtar, Gea, Gaia, Cibeles, Isis. para llegar a ser María, la madre de Dios, o la madre de Iván Silén.

"Ella era el ángel de la Anunciación hecho carne.

Ella era todas las mujeres del mundo resumidas

en la pasión de su profeta." (35-6)

La mitificación y la desmitificación de la figura maternal vienen atados. Se endiosa y se humaniza con virtudes y defectos. Se humaniza desde lo sublime y se encarna hasta lo psicológico demostrando una relación edipal entre el autor, que es el personaje Hijo y su Madre. El Hijo es entonces, ese Profeta. Se crea una relación simbiótica y simbólica entre ambos. "¿Dónde empezaba mamá y dónde terminaba yo?" (7). "Estaba ebrio de sueños, como ebria de dar estaba ella. Opuestos ya, encontrados." (7). En estas citas vemos el espejo entre el Hijo y la Madre. Llega un momento donde hablar de la Madre es hablar del Hijo, se fusionan, se hacen uno. La sensualidad edipal la vemos también en la siguientes descripciones sobre la madre: "Envuelta en su toalla, descalza, cual si fuera otra, me espiaba escribir desde la puerta del baño como si fuera mi amante." (11) Queda claro el elemento freudiano. Pero esto no se queda en el nivel erótico o sublime de una relación o de un deseo edipal. Va más allá, se convierte en la esencia gnóstica a través de la palabra. Palabra que es escritura literaria y la escritura sagrada en el nivel simbólico. Porque Iván es el Hijo, el Hijo, es Dios, el creador de la palabra y de la novela. Y como autor dios, sabe lo que va a acontecer. "Estaba escrito lo que iba a suceder." (31) Por tanto, el juego del espejo entre la Madre y el Hijo, los unifica, los hace una misma esencia. Se confunden ambos para hacerse el Uno. " Hoy, desde lo más profundo de mí, deseaba ser mujer para no quemarme con su cuerpo." (14)

Es tradición dentro de la gnóstica medieval, el concepto de la feminización de Cristo. Esta fusión de personajes la defino con este concepto. Iván, el autor, el "evangelista" de la patria y el narrador de la novela en la novela misma, se convierte en la Madre, se unifica, se transforma por medio de la palabra. La palabra escrita es el poder de la transformación, la creación sagrada de la literatura que hace que el escritor sea el Dios. Y este proceso tiene sus etapas dentro del texto. Veamos: " Pero aún así su boca yacía ahí sin saber si pronunciaba su nombre o si pronunciaba mi nombre." (12) Los personajes se unen y se confunden. Ocurre una transposición sublime entre ambos.

"Yo ya no era yo, y yo ya no sabía cómo cerrar las maletas.

Ella tampoco era yo, y no sabía cómo besarla en aquel nombre que nos separaba." (13)

 

Por otro lado, asocio la mitificación de la madre en la novela, con la exaltación a la Virgen que crea Berceo en Milagros de nuestra Señora . Una comparación profunda entre estos dos textos sería interesante explorar. Voy a señalar algunas ideas en Silén y en Berceo, que se relacionan. Ambos escritores son controversiales en su tema y en la manera de presentar sus ideas. Ambos son poetas. Como Berceo en su obra, Silén también tiene influencias teológicas. Ambos son innovadores. Podemos atribuirle a ambos el concepto de "sensus fidelium" o piedad popular . Silén tampoco desarrolla una teología para ser impartida en la academia, sino que se proyecta en la existencia humana. Su obra está escrita para el pueblo. A través de la novela, Silén, como Berceo, divulga, explica, testimonia, tiene una intención catequista o anti catequista, propagandista de su Patria. Promueve un dogma y una moral, que en el verbo sileano se vuelve una liturgia de la palabra. Silén convoca la poesía en la novela, para lograr del lenguaje el arte como arma para reivindicar y recobrar su Nación. Ambos autores se apartan de los manuales y los tecnicismos. Silén evita la cantaleta trillada del popularismo boricua, para traer la problemática política desde un punto de vista filosófico, esencial. Y ambos se apartan del tecnicismo, creando una teología propia conceptual y existencial. Esta habilidad de Silén demuestra una mente culta, que se apodera de conceptos universales para testificar su Patria, o en este caso la "Matria" Ambos autores hablan de vicios y virtudes. Y ambos, utilizan la figura de la madre con una función catequista, en el sentido de enviar mensajes, para alabar y denunciar la Patria. Si Berceo crea un tratado de mariología, podemos entonces hablar de una cristología sileana, que nace de la figura de esa madre muerta, que nos presenta viva en la novela y que vuelve a reencarnar en el cuerpo de los que se la comen al morir.

La madre no llega a ser una Remedios La Bella, es la madre de Silén, es la Diosa Patria, es la Madre Nuestra, es el mare nostrum, la Totalidad nacional. La Madre es símbolo de Dios y porque el Hijo nace de Ella, se encarna en Dios. "Dios, precisamente Dios, y no sus caballos de plata, era mi verdadera herencia." (15)

La madre muere, y nos recuerda la alegoría de la Danza medieval anónima. Así mismo se define en la novela: ".donde la muerte de mamá, vestida de mujer, alegorizada, no había acontecido todavía." (26) La mención del día séptimo en la obra aparece en varias ocasiones como el Sabatt. Esta alusión hebrea, nos remite nuevamente a los discursos gnósticos mencionados. Otro ejemplo que sostiene mi teoría de la unificación gnóstica y la feminización de ese Cristo que es Iván, y que se transforma desde la Madre y en la Madre, lo observamos en la alusión directa a la comunión con su cuerpo. "Este es mi cuerpo que por ustedes será servido." (53) Así mismo, la visión del poeta como un médium de su madre, como el cuerpo del Hijo que sirve de mediador entre los hombres y Dios lo vemos en la siguiente cita:

".porque las páginas amarillas de La Biografía en donde escribía inútilmente se parecían a los corredores grises en donde alguien garabatea el nombre de mamá con la mano mía. (54)

 

La idea del autor dios, de ver el personaje como un Cristo queda plasmada. El narrador menciona a los contemporáneos y los presenta un poco como sus amigos y como sus discípulos, sin dejar al insigne traidor.

El único propósito de ellos era el de borrarme del mundo. Todos desconociéndome, ignorándome con la fuerza que el I Ching le ha atribuido a los pequeños. Todos siendo un poco mis víctimas, un poco mis amigos y un poco mis discípulos. Si escribía mis ensayos antifilosóficos, los zaratustras de los ojos sucios, o aquellos que los tenían encendidos, asumían secretamente la guerra contra mí.

Nunca me daban el frente. Si publicaba un poema todos intentaban copiarlo. Si se los reprochaba, me acusaban de paranoico, de engreído, de loco. Yo pedía el absoluto y ellos sólo daban lo que podían dar: las migajas del alma. No había vocación de prójimo en ellos, sino ese egoísmo nietzscheano que se había puesto de moda. Pero el plagio cometido contra mí estaba ahí como el cadáver de mamá. (48)

En este pasaje, el autor denuncia la traición y el odio del prójimo, la falta de solidaridad patriótica con la que se encuentra el escritor puertorriqueño. Esta patología nacional se denuncia a través del texto. El impedir la creación al artista y esconder sus virtudes, es la traición absoluta que merece la mayor denuncia.

Las influencias místicas judeo-cristianas y esta metáfora del Dios-Hijo médium de la Madre de las que se apropia el autor desembocan en las otras lecturas o interpretaciones de la novela. La madre muerta, no va a ser enterrada. El cuerpo será robado. La asociación directa con el cuerpo de Cristo que desaparece del sepulcro es evidente. En ese momento, la madre es la diosa. Y con este juego, se reafirma la idea presentada de la feminización de Cristo. No es coincidencia que el concepto de la rosa mística perteneciente a esta tradición, también sea un elemento traído por Silén en la novela. La expresión del personaje: "¡Rosa de Dios!" (58) nos remite a la rosa mística y a ese aspecto esotérico de la Virgen. Frithjof Schuon, en su estudio sobre María y el misterio marial , nos habla de ese concepto oscuro de la Virgen. Afirma que la Madre mística es esa " Sedes Sapientae " o trono de la Sabiduría. Aquí el concepto de la Madre es el del Lugar sagrado. En el caso de nuestra novela, ese lugar es la Patria, la Madre Patria, como el lugar que Es. También enfatiza este investigador, en el estado póstumo de María. Lo que nos hace pensar que la muerte de la madre en la obra de Silén, intenta alcanzar y sobreponerse a la quintaesencia de esa transformación y unificación, o a una reencarnación simbólica entre la madre y el hijo.

El morir de la madre es el grito de la Patria Muerta. El Hijo, el Profeta, el Poeta de la novela, el Creador, el nuevo Dios, no va a permitir que esa Patria desaparezca. Por eso se da la antropofagia como un elemento simbólico dentro de la narración que alcanza los límites más sagrados de una unión esotérico-mística entre los cuerpos. Es lo más profano y lo más sublime al mismo tiempo. Porque desde tiempos antiguos lo profano se sacraliza, se encuentra en sí mismo, en las raíces de la verdad arquetipal. Los hermanos comulgan con la madre y de la madre. Comer el cuerpo de la Madre, dentro de la feminización de Cristo, es comer el cuerpo de Dios. Es entonces, lo que los contemporáneos y los traidores del autor tendrán que hacer con la obra de Silén. Les guste o no, comulgarán con su texto, no les quedará más remedio, que comerse la obra madre de Cristo-Silén, de enfrentarse con su propia historia. Enterrar el tenedor en el ojo, es acudir al centro del cuerpo, al núcleo, a la mandala de la Rosa Dios, de la flor mística que encarna el espíritu de la madre. Pero comerse el ojo de la madre es como sacarse sus propios ojos. El autor, como Edipo, ve otra realidad. Sacarle los ojos es el punto culminante de la comunión con su madre. Se convierte el personaje en un Cristo-Silén-Edipo. Comulgar con la Patria Muerta, es resucitar la Nación, rescatarla de ese suicidio colectivo al que terriblemente se enfrenta. Porque al comerla, la revive. Una Patria que es comida por los traidores pero saboreada desde lo más alto, desde lo más sublime, desde las entrañas antiguas de la quintaesencia celestial por el Dios que la recrea. Iván Silén: Fiat Voluntas Tua .

 

 

Silén, Yván. La muerte de mamá . San Juan: ICP Editorial, 2004.

 

 

 

 

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