Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 1. 
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 7.
12 de Julio 
al 12 de Agosto
de 1999.

 

Ivanoskar Silén
(
www.dmz-pr.com/ivansilen):


LOS PLAGIADORES
o: El Conde de las Greñas

Que nadie llegue a tiempo,
y que nadie pregunte
por qué la noche cayó
sobre Iván Silén de esta manera.
Que nadie sea como yo en este sueño,
porque un cielo negro gira en mi cabeza
y canta nautamente como Ulises.

Hoy que tengo miedo de decir
lo que el poema dice desfachatadamente.
Hoy que no quiero, Borges,
publicar ni siquiera la sombra mía
(para ver al que se roba
el hilo de la costura del tiempo).
Porque la luna está deshilada
sufriendo en los aleros,
y el sueño deshilado, obvio,
padece en las palabras,
cuando el Relojero
que finge y
simula horas,
Nãvi,
laureado remotamente vampiro
cercano, sigiloso,
maldito, sutil, Borges,
amigo mío, cabroncito,
miente y mientes de las horas,
mientras la noche cae
de lluvia en lluvia,
como luces de bengalas
y-el-ojo-de-la-vela-vela-
el-viento-cantando-
del-nao-che-remotamente-
acompañado-rema-con-la-muerte,
porque el otro,
Navigator,
esa infinidad de Egos,
quizás tú mismo, Borges, que sueñas
jeroglíficamente solo,
como si fueras alephmente
el copiador de la nebulosa
donde Dios deambula debajo
de mi llanto;
do aquél otro, españolo,
mascaradamente
al extravío del rostro,
al tropiezo del rostro
finge e insomnia en los espejos,
que sólamente espía syringamente
lo que en el suelo escribo.

Estoy delante de ti y tú lo sabes
y abro el azogue para buscar
remotamente en el origen
y hallo el sustantivo "Iván"
en la palabra "navi"
donde Ulises loco, languilargo,
se enfrenta a los espejismos
de las lunas.

Sólo queda el espía de
los jeroglíficos que en el remo sueña,
para luego, de nauta a nauta,
como un servus,
o como astronauta
hacer del tiempo trampa,
hacer de la muerte hilo,
y de lo abyecto esa pose del Aëda
en donde plagia polvo de estrella
el pergamino mío...

Porque a punto de colapsar enana blanca
estoy
más limpio que el "asesino" tuyo,
más oscuro que Dios
a la sombra del átomo,
apolillado en los folios de Pessoa
(donde se oye la queja vulgar de Dyonisio a mi poema),
de aquél qu'esquiva la queja de la envidia,
en los papyrus del Dios enamorado,
narcómanamente,
fugaz, explosivo en el "Big-bang"
de un soneto inconfundible de amor
en los oídos tuyos.

He allí el rapsoda españolo
del largo navigo del tiempo,
distante, vestido de homo,
aunque espantoso,
pintando las uñas a los muertos,
haciendo rizos a las muñecas
oliendo perfumes en las estatuas,
buscando fetos in filo suo,
Orfeo pendet,
a la vara,
clavado como los fetos del "black hole",
como las muñecas de Dios deshechas
(¡Oh, Lesbia,
no me codicies
ni siquiera como Deus!),
porque las olas del delirio me arrastran
y las sombras de las'ombras en lo eterno
fugaz de siempre
el mar te bate contra tu propio
tocador de criminal
do gime la noche de amor
como Eco en los espejos del Traidor.


****


Escupe, tú, ahora, Borges, con tu guadaña rota
de papyrus y de caña, el otro,
escupe tu saliva, ahora, contra el Dios
papyramente
y bebe tu ceniza
porque el nao del aspa-astilla,
el nao del alba a la gaviota,
al nãvigum,
al ala,
te arrojan contra las astas
de los hombres
y donde ese espacio que vuela curvo
se estrella contra el navi de Dios...
do naufragamos.

La noche te queda inmensa
en el espacio y
el Piloto te queda más inmenso todavía,
como quien desconoce la muerte,
porque en el crepúsculo del dios,
las novias del puerto,
avevo una vez,
un enclenque como el angelus,
llenito, barrigón,
en los espejos del amante,
do cantas peces
escorbutamente
polvo de estrella,
¡oh, Nenia, dolor mío!,
al ala derecha de los Girondinos
como si hubieras
besado a las sirenas por el sueño.

Pero todo es falso en lo cierto del día,
nada es cierto en la oscuridad
de la provincia del aéreo,
con su manita dorada, aquel poeta infame,
(que-anda-la-luz-oscura)
que plagian los kotex manchados de las niñas
como si hubieran visto astronautas
en las astillas de los nãvãlis,
o en el esplendor de los ocasos
hubieras visto el rostro mío
de nauta o de poeta.

A los lejos, Borges,
mi confesión de hombre para ti,
para la historia-hoy,
porque nadie puede crascitar tanta mierda sobre ti
sin que haya sombras.
Ningún crítico podrá decir tanta heces de nuevo,
como esa excreta de los-canes-rosados
de Buenos Aires,
la Horrible,
del-tiempo-cuerpo-del-espacio
(al-espacio-cuervo-del-tiempo),
como si Ulises estuviera iluminado de vulvas,
te espío el ojo del tiempo que me espía,
y escribo contra el corazón de Dios
(este ritmo del poema que me enloquece,
esta metáfora
que me exaspera
--esta cuica de Dios,
esta peregrina del Hades
que me fastidia--)
y escribo y tacho
a mitad de la astilla del tiempo
"Los plagiarios" míos
que no te mereces, porque
los escribas creen que somos lo mismo,
porque sudo sanguis debajo de la luna d'este eclipse
esta sangre de sida de hilo de pez añejo,
deshilada la vena mía del alma que late,
do el navío de Dios golpea a Jupiter
y da
y da y da y mata,
(¡oh, Rosa del cuento
paralela a mis cuentos,
yo te niego y yo te afirmo!
Y sólo yo puedo besarte en la frente,
así como escupo en la frente
criminal del Españolo,
del yanqui
y de todo invasor, cultural, anémico,
decadente
que desee sodominar al ángel,
a Macchu Picchu,
a las muñecas de plata
en cada sueño de cera,
en cada sueño de plata.)

Los críticos hieden sexualmente en el poeta
(¡Hosana a aquél,
¡oh, Conde de las Greñas!,
que viene
en nombre del Señor!)
contra la costra del alma
estos sobres de Juan
todavía cerrados por mi mano,
esos pergaminos a la dextra de Iván
de la isla de San Juan,
siete meses más joven de la hora 2000,
donde Soy, ivanovishmente,
quien debo abrir las copas
de los que buscarán la muerte
en las fronteras del tiempo
y la muerte les será negada.

La muerte, que sabe del ritmo
del viento vacío del espacio,
por donde se oye el "Claro de luna"
y las sonatas sin pares de los acordes,
do recuerdo que soy yo,
como si estuviera loco,
y no tú,
hijo de Dédalo,
quien poetamente
escupe el tiempo
contra los copleros del nao.

Es la rabia delicada,
como cálaos ciegos,
como Hermes cojos,
comos Casandras mudas
que a la sombra de la Vía Láctea
(¡Oh, Baudelaire canta contra la furia del Albatros!)
oigo gemir los ángeles de las alas quebradas,
en donde fluyen las flautas de las flores
y de olas mágicas y
de esos asteroides,
de Dios,
que giran en las fiebres,
el escorbuto blanco de las piedras,
contra el ojotuerto del que espía
en la inmensidad de los delirios
el tiempo negro del tiempo blanco.

¡Oh, sambuca, canta,
arpa mía,
contra el delirio del cielo!
Musamente sé yo mismo,
y sé tú misma,
como si las citas del amor fueran fatales
en la epidermis de Dios
todo el tiempo posible
en donde me canso de ser
esta huida, esta venida,
este orgasmo.

Desgarra, entonces, el Tierno de la sombra
y da con mi lira, Delirante, tú,
el tiempo
y da y da
y mata,
angustiado de muerte,
y toma con mi falo la hoz de orquídea,
más delirante aún,
¡oh, sangre de los soles!,
tiempo curvo del cáliz,
vulva curva, espacio,
como si mi bicho de rosas golpea contra las astillas,
contra el clavo de polvo golpeara,
contra el alfiler golpeo,
¡Oh, Cristo, copiloto de mi abismo
no me dejes caer
y da, y da, y da,
contra esta espina de luz
do la sangre sema
tiempo negro
en la mirada paranoica del Testigo!


****


Estoy extenuado, a la deriva de los días
estoy cansado de morir
este sitio di Dio
do scribo
el tiempo plagiado
a la salud del loco que grida:
"¡tiempo, Sirenas, tiempo!"
como si hubiera visto tierra,
o mujeres ciegas, bellacas,
frenéticas de amor junto al salitre
de las lunas verdes.

¿Qué podrías decir, entonces, Borges,
a mitad de la asamblea de los muertos?
¿Qué podrías decir, tú, ¡oh, Dyonisio!,
como un
Marat cualquiera
a mitad de los cuchillos?

Porque yo odo tus pasos detrás de las ratas
que sueñan en el viento la tormenta de los aerolitos,
y sé que oyes en mí
el hedor de Dios
que te cautiva
como si estuvieras masturbado
por Dios
en la Tercera Dimensión
de los sueños.

Oye ahora, tú, amigo mío,
la mano a mano que me debes,
el silencio infame de los críticos
que al cielo van y a la mierda vienen
a buscar agua bendita
el día de fiesta prohibido,
el día del Taxi clausurado,
la verdad tuya,
el ser tuyo,
este remo de aguas de tu plagio de tiempo
(no tú, Borges, el otro,
el cualquiera, el de turno infame, fugaz,
aerolitamente al borde de la muerte)
oyendo este Domingo de Ramos,
donde Manuel, Ramos Otero, plagiara
Las mariposas de alambre
que te obsequio
desde el desprecio
como si buscaras en mí
al rapsoda de la ciudad del polvo que has ocultado
anda-luzmente
quevedamente oscuro,
ninfamente infame en los cometas fallidos,
los que le faltan a tus sueños.
Como si buscaras, dyonisiamente, entonces,
casi alados
sobre el Dios que escupes
lo que has perdido en la carne
y en las siluetas de las naves.

Dios me está besando hoy
espacio curvo en las palabras
violentas del amor,
como si yo fuera
su propia carne viva a quien me besa de sombras,
con las sombras,
en las sombras iluminado,
porque tanto esconderme,
de tanto censurarme críticamente
tenía que aparecer un 1999
con mi voz de cantaro roto
sidistamente hasta el rosa del tuétano
estas tres de la mañana
do Dios me anuncia,
como un letrero enorme de octubre,
los pasos sigilosos
de aquél que pilotea a mi lado
el odio de El,
la náusea de Deus,
y el horror con que escribo
estos "Plagiarios" de la nenia y de la historia.


****


Estoy a mitad del canto, Borges,
y he de cantar aunque el crítico no quiera...

He aquí, entonces, que me escondieron
y me petrificaron
en la bodega de los barcos aéreos,
para que nadie mirara
mi voz de sirena petrificada a mitad del espacio.
Ni oyera nadie mi voz de ángel fañoso
que sueña entre las piernas,
que rezo,
santificado,
¡Oh, Tú, Señor, del cielo y de la tierra!,
no me entregues a mis enemigos,
ni a los críticos me entregues,
apártame siempre,
guárdame en tu silencio, censúrame, Tú,
para que no pueda tocarme la censura de los hombres!


****


Aquella hoz mohosa de mi siega,
(...había una vez, entonces,
de cuyo tiempo no quiero acordarme...)
aquella guadaña de sangre
que las muchachas descalzas,
frenéticas de luna,
(codiciadoras del Aleph del sexo)
en el tocador de la Muñeca de la muerte
buscaran ahora, o buscaran después,
las mariposas del tiempo deshecho
y del tiempo recobrado.

Este es el abril de lata que parece octubre de cobre,
y este es el octubre de lata que vuelve
para parecer abriles de vulvas.
Este es el acto de escupir contra ti,
dyonisiacamente,
porque te equivocaste al crascitar,
en la revista Atlántica
"que nos encantaría pasar una noche con Lorca".
Este es el abril de los octubres que pasan
(el viejo odio de Unamuno contra Darío y
la vieja actitud del imperio español
en el imperio yanqui),
y la vieja biblioteca del cielo encendida,
apolillada de brumas,
hechas roca,
retintas de acqua
que van a la guerra cósmica,
como tú,
Circe de Marte,
porque no entendiste,
(¿cómo podías entenderlo?),
la-Kyoto1-de-la-Muerte que el tiempo trafica
en los caballos bermejos.

Si turista del cielo, tú, ajeno,
no entediste el sistema
¿cómo presumías, entonces, hablar de las almas rotas
en la ciudad del Universo por llegar?
Todo fue la confusión, el caos, la maldad,
cuando los coperos
te ofrecieron la soledad de los nichos.
Te brindaron también el ahora
de las grandes naves de Dios,
que los poetastros robaran
locamente enamorados
d'El miedo del Pantócrata
como monjas sifilíticas
(Luz, tú también, ¡Oh, Brutus!,
plagiaste el cofre de oro
--todos ávidos, y tú más ávida aún, de ser Navi,
todos sedientos de poseer el cántaro de Dios:

los eunucos, los Jesús, los profetas,
"El solista de Carlos V",
Los Narcisos Negros,
La casa de Ulimar--)
que vigilan los furis de los límites del tiempo
y de los límites séquito.

El hurto fue fácil, permitido
por los conserjes y los copistas
en los ovnis vacíos de Dios
donde los vates,
de las manos doradas
se acusaban
unos a otros
delante del Pantócrata del nicho
que no llegó a la Luna,
ni Andaluz, las cuatro son
veinticinco y otro plagio,
y un plagio más
que la crítica ignora,
porque yo poseo los muertos,
iluminando en los confines del cielo,
porque quisiste ahogar
a Filí-Melé astronautamente
en los casilleros del olvido, pero no pudiste,
porque no te estaba permitido.

¡He aquí
(asesinos, censuradores, borgistas),
el poeta sigue hablando con los dioses!..


****


No me hables, entonces,
apocalípticamente del caballo amarillo
ni de la gravedad del sueño me hables,
porque pterodáctilamente
puedo mostrarte los confines del Hades
y tú no puedes mostrar
absolutamente
nada,
¡Oh, Dyonisio!
Hoy que la noche quiso ser gris,
como un disparo en la boca de la vida
(como el suicidio de Goytisolo),
en la soledad de las rosas desiertas,
como mariposas de gases
que desgarran las lenguas de los ángeles eclípticos
y se desgarran la historia real
(la historia del traidor--de tantos--
y del héroe--de tan pocos--)
que quisiste escribir
envidiosamente
(de los poetas de la ciudad,
un 24 de diciembre)
en las paredes del tiempo
lo que sólamente era mío
y tú dijiste que era de otro.

¿De quién es ese espejo
do se confunden los críticos a mitad del espacio?
¿De quién son estos caballos bermejos
en los confines del polvo?
¿De quién es esta patria
que yo canto y levanto?

Entonces la noche quiso ser gris,
porque una cosa es lo abyecto
del alma de "Dios",
y otra cosa es lo yerto de luz,
lo abyecto de "El gran criminal"
que me combate
en los burdeles de enero,
porque el Dandy,
ciego, tanteante,
en el "trucco" del Piloto,
tardíamente y remoto,
aquél que no se parece al placer
de las muñecas ninfómanas
que codician el tiempo
mortuorio del Demiurgo.

¡Oh, el Infractor de los "comics"!
¡Oh, el Escribidor-Eunuco de la apariencia del espacio!
Quisiste escribir, ¡oh, Frígida!,
sobre lo abyecto del alma,
pero el tiempo de Venecia, quizás Saturno,
se llenó de Polvo cósmico
de telarañas,
de alacranes
donde las nuevas estrellas
eran la misma podredumbre
de las añejas estrellas del agua.

Era el polvo,
los ascensores del suicidio,
era la muerte de los astronautas "homeless"
que navegaban el después,
y nunca llegaron felices a la ahora
de la Biblioteca de Borges,
ni al después, narcisonegro,
de la Biblioteca de Iván.


Era también la luz de los pinos
(ratas y taxis metafísicamente amontonados por mí,
los que tú tomaste gratuitamente
para tus versos)
una mañana de abril,
una tarde de octubre
una noche que dio y un día que dio,
y Dios, ni de día ni de noche,
ni apocalípticamente
en los sauces y en las sombras de las sombras,
en lo remoto mismo
como si fuera la misma huella del ser
irrepetible,
reflejándose en el agua astillada,
mariposamente caída,
reflejándose contra el cielo quebrado,
a otro cielo más roto,
más distante,
más universo expandido,
como si tú y yo fuéramos los mismos
pero es imposible que seamos,
¡Caricatura mía!,
porque te falta el cielo y el Infierno
en los laberintos míos
y en los laberintos tuyos...


****


¡El poeta todavía habla con los dioses!..

Los buitres tuyos, entonces, andariegos, locuaces
y el Cálao,
solitario mío,
no pueden volar juntos bajo el mismo cielo,
porque la belleza de uno no se parece
a la ceniza del Hades
y la belleza del otro,
lánguida, idiota, mercanciada
y oscurecida en el sida,
se parece a la belleza del limo
de los copistas del Limbo.

Te hago un favor, oh, Eco,
aunque día de Borges,
aunque lo abandone un poco,
aunque me ría de él rosadamente
con el Narciso que te mira,
mientras remas naufragamente en el corazón de "Dios"
como la-imagen-de-otro-Ego-meus
del universo repetido mío
do contemplas en tu mano
el rubí del rey burgués que finge la mujer
eclipsada de tus lunas y eclipsada
en los cisnes darianos de vidrios azules,
cristal de roca
del cielo mago-azurro,
amarillos y verdosos,
do-contemplas-los-culos-de-los-niños-rotos
en las lámparas de tus vírgenes locas
mientras sueñas climateamente
para huir de los bosques encendidos del tiempo
do mi flecha apunta el corazón
de los plagiarios.


****


¡Oh, mar siniestro, bate azul y bate verde!
¡Oh, navío, ruge rojo contra los vientos lilas
de las velas viejas,
desgarradas,
deshechas, rotas,
do la luna fofa, anémica
tísica se sumerge en mí
para que la Kyoto del Universo brote
de orquídeas y pompones y esmeraldas
contra la otra ciudad del otro Universo
y de la escorias
donde los taxis plagiados
ivanamente
no se parezcan
a las naves de mis versos
do el Nauta, corazón de Dios,
enamorado,
astuto,
afile teseamente
la misma muerte
cuando, tú, pises el filo eterno de la luna.

Es necesario que la noche caiga sobre ti
como un asteroideivano,
añejo,
niuyorkinamente solo.
Es necesario que la noche del polvo
viaLácteamente-eclipse,
se repita
en los últimos exágonos
do la Tierra no existe
para darte denariamente y llenarte
las manos,
los labios
tu pene y tu pena
de Latonas y latas,
de Dianas y selvas,
de Minervas y canes,
cuando amontonas poetas,
como ratas
en los potes de embutidos,
para que no se oiga en ti
corazón de telarañas,
girando girondinamente
hacia el ojo de Andrómeda.
Para que no hieda en ti
el eclipse del corazón caduco,
ni vean tampoco el Aposento Alto
de tu falsa fístula
de Cristo.

¡Qué caramente vendías el espacio!
Qué horrible, para ti,
fue vivir debajo del Amigo,
del-paraguas-para-semen-de-tu-padre,
do aerolitos de yemas y claras
anunciaban dragones en mi alma.
¡Qué terrible, ese padre
abriéndote la Rashomon2 de la Osa Mayor,
y los retretes orfeamente abandonados
mientras, tú,
¡oh, seudo-Buzo!,
equidistante,
como el rapsoda del San Juan de la Maguana,
como el cretino de la kodak,
pantagrueleabas años de luz
contra la orgía de "Dios",
y escribías,
vulvamente
roto de la luz de los años rotos,
falen,
rebuznen,
que se rompió la fuente del tiempo,
en el corazón
del Nauta
contra los lirios haraposos de la dicha.

Hoy no debes tocar los grilletes de Dios
que te contagian,
porque la pluvia cae anónima contra la lluvia
y contra el puente húmedo de Dante,
como las sombras del sueño
por el sueño de las sombras,
do tú,
mefistófelesmente
plagias al revés
plagias al derecho,
con la voz de las sirenas roncas de tiempo,
cantando fañoso, fofo,
en el corazón de Dios
(la legión que soy contra las sombras,
el ego que soy contra los ángeles,
el abismo de Ulises contra los dioses)
paso, e ivano
ligeramente otro,
extravagantemente & solo,
a ver si Penélope faxea
cartas de amor,
y postales de odio...

No sé si
soy el otro que a mi lado
clonamente
mete su pan de ADN
en la Santa Cena de mi olvido .
No sé si soy el Ego del otro mismo ajeno
en los universos simultáneos
del AlterEgo
que irremediablemente,
publica lo que escribo como suyo,
para que, tú,
¡Oh, seudo-Buzo!,
augurio mío, a pesar tuyo,
canalla meus,
manyes de mi mano el limo del gesto oscuro,
siniestro, incandescente,
que te sostiene en tu desierto
de ser "famoso"
debajo del semen del abismo de tu padre.


****


¡Ah, eso era imposible,
porque no
hubieran podido escalar la Vía Láctea
como si soñaran yiddishmente
los aullidos de Macchu Picchu
en la escalera de Jacob,
o los escalones apolillados del ser
contra el ángel sin par
de la Nicotina!

No pronuncies, deuteronómicamente, entonces,
¡oh, acróbata de la velas!,
las palabras doradas
y en el pico la Flor, porque
el ser que te aplasta contra los versos,
la espina dorsal de la rosa blanca se te clava
falamente
(tecatamente)
en la rosa negra de tu estatua, o
contra ese Dios azul
que tú traficas espejamente,
que mejor que yo,
casi sombra,
do portas conmigo el ataúd,
una noche de abril inmensa,
interminable,
do la lluvia de octubre,
jorobada,
anuncie los judíos errantes del exilio.

Una noche temible de octubre,
como si fuera una noche de abril.


****


Era mejor morirse en las auroras curvas del tiempo,
y no haber venido
de Testigo injuriado,
vilipendeado,
inalienado
a comer mi propia carne de Astronauta,
con los propios prójimos
que escriben
palimpsestamente
contra mí,
cuando Dios se pierde en las ambulancias de Iván,
o cuando Dios plagiado de sí,
casi enemigo suyo,
oscuro, criminalmente,
me empuja a padecer
épocamente
los plagios de los "amigos míos",
del coro meus,
¡oh, Grecia!
en los puertos, en las estaciones,
de los teatros desiertos,
o en las paradas grises del espacio,
como un taxista oscuro, curvo
de la misma gravedad de los que mueren
y esperan al Pasajero-Yo, de blanco,
inmaculado,
puro,
casto,
en el tiempo gris-oscuro de la noche.

Este es el sonido de mi voz,
este soy yo grabado
egamente azul
equidistante, muerto, y no me basta ser
lo suficientemente Dios.
Este es el tiempo luz de Deus
contra mí mismo
y no me colma
ni me mirra, ni me escasa, ni me añeja,
este poeta infinito
contra los colores del cielo.

Pero también,
oyéme, tú,
que lees incrédulamente,
El es todavía,
el mismo Rapsoda de siempre,
universal,
primitivo,
incestuoso,
vidente,
mágico,
matricida,
sacerdotal,
que ha puesto su silla junto al abismo de Dios.
Este es el sonido de los años luces,
entre tú y yo,
cuando estemos ausentes el uno del otro,
como el color extraño de la muerte
en las estatuas del cielo
que cantan
"¡Hosana,
hosana,
hosana,
el poeta está otra vez entre nosotros!

¿A dónde, entonces, te escondiste, DesAmado?
¡Oh, Santa Teresa del Falo!
¡Oh, San Juan de las Vulvas!
¿Qué larga la noche de luz del ataúd oscuro,
casi golpeando dráculamente
contra el culo?
¡Oh, que raros astronautas, todavía húmedos,
sudando sangre,
esperma,
ardiendo de lunas, y de soles muertos,
afiebrado contra el gallo de siete espuelas
y siete ojos.
Afiebrado-contra-altos-del-coro-de-Apolo,
afiebradas corcheas rotas y
calurosos gemidos del polvo redondos de la muerte
en clave de fa
do el disparo es bello
en las lágrimas fortuitas de Ivanós
(o el gemido nuestro--¡oh, muertos!--
siniestros navegantes de Ivanoskar,
que en la clave de Sol del tiempo
amontonadas las lágrimas de los años luces
de Dios se acumula,
aborbotones y se pudren
poco-a-poco
como si lo estuviéramos besando
por la boca).

¡AY, que nadie venga, entonces,
que nadie diga,
caballo blanco en la montaña,
que nadie hurte,
ni sepa, ni mee,
caballo negro de la mar,
al horizonte mío,
do el sentido de la muerte rota
que mis poemas exhiben,
sin el adjetivo criminal
sea de luz y
sea de sombra.
Porque no he de ser eternamente este Ivanoculto
(o este Naviculto, este nauta de Deus,
violento
próximo, esquizo,
prójimamente ajeno)
que se hospeda emmanuelmente
en-las-traiciones-de-los-amigos
donde moralmente lo despojan:
alexismente mea,
teamente roto,
josémente meus,
amicus paranoico deshechos,
contra ese Iván Ivanovish ,hijo de Ivanós,
que porta la camisa de fuerza del poema,
loco y pazzo,
esquizo, atado,
a la soga del poema,
a la paloma del poema,
al mar del poema,
al odio del poema,
al grito del poema
del alaluz a la otranoche,
alamar,
alamuerte,
ala-la-lá-de-la-eclipse,
de-la-gaviota-a-la-galaxia
al ala-de-notte-del aspa,
la, la, la, lá,
la, lí, la lí,
al-día-del-polvo,
al rascantán de San Juan,
al ráscate de mí
en la espalda de Deus,
o al alalá de la muerte,
a la-sombra-de-las-sombras
(¡Pater nuestro, amicus!)
en los documentos falsos del espacio,
de los papiros rotos de Dios
del Hermenauta
que tantea el libro de limo
sobre el libro de moho
de la Biblioteca de Babel iluminada
y futura.

No he de ser jeroglíficamente
este Ivano-del-tiempo
que vende pintas de sangre a las estatuas,
en los hospitales de Brooklyn vende pan
y vende agua,
para poder comprar las ediciones de Borges,
o las ediciones más oscuras
de Kafka
en la librería siniestra del Kastillo.

Estoy cansado de lidiar con el tiempo,
con los secretarios de la muerte.
Hastiado estoy de lidiar
con los burócratas
de la belleza que escupo
rimbaudmente,
porque ésta es la historia,
y no hay otra,
infame de los días,
que dice lo que todo el mundo ignora
universalmente
de la POESÍA
y nadie quiere decirlo ivanamente
porque en las palabras chochas no hay poetas,
porque en las cloacas
de-los-bichos-de-los-versos
nadie quiere hablar de sí
con la ternura de los locos.

Este es el espacio infinito y no hay otro.
Este es el tiempo,
esta la carne de Dios y no hay otra.
¿Quién hizo, entonces,
explotar el "Big-bang?
¿Quién estaba Oculto en la materia concentrada?
Esta es la historia fatal de lo real que no se escribe,
como el sueño donde no mientes los ángeles,
detrás del Testigo
de la Tercera Dimensión del tiempo
y delante de nosotros,
los espejos,
lo posible,
lo infinito,
porque estamos,
como tú,
¡oh, Héctor!,
poblados de traiciones.

Pero está también la noche de Dios,
girando en las espinas rotas,
o en las rosas de los espacios de la Esquina Rosada,
do giran las estrellas de años de luces incompletas
a la velocidad de la muerte...

Tu voz está delante mí
y delante de ti está mi voz,
como un choque inevitable,
como un delito eterno de la cita,
como la muerte del tiempo
que el coro canta,
más oculto,
más remoto,
más delirante que Dios,
huyendo como Iván
del palimpsesto d'ellos,
y huyendo todavía
de las amantes remotas,
inéditas, pálidas de luz,
pálidas de lluvia,
deldesamor,
delosodios,
delasaguas,
delosbesos,
delamar,
como un disparo azul sobre la frente.

Es el sonido de las alas rotas del Astronauta meus
apocalípticamente caído
en los cálaos
que acuden
lapidariamente
Icaros-de-Sida
a sembrar los sonidos grises,
prepúsicos,
semosos,
en la rueca donde se teje tu horca,
¡oh, examigo, del cielo
y del infierno!

Son los oráculos que chirrian por el cielo,
son los labios que
cantan, los que maldicen,
los que poeman,
unos contra otros,
para evitar los espacios dobles del placer,
el fuego curvo de la carne,
do Dios se hace mirra de la eternidad
y quiebra de luz, y rosa, y semen
en los labios telarañas
del Aëda de las sombras
en do sangran de Dios toda la patria,
y sangran de Dios todo el poeta,
en los acordes,
en los atrechos del universo,
do se quiebran los vientos del espejo,
como si el tiempo estuviera
lleno de grietas.

Es el sonido de la muerte,
¡oh, canta poeta, contra el cielo!
¡Canta, Rapsoda, canta contra el Infierno!
portando,
arrastrando,
picando,
los poetas por el sueño..

Es el hedor de las madres,
es el sueño de la muerte,
es la vigilia misma,
es el estilo remoto que me busca y no me haya,
como si fuera Venus
la que se hospeda por la muerte,
en esas Prosas Profanas
de Los plagiarios,
mostrándole al Poeta,
en el cónclave de los dioses,
los acordes de la muerte
donde debe sentarse.

Como un disparo d'azul sobre la frente,
en aquella mañana de octubre,
con aquella taza de té,
el poeta volverá a sentarse de amor junto a los dioses.


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