Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 67
Noviembre 2004

“La Perra Brava” en Escáner Cultural
(Parte
3 y concluye)

LOS 30 AÑOS DE LA CRISIS

 

Desde México, César Horacio Espinosa Vera

Los últimos 30 años de la vida en México estuvieron signados por crisis recurrentes al final de los periodos de gobierno. Se llega a hablar de una “crisis mexicana” que, en general, se remonta hasta el final de los años sesenta; inicialmente fue política (1968) y después económica (1976 y 1982-1988), luego se caracteriza como una crisis social (1988-1994) y en los tiempos más recientes aparece como una crisis de motivación (Habermas) institucional (¿1994-2000..?).

En su etiología, esa serie ininterrumpida de fracturas y desequilibrios presenta elementos que tienden a ser repetitivos: muy sumariamente, la crisis política obedeció a una incapacidad de las instituciones para mantener el consenso sobre una base de inclusividad; la crisis económica respondió al desequilibrio de los mecanismos que regulaban la producción y el consumo, entre el mercado interno y el internacional y, finalmente, a partir de fuertes desequilibrios de orden financiero.

La crisis social, por su parte, se manifestó en los años más cercanos como un crecimiento extremo de la pobreza y la marginalidad, producto de una política económica altamente desigual y excluyente; por último, la crisis de motivación institucional se presenta como un nuevo tipo de desigualdad que afecta, sobre todo, el espacio de la ciudadanía política, erosionando las bases de credibilidad y legitimidad del régimen político mexicano, cuyo primer episodio ha sido la defenestración del PRI del Palacio Nacional, pero no se sabe hacia dónde se conducirá bajo la actual administración panista-foxista.

Así, según el esquema anterior, a principios de la década de los 70 estuvo la “atonía” empresarial y el paro de inversiones que concitó el discurso populista/tercermundista de Echeverría (1970-1976), pero que engordó las bolsas de los propietarios locales y foráneos, junto con las amenazas de “golpe de Estado” y el real golpe devaluatorio de 1976. El sexenio terminó enmarcado bajo la pirotecnica del desplome de la imagen presidencial.

Con López Portillo (1976-1982) se alcanzó lugar la reforma electoral que cambió y constitucionalizó el sistema de partidos; en 1977, bajo la batuta de Jesús Reyes Heroles, se abren las compuertas para un amplio juego de partidos en los comicios, principalmente los extremos ideológicos (Partido Comunista, por una parte, y los viejos sinarquistas-cristeros, por otra) crece el número de diputados y se modifica la representación proporcional en la Cámara de Diputados. El régimen se fortaleció al permitir válvulas de escape a las inquietudes sociales e institucionalizar el descontento por la vía partidaria.

La crisis del Estado desarrollista-populista, con la cuasi-moratoria a la deuda externa y el primer “efecto tequila” , en 1982, dio pábulo al afianzamiento de la nueva forma del dominio cupular tecnoburocrático, la del estatismo-financista. La contrarreforma neoliberal aparejó la toma de la cúpula del Estado por una fracción de la clase política recién conformada en el interior de la alta burocracia.

A continuación se redimensionó al Estado para eliminar las fracciones antiguas y subordinar a los estratos medios y los operadores políticos que actuaban en los niveles bajos del sistema. Así, esta reforma sin institucionalización -como se le ha motejado - simplemente se limitó a corregir, no cortar ni depurar las fallas del sistema, quedando restringida a una encarnizada pugna interburocrática que continuó hasta el colapso del Estado priísta en el 2000.

Nuevo siglo (y otra vuelta de rosca)

o bien: 1984 en 2001

Dos de los grupos político-culturales post-68 llegaron al pleno poder político, tanto a la presidencia de la República como a la presidencia del recién creado organismo “ciudadano o autónoma” para calificar las elecciones, el IFE, pasando por secretarías de Estado, gubernaturas, diputaciones y senadurías, etc. El más destacado sería el que en la Facultad de Economía fuera conocido como los “Tóficos” (por aquello de qué ricos ): el encabezado por Carlos Salinas y Manuel Camacho, que en los 80 serían titulares en el gabinete de Miguel de la Madrid (1982-1988) y luego jefe del Ejecutivo, el primero (1988-1994), y regente de la capital federal y canciller, el segundo.

Relacionados con los Salinas (Carlos y Raúl) estuvieron los mapaches , sobre todo Hugo Andrés Araujo y Adolfo Oribe, líderes del grupo Torreón de la comarca lagunera. Las experiencias de corte maoísta que allí tuvieron los llevaría, ya en el poder, al gigantesco experimento asistencial-productivista que fue el Movimiento Nacional de Solidaridad , como una organización de masas que presuntamente sustituiría al carcomido, en los 90, partido oficial, el PRI. En el PRONASOL encontraron refugio muchos antiguos dirigentes de la izquierda radical; del PCM, del espartaquismo y del maoísmo.

La opción planteada por Carlos Fuentes desde principios de los años 70, de incorporarse al poder para actuar y “transformar” desde adentro, fue seguida hacia finales de los 70 y primeros 80 por dirigentes del MAP como Rolando Cordera, quien se integró al equipo de Carlos Tello en la Secretaría de Programación y Presupuesto, artífice de la nacionalización bancaria de 1982.

El ex mapache más destacado en puestos de gobierno fue José Woldenberg, que hizo carrera en el mencionado Instituto Federal Electoral y presidió este organismo autónomo. La estrella más rutilante en su frente es haber dirigido las elecciones federales del 2000 sin que sucediera el colapso institucional y casi la guerra civil que auguraban muchas de las plumas adscritas a la nómina del régimen priísta.

Por otra parte, el grupo liberal de Octavio Paz, Gabriel Zaid y Enrique Krauze no aceptó puestos con el Príncipe , al menos en lo que toca a las cabezas, pero buena parte de sus infanterías se integró al naciente Consejo Nacional de las Artes (CONACULTA), sobre todo en el área de reparto de becas y de cooptación artística, además de otras agencias culturales del gobierno. Es de notar que la creación del propio CONACULTA fue una demanda de este grupo en las postrimerías del echeverriísmo (1976), cuando aquel mandatario amagó con eliminar al Instituto Nacional de Bellas Artes.

El cenit del pacismo llegó en 1990 mediante dos acontecimientos memorables: el encuentro de la revista Vuelta titulado “El siglo XX: la experiencia de la libertad” y la asignación del Premio Nobel de Literatura al poeta mexicano, aspirante al mismo durante bastantes años. El encuentro de Vuelta , realizado a puerta cerrada en un estudio de Televisa, tenía como propósito celebrar la caída del muro de Berlín y la debacle final del comunismo, así como exaltar las glorias del libre mercado.

Fueron invitados intelectuales connotados por su postura anticomunista, con sueldos de cinco mil dólares, así como algunos mexicanos de izquierda como Carlos Monsiváis, Arnaldo Córdova y el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez. Se omitió expresamente a Carlos Fuentes y a Gabriel García Márquez por su apoyo al régimen cubano y por ser “antipluralistas”. Todo funcionó de maravilla, bajo la rígida batuta de Octavio Paz, hasta que el compadrito peruano Mario Vargas Llosa dio en nombrar la cuerda en la casa del ahorcado.

El temario del encuentro había evitado cuidadosamente referirse a la (anti)democracia mexicana y la plétora de intelectuales se reunió festivamente con el presidente Salinas, pero la mosca en la sopa caería cuando Vargas Llosa calificó al sistema mexicano como “dictadura perfecta”, como dictadura camuflada . Esto provocó el sofoco de Paz y sus contertulios y a los tres días salía Vargas Llosa del país.

Como respuesta, el grupo rival de la revista Nexos organizó otro encuentro en 1992 bajo el rubro de “Coloquio de Invierno” , patrocinado por la UNAM y el recién creado CONACULTA, encabezado entonces por un intelectual de izquierda, Víctor Flores Olea. Las estrellas serían los excluidos del encuentro de Vuelta , Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, y se convocó a 57 participantes extranjeros y 25 nacionales que recibieron mil dólares por cabeza.

Octavio Paz declaró que no asistiría al encuentro porque su invitación había sido tardía, además de exigir que sus seguidores –Krauze, Zaid, Aridjis y Jorge Hernández Campos- fueran incluidos en la nómina del coloquio. Además, en protesta de que se usaran fondos públicos para la realización de éste renunció al Fondo Nacional de las Artes y obtuvo la renuncia del titular de CONACULTA, Flores Olea. Estos dimes y diretes afectaron a los dos grupos, que llevaron una vida meramente rutinaria durante el siguiente sexenio, el zedillato (1994-2000).

A principios de los noventa, después de las controvertidas elecciones de 1988, con la “caída” del sistema y el triunfo discutido de Salinas, el gobierno se proponía imponer una regresión que retrajera a las condiciones culturales de los sesenta, con su represión, autoritarismo y censura. Se robustecieron los mecanismos de control para limitar lo más posible la libertad de expresión, y se recurrió al mecenazgo para cooptar a buenas cantidades de artistas e intelectuales.

Mediante la creación, sin bases jurídicas , del CONACULTA y el adjunto Fondo Nacional de las Artes, Carlos Salinas de Gortari se tornó el más grande cooptador de la historia de México, siempre listo a repartir dinero a los que fuesen necesarios en tanto que la gran mayoría seguía empobreciéndose.

Al final del siglo, en el vórtice conocido como postmodern , la cultura del modernismo, formada a partir de un estilo, es sustituida por la cultura del gusto de múltiples géneros. El único “ismo” aún vigente viene a ser un pluralismo que ha tendido a convertirse en una época de alianzas trastornadas . Con la difusión del postmaterialismo, la escala izquierda-derecha no se hizo obsoleta, pero sí se desarrollaron nuevos conflictos que atravesaban las antiguas trincheras . La decosificación de lo social ha fomentado metáforas del tiempo y del movimiento: socialización en lugar de sociedad, movimiento social en lugar de clase. Los radicales de ayer se convirtieron en los conservadores de valores de hoy.

En México, el panorama artístico y cultural se caracterizaba, según conceptos de Alberto Híjar, por la transmutación del neoliberalismo económico hacia una cultura del dejar hacer, dejar pasar , desembarazada de vanguardismos , con lo que pierde sentido la crítica y la reflexión. Se trata de decir por decir en el eterno presente del posmodernismo, que adquiere así una dimensión populista profundamente desmovilizadora (el priismo después del PRI, ahora con Fox), porque nadie sabe ni quiere saber lo que sigue.

En los 90, los artistas y los intelectuales parecían tener como misión una práctica de doble vía: por una parte, conducir el ensimismamiento con un revival artepurista como motor; por otra, ofertar una deliberada confusión antiheróica y antiépica: o sea, todo es trivializable bajo la consigna de que si no puedes vencer a la cultura chatarra, intégrate a ella. El problema es que tales vías conducen a o parten de la consolidación del neoliberalismo estatal.

Al final del decenio finisecular ocuparon las páginas de la prensa y los noticiarios de TV otros affaires, como la disputa por el canal 22, emisora televisiva cultural creada por el gobierno; la revisión que, por encargo de Ernesto Zedillo (1994-2000), efectuara Aguilar Camín y su equipo de los libros de texto y la consiguiente protesta de las fuerzas armadas; el desplegado publicado por Octavio Paz y compañía sobre el conflicto chiapaneco, etcétera.

Sin exceso de pena ni gloria, en los tiempos de la transición transada que vivimos quedan los grupos de Paz (†1997) y Krauze, en su cruzada neoliberal y, ahora, en sintonía con el “antiterrorismo” de Bush II; el equipo (A)Nexos -como los llamó el periodista Carlos Ramírez- encabezado por Aguilar Camín y Rolando Cordera, que continuaron en la periferia gubernamental; los allegados a Carlos Fuentes con sus idas y venidas entre México y Europa, pero también entre la “independencia” y el gobierno; el grupo de Enrique González Pedrero y sus pretensiones pluralistas al interior del sistema; el llamado Grupo San Angel, de Demetrio Sodi de la Tijera , y su frustrado choque de trenes, además de sus flirteos con Manuel Camacho Solís; el de Jorge G. Castañeda y Adolfo Gilly, en su momento patrocinadores del cuauhtemismo; el de Enrique Semo, Roger Bartra y Joel Ortega y su propuesta de recuperar los fundamentos del liberalismo para formalizar una propuesta socialista en México. Algunos de los citados se incorporarían al “voto útil” en las elecciones del 2000, bajo el prurito de liquidar al PRI y, de paso, asegurar “hueso” en el nuevo gobierno panista-foxista.

En este recuento hemos dejado sin abordar fenómenos como la propia contracultura , que documentara prolijamente José Agustín, o bien la cultura urbana popular de los movimientos de colonos, de comerciantes ambulantes, de “chavos-banda” y grafiteros, así como el gran telón dominante comprendido por la omnívora “industria cultural”: televisión, radio, cine, gran prensa, industria editorial, del espectáculo y el deporte, de los juegos electrónicos y el Internet, de la salud y el fisioculturismo, etc., que desde los años 30 ha sido y sigue siendo la influencia determinante para moldear conciencias y hábitos, expectativas masivas y prejuicios cotidianos y milenaristas.

Restaría concluir con la observación de que el inicio del siglo XXI está marcado por la violencia y la guerra, que amagan contra la inteligencia, la libertad y la misma sobrevivencia de la especie humana… Tibiamente se bosquejó en el año 1984 la pesadilla orwelliana con el primer régimen fundamentalista-republicano y su guerra-de-las-galaxias contra las “fuerzas del mal”, con el actor-presidente Ronald Reagan (que, en los 80, inauguraría precisamente el apoyo a las guerrillas talibanes contra el ogro soviético en Afganistán).

Sin embargo, hubo que esperar al inicio del siglo XXI, a las fechas posteriores al 11 de septiembre de 2001 y los deplorables atentados en la Gran Manzana , para que surgiera en plenitud la antiutopía de George Orwell 1984 , con la guerra permanente contra nadie y contra todos ( los que no estén conmigo están en mi contra ), con el enemigo principal, no el judio Goldstein sino el también semita Osama bin Laden, y la guerra de Oceanía (el club de los ricos) contra las fuerzas del mal ( Eurasia , el islam y el tercer mundo en su conjunto). Sin hablar de la neohabla y de la doble moral que han repuntado en niveles apoteósicos con la Operación ¡¡¡Justicia Infinita!!! Y la televisión vigilante desde las imágenes clasificadas-construidas por el Pentágono.

Y en el papel del remozado Big Brother George Bush II, quien tras su ilegítima elección aparece como el líder providencial que se apresta a nutrir de gruesos contratos a la industria de guerra estadunidense y salir así de la recesión que golpeaba ya –antes del 11 de septiembre- a ese país y al mundo entero. Para cumplir tal papel mesiánico (que parece quedarle muy grande) declara abolidas las libertades individuales que datan de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano , de 1789, y la propia Declaración de la ONU , abrogándose el derecho de fungir como el único terrorista del universo.

Este viene a ser el horizonte, el futuro antihumano que los hombres y mujeres de la cultura y el arte habrán de enfrentar y en lo posible revertir para merecer cabalmente el título de seres creativos y simplemente humanos.

 

*Sinopsis de la Introducción del libro La Perra Brava. Arte, crisis y políticas culturales (México, 2002), del cual se incluyen unos capítulos en la sección Ediciones Especiales de Escáner Cultural.

 

 

Libro Completo: http://www.escaner.cl/especiales/laperrabrava/perrabrava1.htm

 

César Horacio Espinosa V. Mexicano. Escritor, poeta visual. Fundador en 1963-1964 de los Cafés Literarios de la Juventud y coeditor de la Hoja Literaria Búsqueda . Integrante del Movimiento de Los Grupos, en los años setenta. Desde 1977 forma parte del circuito del arte-correo, del cual promovió una serie de exposiciones y proyectos en México. Creó y ha coordinado las Bienales Internacionales de Poesía Visual y Experimental (1985-2001). Autor de libros y ensayos sobre poesía, arte, política cultural y comunicación.

 



Si quiere comunicarse con César Espinosa Vera puede hacerlo al e-mail postart@prodigy.net.mx

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