Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 67
Noviembre 2004


Benito Pérez Galdós:

LA CREATIVA ACUSACIÓN
CONTRA UNA SOCIEDAD INSUFICIENTE

Por: Alvaro Oliva

El retrato de Madrid de finales del siglo XIX es uno de los principales lugares que Pérez Galdós describió para expresar las falencias de la sociedad europea que más lo conmovían. Bajo su propio prisma fundamentó la mayor parte de sus textos en la historia que transcurría en España, en un lenguaje sencillo que con los años se tornó, cada vez, más realista. La supuesta armonía de un país con aparente bienestar, el castillo de oro con cimientos de barro, ese inquietante mundo material sazonado de ideas fantasiosas, son algunos de los aspectos que podemos palpar bajo la cruda lupa que este autor utilizó para revelar la miseria que la ceguera colectiva cubría obsesivamente.

Aunque no tan famoso como Cervantes, Benito es un de los principales letrados de la Península Ibérica, ya que nos legó un testimonio del acontecer del Viejo Continente, donde las costumbres e idiosincrasia son, hoy en día, un recuerdo que se repite en escasos perímetros.

La historia de este escritor, que expresó su hastío hacia las normativas establecidas, comienza en el año 1843, en Las Palmas de Gran Canaria, donde transcurrieron sus primeros estudios, siempre con la inquietud por la literatura y el dibujo. Al terminar la secundaria se traslada a Madrid para matricularse en Derecho.

Tras finalizar su carrera escribe sus primeros artículos en los diarios "La Nación", "El Debate" y "La ilustración de Madrid". A pesar que sus primeras obras, como "La Fontana de Oro", son algo románticas, su discurso con los años se tornó, como mencionamos anteriormente, más realista, puesto que se dedicó a revelar los detalles del comportamiento de los grupos sociales de la ciudad y sus diferentes aspectos, tales como la metamorfosis de las costumbres, la moral y la injusticia. Madrid se convirtió en el laberinto de dos caras que Galdós recorrió reproduciendo olores, esquinas, celebraciones y sufrimientos.

Su prolífica producción creativa está formada, entre otros, por los "Episodios Nacionales" (historia novelada del siglo XIX español) y una serie de libros tales como "Marianela", "Misericordia", "Fortunata", "Jacinta" y "Nazarín. Desde 1873 hasta 1912, Galdós se concentró en redactar la historia de su país específicamente, el período que va desde el año l807 hasta la Restauración, concentrada en 46 novelas entre las que se destacan "Bailén", "Trafalgar", "Napoleón en Chamartín" o "La Familia de Carlos IV".

Su carrera, que también está compuesta por obras dramáticas, comienzó a difundirse a través de los medios de comunicación, motivo por el cual, con ayuda de Francisco Giner, se presenta en el área de redacción de varias revistas, llevando una vida unida a la dinámica del acontecer cultural madrileño. Es así como se dirige a todos los recovecos de la añosa ciudad visitando tertulias progresistas.

Entre los años 1886 y 1890, participa en política en aras de sus ideas liberales y con la optimista intención de dar una salida a los problemas inherentes al orden establecido. Al igual que muchos de sus contemporáneos, criticó las desigualdades sociales y el indiferente papel de la iglesia, insatisfacciones que se reflejaron en libros tales como "Doña Perfecta" (1876), que es una veloz lanza anticlerical. A pesar del riesgo que asumió, tras expresar sus convicciones personales, sus trabajos se difundieron con rapidez por lo que fue reconocido incluso en el Teatro.

No obstante, su creatividad y energía se concentró con más fuerza en la literatura, arte que lo ayudó desde otra perspectiva a proclamar sus nociones. "La Desheredada", una de sus más notables novelas, describe una ciudad asimétrica donde la pobreza y suciedad invade los barrios de Madrid. Elegantes coches que transportan mujeres con guantes y sombrillas eclipsan con la miseria de niños harapientos que deambulan por las callejuelas y hogares hacinados. En medio de este paisaje, la protagonista Isidora, sueña con la pomposidad, adoptando una personalidad orgullosa y despectiva que no guarda relación con su descendente situación económica.

La descripción de los ambientes y personajes, al margen de la sociedad, se caracterizan con dramatismo e ironía:

" Sólo cuando se abría la puerta entraba un eco lejano y horripilante de risas y gritos que no eran como los gritos y risas del mundo". (Descripción del manicomio habitado por un pariente de Isidora)


Las precarias condiciones de subsistencia se distinguen en los diálogos que el autor pone en boca de los protagonistas, conversaciones directas, en un lenguaje coloquial y desesperanzado:

"Quien se vio en aquellos locales, con aquellas anaquelerías y aquel mostrador donde había un cajón de dinero que sonaba a cosa rica..., verse ahora en este nido de urracas, con cuatro trastos, poca parroquia, y en un barrio donde se repican las campanas cuando se ve una peseta..., ¡qué puñ...!»".

El arribismo desesperado de algunos individuos de la época se deposita y crece en la mente de la joven Isidora quien se afana por ingresar al círculo de los acaudalados encontrando, finalmente, y como suele ocurrirle a estos personajes de ficción (y a los del mundo real también), un final no muy prometedor, rodeado de frustración y angustia sin sentido. Una afirmación que la ambiciosa mujer le hace a un pretendiente lo dice todo:

"Yo no quiero ser sabia, vamos, sino saber lo preciso, lo que saben todas las personas de la buena sociedad, un poquito, una idea de todo..., ¿me entiendes?".

Galdós identifica ese virus que ataca al hombre forzándolo, en grupo e hipnotizado por una extraña fuerza, (¿Ambición?, ¿apariencia?) a combatir con el fin de alcanzar esa vida acomodada, mientras rehuye con espanto del contacto con los desarraigados, como si se tratara de una dimensión indeseable e inexistente. Sus denuncian viajan en un lenguaje sin rebuscamientos, en el que su monólogo interior da espacio a diálogos elocuentes entre sus personajes.

Su carrera y vivencia fue el peor dolor de cabeza para los conservadores y eclesiásticos de la época que no dejaron de recibir las punzantes críticas de este literato que no estaba de acuerdo con una estructuración social hecha a medias. Gran parte de su existencia pasó a ser el constante grito que se coló entre las pequeñas grietas de la sociedad establecida. Con su puñal de ideales bajo el brazo, que buscaba la construcción de un mundo "más justo", falleció, en el año 1920 .

En estos días sus libros todavía son estudiados, en estos días, producto de las reiteradas metamorfosis, su país es otro, en estos días los eclesiásticos ya no tienen la influencia del siglo XIX, en estos días, Benito podría asistir a presenciar los últimos pedazos del muro que se desmorona. Los vestigios de una sociedad conservadora ya dan paso a una nueva organización, quizás más liberal, aunque con voces disidentes en extinción.

 



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