Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 64
Agosto 2004


Ryunosuke Akutagawa

LA GENIALIDAD SINIESTRA

DE UNAS LETRAS ORIENTALES

Por: Alvaro Oliva

La usual noche, de uno más de los miles de lectores, ya fue mutilada por las palabras de Akutagawa. Su evasiva imaginación empuja a descubrir un viejo baúl, tallado de cuentos e historias minuciosas, donde personajes con toda clase de gestos y formas, originan una trama compacta de instintos sin treguas. Kimonos, fantasmas, sables, espadines y princesas desfilan, en sus pausadas creaciones, para cedernos una refrescante brisa que remueve cada partícula de la excesiva polución occidental que nos ahoga en cada segundo.

El cuidado y la sencillez de la paciente obra de Ryunosuke ya no es patrimonio exclusivo de su ancestral y futurista nación. Sus textos, ya están a la mano del reino del individuo contemporáneo, que logra atestiguar acerca de estas páginas poseedoras de espíritus orientales y costumbres del Japón feudal.

Tras abrir una vieja edición, nuestra inconmovible realidad gira hacia un pasado rudimentario, periodo que alguna vez ocupó la actual escenografía de cristales, celulares y circuitos que forman parte de la fisonomía de Japón. Sus invenciones, representativas de una época olvidada hasta la saciedad, nos introducen en un laberinto de ideas y sensaciones imposibles de controlar.

Los paralizantes argumentos se reflejan en cualquier región de su movedizo y reprendido país. Tokio, la ciudad que lo vio nacer en 1892, es uno de los entornos inspirados que nos extrapola a la metamorfosis de una cultura aferrada a la vida, bajo una continua amenaza que emanaba de sus propios estallidos de furia y de la miseria provocada por los caprichos de la naturaleza.

Akutagawa engendró sus historias, desde pequeño, cuando comenzó a escribir sus primeros cuentos. Muy joven, ya devoraba los principales volúmenes de autores orientales e ingleses, que lo acompañaban en sus eternas tardes de tedio. Su inquietud por las letras lo llevó a estudiar en la Universidad Imperial de Tokio donde participó en la revista " Shin-Shicho", además de realizar traducciones de Anatole France y Keats.

En 1915, publicó la novela "Rashomon", que trata sobre la decadencia de un segmento de los habitantes de su insular terruño, sentenciados a sobrevivir en una situación límite, descrita con concentrada y nerviosa perspectiva. Su sobresaltado relato, le permitió recibir un reconocimiento internacional y, años más tarde, fue llevado al cine por el director Akira Kurosawa.

"Rashomon", transcurre en una lluviosa noche, donde el temor husmea en todos los rincones, mientras el protagonista, un lacayo a la deriva y sin empleo, se cuestiona sus valores frente a lo que será un medio hostil e inminente, apremiado por el hambre y la marginación de la ciudad de Kioto. En una ruinosa edificación, el desafortunado individuo, vislumbra a una horrible anciana que deambula y trata de combatir el hambre entre una serie de cadáveres apiñados. Esta leve pincelada también se puede aplicar a otros de sus cuentos, donde los constantes pensamientos y la nebulosa de sus ambientes, crea una agotadora inquietud.

Las imprescindibles obras de este crítico, cuentista, poeta y ensayista han sido definidas como una combinación de la antigua literatura japonesa con influencias de la narrativa europea de autores tales como France, Wilde, Symonds y Loti.

"En el bosque" (1914), "La nariz" (1916), "Figuras infernales" (1918), "El engranaje" (1927) y "Kappa" (1927) más sus diez volúmenes de ensayos literarios, cuentos cortos y novelas, forman hoy, el obsequio que podemos desenvolver, cada día, que nos carcoma la necesidad de huir con urgencia de nuestras ataduras occidentales. Con realismo, imaginación y misterio Akutagawa nos proporciona un conjunto de seres que ponen en duda sus convicciones y las de sus pares, invitándonos a participar en un juego de verdades, que no alcanzamos a desprender de nuestro inconsciente, tras ingerir las rasgadas letras de su mente.

Su fértil trabajo y semblante, como se esperaba que sucediera, comenzó a deteriorarse, en 1922, pese a sus inútiles esfuerzos por no perder el juicio. Acosado por angustias y alucinaciones, permaneció muchas horas enclaustrado en su habitación, donde su estado perdido se expandió, hasta que tomó la decisión de suicidarse, en el año 1927, a los treinta y cinco años.

El estilo y contenido que nos alcanzó a dejar sugiere una dimensión de seda, que puede resultar ajena a las criaturas del planeta Occidental, tan habituadas a lo instantáneo, siempre dispuestas en su órbita acosada por el cansino y contemplativo reloj de arena que rige al Oriente. Akutagawa nos ofrece un viaducto de escape, una evacuación de nuestro entorno. Al parecer nuestro galeón mecanografiado se está hundiendo en el hedor de lo reiterativo, seamos pues, al igual que las ratas, los primeros en huir de este naufragio y sigamos la huella de este autor.

"En el bosque" (fragmento)

" Me incorporé extenuado al pie del cedro. Delante de mí refulgía el espadín que había dejado caer mi mujer. Recogiéndolo me herí el pecho. Un coágulo de sangre me subió a la boca, pero no sentí el más mínimo dolor. Al enfriarse mi pecho todo se cubrió del silencio de los muertos en sus tumbas. ¡Qué profundo silencio! No se oyó trinar un pájaro sobre esta tumba perdida en la cima de una montaña. Sólo una triste luz flotaba sobre los cedros y la montaña. Paulatinamente la luz disminuyó hasta que los cedros y el bambú se desvanecieron. Echado en aquel sitio, me dejé envolver por el silencio. Entonces vi que alguien se arrastraba hacia mí. Intenté ver quién era. Pero me rodeaba la oscuridad. Alguien... y ese alguien sacó suavemente con mano invisible el espadín que me había enterrado en el pecho. Al mismo tiempo la sangre se me agolpó en la boca. Y de una vez por todas me hundí en la oscuridad del espacio".

 



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