Santiago de Chile.
Revista Virtual.

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 63
Julio 2004

 

Columna a cargo de Marcela Rosen

EL CUENTO DE LA VIDA

Por: Humberto Yannini Mejenes

El otro día estábamos tomando una nieve la infanta Daniela y este su sátrapa escriba cuando la pequeña, en un arranque de ensoñación propia de sus cinco años me espetó al oído: «Papi: nosotros estamos dentro de un cuento, ¿verdad?». Me quedé, como es de suponer, hecho un penitente (no escribí pendejo porque dentro de los propósitos de año nuevo está el dejar de difuminar a las buenas costumbres en aras de la aceptación telepática de la profesora Elba Esther); sin embargo, no di muestras visibles de atolondramiento pero tampoco dejé pasar la oportunidad de preguntarle por qué lo decía. Y su respuesta fue un dechado de filosofía infantil, pero no por ello desacertado o vano: «Si, mira: ¿cómo llegué aquí, o cómo llegaste tú o mi mamá al mundo? ¿A poco no parece como un cuento?».

Por ahí se dice, con mucha razón, que cuando no hay nada qué decir lo mejor es quedarse callado, y eso fue lo que no hice, ciertamente. La emprendí en una perorata donde aludí a Dios y las leyes divinas, como supremos hacedores de todo, y me seguí en una suerte de explicación antropológica de nuestros antecedentes como civilización. Ella desechó sin arrebato mi tesis arguyendo que todo lo expuesto no era más que un guión del gran cuento que es la vida. Entonces aquí su inefable escriba, llamado no sé por qué ni por quién, me sentí de algún modo desplazado de la labor magisterial que supone la paternidad, y volví a hacer uso de mi derecho a educar de la peor manera posible: confundiendo, o más exactamente tratando de confundir los preclaros pensamientos de la infanta Daniela, con el perverso e inconsciente fin de trasmitirle con fidelidad mis convicciones existencialistas.

Pero la infanta no estaba para imposiciones paternales disfrazadas de parábolas, y volvió a la cargada: «No papi: la vida es un cuento; no ves: todo es como la parte de un cuento; hay buenos y malos, hay hadas y brujas, enanitos buenos y gigantes malos, animales inofensivos y ponzoñosos, papás buenos y malos y hasta los que son puro cuento. Así también hay días bonitos y feos, amigos buenos y malos, lo cual nos lleva a ser parte de un inmenso cuento, donde también hay vida y muerte, cielo e infierno».

En esos momentos, aquí su sátrapa y en ocasiones humilde escriba ya no era de este mundo: las palabras de la pequeña me habían absorbido las pocas neuronas sanas que tengo (las demás han muerto con estoicismo en cualquiera de las cantinas que pululan en esta, pese al denodado encono de la Bikina). Y no obstante la contundencia y la sencillez de sus razonamientos, opté por regresarla de nuevo al redil, con la misma candidez con la que Fox manda al Congreso, año con año, su iniciativa para gravar alimentos y medicinas.

Asido al axioma de que nada es más real que la vida misma, lo cual supone ser la antítesis a un cuento, puse cara de padre agradecido y buena onda, mesé mi otrora luenga cabellera, miré de hito en hito a la infanta Daniela y le solté las palabras, una a una, como salidas de una canción de Cri-Cri cuya misión encubierta era irla preparando para transitar muy alerta en este valle de lágrimas donde habitamos, y cuyos depredadores se nutren de almas cándidas como la de la infanta. Entonces hice un ensayo demoledor de lo que era la vida, de sus atavismos y circunstancias, enfatizando como un hecho el peligro latente que conlleva vivir.

El breviario de cómo empezar una vida sin peligro empezaba a rendir sus primeros frutos. Los ojos de la infanta Daniela brillaban con un raro fulgor, síntoma este de que acababa de recibir una lección de vida fundamental. Y así, con su mirada extraviada en el horizonte, esbozó una pequeña sonrisa dubitativa y soltó a quemarropa lo que albergaba en su fuero interno: »¡Ya estás viejito, Papi: no hay forma de vivir más emocionante y más agradable que dentro de un cuento!». Sea por Dios.

 

hyannini@prodigy.net.mx

 

 

 

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Marcela Rosen
,
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