Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 53
Agosto de 2003


VALPARAÍSO

ALEGRÍAS Y TRISTEZAS DE UNA JOYA DE LA HUMANIDAD


Por: Rúbila Araya


A poco de recibir la honrosa nominación, recordamos los tiempos de esplendor y las tragedias sufridas por esta nueva ciudad patrimonial

Campanas, bocinas y sirenas de barco entonaron a diferentes ritmos sus respectivos sonidos que, junto a vítores de júbilo, se escucharon en todo el puerto luego de conocerse la esperada noticia que el alcalde, Hernán Pinto, revelaría desde París el pasado dos de julio. Días después, fuegos artificiales, música y un sinfín de actividades iniciaron la gran celebración.

Valparaíso había sido nombrado Patrimonio Cultural de la Humanidad. La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, con la aprobación unánime de los 21 miembros del Comité Ejecutivo, daba un final victorioso a siete años de ardua gestión en busca de la ansiada nominación que pondría a la ciudad porteña al mismo nivel que las iglesias de Chiloé e Isla de Pascua.

Y es que ostentar la categoría de patrimonio mundial trae muchos beneficios a un lugar, que si son aprovechados y manejados adecuadamente, podrían ser una importante ayuda para disminuir problemas como la cesantía, pues se cree que el incremento del turismo originaría más puestos de trabajo; para establecer planes de aseo y de seguridad; para salvar de la ruina a construcciones antiguas del casco histórico; y para multiplicar las actividades culturales; entre otras cosas. Ventajas derivadas, en gran parte, de la posibilidad de recurrir a fondos de la UNESCO y a la opción de acceder al crédito patrimonial que otorga el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Por el momento, los sectores aledaños a la Iglesia La Matriz y Plaza Echaurren, Muelle Prat y Plaza Sotomayor, calle Prat y Plazuela Turri, y un segmento de los cerros Alegre y Concepción, con sus ascensores, paseos, casas, pasajes, escalinatas y colores, forman parte de la riqueza del mundo. Pero no se trata sólo de un grupo de construcciones, calles y espacios concretos, detrás de este título hay más que eso, existe una historia protagonizada por hombres y mujeres que a lo largo del tiempo fueron forjando una identidad única.

Personajes nacidos de una mixtura cultural, que gozaron del progreso y la prosperidad, y también sufrieron las desventuras de la fatalidad, imprimiendo un sello hoy transformado, además, en cualidades intangibles que sirven de testimonio a toda humanidad.



Primeros pasos de una ciudad no fundada

Los habitantes originarios de esta parte del litoral chileno fueron los Changos, quienes por alguna razón dieron al lugar el nombre de “Quintil”, es decir, Palos Quemados. Denominación que cambió a “Valparaíso” después de 1536, cuando el capitán Juan de Saavedra llegó junto a su tripulación y rebautizó la bahía.

Pedro de Valdivia la designo puerto oficial del reino de Chile en 1544 y quince años después, comenzó a delinearse a partir de una capilla construida donde hoy se encuentra la Iglesia La Matriz. Pero, curiosamente, la ciudad que hoy es patrimonio de la humanidad nunca fue fundada. Aún así, se transformó en el más importante polo comercial del país y en el paso obligado para los barcos que cruzaban del Atlántico hacia el Pacífico.

Durante el siglo XIX y principios del XX, el auge económico de la urbe porteña trajo consigo a inmigrantes que introdujeron las tendencias europeas y los rasgos culturales de sus respectivos países, creándose, entre chilenos y extranjeros, una sociedad pujante que llegó a estar a la vanguardia del desarrollo nacional.

Entre los hitos importantes está la fundación del diario en español más antiguo del mundo, El Mercurio de Valparaíso (1827); la creación del la Bolsa de Valores de Valparaíso (1848); y la formación del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso (1851), el primero del país.

Etapa de prosperidad en que se concretaron obras como la construcción del ferrocarril, la instalación de telégrafos, alumbrado público, agua potable y alcantarillado; y se establecieron casas comerciales, clubes, hoteles y teatros, símbolos de la agitada vida social y cultural. Años de una bonanza que fue en declive con la apertura del canal de Panamá, en 1914, pero que se convirtieron en determinantes en la historia de la ciudad porteña.



De esplendor y sufrimientos

Los primeros años en la historia de Valparaíso, y en realidad toda su existencia, abarcan una amplia gama de acontecimientos. De hechos no siempre afortunados, es más, de verdaderas tragedias que inevitablemente dejaron una huella indeleble en la memoria del pueblo.

Saqueos, naufragios, bombardeos, epidemias, inundaciones, incendios y terremotos, en tiempos lejanos o recientes, han arremetido sorpresivamente, dejando a su paso el dolor de la pérdida y el testimonio de la destrucción.

Historias orales y escritas nos traen al presente sucesos tan remotos como el saqueo del corsario inglés Francis Drake, el cuatro de diciembre de 1578. Los naufragios de “Nuestra Señora de la Ermita” (1769), de la antigua Esmeralda (1825) y del vapor Perú (1851), sólo por nombrar algunos.
Hasta un bombardeo de la escuadra española sobre el puerto, en 1866, debido al desafío que hizo Chile a España, por la disputa comercial que este país tenía con Perú, integra la lista de hechos catastróficos.

Las epidemias también pasaron sembrando la muerte por la ciudad. La pobreza y el hacinamiento se convirtieron en el escenario ideal para pestes como la viruela, que en 1866 cobró la vida de 5.957 seres; y la escarlatina, que azotó el puerto entre 1831 y 1832.

El fuego siempre se ha destacado entre los recuerdos dolorosos de un Valparaíso que no olvida dramas como el vivido en 1953, cuando la celebración de Año Nuevo terminó con el gran incendio de la barraca Schultze, ubicada en Avenida Brasil 2069; mientras bomberos intentaban combatir las llamas, una explosión mató a 50 personas y dejó 350 heridos.

Los movimientos telúricos, inevitablemente, han sido una constante en nuestra historia como país, y la ciudad puerto no es la excepción, pues se ha visto azotada por terremotos en 1647, 1730, 1906, 1965, 1971 y 1985. Pero es el de principios del siglo XIX el que más se recuerda.

Como anécdota, se cuenta que aquel fatídico dieciséis de agosto, mientras se agitaba la tierra y se caían a pedazos los edificios, el famoso asesino en serie Emile Dubois se encontraba entre los quinientos noventa y ocho reos de la cárcel de Valparaíso, esperando el día de su fusilamiento. A pesar de que el psicópata pudo haberse escapado, pues los demás prisioneros lo liberaron de sus esposas y grilletes, para que los encabezara en una fuga, éste fue encontrado sano y salvo entre los escombros, cubierto con un poncho y hasta afeitado.

Y es que así es Valparaíso, así es su historia de pomposo esplendor y continuas tragedias, de alegrías y sufrimientos que determinan a un pueblo y definen su personalidad. En esta ambivalente realidad se creó su entorno, se perfilaron sus personajes y se conformó ese todo que hoy es patrimonio de la humanidad.

 


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